Todo cuadro merece un buen marco y, muchas veces,
los marcos son en sí mismos obras de arte; todos oímos
hablar alguna vez de marcos más costosos que los propios
cuadros. Hacer marcos es tarea de artesanos y, en otro terreno,
de consultores empresarios. Los sucesivos marcos referenciales
dentro de los cuales transcurre la actividad empresaria han servido
para justificar una variedad infinita de trabajos de asesoramiento
profesional.
Es así como nació el análisis
del marco macroeconómico; es decir, de las grandes variables
de la economía (inflación, balance de pagos, inversiones,
tasa de desempleo, etc.). De allí en adelante es posible
continuar con el trazado de marcos políticos, sociales,
culturales. Si todavía no estamos satisfechos podemos seguir
con marcos como el antropológico y el epistemológico.
Más allá -y a riesgo de introducirnos en territorios
escabrosos- siempre hay un posible marco ético, uno filosófico,
uno teológico.
A pesar de que esta descripción puede parecer
exagerada, en todos estos planos (y algunos más) se mueven
las empresas y quienes las conducen siempre están trabajando
con ellos, aun sin saberlo y aunque no necesariamente tengan que
contratar a un "consultor metafísico" para que
los asesore.
Basta con pensar un instante cuántos de estos
marcos referenciales se ponen en juego cada vez que se lanza un
nuevo producto. Es decir que solamente recorriendo el camino del
marketing es inevitable generar una gran cantidad de escenarios
para la toma de decisiones.
Pero esto en sí mismo no tiene nada de malo:
de hecho, los diferentes contextos o escenarios que habitualmente
utilizan las empresas son indispensables y a nadie se le ocurriría
seriamente trabajar sin ellos. Lo que eventualmente podría
llegar a estar mal son otras dos cosas que suceden; una obvia
y otra no tanto. La obvia es que conviene contar con los servicios
de un buen hacedor de marcos. La no tanto es que, sin restarle
significación al contexto, acaso haya llegado el momento
de preguntarse si las empresas no deberían mirar un poco
más hacia adentro de sí mismas para ver qué
es lo que encuentran.
Esto no es lo mismo que decir: "¡Basta
de marcos externos!". Es, en cambio, decir algo así
como: "Miremos un poco el cuadro". Es plantearse si,
dada una cierta circunstancia, la empresa está en condiciones
de moverse dentro de ella y, en caso extremo, de sobrevivir en
ella. Esto sí quiere decir: "Hagamos un poco de introspección".
Veamos cómo están nuestro management, nuestra capacidad
competitiva, nuestra aptitud innovadora, nuestros recursos humanos,
nuestra calidad, nuestra imagen, etc. Dramatizando, la pregunta
es: "Veamos cómo está la empresa… si es que
tenemos empresa".
El último mes del año implica, por
razones estacionales, ingresar en un paréntesis de reflexión
en la Argentina. Es tradicional que las empresas quieran hacer
en noviembre lo que no hicieron en los diez meses anteriores,
pero cuando llega diciembre las cartas están echadas: lo
que no se hizo queda
inevitablemente para después del verano, cuando
todo el país comience a desperezarse, allá por marzo
o abril. La gran pregunta es si esto volverá a suceder
ahora; porque tal vez éste deba ser un verano de introspección
profunda, de mirar seriamente el cuadro para ver qué tenemos.
Probablemente, dadas las circunstancias, esta vez
tengamos que formularnos preguntas bastante serias, que acaso
tengan que ver con la supervivencia de la empresa o aun de toda
una rama de actividad. Y cuando se llega a estas instancias tan
decisivas es cuando se torna más imperioso separar
bien las aguas: saber qué problemas son atribuibles
al contexto y cuáles están dentro de la propia casa.