En una carta reciente -14 de febrero de 1992- a La Nación, Carlos Moyano Llerena pone en evidencia ciertas opiniones del señor Lawrence Summers, economista jefe del Banco Mundial, quien cuando estas líneas lleguen al lector habrá pasado por Buenos Aires. Moyano Llerena se refiere a un memorandum interno que dicho señor envió a sus colegas del Banco y que, según The Economist (en su edición del 12 de febrero) habría provocado “alboroto” en la institución.
The Economist publica el título -¿irónico?- que podría traducirse: “Que consuman polución” (Let them eat pollution).
El principal argumento de Summers, que resume muy bien Moyano Llenera, es en favor de la mayor emigración de las industrias “sucias” o contaminantes hacia los países más pobres, porque las pérdidas son menores en los países que tienen salarios más bajos. El señor Summers reconoce que sus propuestas pueden tropezar con argumentos morales o sociales, pero añade que la lógica económica de su argumentación es “impecable”.
Moyano Llenera termina expresando su pensamiento: “Pocas veces se habrá manifestado con tanta crudeza la insolencia con que la ciencia económica prevaleciente trata a los más altos valores de la vida humana”. The Economist, al divulgar el memo, añade a su vez que el “lenguaje es tosco aún para un memo interno”, pero que los argumentos merecen debate público.
El testimonio del señor Summers merece, sin duda, debate público, porque expresa de manera gruesa pero directa una lógica económica desentendida de la moral. La posición es por lo menos amoral, y si se apuran un poco las cosas, inmoral. No creo que los economistas, quienes cultivan una ciencia social y humana, consideren realista un punto de vista que en nombre de cierta lógica económica deja de lado nada menos que la dimensión moral de la realidad. Aun Maquiavelo diría que tal posición sería, al cabo, poco realista, salvo que uno sea un maquiavelista, cosa que él no era.
El caso puede asociarse con un debate importante que tuvo lugar en el Vaticano a mediados de enero sobre Capitalismo y ética, con la presencia de intelectuales significativos de muchas partes del mundo.
La conversación vaticana a la que concurrieron entre otros Brzezinski, Carrere d´Encausse, Calvez, Simone Veil, Gluckmann y Philippe Laurent, resumió una agenda para discutir en torno de dos posiciones fundamentales que adquieren en estos tiempos llamativa actualidad: ¿el sistema capitalista debe ser exonerado de obligaciones éticas o tiene en sí mismo valores éticos además de los que le vienen del contorno?.
En otras palabras, ¿la ética le viene de fuera, de las iglesias, del mundo cultural, de lo que se llama el poder moral? ¿O más bien el sistema capitalista no puede reconciliarse con la ética si no reconoce que contiene valores que le son propios, que están inscriptos en sus propias instituciones?
Naturalmente, no se estaba discutiendo acerca de experiencias históricas pasadas, en las cuales los capitalismos vigentes difícilmente exhibieran preocupaciones éticas intrínsecas. Se discutía en torno del capitalismo contemporáneo, habida cuenta de sus versiones anglosajona, germana, japonesa, etc.
La perspectiva del señor Summers podría haber constituido la punta del iceberg de la posición que la mayoría rechazó: una economía aséptica, dominada por una lógica -en sí misma discutible según la rugosa expresión del funcionario-, en la que el sistema capitalista debe ser contorneado por la ética de fuera. Si el sistema capitalista -o sus cultores afines a la posición de Summers- no contuviese valores éticos en sí mismos, sería un sistema irresponsable habitado por hombres irresponsables.
En ese caso, se concluyó, caería en el pecado que arrastró a la crisis al llamado “socialismo real” porque, por acción u omisión, estimularía el desentendimiento de todo compromiso con las sociedades, y por lo tanto sería un factor concreto de deshumanización. Perspectiva que al señor Summers le parece un “tropiezo”, y que en esa clave invita a que pueda plantearse el interrogante de cuán “mundial” es el servicio de su Banco, según él lo propone.