Sólo Dios sabe ahora, a ciencia cierta, qué va a ocurrir con las economías de Argentina, Bulgaria y Japón, durante el segundo semestre del año en curso y 1993. Nosotros lo sabremos a comienzos de 1994.
¿Cómo tomamos decisiones, mientras tanto? Recostándonos en alguno de los dos siguientes escenarios extremos:
Primer escenario. Menem no peroniza su gestión, sigue casado con Cavallo, quien no sensibiliza su política económica.
Segundo escenario. Menem peroniza su gestión, de modo que, o se distancia de Cavallo, o éste sensibiliza su política económica.
Las implicancias de cada rumbo sobre la economía en general, y sobre las empresas privadas en particular, son bien diferentes. En efecto, en el primer escenario los indicadores reales, luego de la recuperación que siguió a la normalización generada por el plan de convertibilidad, entran en régimen normal, aumentando a tasas del 3-4% anual.
En el segundo escenario, por el contrario, vuelve a aparecer el fantasma del Diluvio Universal, y al grito de “las mujeres y los niños primero”, con la velocidad de quien ya sabe qué es una hiperinflación, paralizamos el país concentrándonos en la compra de todo lo que sirva para ingresar al Arca de Noé.
En mis decisiones, recomendaciones y análisis, me recuesto en el primer escenario. Lo cual implica que ninguna de las dudas que hoy tengo me hacen entregarle algún negocio a mi competidor. Por el contrario, como si estuviera en el mejor de los mundos, aprovecho todas las oportunidades.
Esto le da al accionar empresario un sentido muy concreto. Para cada empresa la novedad insinuada en 1990 y ratificada tanto en 1991 como en el año en curso, es la virtual desaparición del rubro “ingreso por intereses” del cuadro de resultados. Hoy la suerte de una empresa se juega en el plano del resultado operativo: nadie se salva por una oportuna devaluación, un crédito subsidiado o la vuelta de la promoción industrial.
El imperativo del resto de 1992, así como el del año que viene, consiste en concentrar las energías empresarias en la ubicación de la firma en un medio que tiene buen nivel de ventas, que dejó de crecer, en un marco crecientemente competitivo.
¿Por qué me van a comprar a mí? La pregunta esencial de cualquiera que hoy opere en un mercado competitivo tiene que ser meditada por todos los que trabajan en una empresa, desde el presidente hasta el último de los cadetes. Si esto se entiende, se sacan las conclusiones, se llevan a la práctica, y si encima la suerte acompaña un poco, entonces el futuro existe; de lo contrario…
Para algunos esto es poco. Para mí, a la luz de lo que pensaba que iba a ocurrir, me sigo pellizcando porque no siempre lo creo. ¡Animo!
Eduardo Luis Curia.
EL SEGUNDO RESORTE.
El segundo semestre de 1992, de cara a 1993, es clave para la consolidación del plan económico. El shock estabilizatorio de la convertibilidad indujo una gran onda expansiva apoyada en el consumo y en las inversiones complementarias. Esta onda no entró en el ocaso, pero existen fuertes sospechas de que no es infinita.
En algún momento, el resorte dinámico de la fase anterior debe dar paso al resorte de la nueva etapa, fundamentalmente, la combinación inversiones-exportaciones, elementos sustantivos en una economía abierta.
Se importan miles de millones de dólares en equipos; esto es inversión. Pero, como las propias autoridades lo reconocen, gravitan los equipos de computación: o sea, prevalece la mejora de la capacidad instalada sobre su extensión. Las exportaciones aumentaron en el primer tramo de 1992 con respecto al mismo período de 1991, pero por las razones estacionales del primer semestre ligadas a la cosecha gruesa. Seguimos en el entorno exportador del trienio 1990-92, con un cierto estancamiento, más preocupante aun en el caso de las exportaciones industriales, esenciales para el modelo.
Creo que esta necesidad -aún no resuelta- de recambio de los factores dinámicos del modelo, explica un determinado enrarecimiento de expectativas, más referido al largo plazo que a un corto plazo que sigue aceptable. Los problemas de rentabilidad empresaria promedio, vinculados en gran parte a la distorsión de precios relativos, perturban el horizonte inversor y exportador.
Frente a todo esto, caben tres actitudes básicas:
1) el quietismo que parte del supuesto de que la convertibilidad es un punto de llegada, que acota a rajatabla la gama de posibilidades operativas. Luego, no hay mucho para añadirle; tampoco es urgente. Natural y linealmente, avanzaremos hacia el crecimiento.
2) La esperanza recesionista: ante las deformaciones (precios relativos, resultado comercial inconveniente) las propias expectativas de los operadores limitarán la entrada de capitales y la demanda, generando recesión, tanto más costosa cuanto menor la flexibilidad laboral (deberían bajar las retribuciones nominales). Así, se corregirán los precios relativos.
3) El empalme activo hacia el crecimiento: exige encarar un bloque de medidas (de política comercial exterior, anticosto argentino, de alineamiento de variables, ajustes pendientes, de orden macroeconómico, políticas activas de producción, etc.) para repotenciar las expectativas de largo plazo. La clave: sincronicidad de las medidas para impactar. Y urgencia.
Frente al año 1993, cuando se consolidan los compromisos del Brady, apremia un mayor superávit fiscal, las privatizaciones decaen, pueden remitirse dividendos al exterior, etc., la tercera opción me parece la más aconsejable.
José Luis Blanco.
RITMO MAS LENTO.
Durante el segundo trimestre de 1992 se registrará una desaceleración de la actividad económica global, que pasará de un crecimiento de 10% anual en el primer semestre a 3 – 4% anual en el segundo. También se aminorará el alza de las importaciones, previsiblemente del 90% al 45%.
Del lado de la demanda se espera una desaceleración de la expansión del consumo doméstico y, en menor medida, de la inversión bruta interna total y fija, en tanto se pronostica un aumento de 6% real anual en las exportaciones.
Las previsiones preliminares para 1993 indican una suave declinación en la tasa de expansión del PBI, al 5,2% y de las importaciones, al 16%. El consumo reduciría su tasa de crecimiento al 5%, la demanda de inversión al 17%, en presencia de una aceleración en el avance de las exportaciones, al 8% anual.
Los sectores más dinámicos serían el de la construcción, la industria manufacturera y el comercio.
Es posible prever una reducción de la tasa de interés como resultado de la conjunción de: 1) aumento de la oferta de fondos, 2) rebaja de los encajes en pesos y aumento de los nominados en dólares tendiendo a igualarse, en presencia de avances en la reforma al sistema financiero.
La entrada de capitales y el superávit comercial han configurado un mercado cambiario con una clara oferta excedente de divisas, que muestran un tipo de cambio real bajo en una perspectiva histórica.
La situación cambiaria tiene un marco decididamente estable, con tasas de interés en declinación y nuevos esfuerzos para reducir los sobrecostos. Aun cuando las proyecciones de inflación media local superan a la internacional, las autoridades no modificarán el tipo de cambio.
En el primer semestre de 1992 el salario real medio industrial creció 11% anual, principalmente debido al fuerte incremento de la producción y del número de horas trabajadas. Se proyecta un nuevo avance de 12 a 13% para el período comprendido entre el segundo semestre de 1992 y 1993, sobre la base de las mejoras que se introducirán en la productividad vía reducciones en los costos laborales y financieros. Díficilmente se cierren acuerdos de esta magnitud en los sectores sujetos a la competencia internacional.
Variaciones (%) Sobre Datos
en Pesos a Precios de 1970.
´91 ´92 ´93
PBI 5,3 6,6 5,2
Importaciones 83,3 40,5 16,5
Oferta y demanda global 11,3 10,9 7,0
Consumo 12,3 8,9 5,0
Inversión bruta interna 45,5 35,0 17,2
Exportaciones -4,4 5,5 8,0
Comercio Exterior (US$ Millones)
Exportaciones 12,0 13,0 14,5
Importaciones 8,0 11,5 14,0
Saldo 4,0 1,5 0,5
José Luis Machinea.
INVERTIR PARA CRECER.
La Argentina ha experimentado un largo proceso de estancamiento y un retroceso del nivel de actividad económica. Prueba de ello es que en 1991 el producto por habitante era 16% inferior al de 1974. Mucho se ha escrito sobre los factores determinantes de este comportamiento, pero más allá de la relevancia de cada uno de ellos, es evidente que resulta imposible retomar una tasa de crecimiento sostenido sin un adecuado nivel de inversión.
Aún suponiendo una mejora sustancial en la eficiencia de la inversión, como consecuencia de la disminución de la inflación, la apertura económica, la desregulación y la disminución del papel del sector público en la producción de bienes, es evidente que con una tasa de inversión levemente superior al 11% del producto, que es la prevista para 1992, difícilmente se pueda pensar en una tasa de crecimiento sostenida del 4 – 5% anual. El país necesita incrementar la tasa de inversión en por lo menos 7 a 8 puntos del producto y, teniendo en cuenta la actual política económica, es claro que este esfuerzo no será compartido (como es el caso en la mayoría de los países “exitosos”) por el sector público. Por ende es necesario crear los incentivos para lograr el incremento de la inversión privada, teniendo en cuenta que los mismos no pueden provenir de tasas de retorno excesivamente altas en sectores que son cruciales para el logro de una adecuada rentabilidad en el resto de la economía. Ese es el caso de las actividades que están pasando a manos del sector privado.
Asimismo un incremento de la magnitud mencionada requiere de la correspondiente contrapartida en términos de ahorro. Pensar que el ahorro puede ser sólo de origen nacional es imposible a la luz del esfuerzo de ajuste interno que sería necesario. Por lo tanto el aporte de financiamiento externo resulta imprescindible; pero al mismo tiempo no debería, y difícilmente sea posible, alcanzar magnitudes superiores a las actuales, ni utilizarse para financiar la inversión en actividades productoras de bienes no comercializables o -aún peor- el consumo, como ha sucedido en el último año.
En otras palabras, se requiere mayor estímulo para la inversión y, entre otras cosas, teniendo en cuenta que la misma va a tener que ser financiada parcialmente por el ahorro externo, ese estímulo tiene que orientarse a las actividades productoras de bienes comercializables. Ese no es el caso en la actualidad: el índice del precio de los servicios respecto del precio de los bienes comercializables tiene con base en el 86=100 un valor de 47. Por lo tanto, no sólo se requieren mayores incentivos a la inversión y un aumento del ahorro interno, también es necesario un cambio de precios relativos.
La desregulación implementada por el gobierno en distintas áreas se mueve en ese sentido, pero parece evidente que ello no es suficiente, y que no avanza con la rapidez necesaria. Aumentar la competitividad de las actividades productoras de bienes comercializables requiere de medidas adicionales como la total eliminación de los impuestos (básicamente de origen provincial) sobre el consumo de energía, reemplazo de las cargas sobre el trabajo por otros impuestos (ganancias o IVA), sustitución de aquellos impuestos provinciales que tienen efecto “cascada” (ingresos brutos) por otros que recaigan sobre una sola etapa, aumento de la devolución del componente impositivo de la producción de exportación (reembolsos), aplicación de medidas efectivas de control del dumping, mecanismos compensatorios en el contexto del Mercosur, etc.
Debe tenerse en cuenta que, si no se consigue, con estas u otras medidas, aumentar la competitividad de los sectores productores de bienes comercializables y por ende la inversión en los mismos, el resultado será, tarde o temprano, una caída del nivel de actividad económica como último recurso para disminuir la presión sobre el sector externo e intentar cambiar los precios relativos, que en el actual contexto de política económica implica bajar ciertos precios absolutos.