ANÁLISIS | Escenario global
Por Raúl Sohr (*)
En cuanto a la efectividad de las urnas ella quedó a la vista cuando los votantes pusieron fin, en mayo pasado, al electo Gobierno comunista en el estado de Bengala Occidental. Este administraba, desde 1977, la vida de sus 90 millones de habitantes, incluida Calcuta la populosa capital del estado.
En materia de crecimiento el viento sopla a favor del país asiático que en las últimas dos décadas creció a razón de 6% anual. Para el año en curso se prevé una expansión de 9,2% y para el año venidero de 8,8%.
En rigor India, al igual que China, requiere semejantes tasas para absorber las enormes masas de población que hasta ahora se encontraban bajo la línea de la pobreza. En el caso de India los pobres, aquellos que perciben menos de un dólar diario, alcanzan a 37%. Las autoridades se apuran a señalar que ello se compara con 51,3% de los años 90 cuando se iniciaron las grandes reformas económicas.
La pobreza no cabe medirla solo en ingresos monetarios. Muchos expertos señalan que el consumo diario de calorías es un indicador más relevante. Una cifra que abruma: 47% de los niños indios padece de desnutrición crónica. En muchos casos esta condición deja secuelas en el desarrollo cognitivo de las personas. Las niñas padecen la desnutrición en mayor proporción que los niños y al procrear legan ya al feto sus deficiencias.
El Gobierno mantiene un vasto esquema de distribución de alimentos a bajo costo para los sectores más necesitados. Este ha sido reforzado con la obligatoriedad de los niños de asistir a las escuelas. Sin embargo, un reciente estudio del Banco Mundial, señala que pese a que el país destina 2% del producto geográfico bruto (US$ 1,43 trillones) a la ayuda de los pobres apenas 40% llega a sus manos. El restante 60% se desvanece en las complejas redes de la corrupción. En todo caso el país ha logrado satisfacer su enorme demanda alimenticia doméstica. Pero ha llegado a los límites de sus tierras cultivables. De allí que la Argentina y Brasil resultan de enorme interés por sus exportaciones de soja. De hecho la diplomacia india admite que solo hace cinco años comenzaron interesarse seriamente en las oportunidades de comercio con América latina.
Punto vulnerable
La gran vulnerabilidad económica de India es la energía. Alrededor de 75% del petróleo consumido es importado y se calcula que, si mantiene la tasas de crecimiento, en las próximas décadas llegará a 90%.
En las palabras del primer ministro Manmohan Singh: “La búsqueda de la seguridad energética solo está tras, en nuestro esquema, de la búsqueda de la seguridad alimentaria”. En el país hay un gran debate sobre la adopción de la energía nuclear En el curso de una visita al Centro de Investigaciones Bhabha, en Mumbai, así llamado en honor a Homi Bhabha el primer científico nuclear del país, se señala que India domina todas las fases del ciclo nuclear.
En la actualidad 4% de la producción eléctrica es generada en reactores atómicos. El Gobierno aspira aumentar este porcentaje a 10%. El director del centro V.K. Raina admite que, luego del desastre de Fukushima, este es un momento de introspección. Pero se apura en señalar que: “La falta de energía cuesta cinco veces más que el costo de producirla”.
En el campo industrial, India, al igual que Brasil, sabe que llegó tarde pues China ha copado muchos de los mercados. Los indios, en consecuencia, dicen que si “China es la gran fábrica del mundo, India es su oficina”. Gracias a una buena educación universitaria y amplio manejo del inglés, el país ha conseguido grandes inversiones en el área de servicios. De hecho 80% de la enorme industria de soportes computacionales que ha florecido, en especial en Bangalore, proviene de Estados Unidos. Los centros de llamados indios procesan desde exigencias de pagos de seguros hasta detalladas instrucciones de maquinaria industrial.
Economistas indios señalan que el país presenta uno de los mercados laborales más competitivos. 60% de la mano de obra potencial tiene menos de 30 años. Su costo está entre los más bajos del mundo. Si se considera a Corea del Sur con valor de 100 por hora de trabajo, la escala desciende así: Brasil, 65,8; Rusia, 53,3; China, 29,2; Tailandia, 20,2; India, 18,7; Indonesia, 14. Semejante abaratamiento tiene una explicación: apenas 7% de la fuerza laboral participa en la economía formal; es decir que 35 millones, de un total de 500 millones, cuentan con algún nivel de seguridad de empleos. Como se diría en los viejos tiempos el ejército de reserva industrial es casi infinito. Este factor espera su complemento, el capital, para crear enormes riquezas, dicen los encargados de proyectar el país al mundo.
La proyección política.
India dista, a diferencia de China, de ser una potencia mundial. Esto en el sentido de que las decisiones económicas adoptadas por Beijing repercuten en todo el planeta. Nueva Delhi es una potencia regional y gravita con fuerza en Asia. Con característica diplomacia voceros indios señalan que la mayor amenaza para el país es el terrorismo.
El país ha sido víctima de numerosos ataques provenientes del vecino Pakistán. La prensa india no tiene las inhibiciones de los diplomáticos para acusar a Islamabad por permitir y, en algunos casos alentar, la operación de grupos jihadistas en su territorio. La presencia de Osama bin Laden en Abbottabad fue destacada como una prueba irrefutable de la duplicidad de Islamabad que ha negado saber que se encontraba allí.
Las relaciones entre los mayores protagonistas de la región son inestables. India siempre contó con el apoyo de la Unión Soviética. En tanto China ha respaldado a Pakistán. Moscú, sin embargo, no ha podido mantener su rol tradicional y en forma creciente se aprecia un acercamiento de Estados Unidos hacia India. Ello con miras a frenar la gravitación de China.
Washington se mostró dispuesto a conceder el estatus de potencia nuclear a India y levantó las restricciones que pesaban en este campo. Los vínculos militares se han estrechado a través de múltiples visitas y ejercicios conjuntos. A finales de abril pasado India lanzó lo que Washington consideró un baldazo de agua fría. Nueva Delhi anunció que Estados Unidos y Rusia quedaban fuera de la competencia para abastecer 126 aviones de combate de última generación para su fuerza aérea.
El concurso por una orden de US$ 10.000 millones ha quedado reducida a dos competidores: el Eurofighter Typhoon de un consorcio europeo y el Rafale de la empresa francesa Dassault. Como suele ser el caso con Estados Unidos el monto de la compra es secundario ante el impacto político.
La empresa estadounidense Boeing ya había ganado un contrato por US$ 4.100 millones para abastecer aviones de transporte C-17 pero este era el premio mayor y no conseguirlo provocó la instantánea renuncia de Timothy Roemer, el embajador estadounidense ante India.
Roemer aludió a razones familiares para la dimisión pero no ocultó “su amarga desilusión”. Las ventas de armas, en teoría, son licitaciones competitivas. Pero en los hechos se tornan en alianzas de política internacional. Se dice que una compra de aviones es un matrimonio de 30 años, por el ciclo de vida de los aparatos, y el nexo entre el abastecedor y el comprador. En ese contexto se entiende la salida de un embajador que invirtió mucho esfuerzo para consolidar la alianza.
La señal india es de independencia nacional y de no subordinación. El país prevé gastar más de US$ 100.000 millones antes de 2016 en la modernización de sus fuerzas armadas.
Es un cliché decir que India es un país de contrastes, pero lo es. Mientras 700 millones de personas disponen de teléfonos móviles, 600 millones carecen de acceso a la electricidad. Las autoridades indias señalan que su primera prioridad, y subrayan que la segunda y la tercera, es el crecimiento económico. Esperan que, si el país sigue su rumbo actual, para 2035 serán la tercera economía en volumen después de Estados Unidos y China.
(*) Raúl Shor es sociólogo, escritor y periodista, especializado en temas de geopolítica.