Autos verdes y amarillos

    Debajo de los capots y tras las bambalinas del Congreso Nacional se cocinan a fuego lento los autos que circularán en el año 2.000 por las calles y rutas argentinas.

    Hoy, apenas un centenar de surtidores con la inscripción “sin plomo” denotan una tendencia hacia el “marketing del medio ambiente”, que en Europa, Japón, Estados Unidos, Canadá, más México, Chile y ahora Brasil, por Latinoamérica, se ha hecho ley.

    El puntapié inicial lo dieron las refinerías hace dos años. Salieron YPF, Shell y Esso con la “manguera verde”. Después Isaura y ahora Astra. “Es el primer país que fabrica nafta de este tipo sin una legislación que lo obligue”, afirma el gerente técnico de Shell, Ernesto Siffredi, aunque admite que se trató de una decisión a nivel internacional para todos los mercados.

    “El uso de este combustible en motores a inyección, con catalizador y sistema de sonda para controlar la combustión ahorra un 40 % el consumo en coches medianos y reduce los gases venenosos hasta un 90%”, ejemplifica.

    Las plantas automotrices locales todavía no sienten que les haya picado el “bichito ecológico”.

    Apenas reforzaron un asiento de válvulas en los modelos 1992 para poder usar la nafta sin plomo.

    “Sin ley antipolución, no está el incentivo para producir vehículos con motores de inyección con catalizadores o filtros de gases mediante carbono para carburadores (canister), como exigen en otros países. Aumenta el costo entre US$ 800 y 1.600 por unidad y disminuye la potencia en un 10%”, sostiene el gerente de Producto de Renault, Juan Carlos López.

    De todos modos, a partir de 1993, el Renault 21 argentino ya saca su versión a inyección con catalizador para poder entrar en Brasil. Dentro de esa tecnología, Autolatina presentó el Volkswagen Quantum e incorporó los canister en el Gol y en el Escort. Lo mismo sucede con los Chevette y los Ford Galaxy brasileños, así como con los despachados directamente de Europa o Miami que ya se ven

    en el país. Y si lo dice el Primer Mundo…

    Gillette escribe mejor.

    Con la compra de Parker Pen, por la que pagó US$ 561 millones (en una operación que todavía debe ser aprobada por los gobiernos de cinco países) la compañía Gillette ha pasado a controlar 15% del mercado mundial de instrumentos de escritura, un negocio que mueve US$ 5.000 millones por año.

    El rey de las afeitadoras puede ufanarse, ahora, de abarcar todo el espectro de lapiceras y bolígrafos: desde los descartables de Paper Mate, pasando por el amplio rango intermedio de Parker, hasta los suntuosos adminículos de Waterman.

    El año pasado, el negocio de las lapiceras le aportó a Gillette ventas por US$ 460 millones, con una ganancia de US$ 49 millones. Estas cifras podrían llegar a duplicarse con la incorporación de Parker, que en su último ejercicio anual generó US$ 350 millones en ventas y utilidades por US$ 54 millones.

    La filial argentina contribuye con una facturación anual de US$ 10 millones. Hasta hace apenas dos años, nueve de cada diez lapiceras Parker vendidas en el país eran de fabricación local, la proporción es hoy exactamente inversa.