Hay una ambiciosa propuesta para el próximo combustible

    Ideas y debates |

     

    Por Jay Ogilvy (*)

    Mientras se intensifica la búsqueda de alternativas para los combustibles que emiten carbono, son cada vez más numerosas las voces que reclaman el resurgimiento de la energía nuclear. Pero esa no es una energía como las demás; la naturaleza de la tecnología y los niveles de inversión que requiere exigen que sea desarrollada de manera diferente que los otros tipos de combustibles. El problema con la energía nuclear no es tanto que sea peligrosa, ni que sea inviable, sino que sus requisitos de escala y alcance son apabullantemente grandes. Para conseguir sus beneficios, tendríamos que pensar en grande, mucho más grande de la forma en que piensan los decisores sus actuales proyectos energéticos.
    Por lo general las operaciones nucleares son manejadas hoy por corporaciones o empresas públicas de servicios. Pero si la intención de un programa de energía nuclear es reducir significativamente los gases de invernadero, entonces una compañía, por bien manejada o financiada que esté, no es lo suficientemente grande como para manejarlo. Hasta los Gobiernos nacionales son demasiado pequeños. El cambio climático es un problema global, y requiere soluciones internacionales genuinas.
    Aquí, entonces, hay una propuesta de escala adecuadamente grande; podríamos decir adecuadamente presuntuosa. Estados Unidos, Francia y Japón deberían formar una coalición para invertir recursos intelectuales, financieros y manufactureros para construir capacidad energética nuclear. Deberían ubicar esos proyectos en China, donde nuevas plantas nucleares serían diseñadas para reemplazar gran parte de las sucias plantas carboníferas que el Gobierno chino está construyendo u operando actualmente. Esta propuesta también reduciría las importaciones petroleras de China, liberando así recursos energéticos en otras partes del mundo. Y todo el proyecto debería contemplarse como un modelo para la inversión internacional en uso de recursos globales.

    Un proceso limpio
    Para justificar esta idea, tenemos que considerar desapasionadamente los beneficios de la energía nuclear. Primero, generar energía eléctrica a partir de plutonio es un proceso limpio. Claro, hay emisiones de carbono que se generan en la minería, transporte y procesamiento del uranio, pero una vez que una planta nuclear ha estado en funcionamiento durante seis o siete años, la energía es libre de carbono.
    Segundo, la energía nuclear es buena para manejar los llamados costos de base. Como la energía eléctrica tiene un almacenamiento caro, por lo general no se la puede transferir de tiempos de baja demanda a tiempos de alta demanda; esto hace la generación de energía eólica y solar, con sus flujos energéticos tan impredecibles, más costosas y difíciles de manejar. Por el contrario, la energía nuclear es estable y confiable, con poca necesidad de almacenamiento para modular tasas variables de generación.
    Tercero, aunque requiera miles de millones de dólares poner en funcionamiento una planta nuclear, es relativamente barato operarla de allí en más. Puede suministrar electricidad a tasas competitivas con el carbón, gas y petróleo.
    Seguramente presenta su cuota de problemas, pero muchos de ellos se vuelven menos difíciles cuando se los atiende a gran escala. Por ejemplo, las plantas nucleares han requerido enormes subsidios gubernamentales por el inmenso costo de construirlas; a gran escala, los costos por kilowatt bajan. Desde el punto de vista político, seguramente generan mucha oposición, básicamente por miedos. Están los problemas asociados con almacenamiento de desechos nucleares, todavía sin resolver.
    Pero los problemas comienzan a parecer mucho más manejables cuando se los mira desde una perspectiva internacional.

    China es el lugar
    Y China es el lugar para poner en marcha el plan internacional. Esta nación de 1.300 millones de personas, la mayoría de las cuales están aumentando rápidamente su uso de energía, va camino de completar y poner en operatividad una nueva planta alimentada a carbón por semana. Es el lugar donde sustituir carbón por energía nuclear hará el mayor bien con la mayor rapidez. China también es el mejor país para iniciar grandes proyectos. Un poco de autocracia es muy útil cuando se trata de ubicar y construir plantas nucleares. Gracias al dominio de un partido único y fuerte interés en soluciones centralizadas y sostenibles, el Gobierno chino puede aprobar y construir plantas nucleares rápidamente, evitando las demoras (con el correspondiente aumento de costos) que las protestas generarían en otros países.
    Pero China no puede aceptar sola el desafío nuclear. Mucha de la tecnología viene de Japón. A China le falta, además, la necesaria experiencia nuclear. Francia, en cambio, tiene bastante, casi 80% de su electricidad es actualmente generada por energía nuclear. Estados Unidos también tiene gran experiencia gracias a empresas como General Electric y Westinghouse. Además, Estados Unidos tiene un interés especial en reducir sus emisiones de carbono, pues las genera en cantidades increíbles.
    El desarrollo de energía nuclear en China con supervisión internacional, tendría otros beneficios relacionados con centralización y control. Podría reducir la competencia por un recurso tan escaso como el uranio y así mantener bajo el precio del combustible nuclear. Además, casi con certeza, reduciría el peligro de la proliferación. Un cuerpo internacional, como la International Atomic Energy Agency, podría funcionar como vigilante.
    Ser un importante productor de energía nuclear ayudaría a China a integrar aún más su economía a la economía mundial. Tener, además, a estos dos viejos enemigos –Japón y China– involucrados juntos en un proyecto de este tamaño sería una buena noticia para la geopolítica mundial.
    Por supuesto, quedan muchas preguntas por contestar. Por ejemplo, ¿qué pensarían los rusos de un plan de esas características? ¿Qué percepción tendría Alemania de esta oportunidad de negocios para Francia? Y el tema de dónde tirar los desechos nucleares no desaparecerá, aunque ahora podría ser tratado a escala global.

    Tres razones
    Todavía un problema más: ¿cómo se hace para que los chinos no usen la tecnología en su propia ventaja competitiva? La mejor respuesta podría ser: dejémoslos. Por tres razones. Primero, la concentración de tecnología nuclear en China liberará recursos en otra parte para inversiones en tecnologías energéticas limpias. Segundo, el éxito de China en limitar las emisiones de carbono beneficiará a todos. Pero tercero y más importante, si el reciente colapso económico nos ha enseñado algo, es que debemos escribir un nuevo capítulo en la historia del capitalismo.
    Debemos repensar los méritos de la competencia tipo “empobrecer al vecino” entre las naciones. Hay una cosa que se llama bien común internacional, y esta propuesta puede servir como campo de pruebas para nuevos tipos de asociaciones público-privadas.
    Esta propuesta es swiftiana, tal vez, porque implica una idea aparentemente impensable. Reuniría a grupos que no son típicamente considerados capaces de trabajar juntos –los Gobiernos de China, Francia, Japón y Estados Unidos– para colaborar combinando los mejores aspectos de cada uno.
    Esta propuesta lograría otras dos cosas. Mejoraría la calidad del debate sobre energía nuclear, sacando el tema del ámbito retórico de “o usted está a favor o en contra de la energía nuclear”. Y mostraría a la gente lo que los países pueden lograr si se lo proponen. Y podemos retardar la quema de carbón en China, construir allí plantas nucleares y revertir el curso del cambio climático, luego podríamos hacer muchas otras cosas. Tal vez podríamos hasta salvar vida oceánica o las selvas lluviosas.
    Compartimos solo una ecología global. Deberíamos compartir la responsabilidad de mantenerla limpia.

    (*) Jay Ogilvy es decano y director académico de la Presidio Graduate School, que ofrece maestrías en programas de administración de empresas basados en principios de sustentabilidad. Además es co-fundador de Global Business Network y presidente de Global Potentials Program del Esalen Institute.