ANÁLISIS | Escenario global
Según el McKinsey Global Institute (MGI), los grupos norteamericanos de alcance internacional contribuyen al producto bruto interno –o valor agregado– y a la mano de obra eficiente. Así sostiene “Crecimiento y competencia: papel de las multinacionales”.
No obstante, sus aportes ofrecen contrastes en escala sectorial, laboral y ciclos de negocios. Hoy, en Estados Unidos (y Canadá) se evidencia una gradual recuperación, precisamente trabada por la persistencia de un desempleo alrededor de 10%. Pero las multinacionales tienen más posibilidades de detectar y fomentar fuentes de crecimiento más allá de los problemas actuales. En este estudio, el MGI examina la contribución de esos grupos, potenciada por el cambiante contexto mundial donde deben adoptar decisiones sobre dónde participar e invertir.
En tanto otros trabajos encaran aspectos más concretos o segmentados de esa actividad, el de McKinsey ofrece un panorama más completo y detalla la participación de las multinacionales en una serie de acciones directamente vinculadas a su desempeño relativo a la expansión económica norteamericana.
Ello implica comparar los aportes de esas compañías y la actividad económica general en el curso del tiempo. Se explica, entonces, que el estudio haya comenzado analizando datos, bibliografía especializada e investigaciones sobre competitividad área por área. También se entrevistaron ejecutivos superiores en 26 de las transnacionales mejor conocidas de Estados Unidos.
Pistas competitivas
La nueva situación contrasta con la situación de hace unos 30 años. Comparadas con las otras empresas estadounidenses, las multinacionales se hallan el doble de concentradas en las áreas mundialmente más competitivas. Dado que muchas empresas afrontan presiones y opciones, las multinacionales norteamericanas pueden dar pistas sobre cómo el resto –y la economía entera– reaccionan a la creciente competencia.
Si bien las transnacionales con sede en EE.UU. incluyen las mayores firmas privadas allá y en el exterior, sus verdaderos efectos económicos no son tan familiares. Por ello, el MGI busca trazar un cuadro completo evaluándolo según parámetros claros de desempeño.
En conjunto, las multinacionales significan menos de 1% de las empresas privadas en EE.UU. pero, como ya se ha indicado, aportan 23% del PBSR, o sea casi un cuarto del valor agregado. Además, influyen desproporcionadamente en el gasto no estatal en investigación y desarrollo, pagan mejores salarios medios, representan casi la mitad de las exportaciones y más de un tercio de las importaciones. Eso implica una balanza comercial más favorable que en el resto de las compañías.
Los grupos transnacionales ejercen, además, un relevante efecto multiplicador indirecto sobre la economía. Por ejemplo, vía compra de insumos –tanto primarios como intermedios y complejos– o de servicios financieros, reales y tecnológicos.
Sin embargo, en coyunturas como la presente, muchas empresas encaran los mismos problemas y las mismas presiones, ya sean multinacionales o locales. Así ocurre con la crisis europea de endeudamiento, cuyos coletazos en Estados Unidos-Canadá afectan primero a organizaciones con mayor presencia en la Unión Europea. Justamente por ello, las transnacionales norteamericanas pueden brindar su experiencia al conjunto del sector privado.
Una cosa es clara: la crisis sistémica de 2006/09 y su secuela en la Eurozona está modificando el escenario global donde actúan e invierten las multinacionales. Por una parte, Norteamérica mantiene fuerte atractivo como mercado para transnacionales de todo origen y fondos soberanos de países tan diversos como China o la Unión de Emiratos Árabes. Por la otra, prosperan mercados emergentes cada día más dinámicos y competitivos.