Egipto, reconocen los expertos, nunca ha estado de moda, por la sencilla razón de que se encuentra más allá de cualquier moda turística. Advierten, sin embargo, que antes de sucumbir a la recomendable tentación de pasar las vacaciones en la patria de Tutankamón y Nefertiti, es preciso tener en cuenta algunos consejos básicos.
* Viajar en invierno (el de los egipcios, claro), entre octubre y marzo. En esta época, las noches son frescas, pero con un pulóver o un saco alcanza para asistir a los espléndidos espectáculos de luz y sonido en pleno desierto.
* Debido a las deficiencias de la infraestructura turística, resulta aconsejable viajar en tours organizados y alojarse en hoteles de lujo. Los barcos que realizan cruceros por el Nilo ofrecen un impecable servicio. La travesía entre Luxor y Asuan dura cinco días y cuatro noches en una nave de lujo, con piscina y aire acondicionado.
* La cocina local es excelente, pero puede resultar un poco pesada para los paladares occidentales, debido a que todo se prepara con especies y aceite de sésamo. Vale la pena, sin embargo, probar el ful (guiso de alubias), el tradicional shish kebab y las pittas (tortas de pan rellenas con pescado o cordero).
* Restaurantes de categoría en El Cairo: Justine, el mejor de cocina internacional; Arabesqe, para comidas típicas; After 8, con música y platos variados, y Felfella, de dimensiones faraónicas y excelentes productos de la gastronomía egipcia.
* Las compras pueden resultar una actividad fascinante. Hay que recordar, sin embargo, que el regateo es una tradición inmutable: ofrecer, por lo tanto, la mitad de lo que se pide y después pelear hasta que uno tenga ganas (ellos no se cansarán). Las vasijas de barro no tienen 3.000 años, pero se siguen haciendo como en aquellos tiempos. Son particularmente interesantes las piedras semipreciosas y las joyas de oro al peso que venden en Khan el-Khalili. Las galabeias (indumentaria típica masculina) y las camisas de algodón se encargan a medida a los sastres del mercado de Asuan para que las confeccionen en pocas horas. Quienes se tienten con las antigüedades deben recordar que las falsificaciones son excelentes. Lo aconsejable es recorrer los bazares y mercados sin apuro, mirando y revolviendo todo.
DOS JOYAS DE NUEVA YORK.
Todo sobre automóviles – Un pent house convertido en galería se ha consagrado como la Meca de los aficionados a los autos. Su propietario, Jacques Vaucher, reunió una espectacular colección de modelos recientes y antiguos de autos, esculturas, pinturas, fotos, juegos y libros. Entre las piezas
exhibidas se cuentan los trabajos del ilustrador Ernest Montant, las pinturas de LeRoy Neiman y una colección de miniaturas de Hispano-Suiza. Una de sus especialidades son los posters. Entre los más solicitados están el que presentó en sociedad al Ford Edsel y el anuncio del Grand Prix de Suiza de 1936 (120 East 34th Street, N.Y.).
Aires de antaño – Luminosos abanicos de las cortes europeas y de los golden days norteamericanos pueden conseguirse en Lune, un negocio vecino al café de la Place des Antiquaires de Nueva York. Se dice que un abanico con un querubín barroco pintado por Boucher fue usado por madame de Pompadour, la amiga de Luis XV; otro conmemora el primer vuelo transatlántico en dirigible.
Inspirados en un tiempo en que los gestos hablaban más que las palabras, los abanicos de Lune están delicadamente trabajados en plata, carey, plumas, seda y encaje. Hay buenas imitaciones desde US$ 20 (125 East 57th Street, N.Y.).
Gente y dinero.
DE RUSIA, SIN AMOR.
¿Quién es el dueño de la receta con que se elabora el famoso vodka Smirnoff? La pregunta tiene algo más que interés anecdótico. Los descendientes de Pyotr Smirnov aseguran que la bebida que se vende en todo el mundo bajo su nombre no es más que una burda imitación. Planean, además, construir una destilería en Moscú y reactivar otra en la ciudad de Tver para producir 140.000 botellas diarias de vodka ruso que llevará, naturalmente, el apellido familiar. Pero la firma norteamericana Heublein, que cuenta con los derechos de comercialización del vodka Smirnoff, asegura que compró la fórmula original a un exilado ruso en 1939. Curiosamente, la bebida distribuida por Hueblein se
vende desde hace algunos años en las tiendas para turistas de la ex Unión Soviética, donde, al igual que en el resto del mundo, es presentada como “el auténtico vodka Smirnoff”.
NOSTALGIA COMUNISTA.
Tras el deslumbramiento inicial, los alemanes del Este comienzan a advertir que no todos los productos occidentales son mejores. Esto asegura, al menos, Andreas Lamla, quien un año atrás inauguró en Berlín una tienda de alimentos que cuenta ya con 14 sucursales. Sus clientes están convencidos, por ejemplo, de que la mostaza y el ketchup producidos en Alemania oriental tienen mejor sabor que las marcas de Occidente. Lamla y otros empresarios intentan aprovechar ese reflujo en el gusto del público, que empieza a sentir nostalgia por las marcas tradicionales. En lo que constituye una notable paradoja histórica, el Instituto de Investigaciones de Mercado de Leipzig reveló recientemente que 60 por ciento de los consumidores germano-orientales se quejan de la escasez de productos locales.
UNA DE LONDRES.
El restaurante del museo – Uno podría esperar encontrarse con un grupo de turistas en el remozado restaurante de la Tate Gallery londinense. En cambio, el lugar es el puerto donde recalan ingleses de la zona (en las cercanías de la Abadía de Westminster) y empleados de Su Majestad. Ubicado en la planta baja del famoso museo, el restaurante es famoso por sus platos ingleses tomados de recetas que datan, en algunos casos, del siglo XVII. El pastel de frutas y el plum pudding con salsa de Madeira proporcionan un acompañamiento dulce a una taza de café árabe o de té Earl Grey. Otra sorpresa agradable es la excelente lista de vinos. Y para regalo de los ojos, un enorme mural cubre
las paredes. Realizado por el pintor Rex Whistler, “La excursión en busca de alimentos extraños” representa a una partida real de caza lanzada a una fantástica expedición, entre Cupidos y ruinas romanas y un paisaje arcádico.