Hace 50 años, los técnicos del laboratorio Ylang fabricaron un esmalte especial para piernas, que cubría la piel, “dando la apariencia de una media de adherencia perfecta”. El producto fue aceptado inmediatamente en el mercado: la empresa había ganado su primera batalla por la conquista de la preferencia femenina a la hora de elegir cosméticos.
En la década de los sesenta, la permanente presencia de la marca Ylang como patrocinante de diferentes concursos de belleza no tardó en transformar a la marca en Miss Ylang, nombre con el que se la conoce hasta estos días.
El cambio de nombre trajo aparejado un cambio de imagen. La marca se fue aggiornando con las sucesivas tendencias internacionales en packaging, colores y texturas. En la actualidad, es posible adquirir más de 400 productos de cosmética decorativa Miss Ylang, entre labiales y esmaltes, sombras para párpados, máscaras para pestañas, maquillajes, ceras depilatorias y líneas de
tratamiento, en 5000 puntos de venta de todo el país, en perfumerías, farmacias, supermercados y otros comercios de ramos afines.
Esa permanencia a través del tiempo, liderando la franja de consumo masivo de cosméticos, con una capacidad de producción de más de 15 millones de unidades al año, no es fruto de la casualidad.
Según Laura Panigasi, gerenta técnica de Miss Ylang, deviene de una de las principales características de la empresa: “Buscar la perfección, velando por la calidad y el respeto permanente hacia la consumidora, que no es sólo quien paga para llevarse el producto, sino el objetivo final de todo nuestro trabajo”.
Panigasi hace treinta años que está en la empresa y lleva casi una década al frente de esa gerencia; prácticamente, el área responsable del estudio y desarrollo de cada uno de los productos que salen al mercado.
Química de profesión, la experta vislumbró su vocación desde la infancia. “Me gustaba rallar tizas de colores para obtener nuevos tonos”, recuerda y asegura que “ésta es una tarea apasionante”.
“Hay que saber interpretar los gustos y las tendencias de la moda. Es un desafío desarrollar productos en un país que no es de punta. Se presentan algunas dificultades, pero también grandes satisfacciones.”
La especialista no cree que sea imprescindible ser mujer para ocupar su puesto. “También un hombre puede hacerlo”, acota. “Hay muchos hombres que son exitosos en esta actividad.”
No descarta, en cambio, algunas ventajas de ser mujer y ocupar esta posición: “Cada mañana puedo probar los productos que están en proceso de desarrollo. Ese contacto directo me permite ir reconociendo las distintas etapas de elaboración. No necesito intermediarios para que me lo cuenten”.
Tras las últimas tendencias.
Los técnicos de Ylang siguen muy de cerca las novedades que surgen en cosmetología. Panigasi cuenta que se realizan permanentes estudios de las nuevas materias primas utilizadas en el mundo. Para ello se nutren de la información que llega a través de publicaciones internacionales, de libros y
de la participación personal de los especialistas en diferentes congresos organizados por sus pares del resto del mundo.
Esa investigación posibilita una constante evolución de los productos que salen al mercado. “Antes no se conocían tantas materias primas, ni se las podía refinar al punto de poder utilizar la parte beneficiosa de cada una de ellas. “La tendencia actual orienta a la cosmetología a “buscar materiales cada vez más afines a la piel, como los liposomas, cuyos elementos activos se van adaptando a los productos que elaboramos, para conocer su eficacia y conveniencia”.
Así, los productos más tradicionales pueden ser renovados permanentemente. “El lápiz labial que se fabrica en la actualidad es muy diferente al que se hacía hace 50 años.”
Y da el ejemplo de la línea de labiales hidronutrientes, lanzada recientemente por el laboratorio.
“Fueron realizados con la idea de brindarle a la mujer algo más que color. Sus componentes ayudan a mantener la humedad del labio, lo nutren y, al mismo tiempo, previenen su envejecimiento.”
El laboratorio, en general, importa todas las materias primas, sin descartar las locales, “cuando estamos seguros de que su calidad se corresponde con los niveles internacionales que permiten producir un producto de primera línea”, dice la experta.
“Estamos equipándonos con los últimos equipos de producción del mundo. Algunos están llegando desde Europa y otros ya están instalados. Tenemos la única máquina de modelar labiales de Sudamérica.”
Lo que es moda no incomoda.
Cada temporada se realizan dos grandes lanzamientos, particularmente en la línea de labiales y esmaltes. “Los restantes productos, en sus variedades de colores y texturas, permanecen hasta que el mercado los respalda.”
Esos lanzamientos se adelantan a la demanda del mercado local. “Cosmética es moda. Los nuevos desarrollos en materias primas y en equipamientos industriales, las posibilidades de los países más desarrollados y las exigencias de esos públicos marcan los caminos a tomar.”
Desde ese punto, se estudia lo que le gusta a la mujer argentina, a través de sondeos de mercado destinados a conocer las expectativas de las consumidoras.
Las colecciones del laboratorio Ylang se caracterizan por su masividad. “En general tratamos de hacer productos que cualquiera pueda utilizar. Están dirigidos a todas las mujeres, no a un público específico.”
Cuando se le pregunta cómo es la mujer argentina a la hora de acicalarse, Panigasi la describe como “bastante clásica. Le interesa estar arreglada, pero no de manera llamativa”. Y explica que, de acuerdo con las últimas tendencias, las sombras dejaron su lugar a los delineadores y los lápices labiales. “Se
utiliza un estilo de maquillaje casi imperceptible.”
Mariana Bonadies
Tiempo de ventas.
Los productos Miss Ylang llegan a todo el país a través de la distribuidora Color SA. Esta empresa está equipada con un sistema computarizado de preventa, que le permite procesar pedidos y enviarlos en 24 horas a los puntos más remotos. Tiene, además, un departamento de marketing donde se organizan talleres especializados en diseño de vidrieras, funciona una escuela de capacitación para expertas en belleza y se dictan cursos de asesoramiento sobre nuevas tendencias para expertas y promotoras.
RELACIONES PERSONALES Y TRABAJO.
Amiga, Socia, Jefa, Empleada.
Combinar los negocios con la amistad suele ser más difícil para las mujeres que para los hombres. Algunos consejos para que funcione.
Una buena amistad no siempre se traduce en una buena relación de trabajo. A medida que crece el número de mujeres con poder de decisión para contratar a otras personas (una tendencia que se acentúa con el aumento de nuevas empresas fundadas por mujeres) también se incrementa la probabilidad de que alguna amiga se involucre en el proyecto empresarial. Pero mezclar la amistad
con los negocios puede dar origen a una situación donde se entrelazan cuestiones éticas y de gerenciamiento, donde se hieren sentimientos y donde se hacen concesiones en las decisiones comerciales. Es un negocio arriesgado, y el riesgo incluye la continuidad misma de la amistad.
La perspectiva de contratar a una amiga parece preocupar bastante más a las viejas compañeras de colegio (aunque no sean viejas) que a los hombres en la misma situación. Esto se debe, según los expertos, a que las amistades femeninas suelen tener un sesgo más emocional que las masculinas.
Como resultado, a menudo las mujeres están menos preparadas para dejar de lado lo personal en las cuestiones de trabajo.
“La clave de la amistad entre mujeres es la intimidad, profundizar las verdades que podemos compartir unas con otras”, dice Harriet Lerner, psicóloga clínica y autora de best-sellers como The Dance of Deception: Pretending and Truth Telling in Women´s Lives (La danza del engaño: simulación y verdad en la vida de las mujeres). “Compartimos todo lo nuestro. Nuestras partes fuertes y nuestras partes vulnerables. Somos capaces de buscar a alguien y decirle: ´Me estoy muriendo´. Pero el objetivo de una relación profesional es completamente diferente: realizar un trabajo. Y eso requiere a menudo no comunicar todas las opiniones y sentimientos.”
Otro problema es aceptar la jerarquía de un lugar de trabajo, algo que parece resultarles mucho más difícil a las mujeres que a los hombres, dice Ann Lindsey, profesora adjunta de management en la Simmons Graduate School of Management de Boston. Lindsey, quien dicta cursos para mujeres
empresarias, comienza siempre con un cuestionario en el que pregunta, entre otras cosas: “¿Cuáles de estas relaciones usted no puede tener con su jefe?: ¿la de ayudante, discípula, colega, compinche, par, amiga íntima?”. “La respuesta correcta, por supuesto, es ´par´”, explica, “porque eso es lo que dice
el organigrama empresarial. Los hombres comprenden siempre que no pueden ser pares de jefes. A las mujeres les cuesta más reconocerlo”.
Alguien en Quien Confiar.
¿Por qué, entonces, llevarse a una amiga al trabajo? La tentación es muy grande en la pequeña empresa, donde suelen superponerse los papeles de un buen empleado y un buen amigo. “Cuando uno abre un pequeño negocio, necesita alguien en quien confiar”, dice Patricia Flynn, decana de la
Graduate Business School del Bentley College en Massachusetts. “Porque esa persona estará a cargo del negocio cuando uno no esté. Estamos poniendo la propia vida en sus manos.”
Filis Casey consideró la posibilidad de contratar a su mejor amiga como coordinadora de comunicaciones para la agencia internacional de adopciones que dirige. “Nuestra amistad me resultaba tan valiosa que realmente tenía miedo de contratarla.” Pero finalmente lo hizo, porque la amiga parecía perfecta para el puesto y lo deseaba mucho. Ahora, siete años más tarde, Casey sigue
manteniendo una cálida amistad y también cuenta con una empleada excelente. ¿El secreto del éxito? Comunicación frecuente desde el principio.
“Discutimos cada uno de los aspectos posibles de lo que significaba que ella trabajara para mí”, dice Casey. “Yo quería asegurarme de que supiera que yo tendría derecho a pedirle que hiciera cosas y de esperar que las hiciera, que es algo diferente de lo que ocurre en nuestra amistad. También dejé bien en claro que, en lo referente a horarios o compromisos, no le toleraría a ella más cosas que a los demás.”
Caroline Duff hizo cientos de entrevistas a profesionales y empresarias para el libro que publicó junto a Barbara Cohen, When Women Work Together. Descubrieron que, cuando las mujeres contratan amigas, no aclaran cuáles son los límites entre su relación laboral y sus vidas personales, y terminan en situaciones desagradables e improductivas.
Duff cita el caso de una gerenta de una gran empresa que contrató a una amiga para un proyecto pero nunca hablaron de la posibilidad de conflicto. La amiga ahora tiene problemas conyugales, y a cada rato entra a conversar al despacho de la gerenta, dificultando el trabajo que hay que hacer. La gerenta, explica Duff, está atrapada. No sabe si interrumpir a la amiga y decirle: “Este vencimiento que tenemos es más importante que nuestra amistad”. No quiere decir eso, pero al mismo tiempo se pone furiosa porque el trabajo no se hace. “Aun cuando el tema sea delicado”, aconseja Duff, “hable.
Es un consejo profesional, pero personal también”.
En 1987 Duff y Cohen fundaron Women Works, donde ofrecen talleres y seminarios sobre los problemas que las mujeres encuentran en su trabajo. Desde el comienzo, las dos compartían su vida social y tenían largas charlas a la mañana temprano. Por eso, cuando los hijos adolescentes de ambas se pelearon, la animosidad de sus vidas privadas se infiltró en la oficina. Para salvar el negocio,
tomaron una decisión bien calculada: reducir el contacto social y mantener las relaciones estrictamente concentradas en el trabajo. Se acabaron las conversaciones de la mañana, pero el negocio floreció. “Los problemas en nuestra amistad pudieron acabar con el negocio”, admite Duff.
La solución fue drástica, pero funcionó para ambas.
¿Nada Personal?
A la mayoría de las mujeres les cuesta mucho más que a los hombres mantener la vida privada separada de la profesional. No sólo son más propensas a las confesiones íntimas sino también a tomar una crítica o un desacuerdo en el trabajo en forma mucho más personal.
“Nosotras rumiamos nuestros sentimientos heridos, o nuestro orgullo herido, después del horario de trabajo”, dice Leslie Smith, directora de The National Association for Female Executives. “Los hombres son capaces de despedazarse unos a otros durante una reunión, luego palmearse la espalda
y decir: ´Vayamos a almorzar´.”
Pero las mujeres están aprendiendo. Una MBA de Harvard tenía muchas reservas antes de comenzar un emprendimiento conjunto con una amiga que tenía desde la escuela primaria. Tantas reservas tenía que estuvo a punto de no arriesgarse. Ella jura que su amistad ha durado hasta hoy gracias a un acuerdo comercial escrito que ella y su socia decidieron redactar. “Todo -pero todo- lo referente a remuneraciones y reparto de dinero fue puesto por escrito. La negociación del acuerdo nos llevó varios meses y un montón de plata en trámites legales. Seguimos este acuerdo al pie de la letra. Si no están por escrito, para mí las promesas no significan nada.”
Pero redactar un contrato con una amiga puede ser muy desagradable. Es algo así como firmar un acuerdo prenupcial. Un contrato comercial con un amigo nos fuerza, en el mejor de los momentos, a contemplar la posibilidad de que se acabe la armonía y aparezca la desconfianza y la traición en una zona aparentemente inmune a eso.
La amistad no tiene un cuadro jerárquico. Y el trabajo -a pesar de toda esta moda hacia la desjerarquización- sí lo tiene. Muchas gerentas explican que no les gusta contratar a una amiga justamente por esa razón: no quieren ser la jefa de una amiga. Según Lindsey, de la Simmons´ School of Management, la razón por la cual a las mujeres les resulta más difícil que a los hombres comprender la jerarquía empresarial -y saber cómo ubicar la amistad dentro de esa pirámide
profesional- surge de la forma en que la mayoría de las personas han jugado cuando niños. “Para los hombres, la experiencia cultural de crecer implica recordar la jerarquía”, explica. “Cuando uno practica un deporte, sabe siempre quién es el capitán. Pero a nosotras, como mujeres, se nos alienta siempre a hacer cosas individuales, a ser muy personales en nuestras respuestas y reacciones.”
Sin embargo, explica también que a medida que aumenta el número de mujeres en el mercado laboral -y más chicas figuran en los campos de deportes- va aumentando también su comprensión de la jerarquía empresarial.
Deborah Schupack.
1994 Working Woman.