El fantasma de la recesion

    Nadie duda de que en los últimos tres años hubo un significativo nivel de crecimiento económico. La demanda, largamente insatisfecha, se expandió con la estabilidad. Hay síntomas reveladores de que esa fortaleza de la demanda se está reduciendo. Lo que plantea otra incógnita: ¿se está llegando a un

    punto en el que persistirá la estabilidad, pero con estancamiento?

    Todo parece indicar que la fiesta terminó. Javier González Fraga, al analizar lo que podría ocurrir en 1995 durante la última reunión anual de Seminarium, lo dijo con toda elocuencia: “Fin de la etapa de dinero fácil”. El ex presidente del Banco Central aludía a un escenario externo notablemente favorable a la convertibilidad que ahora está variando esencialmente.

    Desde esa perspectiva, la mejor explicación de lo que ocurrió en el país se obtiene analizando lo que vino de afuera. A principios de 1991, junto con la convertibilidad de Cavallo, se produjo la reducción más espectacular de tasas de interés internacionales en más de 30 años. Esto permitió la aparición

    de los famosos “mercados emergentes”, adonde fluyó el ahorro de las grandes economías.

    Esta situación tuvo un notable impacto positivo sobre la economía local, pero también una desventaja. Según González Fraga, debilitó la voluntad de reforma total que tuvo este gobierno al principio de su gestión.

    Hoy la situación es totalmente diferente: la intención de la Reserva Federal es propender a un paulatino acercamiento entre la tasa de interés de corto plazo con la de largo plazo. El problema para la Argentina es que muchos de los tomadores de bonos y títulos no están en el largo plazo y pueden desprenderse de estos valores. Esto significa que se acentuará el endeudamiento argentino y

    que la próxima deuda tendrá un costo mucho más alto. Es decir, se conseguirá menos dinero y a más alto interés.

    Hay circunstancias externas e internas que han tenido un efecto favorable sobre la economía en general. Entre las primeras, la depreciación internacional del dólar que se traslada al peso argentino, atado a la divisa estadounidense por la ley de convertibilidad (el 1 a 1) que encarece las importaciones provenientes de otro origen que no sea Estados Unidos, y que facilita las

    exportaciones.

    También, el aumento de los precios internacionales de los productos básicos, que siguen representando una porción significativa de las exportaciones argentinas. Por último, la nueva bonanza brasileña a partir del plan antiinflacionario, que estimula una mejoría en el saldo de la balanza comercial bilateral, hasta ahora muy desfavorable para la Argentina.

    Según Adalberto Rodríguez Giavarini -en la reunión organizada por Seminarium-, el año próximo habrá menor crecimiento en la economía estadounidense (y mayor en la europea y japonesa), aumentará la tasa de interés y crecerán las dificultades para colocar títulos de deuda argentinos. Por el lado positivo, Estados Unidos está comprando más desde la Argentina, en especial productos

    industriales, y la reactivación brasileña aumentará las ventas locales, en particular de productos básicos.

    Entre las circunstancias internas es preciso recordar el efecto de distintas medidas como la eliminación de las contribuciones patronales a productores industriales, y la eliminación del impuesto a las ganancias en las provincias, reemplazado por tributos al consumo, que en la práctica tienen el efecto de pequeñas devaluaciones que mejoran la competitividad de los exportadores.

    Pero en 1995 el tema dominante será el problema fiscal. Habrá desequilibrio y será preciso reforzar el ajuste que se practique. Para que haya recaudación es necesario que se mantenga un buen nivel de actividad económica. Dentro de la lógica del actual programa, la posibilidad de una recesión no puede existir.

    UNA SITUACION DISTINTA.

    Sin embargo, la nueva situación es sustancialmente distinta de la de 1991. En aquel momento, los consumidores se encontraban en situación ideal: nadie estaba endeudado. En estos tres años, el nivel de endeudamiento de los consumidores -y de las empresas- creció significativamente. Y es notorio

    que muchos están en dificultades para cancelar sus deudas conforme a los términos pactados.

    ¿Cuáles fueron los ingredientes que permitieron llegar al equilibrio fiscal y por qué no pueden utilizarse nuevamente? En el pasado reciente el Tesoro ingresó los fondos provenientes de las privatizaciones, y los recursos aportados por el IVA fueron sustanciales (fuerte tributación al consumo, que depende del nivel de actividad económica).

    El mejor escenario para el gobierno es que no caiga el consumo, y que aumenten las exportaciones y el nivel de inversión. Con este panorama, habría pocas dificultades fiscales, excepto en el campo del comercio exterior, donde la balanza comercial seguiría siendo negativa. Rodríguez Giavarini advierte

    síntomas positivos en esa dirección.

    La segunda alternativa es que efectivamente se reduzca el consumo, pero que el aumento en las otras dos variables (exportaciones e inversiones) permita compensar por la disminución en el ritmo económico. En este caso puede no haber recesión aunque subsista el problema fiscal.

    El tercer escenario es el más temido por el equipo económico: la caída en el consumo no se compensa por las otras dos variables. Entonces se entraría en recesión, aumentaría el costo del dinero, y la nueva situación -agravada por el actual nivel de endeudamiento- podría generar una crisis en el sector financiero.

    TEMOR EN LA BANCA.

    Un capítulo especial es lo que puede ocurrir con el sector financiero. Para González Fraga lo preocupante es que la expansión monetaria cayó a una tercera parte este año (de 25% en 1993 a 8% en 1994) y que en general se advierte una importante iliquidez. En este punto del análisis coincide

    José Luis Machinea -también ex presidente del Banco Central-, que advierte sobre el aumento del riesgo país.

    Si se profundizan la iliquidez y la incertidumbre política, dice, se harán patentes los problemas de solvencia de los bancos, lo que provocará una aceleración en el anunciado proceso de fusiones y absorciones dentro del sistema bancario. Ese proceso puede ser ordenado, como conviene, o traumático, a la zaga de los acontecimientos. Obviamente, esto último es lo menos recomendable.

    Según González Fraga, el nivel de gastos de los bancos sobre activos es de 12%. Es preciso reducirlo a la mitad, 6%, para estar en niveles aceptables. De lo contrario no hay competitividad posible en la economía argentina. Y no hay mucho tiempo para hacer esta conversión. Pueden aparecer los grandes bancos en un papel protagónico, ya que son los únicos capaces de abordar este proceso con alguna velocidad.

    CRECIMIENTO PERPETUO.

    Lo que muchos sospechaban comienza a convertirse en certeza: el modelo establecido por Domingo Cavallo funciona únicamente con crecimiento perpetuo. Si se crece sin parar. Es cierto que de la audacia y la imaginación del ministro pueden esperarse medidas estimulantes que mantengan el movimiento hacia adelante. Pero todo tiene un límite, aun para Cavallo.

    En palabras de González Fraga, éste es el momento de consolidar la convertibilidad. Hasta ahora se ha crecido con mayor consumo, pero bajo nivel de ahorro e inversión, y con mucho aporte de fondos externos. Ahora -afirma- es el tiempo de concretar la reforma laboral, de poner en caja las cuentas provinciales y de reformar el sistema financiero.

    Algo que está claro para la mayoría de los economistas y observadores es que el déficit actual no se debe exclusivamente a lo que ocurre con el sistema previsional. Por el contrario, la reducción en las contribuciones patronales a la industria y la creación de las AFJP´s tuvieron un efecto que fue calculado de antemano.

    El verdadero problema es un “amesetamiento” de la recaudación fiscal y también que muchos empresarios -especialmente los pequeños- se financian dejando de pagar el IVA y otras contribuciones. Más aún, el tema de fondo es el aumento del gasto público, que de $ 35 mil millones en 1990 pasó a $ 55 mil millones (a pesar de las transferencias a las provincias en el terreno

    educativo y de salud).

    ¿Qué otras posibilidades hay de generar ingresos genuinos que mejoren el panorama fiscal? Una es la creación de nuevos impuestos. Pero al margen de las dificultades que generaría esto en un año electoral, lo cierto es que, dentro de la vasta coalición de intereses objetivos que defiende la estabilidad, algunos sufrirían pérdidas. Y su reacción no se haría esperar. Además, se lesionaría el clima de confianza que ha alentado a los inversionistas locales y extranjeros.

    Otra alternativa es aumentar la eficiencia en la lucha contra la evasión. El punto es que, además de que la evasión comienza a ser cada vez más sofisticada, toda presión adicional se traducirá en mayor desempleo y -vista la experiencia reciente- podría suscitar alguna rebelión en los sectores de contribuyentes que crean ser los más afectados. Ambas situaciones son poco deseables en momentos en que se juega la continuidad del gobierno nacional en las elecciones presidenciales de mayo próximo.

    REFORMA DE LA REFORMA.

    Con independencia de que los jueces reciban los reproches de Economía por sus fallos recientes en favor de los reclamos de los jubilados, es evidente que el déficit fiscal obedece a otras razones.

    La reducción en el monto de las contribuciones patronales ha tenido un fuerte impacto y desfinancia al sistema. Todo indica que durante 1995 habrá que reformular la tan mentada reforma previsional.

    Se buscará recaudar fondos adicionales, y no es descartable la fijación de nuevos impuestos con ese propósito, como, por ejemplo, elevar el componente tributario sobre el consumo de combustibles.

    Rodríguez Giavarini vislumbra dos etapas: una, hasta el 15 de mayo, en la cual el gobierno seguirá insistiendo en su esquema supply side, por el lado de la oferta, tratando de reducir costos, y con algún estímulo a la demanda en vista del calendario electoral. La otra etapa se iniciará después de los comicios, y apuntará a restablecer el equilibrio fiscal sin comprometer el nivel de actividad. La cuestión pendiente: ¿es eso posible?

    Lo cierto es que crecerá la presión por reducir el gasto público, que efectivamente ha aumentado.

    Pero, ¿hasta qué punto es posible bajar este tipo de gastos?

    Si se analiza la actual composición del gasto público se comprueba que en 85% se trata de sueldos.

    Por lo tanto aparecen dos alternativas claras: o se reducen los sueldos o se despide gente. Ambas perspectivas son de dudosa aplicabilidad. En el caso de la segunda -mayor desempleo- puede originar, por otra vía, nuevo gasto público. Por ejemplo, incremento en las partidas destinadas a brindar una suerte de seguro contra la desocupación.

    Entusiasmados con la profunda transformación aparente que se ha producido en la vida de las empresas, hay quienes creen que cualquier desajuste macroeconómico puede ser compensado con las ganancias generadas por una mayor productividad en la microeconomía. “Habrá alianzas, asociaciones de diverso tipo y hasta sectores enteros que desaparecerán”, pronostica González Fraga.

    Lo que plantea el debate en otros términos: ¿hay aumentos genuinos de productividad? Sobre este punto hay varios interrogantes pendientes:

    * Parte del incremento en la productividad es procíclico. Es decir, crece con la mayor actividad económica. Si hay recesión, por consecuencia, disminuiría.

    * El cambio en el estilo, la naturaleza y la dirección del management ha tenido efectos positivos sobre la productividad. Pero, ¿de qué magnitud?

    * Además hay que observar en qué sectores se ha producido esa mejora productiva. ¿En el de alimentos y bebidas, en el de bienes transables, en el del mercado cautivo de los servicios?

    * Finalmente, ¿la mayor productividad se traducirá en un aumento en el nivel de exportaciones?

    Todo el proceso de transformación del sector privado, donde abundaron las compras, fusiones y alianzas, se dio en una etapa expansiva. ¿Se mantendrá si se presenta aunque sólo sea una tenue recesión? ¿O dependerá exclusivamente de lo que ocurra con el nivel general de actividad?

    La iniciación de operaciones en el Mercosur pone un interrogante adicional. Si muchas de las inversiones pendientes deciden concretarse en Brasil, significará que los inversionistas extranjeros no aprecian que la industria argentina tenga ventajas comparativas.

    El tipo de cambio fijo durante este período de bonanza tuvo la virtud de aumentar la eficiencia del sistema económico. Pero de lo que se tratará durante 1995 es de invertir tal vez en medio de una recesión o, al menos, con un alto nivel de incertidumbre.

    Hay un ingrediente adicional que podría ensombrecer el panorama. Durante 1995 se concretará la máxima inversión prevista de las empresas de servicios públicos privatizadas. Pero, a partir de allí, el nivel seguramente declinará. En cambio, será el momento de pensar en la remisión de utilidades que estas empresas están autorizadas a hacer.

    LA AGENDA.

    ¿Cuáles son los problemas que enfrentará la economía durante 1995, vistos desde la perspectiva del final de este año? Según José Luis Machinea, los principales problemas son:

    * Se agravó la desocupación.

    * La situación financiera comienza a ser preocupante.

    * No se avanzó en las reformas estructurales.

    Cambió -y para peor- el escenario internacional, suben las tasas de interés de largo plazo, hay altos niveles de deuda pública y déficit fiscal. En síntesis, aumentó el riesgo país.

    Positivo, para destacar, es que mejoró la competitividad, o al menos la productividad. Hubo devaluación de la moneda por la caída en el valor internacional del dólar, y se revaluó el real brasileño, lo que abre otras perspectivas a las exportaciones argentinas.

    El déficit comercial sigue preocupando, pero, vista la reciente tendencia de las exportaciones, es menos preocupante que hace un año.

    El gobierno debe hacer algo y ahora, asegura Machinea. ¿Qué puede hacer? No puede reducir el gasto público, porque 70% del ingreso se destina a remesas a provincias y al sistema previsional. Pero sí puede controlar el gasto, para que no aumente. “Por ejemplo, debe olvidarse de eliminar el aporte patronal a los servicios, y además tiene que pensar en aumentos sobre algunos impuestos”, advierte el ex presidente del Banco Central.