Mientras se celebra en Río de Janeiro la Cumbre de la Tierra, los latinoamericanos se preguntan si es posible hacer coincidir las inquietudes de los países desarrollados -acerca de la conservación de las selvas tropicales, por ejemplo- con las urgencias de una región donde la pobreza y la contaminación del ambiente se combinan y realimentan, con consecuencias dramáticas para sus habitantes.
Este informe especial de MERCADO, no agota el tema, pero lo coloca en su dimensión más humana.
En América latina, las principales víctimas no son los peces afectados por la contaminación de los ríos, sino poblaciones enteras a las que la falta de acceso a agua potable deja a merced del cólera y otras enfermedades.
La quema de bosques representa, sin duda, una grave amenaza a largo plazo: muchos países de la región podrían quedar totalmente deforestados en dos o tres décadas. Pero la demanda de tierras cultivables y de fuentes de energía barata impone una presión social insoslayable.
Estos y otros problemas relacionados con el medio ambiente son analizados aquí desde la perspectiva de la gente más afectada por ellos: los propios latinoamericanos.
ESTE INFORME ESPECIAL HA SIDO AUSPICIADO POR YPF.
– La gente –
EL GRAN CONTAMINANTE ES LA POBREZA.
Los problemas del ambiente en América latina sólo pueden ser comprendidos adecuadamente si se contemplan primero las condiciones e influencias que determinan la vida en la región.
Para muchísimos latinoamericanos (casi la mitad de ellos) el factor más determinante de sus vidas es la pobreza. En la mayoría de los países de la región un porcentaje muy grande de la población no come lo suficiente para asegurarse una nutrición adecuada. Este es el comienzo de la cadena de los problemas que afectan al ambiente. La gente que necesita alimento aspira a tener su tierra o a encontrar trabajo en las ciudades.
En el campo, más allá de las cuestiones relacionadas con la distribución, las tierras cultivables se expanden a un ritmo mucho más lento que la población. De allí que los campesinos recurren al desmonte. Por otra parte, si van a las ciudades, las encuentran atestadas y su presencia contribuye a profundizar los ya graves problemas urbanos.
En medio de la crisis económica, olas de desocupados deben recurrir a otros medios de subsistencia, como el cultivo de coca o la búsqueda de oro, ambas fuentes de contaminación de ríos y arroyos.
En gran parte de América latina más de dos tercios de los árboles talados son utilizados como leña o para hacer carbón. Esto no puede solucionarse con medidas como la propuesta prohibición o boicot del comercio de maderas duras, sino con la provisión de una fuente de energía alternativa que la gente pueda pagar.
La experiencia demuestra que buena parte del daño provocado en el medio ambiente puede ser corregido. Después de todo, Brasil ha podido reducir en apenas cinco años la quema de la selva amazónica en casi 90%. El área quemada en 1991, de 1,1 millones de hectáreas, fue 20% inferior a la del año previo.
Pero lo que ocurre allí ilustra muy bien la naturaleza del problema. Aunque disminuyó el área quemada, el número de incendios fue, el año pasado, 38% superior que el registrado en 1990. Las haciendas grandes, fáciles de controlar, quemaron menos; lo que ocurrió fue que un número mayor de pequeños colonos provocaron más incendios para extender sus tierras. La demanda no es de árboles para quemar, sino de tierras.
La expulsión de los garimpeiros (buscadores de oro brasileños) de los territorios de los indios yanomani no puso fin a la contaminación con mercurio de los ríos: los garimpeiros se desplazaron, y llevaron el problema a otros sitios. Es muy difícil que desistan, a menos que encuentren una forma más aceptable de ganarse la vida.
Algo similar ha ocurrido con los intentos de romper la cadena de la cocaína, otro gran contaminador de los ríos. En Bolivia y Perú, las precarias alternativas ofrecidas a los cultivadores de coca condujeron a que muchos simplemente se fueran con su cultivo a otras zonas.
CIFRAS DRAMATICAS.
Alrededor de 44% de la población latinoamericana vive actualmente por debajo de la línea de pobreza (es decir que no puede satisfacer necesidades básicas), y de estos habitantes de la región, alrededor de 21% son indigentes (apenas ganan lo suficiente para alimentarse).
El cálculo es de un organismo de las Naciones Unidas, la Comisión Económica para América Latina (Cepal). De hecho, la situación podría ser peor: estas cifras son una proyección, hasta fines de los ´80, basada en estudios sobre la pobreza realizados en 1986 en 10 países.
El informe subraya, además, algunos datos alarmantes:
* Más de la mitad de la población de cuatro países está por debajo de la línea de la pobreza. En ocho países, más de la mitad de la población rural se encuentra en esa situación.
* En seis países, el promedio de consumo de calorías está por debajo de lo que la FAO define como requerimiento mínimo. Sólo en cuatro países el promedio es 20% superior a ese mínimo.
* Unicamente en tres países la superficie cultivable se expande con más rapidez que la población. En otros cuatro, ha disminuido.
La Fuerza Impulsora.
Calorías Crecim Crecim
% debajo línea pobreza1 % mín. poblac. tierras arables
País Pob. total Pob. rural requerido2 % anual3 % anual4
México 30 43 135 1,9 0,05
Costa Rica 25 28 124 2,1 3,22
El Salvador 27 32 94 2,5 0,28
Guatemala 71 74 105 2,9 0,61
Honduras 37 55 92 2,9 0,30
Nicaragua 20 19 110 3,1 0,95
Panamá 25 30 107 1,8 0,45
Cuba – – 135 0,8 1,64
Rep. Dominicana 44 43 109 1,9 -1,25
Haití 76 80 84 2,1 0,43
Jamaica – 80 116 1,1 -0,66
Trinidad – 39 126 1,5 0,40
Argentina 13 17 136 1,2 0,13
Bolivia – 85 89 2,9 0,39
Brasil 40 60 111 1,8 1,48
Chile – – 106 1,5 0,90
Colombia 38 42 110 1,8 0,10
Ecuador 51 65 89 2,3 2,80
Guyana – – 108 1,1 –
Paraguay 35 50 123 2,6 1,07
Perú 52 64 93 2,0 -0,08
Surinam – – 120 1,6 –
Uruguay 15 24 100 0,6 -0,01
Venezuela 27 34 102 2,3 0,40
1 1980-88. 2 1990. 3 Proyectado 1990-2000. 4 1965-85.
– Bosques –
PLANES AMBICIOSOS, FUTURO INCIERTO.
Se requieren enormes inversiones para frenar la deforestación.
Los costos de la energía, las necesidades agrícolas y la presión demográfica conspiran contra la conservación.
La mayoría de los observadores del Primer Mundo contempla la situación de los bosques y selvas de América latina como un problema relacionado con el equilibrio ecológico y el efecto invernadero.
Para la región, en cambio, la cuestión se analiza en términos de recursos naturales declinantes en el marco de poblaciones en rápida expansión, demanda insatisfecha de tierras y uso intensivo de la madera como fuente de energía.
Ni siquiera el freno a la explotación forestal por cinco años (en Bolivia y Panamá) o la creación de reservas protegidas (en Costa Rica) han permitido reducir el ritmo de deforestación. En Brasil, el tema de la protección de la selva se ha complicado por las campañas de los nacionalistas contra la internacionalización de la Amazonia y por la extendida corrupción. (El organismo específico, Ibama, otorgaba en forma fraudulenta permisos a empresas madereras para explotar zonas protegidas.)
En algunos casos, los planes de protección han sido contraproducentes porque no contemplaron las necesidades de quienes talaban los bosques. La República Dominicana es un buen ejemplo. Hace un par de años impuso restricciones a los aserraderos: muchas firmas pequeñas quebraron y sus trabajadores se dedicaron a desmontar terrenos para la agricultura, o a recoger madera para hacer carbón.
Dos planes diferentes dan una idea de lo enorme que debería ser el esfuerzo financiero para modificar la situación en este sentido.
HECHOS CRUCIALES.
* Al ritmo actual de deforestación, los bosques de seis países latinoamericanos desaparecerán en menos de 30 años. En otros cinco países, desaparecerían en menos de 50 años. Unicamente en siete sobrevivirían más de 100 años.
* Con la excepción de nueve países, América latina utiliza más de 70% de la madera que tala como combustible o carbón; en cinco casos, más de 90% de la madera cortada es utilizada con esos fines.
Bosques y Selvas.
Area Deforest. Años Indice
forestada 000 ha/año2 de vida3 invernadero4
País 000 ha1
México 41.790 714* 58 1,5
Costa Rica 1.187 50* 24 4,1
El Salvador 91 3 27 0,3
Guatemala 3.616 79 46 1,1
Honduras 3.114 79 39 1,9
Nicaragua 3.246 98 33 3,4
Panamá 3.763 35 107 2,1
Cuba 2.738 3 1.014 0,9
Rep. Dominicana 620 21* 29 0,4
Haití 49 2 22 0,1
Jamaica 190 6 29 0,6
Trinidad 222 1 242 3,1
Argentina 60.327 – – 1,4
Bolivia 55.667 200* 28 1,4
Brasil 553.679 1.200* 461 3,0
Chile 8.678 63 139 0,6
Colombia 55.945 951 55 2,9
Ecuador 10.142 257 39 3,5
Guyana 17.895 – – 0,6
Paraguay 19.526 500* 39 3,3
Perú 68.036 277 246 1,7
Surinam 15.612 – – 1,5
Uruguay 665 – – 1,2
Venezuela 31.204 225 139 1,9
Total AL 938.002 4.764 201 2,1
1 Proyección basada en cifras de 1988 y últimas tasas informadas de deforestación, ajustadas para últimas estimaciones locales. 2 Promedio de 1980-88, salvo para países indicados con asteriscos (*), donde se utilizaron últimas estimaciones locales.
3 Asumiendo la continuación de la última tasa conocida de deforestación. Las cifras pueden no ser precisas debido a que han sido “redondeadas”. 4 Emisiones netas de anhídrido carbónico, metano y gases CFC, medidas en toneladas per capita. El promedio de países industrializados es 3,5; para
países en desarrollo, 0,9.
Fuente: Ladex, basado en ONU y datos locales.
PROYECTO FLORAM.
Expertos brasileños presentaron un plan que, según ellos, dejaría contentos a todos: ecologistas preocupados por el efecto invernadero, industriales y hasta pequeños agricultores. El único problema es que exigiría una inversión de US$ 15.000 a 30.000 millones durante 20 años. Y ésta sería únicamente la contribución brasileña: si el resto del mundo adoptara el plan, la factura sería 10 veces más elevada.
El proyecto Floram, concebido por el Instituto de Altos Estudios (IAE) de la Universidad de San Pablo, propone retirar el exceso de anhídrido de carbono de la atmósfera, reduciéndolo del nivel actual de 346 partes por millón a 290 ppm. Esto sería posible con la forestación de 200 millones de hectáreas en todo el mundo.
El aporte de Brasil consistiría en plantar durante las dos próximas décadas unas 20 millones de hectáreas: una décima parte de lo que el mundo necesita. El costo ha sido estimado en US$ 750 – 1.500 por hectárea.
Los autores del proyecto dicen que los fondos deberían provenir de tres fuentes: la industria (principalmente siderurgia, pulpa y papel, usuarios directos de los recursos forestales), instituciones multilaterales de crédito y un fondo energético mundial, que también financiaría la búsqueda de fuentes alternativas de energía.
El plan no contempla la amenazada región amazónica, 90% de la cual está forestada y cuyo terreno no es apropiado para la introducción artificial de bosques. La reforestación debería concentrarse en la costa del Atlántico, desde Bahía hasta Rio Grande do Sul.
COSTA RICA.
El gobierno costarricense, por su parte, ha anunciado un programa para “recuperar” los bosques en los próximos 20 años, con un costo de US$ 275 millones. Tiene la esperanza de lograrlo mediante la movilización de recursos ya aprobados para este propósito por organizaciones internacionales. El problema es que las presiones demográficas amenazan con liquidar los bosques existentes antes de que se ponga en marcha el operativo.
El plan, que incluye la forestación de tierras utilizadas con fines industriales, y hasta de terrenos destinados a la ganadería, está concebido para coincidir con el programa de acción forestal de la FAO. Se esperan fondos del BID, el Banco Mundial, los gobiernos de Suecia, Holanda y Gran Bretaña, y organizaciones no gubernamentales. Pero aun en el caso de que todo esto se concrete, Costa Rica deberá proporcionar la mitad de los fondos.
Para el pequeño país centroamericano, ésta no es sólo una cuestión de sensibilidad ecológica: la Asociación Demográfica de Costa Rica afirma que los bosques existentes podrían desaparecer antes de fin de siglo. La expansión de viviendas baratas en terrenos inadecuados (colinas, por ejemplo) ha estado acelerando la erosión y haciendo retroceder la frontera agrícola desde el valle central hacia las áreas marginales, a expensas de los bosques.