Hacia fines del año pasado MERCADO, en un extenso análisis, exponía el lado oscuro del modelo económico en curso. “La contrapartida del pesimismo contumaz -planteaba- es el alegre exitismo que se realimenta a sí mismo. Este es, hoy, un riesgo cierto para los miembros del equipo económico y para los mismos empresarios. Las noticias reales son positivas. Hay estabilidad, la inflación ha sido reducida a niveles casi imposibles de recordar en el país, la privatización está casi terminada, las cuentas fiscales están en orden y cierran, se avanzó en la reforma del Estado y en el proceso desregulatorio de la economía, comienza a extenderse el reino de la competencia y la apertura
económica está obligando a buscar eficiencia y a reconvertir muchos sectores de la economía local.”
“Lo sensato es el optimismo ponderado: aprovechar las actuales circunstancias favorables del mejor modo posible, pero mantener bajo vigilancia los factores que pueden introducir perturbaciones en el panorama futuro.”
“La madurez de una sociedad y de sus dirigentes obliga, a la par que a disfrutar las buenas noticias, a mantener un ojo sobre una economía global, altamente interdependiente, cuyos vaivenes pueden afectar notablemente la economía doméstica. Los otros factores de riesgo, los internos, como el elevado desempleo (y sus secuelas) o el riesgo de una recesión, o el déficit en la balanza comercial, pueden ser combatidos con políticas activas del gobierno. Lo que ocurra en el mundo externo, no.”
“Aquí reside el verdadero talón de Aquiles del plan de convertibilidad. Sin restarle méritos al profesionalismo de la conducción económica, lo cierto es que en gran medida el éxito logrado se debe a una excepcional coyuntura internacional favorable a la Argentina. Ese contexto continúa siendo favorable, y probablemente lo será durante 1994, pero podría cambiar en 1995. Desde
principios de la década, el mundo industrializado está en crisis, las grandes economías no terminan de salir de la recesión.”
“Las expectativas de negocios inmediatos que generaron la ex Unión Soviética y las naciones de Europa oriental se han esfumado. Todo es más complicado que lo que parecía a primera vista. Menor consumo y menor inversión dan como resultado una recesión generalizada, apenas compensada en
algunos países por el aumento de las exportaciones. Los empresarios no encuentran buenas oportunidades de inversión en esas naciones, y a pesar del famoso riesgo país descubren los mercados emergentes, entre ellos los latinoamericanos. La producción mundial se ha detenido bruscamente y el producto per cápita ha descendido. El movimiento neto de fondos (incluye capital a largo y corto plazo y transferencias unilaterales oficiales) hacia América latina fue, en promedio, de US$ 29 mil millones en 1977-1981, y ha sido de US$ 61 mil millones en 1992.”
“Si se considera una serie histórica -desde 1950-, la transferencia neta de recursos (ingreso de capitales menos pago de utilidades e intereses) siempre fue neutra, o levemente negativa, y fuertemente negativa en la década de los ´80. Pero en el caso de 1992, la transferencia positiva representó 5% del PBI y algo similar puede estimarse en 1993. Es evidente que esta situación favorable no es eterna, y en algún momento tendrá término. Es probable que no se repitan los años críticos de la década pasada, pero también es cierto que transferencias positivas de tanta significación no pueden convertirse en la norma. Un economista prestigioso, que formó parte de este gobierno, confiesa en la intimidad que, si las tasas de interés pasan del tope de 7% en Estados
Unidos, la tendencia favorable se revertirá inexorablemente.”
“El punto es, entonces, ¿está aprovechando el país esta excepcional oportunidad para modernizarse o se está desperdiciando la ocasión de reconvertir la industria nacional? El riesgo es que exista un comportamiento similar al registrado durante el período de Martínez de Hoz, cuando se prefirieron el consumo y el endeudamiento, mientras Brasil llevaba a cabo la primera etapa del cambio de perfil industrial que le permitió aumentar sus exportaciones. Por eso es que se sigue atentamente lo que ocurre con la balanza comercial. No sólo por el debate sobre lo que implica el déficit. Muy
especialmente por las conclusiones que se extraen de analizar la estructura de importaciones y exportaciones.”