La posta de Andreani

    La Constitución de 1853 le había reservado al Estado el monopolio de las postas y correos y le aseguraba a los individuos el derecho a la privacidad de la correspondencia. Pero la última generación de los argentinos sufrió un desencanto en relación con el efectivo cumplimiento de la Carta Magna: se acostumbró a que los envíos no llegaran a destino o lo hicieran tarde.

    Un ex funcionario radical que en 1985 promocionaba las privatizaciones, Jorge Tanoira, encaró por su cuenta una investigación que arrojó resultados escalofriantes. Se mandó a su propio domicilio más de un centenar de sobres desde distintas sucursales del correo y recibió menos de la mitad.

    En seis años, la situación empeoró. La Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones (ENCOTel), que recauda anualmente US$ 328,8 millones y emplea a 30 mil personas, está a punto de abandonar la órbita pública con sus arcas diezmadas, la mitad de sus camiones rotos y un creciente desprestigio.

    La deficiencia en el servicio se fue cubriendo durante la última década con 38 permisionarios privados, que aportan US$ 50 millones anuales al erario estatal. Recorren, entre todos, 650.000 kilómetros diarios con 3.000 vehículos transportando mercaderías y documentos.

    BATALLA COMERCIAL.

    La privatización de ENCOTel los sorprende en plena batalla comercial por el control del mercado postal. Las campañas publicitarias de Oca, por un lado, y de Andreani, por otro, levantaron la temperatura de una contienda tras la cual está en juego 35% del paquete que saldrá a la venta.

    Precisamente Andreani (que transita 76.000 kilómetros diarios en 842 unidades de transporte repartiendo 42.000 bultos) viene tomando agresivamente posición en la plaza antes de que se concrete la licitación de la compañía estatal. Ya desparramó por el microcentro 10 estafetas que venden estampillas propias (llamadas “obleas”) para pegar en cartas que se depositan en buzones

    azules habilitados a tal efecto, e inauguró en el barrio porteño de Barracas una nueva planta de 15.000 metros cuadrados que se agrega a los 100.000 con que contaba en todo el país.

    El flamante edificio ha sido equipado con una amplia red telefónica, conexión con las sucursales del interior a través del satélite, fax, télex y una renovada flota de transporte que asegura la entrega de correspondencia en 24 horas.

    APUESTA A LA EFICIENCIA.

    “La alta capacitación, la incorporación de moderna tecnología en los sistemas de información y de comunicaciones, en vehículos, en equipamiento general, nos fortalece en este mercado altamente competitivo donde sólo sobrevivirán quienes apuesten a la eficiencia”, explicó Oscar Andreani, presidente de la compañía que lleva su apellido.

    A esta infraestructura de correo privado se sumará una planta operativa de 330 metros cuadrados ubicada en el espigón de carga del aeroparque metropolitano para agilizar el despacho y recepción por vía aérea. La apuesta de Andreani consiste en prepararse para “los desafíos que nos ofrecen los proyectos de integración regional y continental, donde consolidaremos las ventajas competitivas que hemos logrado”, según su titular.

    En ese sentido, la estrategia empresaria apunta a la apertura hacia la concertación de joint ventures entre los couriers nacionales y los extranjeros que prometen los pliegos de privatización de ENCOTel.

    Al margen de los negocios que posibilitará la concreción del traspaso, existen otros adicionales por US$ 25 millones que estaban siendo aprovechados por unos 200 transportadores clandestinos que viven a la sombra de las regulaciones y del monopolio estatal.

    Andreani argumentó que “no hace mucho, con la adquisición de la planta Avellaneda, nació en 1989 una estación terminal de transferencia de cargas que, con sus 50.000 metros cuadrados, es un modelo en Sudamérica, y la estructura de división Farma, en Olivos, constituye la expresión de la

    más avanzada organización de logística de distribución”.

    BUZONES AZULES.

    Dentro del andamiaje armado por la firma se desplegó en el radio céntrico una decena de buzones azules grabados con la “A” cursiva dentro de un círculo blanco, que se asemejan a los tradicionales cilindros rojos “con sombrero” negro que engalanaban las esquinas porteñas.

    Es como un retorno al viejo y prestigioso correo de la “Argentina año verde”, que Andreani intenta reflotar mediante la aplicación de técnicas de mercadeo de calidad total. Las cartas se sellan con una oblea de la compañía, cuyo costo equivale al de una certificada de ENCOTel. Tardan 24 horas en ser recibidas por el destinatario, según se publicita.

    La recuperación del buzón, sus estampillas y la apelación de que “llega siempre y antes” son los argumentos que eligieron los estrategas de esta empresa familiar para aspirar a una alta participación en el “correo privado” interno y afirmar su presencia entre los couriers internacionales.