Hace tres años que Emilio Barreira y Carlos Baliner, socios del estudio Consultores de Ingeniería de Servicios Informáticos, venían observando y padeciendo (como el resto de sus compatriotas) las interminables colas que serpentean en salones y veredas de los bancos cada vez que se juntan vencimientos de facturas o cobros de jubilados.
Sabedores de que por esa época en Estados Unidos había surgido una empresa llamada Easy Pay, que se especializaba en cubrir esos servicios (4 millones de transacciones mensuales promedio mediante 4.000 puestos de agencia distribuidos en todo el territorio norteamericano), de que 75% de los argentinos no posee cuenta bancaria y de que del 25% que la tiene sólo 4% utiliza el débito automático, testearon la posibilidad de trasplantar el sistema. Como se encontraron con más de 80% de aceptación general, salieron a buscar un grupo empresario local para consumar el negocio, que apunta a obtener 25% del potencial mercado de 35 millones de facturas que se mueven en Capital y Gran Buenos Aires mediante la instalación de 3.000 terminales en quioscos, supermercados, agencias de lotería, carnicerías y en cuanto puestos minoristas con solvencia económica aparezca.
Se toparon con Socma, del grupo Macri, que supo incursionar por las finanzas en los años ´80 desde el desaparecido Banco de Italia y se quedó “con la sangre en el ojo”. A través de Tron, se asoció a la corporación norteamericana Western Unis -que aporta 25% del paquete de la empresa, la licencia por el uso de marca y la transferencia tecnológica necesaria- y constituyeron un proyecto de inversión de US$ 10 millones, retornables en 3 años.
“Para junio del año que viene estarán habilitados los primeros cajeros del Sistema Electrónico de Pago (SEPSA), donde el público podrá pagar las cuentas de luz, gas, teléfono, resumen de tarjeta crédito, cuota de clubes y demás vencimientos que suelen abonarse en las ventanillas de las 800 sucursales bancarias existentes”, promete Barreira.
Un banco de siete dígitos .
Los “bancofóbicos” son esa creciente legión de los que están hartos de oír hablar de colas, gerentes y ventanillas. Para los que también no son “telefonofóbicos”, es decir los sufrientes usuarios de las adjudicatarias de Entel, el Banco Francés inventó una entidad financiera sin puertas, ventanas ni ventanillas: el Easy Bank, al que sólo se accede discando los siete dígitos del número que mueve cincuenta líneas rotativas, durante las 24 horas y los 365 del año. Así, sin tráfico, estacionamiento ni espera, el cliente opera la cuenta corriente, caja de ahorro en pesos y dólares, una tarjeta Banelco, Visa y cuenta custodia para las operaciones de Bolsa.
Desde el otro lado de la línea, un empleado le pide dos de las cuatro cifras de su código personal, las ingresa al sistema y ya puede realizar cualquier operación. “Si hay que firmar, enviamos a uno de nuestros empleados”, señala Marcelo Zubrisky, gerente comercial.
Guillermo Laje, gerente de marketing del Francés y del Easy en la etapa de afianzamiento, aseguró: “Esta es la manera de llegar a los clientes no tradicionales. Y, por lo que se ve, son muchos.
Habíamos calculado abrir por mes el equivalente a una sucursal promedio cada dos meses, y en menos de treinta días se cursaron pedidos por las tres cuartas partes de esa cifra”.
Las mujeres, los médicos, los que viven en zonas alejadas, empleados de líneas aéreas y de transportes de larga distancia, de entre 32 y 45 años, son los que mayoritariamente se sintieron atraídos por esta propuesta, cuya publicidad está a cargo de la agencia Young and Rubicam. Susana López, directora de la cuenta, dice: “Se dirige a gente muy moderna, que no establece una relación afectiva con su banco”.
Por ahora no les preocupa demasiado el mal funcionamiento de los teléfonos y hasta en uno de sus avisos aparece un cliente llamando desde uno público. Para Roberto Jacoby, gerente de marketing de la agencia, “si las compañías telefónicas cumplen con lo prometido, aparecerán bancos similares.
Para entonces, ya tendremos ganada gran parte del mercado”.