Aeroposta levanta vuelo

    La desregulación del tráfico aéreo le obsequió a Gran Bretaña un pequeño gladiador como Virgin, que supo pelear rutas específicas ticket a ticket con British Airlines. Tarde pero segura, la brisa llegó a los aeropuertos argentinos en 1991, cuando desde el espigón internacional empezaron a divisarse los carreteos de naves con ignotos sellos grabados en sus flancos, como Aeroposta, Aerosur, Charter Fly o Staff, alternando con los tradicionales logotipos de Aerolíneas Argentinas, Lufthansa, Iberia o Varig.

    Los avezados viajeros las identificaron con servicios que venden el asiento sin fecha ni hora de salida fijas, ya que despegan una vez que se colocaron todas las plazas. Un decreto, el 2538, autorizó tres de estos vuelos por cada diez frecuencias cubiertas por línea de bandera.

    Desde su experiencia como piloto, Miguel Angel Conde interesó a General Electric de Estados Unidos para incursionar con sus aviones e infraestructura de servicios en el negocio aerocomercial argentino, y le entregó 5% del paquete accionario de Aeroposta, con opción a ampliarlo a 32%. El sello y el equipamiento internacionales le permitieron saltar el territorio de los resistidos charters, para montar la compañía con una pequeña flota incorporada mediante el sistema de leasing, entrenar personal e invertir en equipos de asistencia.

    Desde entonces, se convirtió en una pequeña línea regular, que se precia de preestablecer horarios y cumplirlos tan religiosamente como hacen las mayores. Aeroposta va y viene con dos jumbos y un DC-8 entre dos y tres veces por semana a Miami, Cancún, Santo Domingo y recientemente Cuba. En pocos días más se agregarán a la familia dos Lockheed Tristar L 10-11, en los que desarrollar su nuevo chiche de marketing: una clase business al precio de la económica, que empezará a funcionar regularmente desde el 1º de agosto.

    El operativo para competir con las grandes compañías en algunos nichos aéreos insumió, al decir de Conde, una inyección de 5 millones de dólares, en la que General Electric tuvo una activa participación. Ahora oferta a través de su sistema de reservas propias que, asociado a Gabriel International, concita la información de 30.000 pantallas, 465 plazas por cada jumbo, 189 por los DC-8 y 295 por los Lockheed, más las conexiones que realiza por EE.UU. mediante el acuerdo con su colega U. S. Air.

    BUENO Y BARATO.

    El titular de la compañía se jacta de cubrir todo el servicio con 250 empleados, que se convierten en 300 contando las contrataciones a terceros que se realizan en las escalas. Ello sin escatimar tripulación en cabina, ya que destina uno por cada 35 pasajeros contra uno por cada 50 que caracteriza a las compañías internacionales.

    “El servicio y la eficiencia son nuestras premisas. El ahorro en los costos lo hacemos en la administración y la parte comercial, lo cual nos permite tener tarifas 30% más baratas en épocas de alta ocupación y brindar prestaciones que no están al alcance de los competidores”, explica.

    Sobre esta base, Aeroposta promociona a partir de agosto atención diferenciada a tarifa especial en la clase business, a fin de que “los pequeños y medianos empresarios, los ejecutivos de grandes compañías o las familias que se fijan en el placer puedan viajar como en lo que antes era una clipper pagando casi lo mismo que en la económica”.

    La diferencia no es poca: un viaje a Miami, que suele costar alrededor de US$ 2.500 en una aerolínea convencional, se consigue en Aeroposta a US$ 1.200, a través de chequeras de 6, 8 y 12 pasajes.

    Tarda 9 horas -igual que los otros- y no repara en asientos vacíos o coeficientes de ocupación para cumplir los horarios marcados.

    DEL SILLON AL AVION.

    La relación con el pasajero, describe Conde, empieza desde el mismo momento en que levanta el teléfono y pide la reserva. Le cobran el pasaje mediante el mecanismo de telemarketing, le llevan el ticket a domicilio y, ya en el aeropuerto, un valet se encarga del preembarque despachándole el equipaje sellado. Convidan champaña, licores y chocolates, proveen de vajilla de porcelana durante las comidas y coronan el viaje con un regalo que, “no ser el de la primera clase de Lufthansa, pero se le arrima”.

    La economía en los costos dentro de la cabina se traslada a la bodega de los jumbos, donde ofrece descuentos de hasta 35% para las cargas.

    La clase business de Aeroposta tendrá un bautismo con sabor popular, ya que sus 81 butacas, junto con las 214 de la económica de los Lockheed, fueron contratadas para llevar a dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino, jugadores de la Selección e hinchas a disputar las eliminatorias para el Mundial de 1994 por un periplo que comprende Lima, Asunción y Barranquilla. Conde afirma que ser el puntapié inicial de un negocio con mucho vuelo, pero con los pies en la tierra.