El incierto futuro de Europa

    ANÁLISIS | Escenario global

    Entretanto y pese al tratado de Lisboa (2006), no hay convergencia en la productividad ni en las tasas de crecimiento. Sea en la Unión Europea (los 27), sea en la Eurozona (los 17).
    Terminando 2011, o sea a 18 años de idas y vueltas, en lugar de una convergencia se han acentuado divergencias en materia fiscal e, esencialmente, política. La ausencia de disciplina ha golpeado también en forma de una eurocrisis cifrada en deudas públicas insostenibles y presiones que ponen en tela de juicio a la moneda común.
    En general, “las uniones monetarias viables –señala el analista Nouriel Roubini desde Nueva York– se han asociado a acuerdos políticos. Pero la marcha de la UE hacia una unidad de ese tipo se estancó temprano, en tanto el costado fiscal exige para reactivarse un banco central con plenas facultades. Empezando por la emisión de eurobonos que no impliquen para los contribuyentes de la economías prósperas (con los alemanes al frente) rescatar deudores periféricos, o no tanto, víctimas de sus propios errores”.

    Riesgo de estancamiento
    En rigor, la reestructuración de deudas ayudará a resolver los problemas de algunas economías insolventes, dentro o fuera de la Eurozona. Pero no servirá para reimpulsar la convergencia económica, pues esta requiere igual actitud respecto de la competitividad. Sin ambas, la periferia se estancará.
    Pero las opciones son pocas. El euro podría desinflarse hacia la paridad con el dólar (a mediados de octubre, estaba en pisos de US$ 1,32) para que la periferia compita mejor. Pero semejante caída no es factible, dada la fortaleza comercial de Alemania y la rigidez monetaria del Banco Central Europeo (BCE). Salvo que el arribo del italiano Mario Draghi el 2 de noviembre signifique políticas más flexibles.
    La opción germana (reformas para aumentar productividad, crecimiento y dureza salarial) tampoco dará resultados. En el corto plazo, ese tipo de acciones, como suele recalcar Paul Krugman, en realidad frena la expansión y exige mucho tiempo volver, por ejemplo, a la situación antes de reunificarse Alemania. Hicieron falta 10 años, lapso que serían una eternidad para la actual periferia europea.
    El tercer camino, señalan Roubini y Warren Buffett, es la deflación, por lo común asociada a una recesión persistente. La Argentina intentó esta ruta (1999/2001, pero tres años de depresión la hicieron optar por un cese selectivo de pagos y abandonar la convertibilidad.
    Si la periferia de la Eurozona siguiese ese camino, en las presentes condiciones la balanza en cuenta corriente sentiría el peso de pasivos públicos y privados. Por ende, todas las propuestas de depreciación interna en manos del BCE y la UE carecen de asidero. Por otra parte, la austeridad fiscal apoyada por el BCE y el Fondo Monetario Internacional surtiría efectos negativos en el corto plazo.


    Nouriel Roubini

    La cuarta opción
    Siendo las tres opciones impracticables, quedaría una cuarta para restaurar competitividad y crecimiento en la periferia y, eventualmente, España e Italia: salir de este euro, volver a las monedas locales (10 miembros de la UE siguen ahí, con la poderosa Suecia al frente) y organizar una depreciación masiva, tanto nominal como real.
    Después de todo, varios países emergentes han indicado el camino. En ellos hicieron falta crisis financieras para reactivar el crecimiento tras ceses de pagos administrados y regreso a paridades flexibles. Todo esto sumado a reformas monetarias, reestructuraciones de deuda y drástica reducción vía de­sagios. Así sucedió en la Argentina, cuyos bonistas residuales recuerdan a los bancos privados europeos ahora agobiados por activos tóxicos.
    Sin embargo, escenarios tachados de imposibles hoy pueden dejar de serlo en meses o años, máxime si alguna economía periférica se estanca o se derrumba. Originalmente, la Eurozona se soldó por la convergencia de tasas de interés bajas, favorables al crecimiento, perspectivas de plena unión fiscal o política. Pero eso acabó y queda apenas como un sueño.

    Pesimismo sobre el PBI alemán
    Pero las incertidumbres de Buffett, Roubini y Krugman no son ajenas a las economías serias, dentro o fuera de la Eurozona. A mediados de octubre, los principales institutos económicos germanos resolvieron reducir en más de la mitad sus pronósticos sobre Producto Bruto Interno, la estadística clave para toda la Unión Europea.
    Por ende, la expansión de la economía regional líder cederá de 2,9% este año a apenas 0,8% en 2012 (esto dejará Suecia al frente en cuanto a crecimiento del PBI), como resultado de la crisis de endeudamiento en la periferia. Esta situación, opina Joachim Scheide (en la evaluación semestral del Kiel Institut), “fomenta incertidumbres y deteriora la confianza en la economía nacional. A su vez, deriva de dificultades en varios socios comerciales”.
    Esa combinación de factores “deprime la demanda interna. Pero el Gobierno no debiera flexibilizar su corriente programa“, señala este econometrista ortodoxo. Sin detenerse en contradicciones, el informe Kiel se opone a que Berlín “dé señales incorrectas a miembros de la Eurozona con alto endeudamiento”. Formalmente, el Gobierno alemán sigue atado a una cláusula constitucional –producto de la reunificación– que impone frenos a la deuda pública y exige equilibrio presupuestario desde 2016 en adelante.

    Paul Krugman

    Locomotora con menos arrastre
    “Alemania continúa siendo la locomotora de la economía en la UE, aun con 0,8% estimado para 2012”, insiste Joachim, jefe de pronósticos de la entidad ubicada en Schleswig-Holstein. “Si no persistimos en contener el endeudamiento y la inflación ¿cómo haremos para que los países periféricos y mediterráneos nos emulen?
    Estrictamente monetaristas y procíclicas, las ocho instituciones participantes incluyen una de Suiza y una de Austria. No por casualidad, las más rígidas y ortodoxas. Ambas están un paso delante de Kiel o Hamburgo y habían aconsejado difundir solo un resumen del informe semestral, por temor a efectos contraproducentes en la periferia.
    Por cierto, las mayores críticas del documento alcanzan a los 17 componentes de la Eurozona, inclusive Alemania misma. Les reprocha ignorar el problema central –la crisis griega– y, por tanto, “no establecer procedimientos adecuados para casos específicos de insolvencia soberana”.
    Los técnicos (que eso son, no economistas políticos) indican que el informe se basa en la hipótesis de suyo cuestionada por varios Gobiernos: una ulterior reestructuración de la deuda helena. Optimistas, suponen que ese eventual derrumbe no tendrá los efectos deletéreos ocasionados en 2008 por el colapso de Bear Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch.
    Sin embargo, “aun si esto no lleva a un derrumbe del sistema bancario, subsisten riesgos en otras áreas del sistema financiero. Especialmente, en los turbios mercados de derivados expuestos a contagios y niveles de tensión o fatiga, lo cual creará condiciones adversas para firmas no financieras”. Así estima Roland Dörn, del Rheinische Wirtschaftinstitut (RWI, Essen).
    Aunque los compiladores del informe dicen no esperar una recesión lisa y llana en Alemania ni Austria, tampoco la descartan en determinadas circunstancias. No por casualidad, estos expertos se hacen eco de un reciente mensaje de Josef Ackermann, el suizo que preside el Deutsche Bank máximo banco privado en toda Europa. A su juicio, la crisis financiera “repercutirá en la economía física en forma de rebote recesivo, o sea tipo W”.

    George Soros

    Recapitalización de “bancos sistémicos”
    Por un lado, Mario Draghi –será el nuevo presidente del Banco Central Europeo– salió a apoyar al movimiento de los indignados. Por otra, el grupo de los 20 compiló una lista de entidades que debieran reforzar el fondo pro salvamento de economías en aprietos.
    Mientras tanto, un grupo de países emergentes, acaudillado por Brasil, trabaja elaborando propuestas para presionar a los “bancos sistémicos” a favor de elevar sus capitales. Ellos, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional han de combinarse e incrementar su papel en la crisis regional de deuda soberana.
    Esos debates, iniciados en octubre, se desarrollan en paralelo con una iniciativa no convencional para la Eurozona. Crear, ni más ni menos, un instrumento de mayor envergadura que los actuales para intervenir en los mercados financieros. Su objeto será provocar un “shock” de confianza cuando el G-20 formule determinados anuncios tras la cumbre en el sur de Francia.

    Vehículos para asistencia emergente
    Allegados al grupo señalaban que se consideran –entre otras cosas– un vehículo para propósitos específicos (VPE), manejado por el FMI, o inyectar liquidez en el propio fondo para comprar bonos especiales. Si bien faltaba completar detalles, elevar el “poder de fuego” de la entidad multilateral le permitirá financiarse y disponer de líneas crediticias para prevenir el contagio griego a España, Italia o similares en el futuro. También servirá para recapitalizar bancos europeos.
    Al respecto, gente de la CE admite, paulatinamente, que la eurocrisis es demasiado grande y compleja para que la zona pueda afrontarla sola. Para salir de apuros, harán falta aportes de Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, etc. Los cuatro primeros, particularmente Brasil, favorecen el procedimiento empleado en 2009: determinados Gobiernos se comprometieron individualmente a comprar títulos especiales emitidos por el FMI.
    Tampoco había definiciones sobre montos. De todas maneras, cualquier facilidad crediticia destinada a cauterizar la eurocrisis implicará de US$ 350.000 para arriba. Por eso mismo, acciones de semejante tenor otorgarán al FMI un papel clave en los planes de rescate.
    Ahora bien, también circulaba otro esquema, atribuido a Wolfgang Schäuble ministro alemán de Hacienda, Giulio Tremonti –su colega italiano, distanciado de Silvio Berlusconi– y el finés Oll iRehn, comisario económico de la Unión Europea. Lo respalda una decisión de la Eurozona, que aprobó ampliar el Fondo Europeo pro Estabilidad Financiera (FEEF) y adelantarlo de 2013 a 2012. Tal vez, se opte por elevar su partida original (€ 440.000 millones).
    En la práctica, Estados Unidos podría tener dificultades para contribuir a un fondo aun menos voluminoso que el FEEF. Eso explica que la iniciativa quede en manos de Brasil y China. Como sugería el ministro de Hacienda, Guido Mantega, semanas atrás en Washington. Entretanto, los técnicos del FMI han preparado una gama de opciones, solicitadas por varios países emergentes.

    Mario Draghi

    Dos caminos
    Dos de ellas parecen las más aceptables. Una implica los VPE, que permitirían prestar bajo los auspicios del Fondo, pero en forma separada de las contribuciones normales a la entidad. Otra es la opción bilateral, preferida de Brasil, China, India y Rusia. Sea como fuere, Eswar Prasad –ex jefe del departamento chino, FMI– sostiene que cualquiera de ambas permitiría a los emergentes contribuir a rescates directos en la Eurozona, sin tomar bonos soberanos.
    Esos planes asimismo podrían desactivarse al cabo de algunos años. “Las economías emergentes –indica el experto indio– han encontrado finalmente vías para transferir dinero al FMI, políticamente admisibles en sus respectivos frentes internos”. Otra persona al tanto de las discusiones en privado señalaba que los fondos podrían destinarse a recapitalizar bancos públicos, hasta hoy un tabú para los ortodoxos, dentro o fuera de la Eurozona.
    “Ello resolverá el dilema de China, donde la propiedad de todos los bancos es estatal y existen trabas legales para tomar acciones en bancos extranjeros”, subraya Prasad. “En lugar de eso, China transfiere efectivo al FMI, este a España (por ejemplo) y esta a sus bancos”.

    La reacción del sector privado
    Empresarios de las tres mayores economías en la Eurozona, Alemania, Francia e Italia, apelaron a sus Gobiernos para sortear la crisis financiera. Sugieren una rápida instrumentación de reformas fiscales, recapitalización de bancos y creación de un fondo monetario europeo.
    Las máximas asociaciones del sector privado alemán, francés e italiano lanzaron sus llamamientos en vísperas de otra cumbre bilateral en Berlín, donde finalmente se encontraron la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy. Como una semana antes, ambos intentarán llegar a acuerdo en una serie de medidas para frenar las turbulencias y reducir volatilidad.
    Las entidades empresarias advirtieron que “persiste una honda crisis de confianza en los mercados internacionales” y pidieron a la Eurozona acelerar un nuevo tratado como paso adelante hacia una unión política y económica más estrecha”. Subscribieron la declaración conjunta la alemana BDI (Federación de la Industria), Medef –la patronal francesa– y la italiana Confederazione dell’Industria (Confindustria).
    Proclamando su “total compromiso en favor de una integración europea más profunda, los empresarios de la zona tienen máximo interés en preservar el euro, aun con características o alcances diferentes como instrumento integrador”.
    Según Laurence Parisot (preside Medef), “este llamado para un nuevo tratado básico significa realmente que queremos seguir adelante, no volver atrás. Sabemos que eso implica desafíos políticos, pero igual queremos una Europa consolidada”.
    Este proyecto de tratado convertirá el Fondo Europeo pro Estabilización Financiera (FEEF, € 440.000 millones), planeado para 2013, en una entidad autónoma capaz de asistir a países sobre-endeudados. Pero con estrictas condiciones. En otras palabras, un fondo monetario europeo (¿FME?).
    Sin duda muchos políticos de la región resistirán la idea de adoptar nuevos acuerdos institucionales. No han podido olvidar los pobres resultados de Maastricht (1992) ni Lisboa (2006). Al respecto, la señora Parisot sostiene que la opinión pública entiende la escala de los cambios mundiales. Por ejemplo, China se transforma en superpotencia hasta ofrecer participar en rescates europeos.

    Preocupa el papel privado en los rescates

    .En consonancia con varios analistas y los técnicos alemanes, el Banco Central Europeo –que vive un cambio de guardia, de Jean-Claude Trichet a Mario Draghi– emitió a mediados de octubre su advertencia hasta entonces más fuerte sobre los peligros de demandas teutones, tan luego, para comprometer a bancos privados en salvamentos. Empezando por el griego.
    Esas iniciativas “pueden poner el riesgo la estabilidad de la Eurozona y su divisa”. Obviamente, esos comentarios –que se reiterarían en noviembre al reunirse en Cannes el grupo de los 20– trasuntan la alarma del BCE. Teme que los intentos de obligar a que los bancos acreedores aporten más al rescate griego envíe a los inversores señales inquietantes. Cabe recordar que, en julio, el BCE fracasó en su intento inicial de detener a la dirigencia política de la zona; en particular la alemana y la francesa.
    No obstante, desde septiembre los problemas helenos crecían y, al mes siguiente, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy volvían a la carga. Noviembre, además, arrancaría, por la magia de las agencias calificadoras, con España e Italia en un cono de sombras. En la óptica del BCE y los institutos germanos, dar asistencia adicional a un solo miembro de la Eurozona puede poner en peligro la estabilidad del euro y hacer vacilar la confianza de los mercados financieros de la zona.
    Según el Kiel Institut y su colega de Essen, “estas acciones podrían detonar una masiva recapitalización bancaria con ecos aun fuera de la Unión Europea. A causa de estos riesgos, todos los Gobiernos de la Eurozona deben demostrar su inflexible determinación de mantener estabilidad financiera y cambiaria”. Como subrayaba días atrás el Wall Street Journal, es una tall order” (un pedido casi imposible).
    Por cierto, el BCE señala que, si Grecia es empujada al cese de pagos –ahora o en diciembre–, se negará a aceptar bonos soberanos helenos como colaterales de operaciones para inyectar liquidez en el sistema. Ello sería catastrófico para las entidades griegas.
    Para evitar extremos, pues, 15 de los 17 socios la Eurozona (se excluyen Grecia y Portugal) deben prometer que aportarán dinero fresco para asegurar la aceptación de títulos griegos por arte del BCE.