Tras los elogios que José Martínez de Hoz prodigara al actual plan económico -recibidos con evidente incomodidad en los círculos gubernamentales-, otro ex jefe del Palacio de Hacienda suma su voto de aprobación.
Lo que está sucediendo en la Argentina es raro de explicar, y difícil de entender para un extranjero, mucho más si es un economista ortodoxo. El gobierno está aplicando una política económica de shock pero hay reactivación y baja la inflación. Para Adalbert Krieger Vasena, titular en dos oportunidades del Palacio de Hacienda, el plan económico puede tener éxito en esta oportunidad.
Su tesis es sencilla. Por primera vez en muchos años existe un amplio consenso interno y externo acerca de la solidez y oportunidad del programa, lo que permite ofrecer un fuerte respaldo político en un amplio horizonte de tiempo. En un sistema democrático -opinó- no se puede desarrollar la economía sin ideas políticas que apoyen las económicas que se vayan a llevar adelante y que, por otra parte, sean las correctas.
En una sesión de trabajo, organizada por Price Waterhouse, Krieger Vasena fundamentó sus puntos de vista dándole prioridad al enfoque político. El primer mérito que le otorgó al presidente Carlos Menem fue el de haber dejado atrás diversas teorías de la “maldad” que intentaban justificar las desgracias de la Argentina.
RESULTADOS DE UNA IDEOLOGIA.
Primero, recordó, se le echaba la culpa a la dependencia. Los países del “centro”, o los más desarrollados, no dejaban crecer a las naciones de la periferia y como consecuencia de este argumento apareció la justificación para que el Estado interviniera en todas las actividades productivas y de servicios. El Estado tenía que hacer las inversiones que el “centro” no dejaba hacer a
los privados. También apareció la teoría de la autarquía, que basaba la estrategia del desarrollo en la sustitución de importaciones, porque las exportaciones no tenían futuro.
Krieger Vasena señaló que después de varias décadas de medidas basadas en la ideología de la dependencia, de un estatismo creciente y de la autarquía económica, el balance fue un país con tasas de inflación superiores a 100% anual, estancamiento, e incluso retrocesos en el crecimiento. El mérito de Menem, afirmó, es haber dejado atrás esa carga ideológica y proponer la reducción del peso de un Estado gigante e ineficiente, luchar por la eliminación de déficits inflacionarios (como el desequilibrio fiscal de mediados de 1989 equivalente a 15% del PBI) y avanzar hacia una economía de mercado que permita una correcta asignación de los recursos e inversiones.
“Este es el camino -recordó- que han seguido Aylwin en Chile, Salinas de Gortari en México, Paz Estenssoro en Bolivia, Carlos Andrés Pérez en Venezuela. Y también Felipe González en España y Lech Walesa en Polonia. Estos cambios históricos han comenzado a suceder en los países comunistas del Este de Europa y en la propia Unión Soviética.
EL CONSENSO INTERNO.
Para Krieger Vasena, más importante aún es el consenso interno logrado en las últimas elecciones a pesar de haberse puesto en marcha un plan de ajuste muy duro. “Si a los votos peronistas se suman los de los partidos provinciales y los que arrastra Angeloz, que también comparte la idea de reducir el Estado gigante e inútil, se puede afirmar que cerca de 70% de la población está de acuerdo con lo que está haciendo Menem, sostuvo.
Pero Krieger Vasena advierte que el país enfrenta dos desafíos centrales de cuya resolución favorable dependerá la inserción definitiva de la Argentina en el Primer Mundo. Ellos son la consolidación del equilibrio fiscal y el incremento de la productividad de la economía. De ambos, el fundamental es la reducción del déficit. “En estos meses -reflexionó- las cuentas fiscales han cerrado gracias a las privatizaciones, a la postergación de pagos y, en menor medida, al restablecimiento del crédito hacia la Argentina. Sin embargo, persisten importantes desequilibrios, en especial en el sistema de previsión social, en las empresas públicas y en los estados provinciales.
IMPUESTOS DISTORSIVOS.
Para el ex ministro, la clave de la mejora de los ingresos fiscales está en un combate frontal a la evasión. Pero advierte que, en la medida en que aumenten los ingresos, una parte deberá ser usada para eliminar impuestos altamente distorsivos como el gravamen al cheque, los derechos de estadística a la importación, o la cascada de impuestos provinciales y municipales que gravan al uso de energía eléctrica o a la producción agropecuaria.
Según Krieger Vasena, la consolidación del equilibrio fiscal no puede basarse en forma exclusiva en la mejora de los ingresos y requerirá, tarde o temprano, una acción más enérgica por el lado del gasto que complemente la reforma administrativa en marcha. “Tiene que haber -recomendó- un esquema de prioridades muy estrictas en la asignación de recursos, especialmente en áreas como la educación, salud y obras de infraestructura que presentan hoy graves fallas administrativas y de organización.
Todo programa económico tiene su talón de Aquiles. Para Krieger Vasena, el desafío más importante se ubica en el problema fiscal y en él sobresale la mala administración de las provincias. “En ellas no sólo no se inició el ajuste en 1991, sino que en el período 1983 a 1989 el empleo provincial creció 47
%”, asegura.
RECREAR LA MONEDA.
Hay problemas, pero soy optimista, declara. “En la medida en que el gobierno mantenga la independencia del Banco Central mediante el cumplimiento de la Ley de Convertibilidad, las circunstancias obligarán a ir resolviendo los problemas y la clave es no retornar al pasado en materia de financiamiento del gasto público.”
Para Krieger Vasena la convertibilidad del peso con el dólar es tan fuerte como el esquema del patrón oro, que si bien es una norma muy rígida en un mundo donde la divisas flotan, es necesaria, dado que las Argentina ha destruido su moneda. “Hace sólo seis años -recordó- con 85 centavos de austral se podía comprar un dólar, y a mediados del año pasado ya se necesitaban 10.000 australes.
El fenómeno de dolarización es porque la gente no le tiene confianza a la moneda del gobierno.
El esquema de convertibilidad es muy duro, pero por el momento, advierte, no hay que tocar la paridad y habrá que hacer bien los deberes para despertar la confianza como paso previo para que la Argentina vuelva a tener su propia moneda. “Estoy seguro de que con la conducción política de Menem y la económica en manos del ministro Cavallo hemos superado el punto de inflexión que deja atrás a la decadencia argentina. Es posible que este año la inflación sea del orden de 10% y el crecimiento supere 5%.”