Se vuelca sobre la región el poder de la chequera china

    ANÁLISIS | Perspectiva


    Martín Redrado

    En las últimas semanas, China negoció acuerdos para aumentar a US$ 12.000 millones un fondo de desarrollo en Venezuela, prestar a Ecuador por lo menos US$ 1.000 millones para construir una planta hidroeléctrica, poner a disposición de la Argentina más de US$ 10.000 millones en moneda china y prestar US$ 10.000 millones a la petrolera nacional brasileña. En general, los acuerdos procuran asegurar el acceso de China a recursos naturales como petróleo.
    En la última década el comercio del país asiático con los países latinoamericanos creció rápidamente hasta ocupar el segundo lugar en importancia después de Estados Unidos. Sin embargo, la magnitud de estos últimos préstamos indica un compromiso más profundo con esta región. Mientras tanto, la administración Obama está dando los primeros pasos para restañar las dañadas relaciones entre Washington y América latina.
    Durante la reciente reunión de Obama con los mandatarios regionales, se habló de un plan para reforzar las arcas del Banco Interamericano de Desarrollo, que atraviesa serias dificultades desde la crisis.
    Mientras tanto, China aumenta sus préstamos a América latina con un doble objetivo: tener acceso a largo plazo de productos primarios como hierro y soja y contar con una alternativa para no seguir invirtiendo en bonos de la Tesorería de Estados Unidos.
    Uno de los últimos acuerdos de China en el continente sudamericano es el arreglo con nuestro país por US$ 10.000 millones. Eso permitiría al Gobierno acceso confiable a la moneda china para pagar, entre otras cosas, importaciones desde ese país. China busca también la forma de ir encaminándose hacia una situación en que su moneda sea usada como alternativa para reservas internacionales. Ya firmó acuerdos similares con Corea del norte, Indonesia y Bielorrusia.

    Gravitación de la nueva potencia
    China avanza en la región, entre otras cosas porque las entidades de préstamos tradicionales –controladas hasta cierto punto por Estados Unidos– como el Banco Interamericano de Desarrollo están tropezando con sus propios límites.
    Solo uno de los proyectados préstamos de China, los US$ 10.000 millones a la petrolera estatal brasileña, es casi tan abultado como los US$ 11.200 millones a que ascendió toda la financiación aprobada por el Banco Interamericano en 2008. Se espera que Brasil use el préstamo para exploración de costa afuera, mientras simultáneamente acepta exportar hasta 100.000 barriles diarios de petróleo a China.
    Las autoridades del Banco Interamericano, donde de hecho Estados Unidos tiene poder de veto en algunos temas, están tratando de triplicar su capital para poder aumentar sus préstamos a US$ 18.000 millones este año. Pero el reaprovisionamiento implica delicadas negociaciones entre las naciones miembros, especialmente luego de que el banco perdiera casi US$ 1.000 millones el año pasado. China también participará en esas conversaciones, pues desde este año también es miembro del banco.
    China, además, desembarcó en países latinoamericanos donde Estados Unidos tiene escasa influencia, como Venezuela. En febrero, el vicepresidente, Xi Jinping, se reunió en Caracas con el presidente Hugo Chávez. Juntos anunciaron que el fondo de desarrollo respaldado por China que ya está radicado en la capital venezolana crecerá de US$ 6.000 millones a US$ 12.000 millones. A cambio, Venezuela sube a 380.000 barriles diarios de petróleo los envíos a China.
    El Gobierno de Chávez dice que esta ayuda no viene, como otras, supeditada al cumplimiento de condiciones, como el escrutinio de las finanzas internas.
    Todos estos acuerdos Beijing los hace sin alharacas, tal vez consciente de que sus relaciones con Estados Unidos siguen siendo de gran importancia. Quién sabe, sin embargo, hasta cuándo durará esa deferencia.