ANÁLISIS | Escenario global
Por Marcelo Iezzi y Natalia Redolfi (*)
Marcelo Iezzi y Natalia Redolfi
Así fue como se inauguró el diálogo respecto del desarrollo sostenible en el largo plazo.
La explosión de la reciente crisis financiera internacional no hizo otra cosa que evidenciar más aún las limitaciones de este modelo, profundizó la discusión respecto de sus perspectivas a futuro y generó las condiciones para la aprehensión de un nuevo modelo, que ya no se centra en el crecimiento sostenido sino en el desarrollo sostenible.
El desarrollo sostenible se define como un tipo de progreso que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propios requerimientos. Esta definición implica que el desarrollo económico debe ser respetuoso del medio ambiente y estar acompañado por el bienestar social para ser sostenible en el largo plazo.
En términos generales, la adecuación de los modelos de negocios a este nuevo paradigma, implica un esfuerzo de adaptación y apertura para el sector privado: al entorno, a los actores sociales, a los patrones culturales y al medio ambiente. En fin, a un sinnúmero de variables un tanto relegadas por el modelo anterior.
Así, se percibe la RSE como herramienta de gestión de riesgos. A escala social, el enfoque de desarrollo sostenible implica un profundo cambio en el rol tradicional de la empresa. Se trata de un rol más participativo. Se habla de “empresa abierta” o, en analogía con la segunda generación en la historia de Internet, de una “empresa 2.0”, un tipo de organización consciente de la relevancia del feedback de su entorno y de la gestión estratégica de sus redes sociales, con el propósito de agregar valor a sus actividades.
Esta concepción de la empresa como un actor social, y la conciencia del entorno por parte de las empresas, no emerge exclusivamente por iniciativa del sector privado o público, sino que es impulsada por todo el entramado de redes sociales, internas y externas a la organización, que han demostrando tener el potencial de afectar –positiva o negativamente– los resultados de las empresas.
Desafíos culturales
Esta tendencia es reconocida, en cierta medida, por los CEO argentinos, como surgió en la duodécima edición de la Encuesta Anual Global a los CEO, Sexta Edición Sudamericana.
Entre aquellos cuya empresa experimentó una fusión o adquisición en los últimos años, se reconoce, en 86%, que el principal desafío afrontado en este proceso consistió en los temas-conflictos culturales. La tendencia se presenta en la Argentina en una medida mucho mayor que en el plano regional y global, donde los CEO identifican los aspectos culturales como el principal desafío en 54% y 48% de los casos, respectivamente.
En el marco de esta nueva conciencia de la empresa como actor social y de su apertura al entorno, las actividades de Responsabilidad Social Empresaria (RSE) aparecen como la herramienta de gestión por antonomasia. En términos generales, el propósito de la RSE es fortalecer o incrementar el capital social. Los CEO argentinos reconocen la importancia de la RSE en este propósito: el 72% coincide en que el fortalecimiento de sus programas de Responsabilidad Social Empresaria es una fuente “importante” o “crítica” para obtener una ventaja competitiva que permita sostener el crecimiento de la empresa en el largo plazo.
Esta tendencia coincide, en cierta medida, con la perspectiva de los líderes a escala regional y global.
Ahora bien, ¿de qué manera colabora la RSE con la integración de la empresa a su entorno? En primera instancia, la RSE implica el diálogo con los grupos de interés, definidos como aquellos que afectan o están afectados de alguna manera por la actividad de la organización. El análisis de las expectativas y del potencial de presión de estos grupos sobre las decisiones de la empresa permite el desarrollo de iniciativas tendientes a integrar sus intereses en la actividad de la organización, ya sea para mitigar aquellos aspectos que pudieran impactarles negativamente o para potenciar los que representaran un impacto positivo.
(*) Marcelo Iezzi y Natalia Redolfi son, respectivamente, Associate Partner y gerente de la práctica de RSE y Desarrollo Sostenible de PricewaterhouseCoopers.