Los empresarios de las pequeñas y medianas industrias emplean, en la Argentina, a algo más de 55% de los trabajadores y son, al mismo tiempo, clientes importantes y proveedores de servicios esenciales para las grandes compañías. Sobre este sector estratégico de la economía argentina la
consultora de marketing Datos & Estrategias viene realizando monitoreos sistemáticos que apuntan a evaluar el comportamiento de las Pymes del sector industrial desde una perspectiva macroeconómica. Lo que sigue es una síntesis de los resultados del estudio encargado por MERCADO a la consultora que dirige Stella Carullo, en el que se formulan análisis comparativos de la evolución de las Pymes entre 1992 y 1993. Las sucesivas mediciones se realizaron a través de encuestas a dueños, socios y altos directivos de 400 empresas ubicadas en Capital Federal y Gran Buenos Aires y otras 250 distribuidas en Mendoza, Bahía Blanca, Córdoba, Santa Fe, Rosario y Mar del Plata.
Desde hace unos diez años, la economía mundial experimenta una transición efectiva, orientada hacia la concreción de un nuevo paradigma de producción, de trabajo y de formas de integración funcional de las unidades productivas.
Ese nuevo modelo de desarrollo tiende a ser aceptado en todo el mundo, más allá de las formas particulares que adquiere a partir de las características históricas de cada sociedad.
Dentro de ese marco, las pequeñas y medianas empresas (Pymes), en especial las industriales, se ubican en un sitio de privilegio que les permite integrarse positivamente en el proceso de cambio. Y existe una razón muy concreta: la progresiva segmentación de los mercados ubica al consumidor en un lugar cada vez más importante. Su nivel cultural, su escala de ingresos y nivel de información, son variables claves que el nuevo paradigma económico contempla a la hora de satisfacer la demanda.
Con las pautas que marcan las conclusiones obtenidas por los cada vez más profundos estudios de mercado, la oferta se especializa y con ella se parcializan todos los procesos productivos, especialmente los de aquellos bienes de consumo final.
Desde allí, las unidades productivas medianas tienden a ocupar un lugar destacado dentro de la trama de empresas destinadas a proveer bienes y servicios diferenciales, producidos y fabricados de acuerdo con la calidad y características que fije la demanda.
La economía local se encuentra en pleno proceso de adaptación a este cambio mundial. Esa transición impone encuadres singulares y restricciones significativas a las empresas que pretenden integrarse positivamente en el nuevo estilo de producción.
Por esa razón, sólo un tercio de las Pymes industriales argentinas se encuentran realmente en condiciones de encarar a fondo el cambio. Los esfuerzos de adaptación a las nuevas circunstancias, por parte de los directivos de las firmas, resultan modestos si se los compara con las exigencias que impone el nuevo paradigma productivo.
Son varios los factores que contribuyen a componer las bases macroeconómicas para un nuevo comportamiento de los empresarios que deciden. Entre ellos se cuentan la apertura comercial y las rebajas arancelarias, la política de integración económica en el Cono Sur y la búsqueda de nuevos mercados no tradicionales, como la zona de Asia-Pacífico.
Dentro de esa lista cuentan también el plan Brady, para la regularización y renegociación de condiciones para el pago de la deuda externa, la política de especialización industrial, la constitución de la Fundación Export Ar y las políticas de crédito especiales para las Pymes industriales recientemente instauradas. A mediano plazo, todas esas resoluciones derivarán en un nuevo perfil industrial para el país, tanto a nivel sectorial como regional.
DESARROLLAR VENTAJAS.
En el anterior modelo de desarrollo industrial, que tuvo vigencia aproximadamente entre 1945 y 1980, el papel de las Pymes se limitaba a conservar el equilibrio socioeconómico dentro de los diferentes sistemas. Es decir, generaban fuentes de trabajo, pero en actividades secundarias y con
niveles de productividad relativamente bajos, frente a los registrados en las grandes empresas industriales de punta.
Desde 1980, el modelo económico dominante impone a las Pymes el desarrollo de determinadas ventajas para incorporarse a pleno en la nueva pauta productiva. Entre ellas se destacan la administración eficiente y de menor burocracia interna; aptitud para reaccionar rápidamente ante cambios en la demanda final; diferenciación marginal en el diseño de los productos, óptimo manejo de los tiempos de fabricación y la capacidad de adaptación de los niveles de inversión a los cambios requeridos por la demanda.
Aunque en todo el mundo industrializado existen Pymes modernas, que actualizan constantemente su tecnología y hacen cada vez más eficiente su gestión interna, en algunos países adquieren relevancia las políticas de apoyo especialmente dirigidas al sector. Entre ellos se destacan Japón, Italia, Francia, Alemania y España.
Las Pymes argentinas podrán integrarse con éxito en el nuevo modelo económico en la medida que llenen los requisitos de dos tipos de perfiles. Por un lado, tienen posibilidades los establecimientos que, tanto en forma permanente como esporádica, logren ubicar sus productos en el exterior.
La oportunidad de éxito es propicia también para las empresas de tamaño mediano -especialmente las que emplean entre 50 y 100 personas-, cuya estructura dinámica les permite adaptarse a los requerimientos del mercado interno y soportar airosas las eventuales competencias que plantea la
importación de productos similares a los que producen.
ANALISIS EVOLUTIVO.
Según las conclusiones de la encuesta realizada por Datos & Estrategias, en los dos últimos años las Pymes industriales del país registraron una serie de cambios positivos.
Uno de los datos alentadores es que el índice de las que buscan informarse técnicamente en forma sistemática creció de 59% en 1992 a 63% en 1993. También aumentó el conocimiento de las empresas sobre el mercado local de sus productos: de 29 a 39%.
En 1993, la mitad de las empresas se encontraba modificando sus procesos industriales, mientras que el año anterior lo hacía sólo 40% de los establecimientos.
También aumentó la incorporación de sistemas integrados de computación, tanto para la gestión administrativa (31% en 1993, frente a 17% en 1992), como para el desarrollo de los procesos industriales (de 12% en 1992 a 23% en 1993). Vale la pena señalar que, aunque la aplicación de tecnología computadorizada es aún escasa, se advierte una clara tendencia a la reconversión de los
sistemas independientes a sistemas integrados.
En el último año se registró también un pequeño aumento en el número de empresas que comenzaron a vender sus productos en el exterior. Esta vez, 24% exportó esporádicamente y 14% en forma sistemática, lo que representa un cambio favorable si se compara estas cifras con los índices de 1992: 21% y 11%, respectivamente.
Sin embargo, durante este mismo período descendió en 7% (de 13% a 6%) el número de las empresas que abordan la tarea de explorar mercados externos a través de consorcios de exportación (una alternativa frecuentemente recomendada a las Pymes como modo de amortiguar los costos que involucra la búsqueda de oportunidades en el exterior). Algo similar ocurre con aquellos
establecimientos interesados en posicionarse en el Mercosur: en 1993 la cifra bajó a 37%, luego de registrar 44% el año anterior.
Las dificultades de las Pymes industriales para ingresar al mercado internacional se refleja en el hecho -por cierto, preocupante- de que dos tercios de las empresas encuestadas no hayan exportado nunca ni planeen hacerlo.
La adopción de normas internacionales de control de calidad -un requisito imprescindible para emprender cualquier desafío en materia de comercio exterior y competir exitosamente con los productos importados en el mercado local- muestra un módico avance: 23% de los encuestados responden afirmativamente, lo que representa un incremento de 3% frente al índice del año anterior (20%). Aumentó también ligeramente la proporción de quienes se rigen sólo por standards nacionales (de 60 a 62%) y decreció, en cambio, la de las Pymes que combinan normas locales e internacionales: de 18% en 1992 a 11% en 1993.