Un enigma

    Que la revista MERCADO cumpla ahora 25 años de existencia no sólo es una acontecimiento sino también un enigma que merecería ser investigado por los historiadores de la economía y de la cultura. ¿Es que, acaso, durante el último cuarto de siglo se dieron en el país las condiciones mínimas para que sus hombres de empresa se sintieran estimulados, u obligados, a interesarse por

    las sucesivas teorías del marketing y el management, por las corrientes internacionales de capitales, por los desarrollos tecnológicos o por la formación de los bloques de libre comercio? Evidentemente no.

    La penetración y calidad de una revista económica depende de las características del sistema productivo cuyas mutaciones testimonian sus páginas, del papel que los empresarios se asignan a sí mismos dentro de una sociedad y de la mayor o menor extensión del horizonte geográfico y temporal con respecto al cual ellos operan. Dicho de otra manera: una publicación económica es siempre un factor de modificación de la cultura empresaria de un país, así como una expresión de aquélla. Luego, resulta legítimo preguntarse por las condiciones estructurales que pueden alentar o desalentar a los protagonistas de un mercado nacional a demandar información y que, por ende,

    determinan la pervivencia de un medio especializado en la provisión de ese servicio.

    Varias son las respuestas que se han formulado entre nosotros a este interrogante.

    * En primer lugar, resulta verosímil que la demanda de información económica es restringida en una sociedad en la cual el Estado -en tanto regulador, productor o comprador de bienes y servicios- tiene un papel fundamental a expensas de la empresa privada. En este caso suele producirse una suerte de

    hipertrofia del discurso político a expensas de la información microeconómica e inclusive una sacralización de la información oficial a expensas de la proporcionada por quienes no ocupan cargos públicos.

    * La demanda de información económica es también deprimida por el peso que adquieren en una comunidad las decisiones de las corporaciones en la determinación de las políticas públicas, sean ellas militares, empresarias, sindicales o profesionales. Por su misma dinámica las corporaciones aborrecen el debate público de los temas que interesan. Tarde o temprano, todo acuerdo o todo conflicto entre partes adquiere el carácter de un secreto de Estado aunque sólo sea porque su tramitación en entornos cerrados los hace sospechosos de corrupción. Ese proceso de retroalimentación tiene un efecto empobrecedor sobre la cultura empresaria en tanto y en cuanto da lugar a la convicción de que el éxito económico no depende del conocimiento del mercado sino de la

    habilidad para hacer lobby ante las autoridades, del azar o, en el peor de los casos, de la carencia de escrúpulos.

    * Si las dos hipótesis son válidas, también es razonable suponer que la demanda de información económica descenderá en aquellos períodos en que el régimen político basado en la democracia parlamentaria y la libertad de expresión y organización es sustituido por un gobierno de facto. Sin embargo, en este caso se impone reconocer que ese efecto depresor puede ser compensado por el hecho de que el debate en materia de planes económicos gubernamentales no puede ser totalmente anulado ni siquiera por las autoridades de facto y, en consecuencia, éste tiende a ocupar en alguna

    medida el espacio vacante dejado por la manifestación franca de los antagonismos políticos.

    * La avidez por la información económica -especialmente todo lo relacionado con las innovaciones en materia de nuevas tecnologías, marketing o dirección de empresas- también disminuirá allí donde el epicentro de los desvelos empresarios sean las cuestiones financieras, y, en especial, las especulativas. En esas condiciones el interés de los actores económicos tiende a centrarse en

    procesos de muy corto plazo (desde cotizaciones de divisas hasta rumores) a expensas de todo lo que suponga planificar para el largo plazo.

    * Por último: también puede conspirar contra la demanda de información económica el desarrollo de un sistema industrial poco interesado en competir en el mercado externo, que opera en una economía relativamente cerrada mediante elevados niveles de protección y en el cual una parte importante de los bienes elaborados por el sector privado son adquiridos por el Estado.

    Ahora bien, puesto que, en mayor o menor medida, la mayoría de esos factores que teóricamente pueden explicar una muy baja demanda de información económica se han conjugado en nuestro país durante varias décadas, la subsistencia de una revista como MERCADO durante un cuarto de siglo no deja de ser, como ya se dijo hacia el comienzo de esta columna, un enigma.

    (*) Sociólogo, director de la firma Telesurvey.