El camino a la recesión

    Actividad económica |

    Las perspectivas para el presente año no son buenas. Algunas decisiones tomadas desde la administración nacional, posiblemente confiada en que continuaría un contexto internacional favorable, dejaron débil a una economía que no pudo resistir el golpe asestado por la crisis internacional a partir de octubre. La Argentina se encamina a una recesión a la par de la contracción de sectores tales como el productor de alimentos, el agropecuario, la construcción y el automotriz, siempre caracterizados por ser difusores del crecimiento.

    Cuentas nacionales

    Una desaceleración demasiado brusca

    2008 fue nuevamente otro año de crecimiento económico. El producto bruto (PIB) se expandió 6,4%, un guarismo nada despreciable en comparación con el promedio de la región, aunque relativamente bajo cuando se mira la historia reciente. La economía cierra un ciclo de seis años ininterrumpidos de registros alcistas, el más extenso desde 1964 y el más estable desde 1918.

    A diferencia de los años anteriores, este crecimiento esconde un 2008 ajetreado, donde se presenció una seguidilla de shocks internos y externos cuyas consecuencias se comenzaron a sentir hacia fin de año y que veremos en todo su rigor durante 2009.
    El crecimiento durante el primer trimestre de 2008 fue de 8,3%, muy en línea con los guarismos registrados desde 2003 hasta la fecha. De hecho, la expansión del PIB durante los primeros dos meses del año fue de 9,5%, impulsada por la inercia del gasto público electoral y un consumo e inversión dinámicos oxigenados por las renovadas expectativas fruto de una supuesta renovación política.
    Luego de dos meses prometedores, comienzan a impactar en la economía una serie de shocks que nos depositan en el actual contexto pesimista. El conflicto con el sector agropecuario fue quizá el más importante de estos eventos, principalmente porque sería la muestra del daño (auto-inflingido) que anunciaba lo que vendría a posteriori. La profundización de la crisis financiera global y la estatización del sistema de jubilaciones dieron el golpe de gracia a la confianza y a la producción.
    Cada uno de estos shocks se vio reflejado, por un lado, en una intensa fuga de capitales que alcanzó, durante 2008, los US$ 22.000 millones, y en la desaceleración de las tasas de crecimiento desde niveles en torno a 8,8% a 5,8%, cerrando el cuarto trimestre con un registro que apenas alcanzaría 4%. Un freno, indudablemente, muy brusco.
    Análisis de la demanda
    Durante 2008 se registró una dinámica muy similar a la observada en 2007. La suma del consumo público y el privado mostró un avance de 7,2% anual, sobre todo durante el primer semestre (+9% anual), aunque lógicamente no escaparon a la desaceleración fruto de la erosión en la confianza y una economía fatigada.
    Los elementos que impulsaban el consumo privado, suba de salarios y crecimiento del crédito, comenzaron a tambalear durante el segundo semestre, de la mano de una inflación en torno a 25% anual y la crisis financiera global. La inversión, luego de un registro prometedor durante el primer trimestre (+20,3% anual), mostró sendas desaceleraciones que podrían terminar con una tasa negativa en el último trimestre y que redondearía un crecimiento anual sectorial en 2008 de alrededor de 9%.
    Aunque su participación en el PIB mostrará una expansión de 0,6 puntos porcentuales ubicándose en 23,2%, debe aclararse que el registro acumulado anual del tercer trimestre había sido de 23,6%, de manera que estamos en presencia de la primera retracción de esta variable luego de 23 trimestres de crecimiento consecutivo.
    La demanda agregada (consumo público, privado e inversión) se incrementó en 2008 a una tasa de 7,6%, muy por encima de 6,4% de la actividad económica. Esta dinámica deterioró aún más la balanza comercial que, medida en cantidades a precios de 1993, registró el primer déficit luego de ocho años. El sector externo fue el gran perdedor dentro de los rubros de la demanda durante 2008 y restó al crecimiento de la actividad.

    Análisis de la oferta
    La oferta reflejó fielmente la evolución de los rubros de la demanda y la coyuntura observada desde el mes de marzo en adelante. Un consumo recalentado beneficia a los sectores de servicios (no transables), mientras que los productores de bienes (en su mayoría transables) se perjudican por una influencia mayor de las importaciones.
    No sorprende en este contexto que 80% del crecimiento de 2008 se explique por la producción de servicios (13 puntos más que en 2007) en detrimento de la producción de bienes, que representa el restante 20% (33% en 2007). Estos sectores registraron crecimientos de 7,8% y 3,5% anual, respectivamente.
    Puntualmente, los ganadores de 2008 fueron las actividades asociadas al sector inmobiliario y el sector financiero, con crecimientos anuales de 5,7% y 18% anual. El primero de ellos impulsado por una todavía escasa oferta de inversiones para los saldos monetarios ociosos, mientras que el segundo por un crecimiento importante de los créditos al consumo (+32% anual). Ambos explicaron 27% del crecimiento del PIB; casi 10 puntos más que en 2007.
    En la vereda de enfrente, no sorprende encontrar a la agricultura y ganadería, cuyos volúmenes producidos registraron una caída de 1,5% anual, configurando un factor negativo para la dinámica de la economía. La industria y la construcción, con crecimientos en torno a 5% anual, registraron caídas en la participación en el crecimiento por segundo año consecutivo. Estas tres actividades, que en 2007 representaron 30% del crecimiento de la actividad económica, en 2008 lo hicieron en 18%.

    Perspectivas para 2009
    Los guarismos de 2008 mostraron un deterioro mayor al esperado hace un año (el crecimiento estimado en el último anuario era de 7,2%). Esto tuvo que ver con dos fenómenos no incluidos en los supuestos en ese entonces: el conflicto agropecuario y la magnitud de la crisis financiera global.
    La Argentina mostró entre 2003 y 2007 una tasa de crecimiento anual que en promedio alcanzó 8,8%. El dato relevante es que las tasas del rebote, definidas como el crecimiento hasta alcanzar el pico anterior (ubicado temporalmente entre el primer trimestre de 2003 y el primero de 2005), fueron las mismas que en el período de crecimiento. De este modo, el país se encamina a una desaceleración donde, no sólo incidirá el ciclo económico global, sino que se acusará recibo del sobrecrecimiento de los últimos tres años.
    La desaceleración de la demanda privada, consecuencia de un deterioro importante de la confianza, y la inevitable lentitud en el gasto público, fruto de una merma significativa de los recursos por la caída de los precios de los commodities (los ingresos serán $25.000 millones menos de lo presupuestado), aseguran una caída importante de la demanda local. La demanda externa entrará en una dinámica similar de la mano de la crisis global.
    La Argentina entrará en 2009 en un período recesivo. Aunque difícil de predecir por lo volátil del contexto y los repentinos cambios en las expectativas, la contracción de la economía será de al menos 0,5% y podría llegar a 1,5%. No puede descartarse una caída mayor en el caso que se sigan tomando medidas que erosionen aún más la confianza y extienda temporalmente la fuga de capitales. Este último escenario no puede descartarse a la luz de los acontecimientos recientes.
    Aunque el gasto desacelerará, sin dudas lo hará menos que la demanda privada. Este último factor, sumado a decisiones recientes de estatizaciones, será el correlato de una economía con una mayor intervención estatal en detrimento del sector privado, con el consecuente impacto sobre la productividad y las tasas de crecimiento de los próximos dos años.

    Sector fabril

    La industria knock-out por muchos golpes

    2008 cerró con un crecimiento sectorial de 4,8%, muy inferior al guarismo registrado en 2007 (+7,5%). Si bien era esperable una desaceleración del sector fabril, fue mayor a lo esperado un año atrás, fruto de los shocks internos y externos observados a partir de marzo. La producción de servicios desplazó definitivamente de la escena a la oferta de bienes.

    El freno en la actividad reconoce su génesis en tres momentos puntuales durante los meses de marzo, junio y octubre. Estas caídas respondieron al comienzo del conflicto con el sector agropecuario, su posterior profundización y, finalmente, la confirmación de que la crisis global generaría un aterrizaje forzoso del mundo desarrollado. Luego de los primeros dos hitos, la actividad industrial levantó cabeza y recuperó parte del terreno perdido, dando una muestra de fortaleza notable.
    Pero los hechos observados en octubre fueron demasiado para la confianza y capacidad del sector, sobre todo para el segmento Pyme, fenómeno que configuró definitivamente un quiebre claro en la tendencia e implicó un crecimiento casi nulo en el bimestre noviembre/diciembre.
    35% del crecimiento estuvo explicado exclusivamente por la producción de automóviles, que registró una expansión de 14,1%. Debe resaltarse la diferencia en la dinámica del primer semestre respecto al segundo, dejando plasmado en números la sucesión de shocks descrita. Hasta el mes de junio la tasa de crecimiento era de 35% anual, y descendió durante el segundo semestre a 8%, correlato de la caída de la demanda local y externa, esta última de la mano de los menores envíos al mercado mexicano. El Estimador Mensual Industrial (EMI) acompañó la evolución de su principal tractor con tasas de 6,2% y 3,8% en la primera y segunda mitad del año.
    Sólo cuatro (automotriz, metálicas básicas, alimentos y bebidas y químicos) de las doce actividades que componen el EMI concentraron 85% del crecimiento, guarismo que alcanza 97% si agregamos la producción de minerales no metálicos y la edición e impresión. La mayor concentración es muestra de un crecimiento menos difundido, consecuencia de un contexto volátil que genera un aumento en la dispersión de las tasas de expansión.
    En términos generales, todos los sectores mostraron dinámicas dentro de lo esperado en el último anuario. Las excepciones fueron el sector automotriz, cuya evolución ya fue descrita, y los siguientes bloques:
    • Metálicas básicas. Con un incremento de 9,3% anual fue uno de los tractores de 2008. Esta evolución se sustentó en el crecimiento de la demanda local y externa y la maduración de inversiones que permitieron una expansión de la capacidad productiva.
    • Metalmecánica y textil. Ambos dependientes de barreras arancelarias, del tipo de cambio real (TCR) y de la capacidad de financiar capital de trabajo a tasas razonables. El contexto macroeconómico ya expuesto operó en detrimento del segundo y tercer punto, a través de la interrupción de las cadenas de pago, aumentado las tasas cortas y apreciando el TCR, sobre todo en el último trimestre del año. Ninguno de estos dos sectores pudo levantar cabeza luego de la profundización del conflicto agropecuario, registrando tasas en el primer y segundo semestre de 7,2% y –4,5% anual el sector textil, y 3,7% y –0,2% el metalmecánico.
    • Sector productor de caucho y plástico. Dependiente del sector automotriz, el consumo minorista, la construcción y el agro, ramas que registraron importantes deterioros en su nivel de producción. El crecimiento del primer semestre fue de 6,5% anual, mientras que dicho guarismo cayó en picada durante la segunda mitad del año observándose una contracción de 3,8% anual.
    El uso de capacidad instalada acompañó el crecimiento de la actividad industrial con una suba de 0,6 puntos porcentuales respecto a 2007 y ubicándose en un nivel de 74,6%. Desde una perspectiva sectorial, esta variable no mostró sorpresas y estuvo en línea con la evolución de la producción de cada sector.
    Un dato relevante es la desaceleración que mostró el índice de capacidad implícita, que cerró el año con un crecimiento de 4%, después de dos años con registros superiores a 7%. Si bien el comienzo fue prometedor, con una tasa de 6,5% anual durante el primer trimestre, el cuarto cerró con una suba de apenas 2,3%, reflejando el deterioro de las expectativas sobre la marcha de la economía y su consecuente desaceleración de la inversión.
    Las perspectivas para 2009 son malas. La producción automotriz, de alimentos y bebidas y químicos, que explicaron 68% del crecimiento durante el último año, registrará fuertes deterioros. La primera presentará una contracción que será, como mínimo, de 5%. Los otros dos, muy ligados a la realidad del sector agropecuario y a la evolución del consumo interno, si bien mostrarán tasas positivas, estarán muy por debajo de los promedios históricos.
    La construcción acompañará la tendencia negativa, configurando una coyuntura muy flaca. Paralelamente, los volúmenes exportados de manufacturas de origen industrial venían registrando incrementos superiores a 20% anual, tasas insostenibles en el corto plazo. Indudablemente la industria se dirige de lleno a la primera contracción de la actividad luego de seis años de crecimiento, con una tasa que estará entre –0,5% y –1,5%.

    Servicios públicos

    La telefonía celular fue la que salvó el año

    Los servicios públicos mostraron un alza de 11,3% en 2008, registrando una desaceleración respecto a 2007. Si bien el guarismo se muestra abultado, el mismo oculta una importante desaceleración durante el segundo semestre. La primera mitad del año el segmento creció 15,8%, desacelerando el ritmo a la mitad durante el segundo semestre (+7,8%).

    Hubo dos rubros que registraron frenos importantes.
    • Transporte de pasajeros. Pasó de crecer 10,4% en 2007 a 0,6% en 2008. El crecimiento del primer bimestre fue de 14%, durante marzo y abril de 6%; el resto del año registró una contracción de 4%. Si bien este comportamiento responde a múltiples factores, se destacan la desaceleración de la construcción y la menor creación de empleo en general que redundan en una menor afluencia de personas de provincia a Capital Federal.
    • Transporte de cargas. De crecer 14,3% en 2007, se contrajo 11% en 2008. El crecimiento del primer bimestre fue 23%, durante marzo y abril de 3%, el resto del año tuvo una contracción de 19%. No quedan dudas de que el conflicto con el sector agropecuario fue el detonante de semejante quiebre de tendencia.
    Estos dos sectores pasaron de explicar 25% del crecimiento en 2007 a –2,2% en 2008 (es decir, restaron al crecimiento), terreno que fue ganado por el sector de telefonía. Este último mostró una aceleración en 2008, creciendo 29% anual (6 puntos más que en 2007), y explicando 85% del crecimiento (32 puntos más que en 2007).
    Si extraemos del índice la evolución de la telefonía, vemos que el incremento promedio anual desde septiembre de 2003 pasa de 15,4% a 9,5%. En el mismo intervalo, el sector de telefonía creció a un ritmo de 32,3% anual, explicado casi en su totalidad por la telefonía celular con un alza promedio de 45,4%. Puntualmente en 2008, al sacar del índice a la telefonía el crecimiento se reduce tan sólo a 3%.
    Para 2009 los segmentos de peajes y transporte público se estancarán e incluso se contraerán de la mano del aumento del desempleo. El transporte de cargas tendrá también un registro negativo que superará holgadamente 10%, en un contexto de recesión industrial y una caída de al menos 15% del sector agropecuario. Sólo una suba marginal de los servicios de electricidad, gas y agua (pondera 40% dentro del índice) y la evolución de la telefonía celular (pondera 9% dentro del índice) evitarán una contracción del indicador de servicios públicos en 2009, que registraría un crecimiento de 2/3%.

    Construcción

    Fuerte deterioro con una inversión menor

    El sector terminó 2008 con un crecimiento de 4%. Por segundo año consecutivo, el registro fue menor al de la economía, dato no menor teniendo en cuenta la incidencia de este sector dentro de la inversión (60% aproximadamente). El crecimiento del segundo semestre fue de 0,3%, casi 9 puntos menos respecto del primer semestre.

    El comportamiento del Indicador Sintético de la Construcción (ISAC) a lo largo del año siguió la misma lógica que el resto de la economía. Se observó un primer semestre muy bueno con una tasa de crecimiento de 9,1% anual, de la mano de la confianza post electoral. Incluso, entre los meses de enero y abril la tendencia era ascendente montada sobre un incipiente proceso de aceleración de la inversión.
    De allí en más, y con mucha claridad durante la segunda mitad del año, la construcción comienza a mostrar un comportamiento errático, profundizando su deterioro a partir de octubre.
    Entre sus componentes, el comportamiento fue similar, aunque aquellos asociados a la inversión (obras viales e infraestructura y otros destinos) fueron los que tuvieron un freno más abrupto. Específicamente, el rubro “obras viales” registró una contracción anual de 0,3%. En este caso particular, el contraste entre el primer y el segundo semestre es notable, pasando de un crecimiento de 4,7% anual entre enero y mayo, a una retracción de 3,4% entre junio y diciembre, valores que reflejan las dificultades fiscales que implicó para el Gobierno el conflicto con el campo y la posterior caída de los precios de los commodities fruto del contexto internacional.
    A tono con lo descrito en el anterior párrafo, nótese que, a excepción de los segmentos de construcciones petroleras y de viviendas, el resto mostró una caída en la participación en el crecimiento del sector. La construcción de viviendas pasó de representar 52,7% en 2007 a 67% en 2008, mientras que esta última sumada al rubro “otros destinos” concentró 88,1% del crecimiento (9,5 puntos más que en 2007).
    Las perspectivas para el presente año no son buenas, entrando el ISAC luego de seis años en terreno negativo. Es inevitable que se registren tasas por debajo de cero en los bloques asociados a la inversión pública y, sobre todo, la privada. Por el lado de las viviendas, si bien el racionamiento del crédito y una actitud conservadora impactará negativamente en el rubro, el ratio Q1 sigue en niveles elevados (desde 2005 en adelante se estabilizó en 80% por encima de la convertibilidad) y aquellos que hayan ahorrado en dólares durante el último año verán en el sector un vehículo de resguardo de valor, sobre todo si esos fondos se canalizan a segmentos donde existe demanda insatisfecha (clase media). La construcción de viviendas será posiblemente la menos golpeada de los bloques que componen el ISAC, siendo esta última la que compensará en parte la caída del resto de los sectores.

    Sector agropecuario

    El impacto sobre mercados regulados

    Fue un año movido para la actividad agrícola-ganadera. A la falta de políticas que garanticen un desarrollo sustentable en el largo plazo –que se disimuló con los excelentes precios internacionales de los commodities–, se le sumó un Estado que (aun en contra de sus propios intereses) buscó amedrentar a un sector que le propinó la primer derrota política relevante.

    Con independencia de la gravedad institucional de este proceso que corresponde a otro tipo de análisis, esta decisión por parte del Gobierno generó fuertes pérdidas económicas.

    Producción de carnes
    Durante el último año se profundizaron las regulaciones sobre la actividad ganadera y derivados (controles de precio, restricciones a la exportación, trabas burocráticas), lo cual impactó en los niveles de producción. La génesis más pretérita de dichos controles radicaba en la necesidad de mantener a raya la oferta local y consecuentemente los precios de la misma. Se estima para 2008 una caída de la oferta cárnica bovina del orden de 2% anual.
    A pesar de la menor producción, el consumo domestico siguió en ascenso (+3,5% anual), a costa de un brusco descenso en las exportaciones (–35% en volumen, menor guarismo de los últimos seis años) a pesar de los precios internacionales récord.
    Las trabas a las exportaciones, e incluso el cierre de las mismas, desembocaron en la pérdida de mercados constituyendo el ruso el caso más paradigmático. Este último, aunque no relevante en términos de precio, si lo era en cuanto a las cantidades y generaba un piso de ventas sólido. Paralelamente, la mala gestión del Organismo Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA), atribuido en ocasiones a actitudes intencionales, desembocó en una subutilización de la cuota Hilton.
    La baja en la producción se da además en un contexto de incrementó de la cantidad de cabezas ofrecidas, consecuencia de la importante sequía que azota al país desde el segundo semestre de 2008 y el incremento de la matanza de hembras que alcanzó un registro récord (48,9%), este último un dato que refleja las malas perspectivas del sector ganadero que gradualmente se continúa pasando a la producción de maíz y soja.
    Distinto es el caso de la carne aviar, cuya producción presentó un incremento de 11% por una mayor demanda tanto local como externa. Se debe tener en cuenta que el ciclo de producción aviar es significativamente inferior al vacuno y, consecuentemente, mucho menos riesgoso y más barato. Las exportaciones de estos productos vienen creciendo de manera consistente durante los últimos ocho años. Los principales destinos son Chile, Alemania, Sudáfrica y China.

    Producción de lácteos
    La producción primaria de leche presenta problemas cuya génesis es similar a la del sector de carne vacuna, aunque el presente es todavía más complejo. Siendo el sector lácteo un bloque muy sensible dentro del Índice de Precios y en los estratos económicos más bajos, el control sobre el mismo fue más intenso.
    El precio de referencia por litro de leche a boca de tambo se mantuvo congelado en $0,53 desde mediados de 2005 hasta 2007 que, en un contexto de inflación de costos, implicó caída en la rentabilidad y liquidación de tambos, (los pequeños sobre todo). Estos terrenos, en su mayoría arrendados, se volcaron inmediatamente a la producción de soja y el maíz.
    Si bien en 2007 el precio se incrementó a $0,83, la rentabilidad mejoró marginalmente, con lo que continuó el desarmado de tambos. En un intento por paliar este fenómeno, en febrero de 2008 se instrumentaron compensaciones mediante las que los tamberos reciben entre 5 y 11 centavos adicionales en función del nivel de producción. De todos modos, dado el aumento de costos en lo que va del año, el retorno sobre el capital invertido no mejoró (ver cuadro).
    Durante los últimos meses de 2008 se había llegado a un acuerdo entre los principales representantes de la cadena de pagar $1 por litro de leche cruda, precio que no mejoraría la situación de los tambos pequeños, pero que sin dudas frenaría el cierre de tambos. Recientemente se admitió que dicho acuerdo no se estaría cumpliendo por parte de las industrias. Fruto de las trabas a las exportaciones, se generó en el mercado interno un importante stock de leche que no hace rentable la compra a los precios establecidos.
    A pesar de esta coyuntura, el sector registró un crecimiento en volúmenes. La producción se incrementó casi 5% respecto a 2007 (aunque continúa por debajo de la de 2006), los despachos a la industria mostraron un alza de 6% y las exportaciones, aun con una menor participación relativa (18% de la leche cruda tuvo destino de exportación vía productos varios, contra 26% en 2006) crecieron 11% (50% en dólares, fruto de precios récord).
    La coyuntura es compleja. El Gobierno todavía no supo generar mecanismos claros y estables que incentiven la producción primaria, principal problema de la cadena láctea. El volumen producido todavía no superó el máximo observado en 1998 (10.328 millones de litros), lo que implicó una pérdida de market share en el mercado regional.

    Producción agrícola
    A pesar de ser un año crispado, 2008 fue para el sector agrícola un hito en todo sentido. A los precios de commodities en los máximos históricos, se sumó una producción que casi alcanzó las 91 millones de toneladas y superó los volúmenes de 2007 (90 millones de toneladas). Increíblemente 2009 viene de la mano de un cambio rotundo de la coyuntura. Los precios registrarán en promedio caídas de al menos 15%, a lo que se sumará una baja de similar envergadura en la producción (sería de aproximadamente 75 millones de toneladas) fruto del mal clima y la escasa inversión en fertilizantes (caída en la productividad).
    La caída en la producción se verá reflejada principalmente en el trigo, cuya cosecha se extiende entre octubre y enero, y fue por tal motivo la más perjudicada por los factores climáticos. El rendimiento por hectárea sembrada se estima caerá 30%, pasando de 2,7 toneladas a 1,9. En el resto de los sectores caería entre 5% y 20% consecuencia del menor uso de aditamentos químicos.
    Las tendencias estructurales, aun con el cambio de contexto, se mantuvieron firmes. El manojo de regulaciones y trabas impuestas a la casi totalidad de los sectores primarios ligados al campo han intensificado notablemente la siembra de la soja. Esta última tiene características que la hacen muy barata de producir, a lo que se suma su todavía elevado precio internacional en comparación con el resto. La superficie sembrada de soja pasó de 10,6 millones de hectáreas en la campaña 1999/00 a 17,8 millones (estimado) en la 2008/09, en detrimento del resto de los granos, de la ganadería y la lechería.

    Conclusiones
    No hay dudas de que el sector primario vive una coyuntura más que delicada. El único elemento que le daba oxígeno (los elevados precios internacionales) desapareció con la explosión de la crisis internacional, a lo que se sumó el mal clima. Estos fenómenos han dejado al desnudo el verdadero presente del sector y un Gobierno que hasta el momento se mostró incapaz de reencaminar la producción de un segmento que, directa e indirectamente, participa de 60% de las exportaciones y de casi 20% del PIB. 2009 será un año complejo, sobre todo para los productores pequeños y medianos. El valor bruto de la producción mostrará una caída de entre 30% y 40%, con inversiones ya realizadas que se hicieron con base en un escenario local y externo diferente.

    Medidas, varias. Plan, ninguno

    El decálogo K frente a la crisis

    Luego de que la realidad echara por la borda la hipótesis de que la Argentina se encontraba inmune al impacto de la crisis financiera internacional, el Gobierno cambió radicalmente su actitud y asumió una postura activista que se tradujo en una serie de anuncios en los últimos dos meses de 2008:

    1- Creación del Ministerio de Producción.
    2- Blanqueo de capitales.
    3- Moratoria impositiva.
    4- Menores cargas patronales para nuevos empleos.
    5- Plan de obra pública ($70.000 – 110.000 millones).
    6- Créditos al consumo y para compra de autos ($13.200 millones).
    7- Créditos al turismo ($300 millones).
    8- Eliminación de la tablita de Machinea.
    9- $200 por jubilado en Navidad.
    10-Reducción de 5% en retenciones al maíz y trigo.
    Más allá de que el plan luce como un conjunto de medidas improvisadas y sin un claro hilo conductor, este combo constituye una señal positiva ya que implica un reconocimiento de la realidad por parte del Gobierno y, al menos en principio, no tiene como objeto extraer recursos del sector privado de manera compulsiva. La lógica de las medidas es impulsar el gasto público y el consumo privado para que la demanda agregada no se resienta.
    Sin embargo, la efectividad de las medidas sería limitada. En términos generales la credibilidad resulta clave para que cualquier medida tenga éxito y el Gobierno dilapidó gran parte de su capital político durante el conflicto con el sector agropecuario y la estatización de las AFJP.
    La hipótesis equivocada (voluntaria o involuntariamente) que subyace detrás de las medidas es que la economía marchaba sólidamente hasta que sobrevino la crisis con un impacto significativo en la actividad. La realidad es que la desaceleración ya estaba en marcha previamente y que lo sucedido en el plano internacional sólo adelantó los tiempos. Mientras no se ataque el problema de fondo, la recuperación de la credibilidad, difícilmente funcione cualquier política que quiera aplicarse.
    Por otro lado, los grandes ausentes del plan son los estratos sociales más bajos. Esta omisión, no menor, configura un significativo error en dos sentidos: (a) suelen ser los más afectados por las recesiones y (b) su alta propensión marginal al consumo hace que el impacto reactivador sea más seguro y veloz.
    En relación a los casos particulares de mayor importancia:
    Blanqueo de capitales. El objetivo de la medida es robustecer la oferta de dólares en 2009 para compensar la menor balanza comercial por la reversión de los términos de intercambio y la fuga de capitales. La cifra de activos externos que maneja el Gobierno a la hora de hacer escenarios de entrada de capitales es de aproximadamente US$ 150.000 millones.
    Estimamos que está sobrestimada, ubicándose el nivel de activos externos no declarados líquidos (los propensos a volver con el blanqueo) en US$ 50.000 millones. La diferencia se explica por tres cuestiones. En primer lugar, un tercio de los activos externos que contabiliza la administración están declarados. Esta medida no modifica los incentivos para su retorno al país. Parte de los US$ 100.000 millones restantes están invertidos en activos ilíquidos (por ejemplo, inmuebles). Finalmente, la valuación de los activos invertidos en instrumentos de renta variable debería ajustarse para reflejar el colapso de los precios el último trimestre de 2008. Si aplicamos el mismo supuesto que el Gobierno (esperan un retorno de 7% de esos fondos) pero sobre la nueva base, el ingreso de capitales esperado pasa de US$ 10.000 millones a US$ 3.000 millones. Es difícil pensar que esta medida tenga éxito si primero no se modifican las condiciones que están dando lugar a la salida de capitales.
    Moratoria impositiva. En un contexto donde el crédito es escaso, los incentivos para orientar recursos propios al pago de deudas impositivas en el caso de empresas que estaban incumpliendo parecen bajos. Generalmente el timing de estos mecanismos es al iniciar la fase expansiva del ciclo, no cuando se ingresa en una fase contractiva. Aun en el caso de ser exitosa, la moratoria implicaría un drenaje de fondos privados por parte del sector público, con lo cual tendría el efecto inverso al buscado.
    Cargas patronales. Teniendo en cuenta el peso de la informalidad en el mercado laboral, la medida va en la dirección correcta pero su timing no es óptimo. En el marco actual de baja en la rentabilidad empresaria y destrucción del empleo pocas empresas están en condiciones de blanquear su personal teniendo en cuenta el incremento en los costos que esto implica. Los incentivos se reducen aún más cuando al mismo tiempo surgen pedidos de doble/triple indemnización por parte de los sindicatos.
    Créditos al consumo y turismo. Entregar créditos para el consumo es reactivante si inyectan fondos en la economía que estaban ociosos (debajo del colchón o abultando la liquidez de los bancos). Por el contrario, si se utilizan fondos que estaban orientados a otros créditos lo único que cambia es el destinatario del préstamo con un impacto agregado nulo.
    Plan de obra pública. Aun en el caso de que el Gobierno cuente con financiamiento genuino para realizar el plan (¡gran supuesto!) existen serias dudas sobre la capacidad de ejecución de un plan de esta magnitud. Ya existen ejemplos de grandes planes que no se concretaron en tiempo y forma, como fueron los correspondientes a la matriz energética y el plan de viviendas.
    Eliminación de la tablita de Machinea. Las modificaciones incorporadas a la tablita durante los últimos años habían engendrado situaciones con incentivos perversos. Se daban casos donde no era conveniente trabajar más y ganar un salario más alto porque los ingresos se reducían: por ejemplo: (a) una persona que ganaba $6.900 mensuales luego de las deducciones por ganancia cobraba en mano $6.444, (b) una persona que ganaba $7.001 mensuales luego de las deducciones por ganancia cobraba en mano $6.045. Esto obviamente requería ser corregido. Sin embargo, la medida no incentiva al consumo dado que beneficia a 3% de los trabajadores con mejores ingresos (los que ganan más de $7.000 mensuales) que probablemente orienten estos recursos adicionales al ahorro.

    Rentabilidad industrial

    Con la salida de la convertibilidad se produjeron cambios drásticos en los precios relativos de la economía (en el caso de los sectores no regulados). En términos generales mejoró la competitividad/ rentabilidad del sector industrial, principalmente el orientado a la exportación y sustitución de importaciones, en detrimento del sector de servicios e intermediación.
    Presentaremos a continuación un análisis de esta variable a través de la utilización de un índice precio-costo.

    Cuestiones técnicas:
    • Utilizando la matriz insumo producto ajustada por los cambios en los precios relativos luego de la devaluación, se generó un índice de costos que abarca 84% de los rubros que componen esta variable.
    • Para el precio se utilizó el Índice Mayorista de Precios de Manufacturas publicado por el Indec.
    • Se armó luego la relación precio-costo, que representa la rentabilidad unitaria.

    Aclaraciones adicionales:
    • El análisis en cuestión es de rentabilidad unitaria. El beneficio empresarial está determinado por la rentabilidad unitaria y los volúmenes producidos. Esto quiere decir que el beneficio empresario no necesariamente está correlacionado con la evolución de este índice.
    • No se incluyeron dentro del análisis los cambios en la productividad del capital. Si bien éste es un elemento relevante dentro de la rentabilidad, no lo fue en la Argentina del último lustro. Se debe tener en cuenta que el proceso de crecimiento se basó hasta 2006 en la utilización de capacidad ociosa. De allí en adelante la inversiones realizadas respondieron más a mantener share en el mercado (ampliaciones) que en mejoras tecnológicas, comportamiento que se materializa en la dinámica inflacionaria (inversión insuficiente).
    • En la industria conviven realidades diversas. El índice muestra la evolución de la rentabilidad unitaria promedio.
    Del análisis del gráfico adjunto, se observa que la máxima rentabilidad se alcanza en octubre de 2003, superando en 14% al guarismo observado dos años antes. A partir de allí comienza un gradual y razonable proceso de ajuste en función de:
    • La recuperación de los salarios.
    • Mayor competencia local y externa.
    Dicho proceso de ajuste gradual se extiende hasta mayo de 2005, no casualmente el mismo año en que empieza a cobrar relevancia la cuestión inflacionaria. De allí en más el deterioro de la rentabilidad se profundiza y alcanza en mayo de 2008 el nivel de 102,2, el exacto mismo nivel de diciembre de 2001. A partir de allí el índice se estabiliza de la mano de precios de insumos agrícola ganaderos menos dinámicos. El último dato (noviembre) fue de 102,6.
    Sin embargo, debe aclararse que esta dinámica estuvo acompañada por el crecimiento lineal de la producción, que se encuentra actualmente 53% por encima de la registrada en diciembre de 2001. Esto explica cómo, a pesar de la fuerte erosión de la rentabilidad, la industria sigue teniendo ganancias.
    Deben tenerse en cuenta algunos elementos adicionales:
    • Si bien el proceso de deterioro de rentabilidad parece haberse detenido, se registró en los últimos meses una desaceleración en las cantidades producidas. Consecuentemente, los resultados de la industria comienzan a mostrarse más endebles con un impacto negativo en la inversión, tal y como se desprende del análisis de la capacidad implícita de la industria.
    • La composición de la industria es heterogénea, y conviven en ella empresas grandes y competitivas conjuntamente con pequeñas y vulnerables. En el segundo gráfico se observa cómo la actividad de la pequeña y mediana empresa viene registrando caídas ya desde el primer trimestre de 2008, complicadas por un acceso restringido al crédito, el empeoramiento de las condiciones financieras y una coyuntura económica menos favorable. Esto tiene consecuencias sobre la creación de empleo y una cada vez mayor informalidad, teniendo en cuenta que es este tramo de la industria el más dinámico creador de empleo pero, también, donde existen los mayores ratios de empleo informal.

    1- Relación entre el valor de reposición de un inmueble y su valor de venta.