Hegemonía de los países emergentes

    ESCENARIO GLOBAL |


    Jeffrey Immelt

    En efecto, el producto bruto grupal de los siete líderes emergentes excederá hacia 2032 el conjunto de los mayores países industriales. Por ahora, el G-7 abarca Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá e Italia. Aplicando la media ponderada de paridades cambiarias, PwC deduce que China sobrepasará a EE.UU. como la mayor economía del mundo.
    El proceso probablemente se haya acelerado con la reciente crisis sistémica occidental y su secuela, la del sobreendeudamiento en la Unión Europea. Por supuesto, China de­sa­lojó en 2009 a Japón como segundo PBI del planeta, luego de EE.UU.
    No ocurrió lo mismo con el PB por individuo, dado el tamaño de China, que tiene 1.340 millones de habitantes. Sin duda, los motores económicos del globo serán por decenios (afirma PwC) China, India y otros emergentes de primera línea.
    En realidad, “este nuevo predominio de China e India –merced a sus enormes poblaciones– marca un retorno a la historia anterior a la revolución industrial (fines del siglo 18)”, subrayan los analistas John Hawksworth y Anmol Tiwarí, compiladores del trabajo. Entre ese momento y parte del siglo 19, “el impulso económico se desplazó hacia Europa occidental y la América anglosajona. Hoy sabemos que se trataba de un cambio temporario y ahora se revierte”.
    En 2009, los “siete emergentes” (E-7, término acuñado en PwC) mostraban un PB grupal equivalente a 35% del PB del G-7. Hacia 2020, ese guarismo habrá subido a 70% del G-7. 30 años después, será 64% superior. Ello en un escenario sin cambios demasiado bruscos en variables fundamentales.
    También hacia 2032, la economía brasileña habrá superado a la alemana en tamaño. Poco después, en 2028, India eclipsará a Japón en escala de PBI. Como en China, la sobrepoblación continuará pesando sobre los PB per capita.

    China marcha segunda
    El Banco Mundial y Goldman Sachs –en su caso para cortejar a Beijing– insisten en que el gigante superó a Japón y está ahora tras Estados Unidos. En realidad, esto vale solo para el producto bruto interno, no para su proyección por habitante.
    Según ambas fuentes, se trata del segundo trimestre (+10,3% anualizado, GS) o del primer semestre (+11,1%, BM). Entretanto, el dato realmente clave es que el PBI mantiene desde 1979 un ritmo nunca inferior de 8% anual de expansión y podría pasar a EE.UU. hacia 2020. Pero, cuando se trata del PB per capita, el cuadro es muy distinto: pesa ahí una población de 1.340 millones.
    Esa realidad no escapa a chinos como Yi Gang, autoridad cambiaria. Su economía “sigue estando en desarrollo y no debemos forzar los tiempos” respondía a un medio occidental que pretendía vincular el PBI firme con una “internacionalización”, o sea revaluación del yuan más allá de los actuales retoques paulatinos. No obstante, Yi admite que “si conservamos un ritmo anual de apenas 5 a 6% en 2011/30, para 2050 habremos acumulado un crecimiento sin precedentes en la historia mundial”.
    Parte del impulso se debe a que, durante la crisis sistémica occidental 2006/09, China y otros emergentes (Brasil, India, Sudáfrica, Rusia, Argentina, etc.) mantuvieron tasas positivas de expansión.
    Otro factor estructural hace, claro, al PBI mismo. Su avance le permitió a China superar a Alemania en 2007, a Francia en 2006 y a la empequeñecida Gran Bretaña en 2005. Esto refleja que el cuarteto China-India-Brasil-Rusia está construyendo un modelo distinto de crecimiento. En lo tocante a política cambiaria, muchos olvidan que el sistema chino es bifronte: yuan oficial en todo el territorio, salvo Hong Kong, donde funciona libremente como divisa para los mercados del este y el sudeste asiático.

    Acceso a los recursos chinos
    Durante años, las empresas extranjeras han buscado ingresar al vasto mercado chino. Hoy, algunos gigantes mundiales dan un paso riesgoso pero potencialmente fructífero: convertir ciertas operaciones en emprendimientos globales. Pero no gratuitos.
    Así, General Motors da los toques finales a un acuerdo conjunto 50-50 con la china Aviation Industry para fabricar componentes de aviónica, el cerebro electrónico de una aeronave. El emprendimiento dará a GE acceso a un proyecto gubernamental cuyo fin es irrumpir en el negocio de aviación civil, hasta ahora dominado por la estadounidense Boeing, la francoalemana Airbus y la canadiense Bombardier.
    Mientras tanto, General Motors formaba en 2010 un emprendimiento mutuo con SAIC Motor –antiguo socio chino– para producir y vender las minicamionetas Wuling de bajo consumo. Eventualmente, alcanzarán el sudeste asiático y otras plazas emergentes.
    Ambas iniciativas denotan crecientes ambiciones internacionales de “China SA”. También subrayan la influencia sobre fuertes socios extranjeros. De ese modo, para cristalizar el pacto con GE, su director ejecutivo –Jeffrey Immelt– debió hacer una concesión extraordinaria. O sea, aceptar incluir todos los negocios de GE en aviones no militares. Por su parte, la compañía automotriz estadounidense aporta tecnología, instalaciones industriales en India y el uso local de la marca Chevrolet.
    Varios móviles convergen para que socios internaciones tan grandes concluyan con Beijing acuerdos globales impensables hace pocos años. Entre ellos, que las poderosas firmas estatales chinas disponen de inmensos recursos y ello significa creciente peso geopolítico. En suma, son socias atractivas en el exterior. Por otra parte, el mercado local se ha hecho relevante para el éxito de multinacionales y los chinos son negociantes duros.
    Pero los riesgos existen. Una serie de emprendimientos conjuntos en China misma marcharon mal a causa de un temor muy occidental: que, una vez ganado acceso a tecnologías y secretos industriales, lo aprovechasen para competir con sus propios socios.
    “Los co-emprendedores occidentales saben hoy que a veces deben sacrificar o compartir ventajas del mercado global con los chinos”, observa Raymond Tsang, experto de la consultoría Bain & Co. “Algunas multinacionales se quejan pero, dadas las cambiantes condiciones en plaza, si uno vacila otros no lo harán”.
    No sorprende que China National Petroleum Corp. haya sido una de las primeras firmas extranjeras en suscribir un contrato con el Irak de posguerra. Previamente, CNPC vía PetroChina se asoció con Royal Dutch/Shell para comprar por US$ 3.150 millones Arrow Energy, una petrolera australiana.
    En materia de servicios financieros, la banca internacional ha perseguido por años el dinámico negocio de títulos chinos, pese a las restricciones imperantes fuera de Hong Kong. Por ejemplo, el francés Crédit Agricole ya operaba vía una subsidiaria, CASA Asia-Pacific, y ahora se prepara a unirse con la estatal Citic Securities.

    EE.UU.

    Se busca desactivar disputas comerciales

    Washington se propone restringir sus propias facultades para imponer aranceles de emergencia sobre importaciones estimadas injustamente baratas. Esto limitará viejas divergencias con sus mayores socios en materia de intercambio.

    Durante el largo feriado por las fiestas de fin de año, un anuncio del departamento federal de comercio fue postergado, esperando el fin de una controvertida práctica, conocida como zeroing, reiteradamente calificada de ilegal por la Organización Mundial de Comercio.
    Esencialmente, consiste en comparar el precio extranjero local con el estadounidense de importación, en sí arbitrario y, por tanto, poco fiable como parámetro de dumping. La Unión Europea, principal socio comercial de EE.UU., origen de varios litigios contra el zeroing en la OMC, aprueba el inminaente anuncio. Pero con una objeción: no encara las desmedidas ventajas que las compañías trasatlánticas han acumulado al correr del tiempo.
    El recurso permite a EE.UU. ignorar ”datos molestos” para calcular gravámenes contra el dumping, aplicados a importaciones cuyo precio –a criterio de Washington– sea inferior al del mercado exportador. El zeroing (“apuntar certeramente) permite al comercio excluir, o sea reducir a cero, casos donde el valor sea más alto en EE.UU. que afuera.
    Aunque el sistema involucre complejas operaciones matemáticas y abstrusas interpretaciones de normas, el zeroing se ha convertido en fuente de escándalos. Por ejemplo, Washington considera los veredictos de la OMC contra la práctica como señales de que sus procedimientos de arbitraje van más allá de sus facultades.
    La propuesta en gestación, abierta a consultas y opiniones durante todo enero, en efecto bloquearía el zeroing en la revisión de gravámenes antidumping ya existentes. Estados Unidos, por cierto, ya ha desechado la práctica al calcular aranceles para nuevos casos.

    Eurozona

    Avance en camino a lo impensable

    Un columnista alemán del sitio eurointelligence teme un colapso o una partición del euro. No está solo pero, en su caso, Wolfgang Münchau propone salidas que define como “tan virtuosas como desagradables para gobiernos y público”.

    En primer término, apoyar otra reestructuración, más drástica, de los pasivos griegos, portugués e irlandés, los tres cuya trayectoria es hoy la menos sostenible. Ello involucraría recortes presupuestarios, pase de deudas a títulos y esquemas similares, aunque no necesariamente flexibilización cuantitativa o cualitativa. La clave consiste en reducir obligaciones públicas a niveles aceptables.
    Sola, ésta no sería una solución para todo. Al contrario, los mercados de bonos deducirán velozmente que toda la deuda pública de la Eurozona –salvo la alemana– no es segura. Por ende, para funcionar el plan debiera encarar dos pasos ulteriores.
    El inicial, encontrar el modo de separar deuda nacional y deuda financiera. Eso implica cambiar la carátula “facilidad europea pro estabilidad financiera” (FEEF), el fondo de rescates, e incluirla con la reestructuración y el achique del sector bancario, La banca, en efecto, debe separarse de los estados miembros.
    Esto aliviaría presiones sobre la deuda soberana, pero no resolvería el problema. Para lograrse, un segundo paso convertiría bonos nacionales pendientes, viejos o nuevos, en un título de tesorería común a la Eurozona. Dado que un bono único constituye el núcleo de una unión fiscal, también funcionará como esquema institucional. Por supuesto, señala Münchau, harán falta una nueva tesorería para la zona, pilas de reglas y control democrático. En otras palabras, el analista propone un nuevo tratado general.
    Eso acabará con la crisis del euro y las especulaciones sobre su futuro. Pero, claro, esta propuesta no tiene posibilidades de imponerse. En primer lugar, por la oposición de la canciller Angela Merkel o eventuales sucesores. Tampoco la permitirá la corte constitucional germana ni pasará un referendo. Entretanto, otros países miembros nunca admitirían ceder control político sobre sus bancos.
    Entonces ¿qué podría suceder? El experto cree que la Eurozona tiene una sola estrategia por ahora: rescates y luego contrarrescates. Axel Weber, presidente del Bundesbank, formuló días atrás un comentario revelador tocante a las macromatemáticas de la crisis: “los diversos fondos de salvamento totalizan e 925.000 millones y solo dejan una brecha de e 145.000 millones con el máximo posible, e 1,07 billones. Por ende, la zona tendrá caja chica para afrontar otra crisis del euro”. ¿Y si ésa fuera el caso español?

    Petróleo caro amenaza una frágil recuperación

    Por encima de US$ 91 el barril un par de veces, el petróleo arriesga frustrar la suave reacción que viven las economías centrales importadoras de hidrocarburos. Como siempre, el golpe viene de la Organización de Países Exportadores (OPEP).
    Así lo teme la conservadora Organización de Cooperación pro Desarrollo (OCDE). Los 34 selectos miembros de este club calculan que sus importaciones en términos de crudos se han elevado US$ 200.000 millones en 2010 y habrá acumulado 790.000 millones al iniciarse 2011. La fuente real de la estimación es otro lobby, la Agencia Internacional de Energía y Combustibles (AIEC).
    Para la OCDE, ese incremento equivale a un drenaje de 0,5% en el producto bruto colectivo de 2010. “Los precios ingresan a una zona peligrosa para las principales economías. Se trata de un síntoma –coincide la AIEC– que debe preocupar a los grandes consumidores de hidrocarburos”.
    Aun sin rozar los US$ 147 de hace algunos años, el barril de WTI (tejano medio occidental) ha pasado de US$ 90 varias veces en las últimas semanas y, hace poco, el Brent nórdico superó los US$ 95 por vez primera en 27 meses. Al margen de ine­vitables vaivenes, algunos esperan que la AIEC induzca a los exportadores a aumentar producción. Pero, en diciembre, la OPEP no alteró las cuotas.
    Alí Naimí, ministro saudí de hidrocarburos, sostuvo entonces que favorece “un nivel de US$ 70 a 80 el barril de WTI”. Pese a la creciente brecha entre esos valores y los actuales, “no planeamos reunión alguna hasta el 2 de junio”.
    Cabe consignar que los “potentados de la OCDE” representan 65% de las importaciones mundiales. Sin duda, los grandes exportadores necesitan clientes prósperos, pero estos precios tan altos, tarde o temprano, afectarán esas economías y reducirán la demanda de crudos.
    Por ejemplo, la AIEC estima que la Unión Europea ha afrontado US$ 70.000 millones en importar hidrocarburos durante el año pasado. La cifra equivale a los déficit fiscales combinados de Grecia y Portugal. Aparte de crudos caros, la UE está sintiendo los efectos del alza minorista en combustibles. En el plano mayorista, 75% de los contratos existentes se asocian a los valores en crudos.
    Mientras tanto, la factura petrolera de 2010 en Estados Unidos habrá trepado US$ 72.000 millones. Por su parte, Japón –que importa más de 99% de sus requerimientos en hidrocarburos– habrá pagado US$ 27.000 millones el año pasado.