Explosión de precios agrícolas

    COLOFÓN |

    Los desastres naturales en Europa, Australia, Sudáfrica y Brasil empujan los mercados mundiales a un dramático salto de cotizaciones. Especialmente, con las últimas noticias, tanto en maíz como en porotos de soja. Ambos productos básicos alcanzan los niveles más altos en dos años y medio. Apenas días antes, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advertía que el planeta va en vías de repetir la crisis de precios registrada en 2008. Esta tendencia firme preocupa en países emergentes y subdesarrollados.
    En la visión interior, altos precios de nuestros productos de exportación garantizan ingresos masivos de divisas, y mejor situación fiscal y monetaria. Pero nada es gratis. La contrapartida es el incremento en el precio de la canasta alimenticia.
    Las mejoras en planes sociales, salarios y haberes jubilatorios implementadas el año pasado por el Gobierno fueron erosionadas por la inflación que se notó, sobre todo, en los precios de los alimentos. Y el alza afectó especialmente a las capas más bajas de la sociedad, que destinan sus ingresos a bienes básicos.
    El paquete de productos básicos medido por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) se encareció 33% de enero a diciembre, hasta los $1.122,3; el de Ecolatina trepó 31,8%, a $1.181, y el relevado por Economía & Regiones se ubicó en $1.075, con una suba del 40,5%. En cambio, el costo de la canasta básica alimentaria (CBA), según el Indec, fue cercano a la mitad: 578,58 pesos.
    Con relación al escenario mundial, en esta oportunidad, el arroz –clave alimentaria de muchos países pobres– se mantiene estable. Pero éstos tienen motivos para temer un incremento de precios y la consiguiente carestía, que muestra señales de extenderse al trigo y el maíz. Por cierto, ya hubo violencia social en Argelia, Mozambique y Chad.
    Operadores y analistas señalan que la última revisión estadou­ni­dense –abarca el país y el mundo– en efecto no extrapola los riesgos de ulteriores problemas climáticos. Pero Australia no termina de calcular el precio de sus inundaciones, que el estado de Queensland estima ya en más de US$ 20.000 millones. Entretanto, la co­rrien­te de la Niña (causante de esos de­sas­tres) en la Argentina o Brasil genera sequías y afectará la inminente cosecha. Al mercado mun­dial lo desvelan, en particular, los costos de aceites vegetales claves para economías como China.
     
    Puja por suelos cultivables
    Los campos arables son activos estratégicos. Lo probó China, alentando a sus fondos soberanos a comprar tierras en el mundo, sin consultar con la FAO. Hoy, estos desastres climáticos le dan la razón.
    En Beijing, el ministerio agrario desarrolla desde hace cuatro años un esquema para financiar la adquisición de áreas explotables en el África subsahariana y Latinoamérica. El objeto es asegurarse el abastecimiento de alimentos en el lapso 2011/40. Cabe recordar que ese gobierno promovía ya compras en el exterior por cuenta de petroleras e industrias.
    En tiempos de escasez de alimentos y volatilidad de precios, Beijing no está sola. En Levante, uno de los máximos importadores netos de productos agrícolas, Saudiarabia, invierte en ganadería africana, india y latinoamericana. Al oeste, Libia negocia con Ucrania posibilidades de cultivar sus propios cereales en las legendarias tierras negras.
    A este escenario se suma otra realidad. Los números no son todavía alarmantes, pero denotan que Beijing invade el mundo vía fusiones y adquisiciones. No sólo mediante acuerdos “amistosos”, como el del grupo estatal Cnooc y la norteamericana Chesapeake en materia de gas natural.
    Analistas de Hong Kong creen que Beijing encara un “neoimperialismo” y pretende un papel internacional similar al desempeñado por Gran Bretaña hasta 1914. En aquel momento, Londres detentaba 45% de las inversiones exteriores en el globo. En realidad, China piensa más en el precedente de Estados Unidos. Hacia 1967, la superpotencia representaba la mitad de las colocaciones mundiales.
    En la actualidad, China está lejos de esos parangones, pues solo controla 6% de la inversión internacional aunque, por otra parte, ningún país llega hoy a los picos británico o norteamericano del siglo 20. Pero esto no desvela al gigante, que ya muestra el segundo producto bruto interno mundial.