No siempre funcionan bien los modelos occidentales

    LIBRO BLANCO DE LA RSE | Capítulo I



    Warren Buffett y Bill Gates

    Hacia fines de junio, los 69 primeros donantes incluían a Lawrence Ellison (Oracle), Edward Turner (TCM) y Mark Zuckerberg (Facebook). Sin embargo, “ningún magnate indio figura en la lista” observa la edición de Knowledge@Wharton para el subcontinente.
    Esto lo descubrieron Gates y Buffett mismos durante una visita a India en abril para, justamente, promover la causa. En su curso, Grandhi Malikarjuna Rao, presidente del GMO Group, comprometió donaciones por apenas US$ 340 millones, equivalentes a su participación en el negocio familiar. Pero aclaró que ese gesto nada tenía que ver con la gira de los dos estadounidenses.
    En China, que el dúo había recorrido durante septiembre de 2010, el multimillonario filántropo Chen Guangbiao se bandeó al otro extremo: aseguró que donaría no la mitad, sino toda su riqueza personal. Según despacho de Reuters, también convenció a 100 empresarios de imitarlo. Pero, a mediados de 2011, no había nombre alguno en la lista de Comprometerse. “Buffett y Gates no entienden China”, señala Feng Gang, de la universidad Zhejiang (Hangzhou). Según apunta Harsh Goenka –RPG Enterprises, Bombay–, “en India la caridad no consiste en firmar cheques”.
    Luego de esos viajes a las dos economías de mayor crecimiento en el planeta, ambos multimillonarios benefactores parecen haber advertido que, en materia de donar, no existe un esquema válido en escala universal. “Una variedad de personas en India ha mostrado interés en conocer más sobre el modelo estadounidense. Pero eso no significa que deban copiarlo tal como opera al otro lado del mundo”, le hizo presente Buffett a gente de Wharton en diversos contactos, todos dedicados a explicar el contexto occidental. A su vez, Gates subrayaba en Bangalore: “Ustedes tienen su propia cultura y no deben centrarse en experiencia ajenas, por atractivas que parezcan”.
    Recordando la escala china, Buffett señaló que ambos se habían reunido con 50 ó 60 magnates. Quedó asombrado de que, uno tras otro, sus interlocutores tocaran los mismos temas habituales en EE.UU: familia, negocios, esperanzas, temores, etc. Para Gates, era “una forma de aprender, compartir experiencias, pero cada país debe resolver por sí qué modelo de filantropía tiene sentido o es más adecuado”.

    Diferencias culturales
    La cautela puesta de manifiesto en los encuentros indios era comprensible. El proyecto Comprometerse (Giving pledge) ha sido promovido insistentemente por los medios locales, pero algunos de los empresarios principales ignoraron las reuniones indias. Mukesh Ambaní –hoy el más rico de ellos–, prefirió ir a ver un partido de cricket y no lo ocultó.
    Otros se mostraron abiertamente críticos. “La filantropía en el primer mundo y en el tercero son dos cosas diferentes” señaló al Economics Times (Delhi) Yusuf Hamid, director ejecutivo de la farmoquímica Cipla. La comparación es anacrónica, pues ya no hay tercer mundo. Por su parte, el industrial Ajay Piramal –ha vendido por US$ 3.720 millones su firma a Abbott Laboratories– apuntaba que “en India, mucha gente no quiere hablar de las buenas obras que realiza. Por cierto, nuestro dilema es tocar el tema en público o no. Entonces aparecen Gates o Buffett y nos dicen que debemos romper el silencio, porque la gente busca modelos”.
    En China, mientras tanto, septiembre aporta una sorpresa. Liang Wengen, considerado el hombre más rico del país, ingresará en 2012 al comité central del partido Comunista. Será el primer “capitalista” de un gran conglomerado privado, Sany Group (maquinaria industrial). De acuerdo con Forbes, su patrimonio oscila en alrededor de US$ 10.000 millones. Pero no tiene imagen de benefactor, al menos ostensiblemente.
    En Beijing, Feng sospecha que “Gates y Buffett llegaron con los deberes incompletos. Nuestro país tiene dos problemas en términos de filantropía. Primero, todas las organizaciones benéficas son manejadas por unas pocas agencias gubernamentales, vinculadas entre sí. Ninguna institución puede recibir donativo sin complicados trámites de aprobación. En cuanto a filantropía privada, no está permitida. En segundo lugar, una ola de escándalos por corrupción –particularmente en provincias– hace que muchos empresarios abriguen serios resquemores sobre la fiabilidad de esas mismas agencias”.
    De poder optar, preferirían hacer donaciones individuales. Obviamente, el desafío fundamental para la beneficencia china reside en abrirse a entidades privadas, con el Estado desempeñando funciones gerenciales o supervisoras y asegurando transparencia entre las partes.
    Por otra parte, el nuevo estilo de beneficencia predicado por el grupo Comprometerse ha generado críticas también en Occidente. Según puntualiza Business Week, “Buffett, uno de los mayores avaros estadounidenses en vida, probablemente se convierta, ya muerto, en uno de los máximos filántropos del mundo”.
    Pero algunos observadores señalan que eso no es tan inusitado. Como observa Arpan Sheth (Bain & Company), “hasta los benefactores históricamente célebres, estilo John Davison Rockefeller, Andrew Carnegie o John Pierpoint Morgan, no se dedicaron a repartir riquezas hasta estar con un pie en la tumba”.
    Volviendo a India, Azim Premdyí (presidente de Wipro), motor de la mayor donación filantrópica local (US$ 2.000 millones, en diciembre último) es harto conocido por su avaricia. Se dice que hasta controla el uso de papel higiénico en la compañía. En China, revela la BBC, el magnate Chen no ayuda a su propia hermana, que gana US$ 270 mensuales lavando platos, en tanto otro hermano trabaja como guardia de seguridad por US$ 300.

    Beneficencia antes y ahora
    Hacia 2006, los gastos y las ostentaciones de riqueza se acercaban a un pico. Mientras, “los cultores de la rumbosidad habían creado una contraparte: la beneficencia conspicua”. Esto subrayaba el Informe 2011 sobre Riqueza Mundial, publicado por Citigroup y Knight Frank Worldwide. “Hoy día, las subastas públicas con fines caritativos se consideran reliquias de tiempos ostentosos. Son formas harto visibles, pero no ya las más inteligentes”, recalcan los compiladores de la estadística.
    “Si bien apruebo la filantropía estilo Buffett y Gates, encuentro inexplicables los métodos para imponer el esquema a otros”, manifiesta Devdutt Pattanaik, de Future Group, la cadena minorista más grande de India. “Sospecho que esos rasgos se originan en el miedo occidental a la mortalidad. Convertirse a esa filosofía es algo ajeno a lo hindú, Acá, quien es caritativo lo es como individuo en la comunidad y quien no quiera serlo, allá él”.
    Pattanak hace notar a Knowledge@Wharton que “toda la publicidad alrededor de Comprometerse (Giving pledge) tal vez esté modificando el pensamiento de las clases dirigentes. En India existe la idea de que cualquiera puede ser generoso. Los poemas épicos tradicionales están llenos de magnates, pobres y hasta animales caritativos. Por naturaleza, los potentados deben ser generosos, pero ahora cunde la noción de que la beneficencia es función de la riqueza, no necesariamente de la madurez personal. Esto va tornándose evidente e implica, además, cierta coacción para ser benefactor, pero el foco radica en la conducta, no en las creencias”.
    Muchos admiten que ese es uno de los cambios claves en la filantropía reciente, respecto a algunos años atrás, y no resulta especialmente bienvenido. “Mis investigaciones indican –dice Adam Grant, de Wharton– que la filantropía suele ser guiada por una mezcla de motivaciones interesadas. Por ejemplo, el deseo de promoverse, construir imágenes positivas, hacerse de reputación e identidad”. En cierto sentido, hacer el bien se vincula a valores de otros y reducir la ecuación a una sola serie de móviles ofrece un cuadro incompleto de la motivación filantrópica. En general, un donante trata de hacer el bien y quedar bien”.
    Sheth no cree que la legión de quienes desean quedar bien se limite a EE.UU., Canadá o la Unión Europea y se pregunta “¿por qué hacer caridad en silencio deba ser rasgo único de India? No me parece que todo estadounidense que dona plata salga a proclamarlo por las calles. Por el contrario, opino que la gente hace beneficencia por todas partes sin decirlo, lo cual no excluye a quienes dan y no lo callan. No obstante, existe mucha más publicidad en EE.UU. que otros países”.

    Otros canales
    Ramesh Mangaeswaran, director de McKinsey & Co (Madrás) y experto en el sector social de Asia meridional, sostiene que “un poco de publicidad se hace necesario, pero conviene no excederse. Así, la filantropía india marcha con retraso, debido a la proliferación de intermediarios, clientelas fragmentadas y ausencia de modelos visibles en materia de beneficencia”.
    Por otra parte, aun si los grandes filántropos se solazan bajo las candilejas, ha llegado la hora de los pequeños y medianos donantes. Ello refleja el avance de Internet, redes y medios sociales. En primer término, los flujos de información son cada vez más veloces. En segundo lugar, es mucho más fácil contribuir en línea y por vehículos similares, según subraya Matthew Cheran (HelpAge India), notando el crecimiento sustancial de esos canales. De acuerdo con el Índice Global de Filantropía y Donaciones 2011 (Hudson Institute), “la empresa social y sus inversiones conexas son las tendencias a seguir”.
    Sin duda, los cambios estratégicos y operativos han acarreado transformaciones tan notables y necesarias. En particular, “fusionar realidades prácticas, aportándoles objetivos, perspectivas e ideales vía una agenda para el desenvolvimiento”, señala Sudhir Dungarpur, socio de KPMG en la materia.
    La inclusión de profesionales en el Gobierno y el manejo de filantropía no solo han contribuido a objetivos y perspectivas de programa. También ha resultado en recaudadores más responsables que resaltan tanto planteos centrados en resultados a mediano plazo cuanto de menor aliento. “La mayoría de tales donantes actualmente siguen esquemas de desarrollo por kilometraje”, explica Grant. “Una tendencia relevante entre donantes institucionales e individuales es el desplazamiento hacia la gestión de beneficencia por carteras como si fueran acciones, es decir diversificando riesgos y anticipando retornos”.

    Frutos de la tecnología
    El profesionalismo y la filantropía por metas son una cara de la moneda. Otra es la tecnología y las ventajas que depara. El Hudson Institute ofrece un ejemplo cifrado en el terremoto de Haití (enero), donde perecieron unas 230.000 personas. “La respuesta fue más rápida que nunca. Merced a los mensajes de texto, la Cruz Roja logró juntar US$ 32 millones, 10 millones de ellos en donativos enviados por ese canal.
    En los números del informe se descubre otra tendencia más bien ambivalente: más gente dona, pero los montos individuales se contraen. Efectivamente, el volumen promedio de donaciones en línea cedió de US$ 86 en 2007 a 71 en 2008, pero la cantidad subió 43%. Según Cherian (HelpAge), el promedio de donativos vía su servicio era US$ 30 en 2010, casi todo de India.
    Extrapolando del informe Hudson, es posible hacerse una idea acerca de dónde proviene el dinero filantrópico y adónde va. La agencia estadounidense de asistencia al desarrollo (ODA en inglés) encabezaba –con US$ 28.830 millones– la lista de su informe 2009. Entre los 10 mayores aportantes figuraban Francia (US$ 12.600 millones), Alemania (12.080 millones). Gran Bretaña (11.490 millones) y Japón (9.470 millones).
    Inevitablemente, las tendencias geográficas de la ayuda solidaria irán cambiando. El pro­ce­so ya se nota en el financiamiento de fundaciones, otro gran componente de la beneficencia. Al respecto, el caso estadounidense resulta emblemático. En 2009, ODA representaba 13% de los compromisos económicos netos con países en desarrollo. Pero la filantropía, con US$ 37.500 millones, constituía 17%. Mientras tanto, el dinero de las fundaciones iba a servicios médicos (55%), gobernabilidad (22%), crecimiento económico y comercio, inclusive ambiente (16%), educación (4%), desastres y refugiados (3%).