ANÁLISIS | Perspectiva
Por Florencia Pulla
Un gen no es otra cosa que una unidad mínima de almacenamiento de información. Es, también, parte de la herencia de una persona: allí están los datos que separan a los humanos de otros mamíferos, que forman el rostro particular de una persona, que otorgan al portante ciertos defectos hereditarios. En el genoma de quienes habitan la ciudad de Rosario existe uno que, dicen, los distingue del resto de la raza. Es el gen rosarino, el que despierta el entusiasmo cuando explican el renacimiento que experimentó la ciudad en los últimos años; el que los hincha de orgullo cuando muestran los resultados de un Plan Estratégico que reestructuró a la ciudad en Centros Municipales de Distrito (CMD) y que, con su éxito, logró la adhesión de empresarios locales a proyectos que transformaron la ciudad de Olmedo y Fontanarrosa.
Para entender este resurgimiento es importarte conocer antes la decadencia. Gracias al puerto sobre el río Paraná y al cordón industrial de su conurbano, la ciudad se caracterizó, durante gran parte de su historia, por ser un polo para la actividad comercial y financiera en la región. En Rosario supieron converger la actividad agropecuaria y la industrial, lo que llevó a una prosperidad que duró más de un siglo.
Durante esos años se convirtió, también, en un centro cosmopolita que nada tenía que envidiarle a sus rivales históricos en población, Córdoba y Buenos Aires. Pero a partir de la década del 70 se produce una crisis en la estructura económica regional: el ajuste y la reconversión en la industria metalmecánica, metalúrgica, siderúrgica y química pusieron a la región en una situación crítica en su tejido social y económico.
La crisis social que acompañó a estas transformaciones resultó en altos índices de desocupación y en un aumento inusitado en la marginalidad. Rosario supo ver, en sus peores momentos, las tasas de desempleo más altas del país, agravadas por la atracción de migrantes de otras áreas.
Fue en 1998, cuando el ahora ex candidato a presidente por el Frente Amplio Progresista (FAP) Hermes Binner era todavía intendente de la ciudad, que se llegó a un acuerdo con organizaciones locales para promover el Plan Estratégico Rosario. La Bolsa de Comercio, la Sociedad Rural Argentina, la Universidad Nacional de Rosario y diversos sindicatos estuvieron entre los firmantes.
No sabían, entonces, ni que todavía faltaba lo peor de la crisis ni que la soja como producto básico llegaría a precios récords que llenarían las arcas y facilitarían muchos de los proyectos municipales. La idea era simple pero requeriría del esfuerzo del gen rosarino para poder implementarse: integrarse a la región metropolitana, consolidándose como una ciudad abierta, plural, integradora, moderna y creativa llamada a ocupar un lugar relevante entre las ciudades latinoamericanas.
Centros Municipales de Distrito (CMD)
Tal vez inspirados por aquel refrán chino –que “crisis” significa “oportunidad”– los rosarinos entendieron rápidamente durante los duros años de los 90 que la ciudad debía cambiar y que, para que eso ocurriese, era indispensable acercarse a sus ciudadanos. El programa de Centros Municipales de Distrito (CMD) era ambicioso pero prometía redistribuir las prácticas administrativas, de servicios y actividades culturales en seis centros, cada uno en un sector diferente de la ciudad.
Como en la mayoría de las grandes urbes, sucedía que gran parte de los trámites administrativos se realizaban en el microcentro, lo que en Rosario se conoce como “la pequeña manzana”. Como consecuencia, los rosarinos debían trasladarse grandes distancias, lo que suponía también una carga sobre el tránsito. Los CMD nacieron, entonces, para aliviar el sistema y dicen, darle al ciudadano un sentido mayor de participación. En cada uno de ellos existe un área administrativa de servicios, otra de obras públicas, un registro e inspección, una sección para tránsito y tribunal de faltas, un área de desarrollo urbano y otra de servicios socioculturales y de salud.
Parece una simple reestructuración administrativa pero no lo es. Todo, desde el diseño arquitectónico de creativos como César Pelli hasta la inclusión de salas de teatro, hace entender que los CMD son lugares estéticamente agradables en donde el ciudadano es invitado a participar.
Que sea allí donde cada año se discuta el “presupuesto participativo”, una herramienta de democracia directa mediante la cual el ciudadano toma decisiones sobre el dinero público, no es coincidencia. En el año 2011, por ejemplo, 52.694 rosarinos participaron de las jornadas de elección de proyectos que se ejecutarán durante 2012 con una asignación de $42 millones, $6 millones más que en la edición anterior, según datos de la municipalidad.
Inversiones: turismo y real estate
Fue el éxito de esta descentralización, que paradójicamente hizo al Estado más grande, la que inspiró a empresarios locales a sumarse a proyectos municipales de creación de valor en la ciudad. El crecimiento en el precio de ciertos commodities a escala internacional, que llegaron a cifras récord durante los últimos años, significó un aumento de divisas que fueron reinvertidas en la ciudad. Es que el renacimiento rosarino no puede entenderse sin el arribo de los “sojadólares” que le devolvieron prosperidad a la región.
Lo cierto es que los rosarinos aprendieron: saben que el bienestar cuando está atado a la agricultura puede ser volátil y que la bonanza, si bien administrada, puede durar mucho más. El socialismo de Hermes Binner, primero, y el de Miguel Lifschitz, después, sirvieron para darle continuidad al proyecto iniciado por el Plan Estratégico en los 90.
Existen hoy en Rosario proyectos empresariales muy interesantes que sirvieron para cambiarle la cara a la ciudad. Uno de ellos, amadrinado por Susana Giménez, es el City Center de Rosario. Con una inversión de US$ 270 millones se levantó en 2009 como el centro de entretenimientos más grande de Latinoamérica. El grueso de ese dinero fue destinado a la construcción de una infraestructura de Casino, Hotel y Centro de Convenciones y Espectáculos que tiene poco que envidiarle a los de Las Vegas, ubicado cerca de la autopista que une Rosario con Buenos Aires.
La industria del turismo, que ha experimentado un crecimiento importante en los últimos años, incentivó la inversión de Casino Club S.A. y del grupo español Cirsa hace ya tres años. La idea era crear una experiencia completa, en donde el cliente tenga la opción de relajarse en las instalaciones de un hotel cinco estrellas respaldado por la famosa cadena Accor y de disfrutar de las opciones de ocio que el casino, las salas de bowling, los restaurantes y centros comerciales tienen para ofrecer. El lema de City Center no deja lugar a la duda: “para vivir todo en un solo lugar”.
El esfuerzo dio frutos. Paula Caffaratti, jefa de prensa del City Center, afirmó que gracias al negocio redituable del casino la inversión pudo recuperarse en poco tiempo.
En la otra punta de la ciudad, pegado al río Paraná, se están desarrollando emprendimientos inmobiliarios que han convertido a la zona en “la nueva Puerto Madero”. A decir verdad muchos de los edificios –algunos nuevos, otros remodelados– recuerdan un poco a la estética de los viejos galpones que funcionaban como depósitos del puerto en la exclusiva zona del bajo de Buenos Aires.
Uno de los proyectos más destacados es el de Forum Rosario Puerto Norte, del grupo inmobiliario TGLT Real Estate. Los 10 edificios con vista al río están orientados al grupo ABC1 y sus propietarios contarán con amenities de lujo: una plaza central, piletas climatizadas y descubiertas con solarium, un sauna, un parque de juegos para los más chicos, un centro comercial, canchas de tenis y golf, un muelle de pesca y hasta una guardería náutica para aquellos que posean botes.
Con 70% de las unidades vendidas, Forum Puerto Norte ofrece departamentos de hasta cuatro ambientes, penthouses con vista al río y un edificio –llamado “Cubo”– exclusivo para oficinas. El precio de las unidades varía, pero el metro cuadrado ronda los US$ 2.500. En su primer Open Day fueron 1.000 las personas que visitaron sus instalaciones.
Iniciativas público privadas
La ciudad de Rosario ha sido históricamente importante dentro del sistema de educación universitaria argentino. El Plan Estratégico buscó siempre una alianza entre el sector productivo y los recursos humanos profesionales de las universidades locales y nacionales. Es así como hoy se desarrollan en Rosario proyectos que mezclan la iniciativa de empresas pero enmarcadas por un interés promovido por el Estado.
Uno de esos tantos proyectos es el de Indear, el Instituto Agrotecnológico de Rosario. Con impulso estatal y en alianza con Bioceres, una empresa formada por empresarios agropecuarios argentinos especializada en el desarrollo de tecnologías, productos y conocimientos en agro-biotecnología, se construyó un polo de ciencia y tecnología en la ciudad.
Las instalaciones, que cuentan con instrumentos de investigación científica de última tecnología, atraen a científicos jóvenes que quieren iniciar sus carreras de investigadores en un contexto que les permita el desarrollo académico pero también una aplicación práctica plena de sus descubrimientos.
Allí, en la nueva sede de Indear que cuenta con el apoyo de Conicet y de los Gobiernos provincial y municipal, se llevan a cabo proyectos que colocan a la Argentina a la cabeza de las investigaciones en biotecnología aplicada a la agricultura que se llevan a cabo en la región. Por citar dos ejemplos exitosos: SoilGeNE, un proyecto para descubrir formas alélicas novedosas para enzimas y otras proteínas con aplicaciones industriales o para el mejoramiento de cultivos; y Biotecsojasur, una iniciativa de varios países del Mercosur para el descubrimiento de genes útiles que sirvan para el mejoramiento de la soja frente al estrés biótico y abiótico.
De esta manera, el dinero de la soja es reinvertido en el negocio de la soja. Pero también en mucho más rubros.
Todo guardado en la memoria
Los genes evolucionan, se desarrollan. El gen rosarino, que fue clave a la hora de incentivar propuestas creativas que cambiaron la estructura y la fachada de la tercera ciudad más grande el país, guarda dentro de él el recuerdo de las batallas ganadas. Pero también de las pérdidas.
El Museo de la Memoria, el primero del país de su estilo, es un fiel reflejo de eso.
El visitante encontrará que no es fácil caminar por los pasillos de la vieja casona remodelada que llevan a las exposiciones de artistas comprometidos con los derechos humanos. Hay, para quienes quieran verlo, un rompecabezas con los bebés apropiados y recuperados de la última dictadura militar, una máquina inspirada en las obras de Leonardo Da Vinci que permite leer la historia de hechos de represión en todo el mundo y un pasaje que, en forma circular, rememora la ronda que hicieron por años las Madres de Plaza de Mayo.
La represión ejercida hacia los rosarinos también se puede evidenciar en los carnets de biblioteca de los estudiantes desaparecidos que cuelgan del techo o en la maqueta que explica, con frialdad arquitectónica, dónde y cómo vivían aquellos que habían sido secuestrados por el Estado. La exposición fotográfica “Ausencias”, de Gustavo Germano, también tiene un espacio destacado en el primer piso.
Es que, finalmente, visitar el Museo de la Memoria de Rosario no es una actividad turística sino una experiencia emocional; un viaje crudo y duro sobre la violencia y el coraje. En definitiva, es la prueba de que el renacimiento rosarino tiene en el centro de su ser, en su gen más destacado, la memoria de tiempos peores como fuerza que inspira e impulsa.