Es fulminante el desgaste del último recambio en el Gobierno

    Sin haber avanzado demasiado en el diálogo con las entidades del agro, ni con la mesa láctea, ni haber conformado a los productores afectados por la sequía con la compensación dispuesta, el secretario de Agricultura, Carlos Cheppi, ya está desgastado en apenas un mes largo de gestión.
    En el último fin de semana de agosto, en Paraná, más de 6.000 productores de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires. Tucumán, Santiago del Estero y Corrientes, entre otras provincias, decidieron reanudar la protesta rural durante una asamblea cuyo desarrollo mantuvo interrumpido el túnel subfluvial a Santa Fe mientras se deliberaba bajo el lema “por un país federal”.
    Los reclamos agropecuarios pretenden que se cree un sistema distinto de retenciones, en el marco de una reforma profunda; una nueva ley de emergencia agropecuaria y otra de arrendamientos de la tierra para los procesos de concentración que encarnan los llamados pools de siembra. 
    La suspensión de las conversaciones en la llamada mesa láctea también es incluida en el temario general a discutir con el Gobierno, lo mismo que la producción de carne y economías regionales que contemplen el desarrollo de los pueblos del interior.
    Pero se agregó en la agenda de los conflictos uno que no lo era aún al momento de estallar la protesta: la sequía, ya que, según Alfredo De Angeli, los anuncios oficiales de $25 millones para Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Chaco y Santa Fe, que atraviesan dificultades ante la falta de lluvias, “es darle una botellita de agua por las 12 millones de cabezas que se han perdido a causa de la falta de agua y de pasto invernal”.
    La producción agropecuaria padece la peor sequía de los últimos 20 años y algunas zonas presentan los registros de lluvias más bajos en 45 años, según estimaciones de climatólogos y datos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN).
    En términos económicos, las pérdidas alcanzan $884 millones en Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Río Negro, según los primeros cálculos realizados en esas provincias. A esto se suma la merma en la superficie de trigo y de maíz que podrían derivar en una caída de ingresos en la cosecha por US$ 700 millones (400 millones por el trigo y 300 millones por el maíz).
    Además de la producción agrícola, la escasez de lluvias afecta a la ganadería, ya que se perdieron más de 700.000 cabezas de ganado en Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa, Chaco, Río Negro y Corrientes.
    En el norte de Santa Fe, nordeste de Córdoba, este de Santiago del Estero, Chaco y Formosa, las lluvias que cayeron entre enero y este mes representan apenas entre 20 y 30% del valor normal para la zona y el peor registro histórico desde 1961, explicaron en el SMN. La sequía se extiende con distinta intensidad por otras áreas productivas de la Argentina.

    Menos superficie sembrada
    En Buenos Aires, el Gobierno calculó una reducción de 30% de la superficie sembrada de trigo, mientras en Córdoba, la Bolsa de Cereales calculó que la superficie sembrada de trigo retrocedió en la provincia entre 40 y 50%. Y para la próxima campaña del maíz, estimó retrocesos de 25%.
    En Chaco no se pudo sembrar trigo y el girasol apenas cubrió 50% del área apta.
    Según el último informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en trigo se cultivaron 4.465.000 hectáreas en todo el país, superficie que probablemente sea la definitiva de la campaña. De ser así, el área cultivada sería 18,8% menor que la anterior y la más baja de los últimos 34 años.
    La baja de los precios de los commodities contribuye a poner más nerviosos a los productores.
    Cuando se sancionó la resolución 125, en marzo, el mercado estaba empinado hacia arriba y hacía fantasear con cotizaciones que superarían los US$ 700 la tonelada para el caso de la soja.
    Actualmente, fuera de lo que acontezca con huracanes, las cotizaciones del petróleo y los vaivenes del dólar contra las otras monedas, existe la certeza de que los valores de los granos continuarían perdiendo terreno. Se vaticina que sería prácticamente imposible volver a cotizaciones en los niveles promedios de mediados de marzo de este año: el trigo bajó 40%, la soja 33% y el maíz 28% en los últimos 40 días.
    La asamblea de Paraná facultó a los dirigentes para tratar otro esquema de retenciones que atienda el desinfle de los precios. Una forma contraria a la oficial de interpretar el sentido de la movilidad.
    La artillería rural será descargada en el Congreso, que según el titular de Federación Agraria, Eduardo Buzzi, “por fin, salió de un largo letargo y que demostró que se puede recuperar confianza en la política, volverá a encontrar a los chacareros, desde el 9 de septiembre en adelante, en el camino de la audiencia, las visitas a los legisladores y las conferencias de prensa y un gran acto en aquella plaza donde alguna vez quisimos estar y que no nos dejaron ocupar”.
    En el acto de Paraná no estuvieron los principales dirigentes de la Sociedad Rural Argentina (Miguens y Biolcati), de Coninagro (Gioino) y Confederaciones Rurales Argentinas (Llambías), invitados por sus organizaciones de base, que sí movilizaron gente hasta el lugar donde se realizó el acto.
    Sí estuvieron presentes, además de Buzzi, Pablo Orsolini; el líder de Federación Agraria en Entre Ríos, Alfredo De Angeli; el titular de la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (Farer), Jorge Chemes; el director por Entre Ríos de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etchevehere; y el presidente de la Federación Entrerriana de Cooperativas (Fedeco), Gonzalo Álvarez Maldonado. Además delegaciones de agrarios de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires. Tucumán, Santiago del Estero y Corrientes.
    Buzzi les aclaró que “el conflicto del campo no terminó la noche del no positivo de Cobos, al contrario se agravó y esto la sociedad tiene que tenerlo claro para que nos acompañe en este nuevo reclamo”.
    Y advirtió que “estamos en un camino que nos lleva a producir menos trigo, menos vacas y más soja, por eso decimos que las políticas de este Gobierno son un obstáculo”, al tiempo que le pidió a la Presidenta que, como estadista y con la grandeza de quienes deben gobernar un país en paz, “convoque a la mesa del diálogo, sin rencores y sin resentimientos”.

    Enfrentamientos y disensos

    Muchas dificultades en el frente financiero

    Ni la lejana Calafate ni la cercana Olivos son útiles para recargar las pilas presidenciales, porque cada vez son mayores las presiones de los agentes económicos para que se cambie el rumbo timoneado tras las bambalinas por Néstor Kirchner.

    La exigua oferta y las elevadas tasas que piden los oferentes de los bonos que el Gobierno salió a recomprar confirman que el establishment financiero renovó su embestida contra el Gobierno a quien le bajó decididamente el pulgar por las maniobras dilatorias de la Casa Rosada para producir las modificaciones en su política hacia el Indec, la inflación, la presencia de un funcionario que los ha irritado más allá de cualquier límite, como Guillermo Moreno, y la “ausencia” de un ministro de Economía.
    Hasta aliados naturales del Gobierno, como la CGT y la UIA, ya entraron en cortocircuito porque son cada vez mayores las expresiones de oposición que surgieron en las filas, y que inclusive en la central obrera determinaron una escisión liderada por el gastronómico Luis Barrionuevo.
    En la entidad fabril de cúpula, el enfrentamiento entre la línea que encabeza Ignacio de Mendiguren y la moderadora que encarna el titular, Juan Lascurain, ya traspasó las cuatro paredes y el reclamo por el tipo de cambio “planchado” que se ejecuta desde el Gobierno toma la forma de clamor.
    Fue elocuente en ese sentido el cuestionamiento abierto que efectuara un industrial “amigo de la casa”, como Cristiano Ratazzi (de Fiat, fuertemente influyente en IDEA), hacia la manipulación estadística.
    Es que el “atraso” de los índices del Indec no sólo perjudica a los tenedores de bonos indexados, sino a los protagonistas de la distribución del ingreso, como los trabajadores y empresarios, debido a que el parámetro de discusión para sustentar las posiciones no le resulta creíble a nadie.
    Hugo Moyano ya no sabe cómo hacer para “patear” hacia delante las paritarias que las bases reclaman, ante la pérdida real del poder adquisitivo de los salarios arreglados este año en los convenios.
    La compensación política que le cobra la Casa Rosada por apoyar su reelección al frente de la CGT viene en cuotas, la primera de las cuales ha sido aceptar que se haya desgravado de ganancias a una pequeña porción de trabajadores y no a todos, como había prometido en su campaña.
    Más complicada es la interna en la UIA, más ahora que el conflicto entre el grupo Techint y el Gobierno venezolano por la nacionalización de Sidor se agravó. Los Rocca contaban con la influencia que los Kirchner podrían ejercer sobre Hugo Chávez para recibir la indemnización pactada y quedarse con 10% de la compañía, lo cual le permitiría asegurar el abastecimiento a sus otras plantas en México y Estados Unidos.
    Es harto conocido el peso que el holding siderúrgico tiene en la conducción de la UIA y no extrañó entonces que uno de los halcones del modelo productivo, como es De Mendiguren, haya salido públicamente a proclamar el atraso cambiario que descoloca a la industria nacional.
    El crecimiento de los costos internos frente a la paridad cambiaria es el argumento esgrimido desde el sector contestatario fabril, pero para ello tiene que ignorar el índice oficial, el ancla elegida por la administración kirchnerista para hacer pivotear el resto de la economía.

    Gabinete escuálido
    En la cinchada por las estadísticas públicas, el Gobierno se ha ido quedando cada vez más solo, hasta dentro del propio gabinete, en el que su jefe, Sergio Massa, hace equilibrio como puede con la cadena de valor que une a Julio de Vido, Guillermo Moreno, Carlos Cheppi y Ricardo Echegaray (por mencionar a los operadores de avanzada) con el monitoreo “minuto a minuto” del ex presidente.
    El eslabón suelto y menos interactivo sobre el que Massa intenta operar para repartir un poco mejor las cargas es el Palacio de Hacienda, cuyo titular Carlos Fernández “no para ni el colectivo”, como suele escucharse en el argot futbolero familiar del jefe de Gabinete, quien es yerno del Pato Galmarini y cuñado del ex Tigre y ahora jugador adquirido por River Plate.
    Fernández, en la práctica, ha reemplazado la función que el ex secretario de Hacienda, Mosso, cumplía con Kirchner: le lleva a diario el reporte de la caja.
    De ese monitoreo surgen las instrucciones para que el Banco Central refuerce a la Tesorería con recursos, que luego se contabilizan como utilidades. En el año ya se llevan transferidos casi $4.500 millones, según Economía y Regiones, de Rogelio Frigerio (nieto). En 2007 hubo una asistencia similar, pero claramente identificada con la “repatriación” de las inversiones en Brasil a la que obligaron a las AFJP.
    De este modo, el superávit fiscal siempre se acerca a las metas previstas, aunque para ello la inflación real haya alterado los números y se computen las “ayuditas” del BCRA.
    El índice de precios que mide el Indec deflaciona en forma artificial el valor agregado de la producción que determina el crecimiento de la economía, lo cual pone en tela de juicio las tasas de 8% propaladas de un tiempo a esta parte. Otro tanto ocurre con la pobreza e indigencia.
    La negativa a considerar serias las estadísticas oficiales ya se instaló en el departamento específico del Fondo Monetario Internacional, donde los técnicos ya informaron al comité ejecutivo que no incluirán los datos proporcionados por la Argentina en los apéndices que acompañan el informe económico anual que se entregará en octubre, en la asamblea a realizarse en Washington.

    La deuda del año que viene
    Para levantar los US$ 18.200 millones de deuda pública que vencen el año que viene la de Chávez será una vía más que insuficiente, no sólo por lo lejos que estaría de semejante aporte, sino porque su proximidad a los Kirchner disuade aún más a los prestamistas internacionales.
    El escenario de serias dificultades que se traza para el año que viene, aunque en muchos casos sean expresiones de deseos más que perspectivas ciertas, ha movilizado a los disidentes del modelo kirchnerista para buscar cobijo institucional sobre la base de alternativas parlamentarias que puedan cubrir vacíos de poder ante un eventual debilitamiento del matrimonio presidencial.
    Eduardo Duhalde se ha mostrado, en tal sentido, como referente, al igual que lo había hecho en 2001, cuando en medio de la crisis bosquejó la salida y luego la protagonizó.
    En esta oportunidad, además de atraer a los barones del PJ resentidos por el manejo kirchnerista, su polo productivo sirve de refugio a sempiternas nostalgias devaluacionistas anidadas en la UIA, en particular, y en el movimiento empresario, en general.
    No sólo Barrionuevo está cerca de los influjos duhaldistas, sino que empezó a aproximarse un sector importante del establishment, que antes seguía depositando algunas fichas para convencer a Cristina de apartar las obsesiones doctrinarias de su marido del día a día y dar un viraje productivo.
    El conflicto con el campo abroqueló más a la mandataria en la mesa chica de Olivos y hasta llegó a separar de ese circuito cerrado a Alberto Fernández, luego de ser tachado por su esposo.

    50% más que con la convertibilidad

    La industria produce más, pero gana igual

    La caída de la actividad industrial y la construcción que se consumó en el invierno como consecuencia del conflicto entre agro y Gobierno afectó la rentabilidad de las empresas fabriles, que en pesos ya está a niveles de la época del uno a uno.

    Con el dólar a $3,05 y los costos en pesos lanzados a más de 20% real, las fábricas sólo sostenían la tasa de ganancia, aunque bastante menor a la que recibió al Gobierno de Néstor Kirchner, en 2003.
    Las Pyme, sin acceso al crédito y con exiguo capital de trabajo, lograron situarse como artífices del nuevo funcionamiento de la economía estimulado por una demanda que activó las máquinas y permitió hacer las inversiones necesarias para acomodarse al rebote productivo que siguió a la devaluación de 2002.
    Según un informe preparado por Prefinex, desde diciembre de 2001 hasta julio de 2008 la producción industrial mejoró 50%, con una rentabilidad que fue declinando desde el inicio del proceso inflacionario que alcanzó un importante volumen en estos días, ubicado en la segunda mitad de 2005, cuando los precios comenzaron el ciclo ascendente.
    El mes pasado, las industrias, según el indicador elaborado por los economistas Nicolás Bridger y Osvaldo Cado, sólo ganaron un punto más que a fines de 2001, cuando aún estaba vigente la convertibilidad. O sea que estarían prácticamente igual que entonces, aunque con una actividad de planta y ocupación muy superiores.
    La espiral de ajuste de precios en función del aumento de los costos, sobre todo de las materias primas, afectó la cadena de valor y trasladó a todos los eslabones la incidencia del incremento excepcional que tuvieron la energía y los alimentos en el mundo.
    Los empresarios resignaron tasa de ganancia, pero su reacción fue adoptar una política ultraconservadora en inversiones, cuyo déficit se hace sentir en la competitividad-rentabilidad que había en la industria, principalmente en la orientada a la exportación y sustitución de importaciones, en detrimento de los servicios y la intermediación, según Prefinex.
    Tomando como base la relación precio-costo de la industria en diciembre de 2001, la consultora sitúa la máxima rentabilidad en diciembre de 2003, cuando supera 32% la observada dos años antes. A partir de allí, comienza un gradual y razonable proceso de ajuste en función de:
    • La recuperación de los salarios.
    • Mayor competencia local y externa.
    “Dicho proceso de ajuste gradual se extiende hasta mayo de 2005, no casualmente el mismo año que empieza a tomar relevancia la cuestión inflacionaria. De allí en más, el deterioro de la rentabilidad se profundiza alcanzando en julio de 2008 el nivel de 101 (1% por encima de la registrada en diciembre de 2001)”, señala el trabajo.
    Aclara sin embargo que esta dinámica estuvo acompañada por el crecimiento lineal de la producción, que se encuentra 50% por encima de la registrada en diciembre de 2001. “Esto explica cómo, a pesar de la fuerte erosión de la rentabilidad, la industria sigue teniendo ganancias”, acota.
    Como elementos adicionales, el informe de Prefinex destaca:
    • Mientras el proceso de deterioro de rentabilidad continúa, en los últimos meses se registró una desaceleración en la evolución de las cantidades producidas. Consecuentemente, los resultados de la industria comienzan a mostrarse más endebles con un impacto negativo en la inversión.
    • La inversión depende no tanto del valor absoluto de los beneficios como sí de la rentabilidad unitaria, principalmente en los casos de proyectos medianos y chicos, que son los mayores creadores de empleo. La tendencia actual, sumada a una mayor incertidumbre macroeconómica, impactará en forma negativa en la inversión de los próximos meses.
    • La composición de la industria es heterogénea, y conviven en ella empresas grandes y competitivas juntamente con pequeñas y vulnerables. La actividad de la pequeña y mediana empresa viene registrando caídas ya desde 2007, complicada por un acceso restringido al crédito, el empeoramiento de las condiciones financieras y una coyuntura económica menos favorable, lo cual tiene consecuencias sobre la creación de empleo y una cada vez mayor informalidad.

    Menor ritmo de crecimiento

    La interdependencia global es tan relevante que pocos creen en el “desacople”. Para observadores prudentes, este año la economía local crecerá entre 6 y 6,5%. La falta de cifras confiables dificulta el cálculo, pero hay consenso en torno a este guarismo.
    No hay analista de la economía estadounidense que no pronostique –como mínimo– menor crecimiento de la primera economía mundial durante el año próximo. En verdad la mayoría de las voces habla de recesión con inflación. Uno de los peores escenarios posibles. Como la Unión Europea y Japón estarán en situación parecida, lo que interesa es qué pasará con el resto del mundo.
    Los teóricos del “desacople” (es decir, los efectos de esta stanflación no se harán sentir necesariamente en el resto de las economías emergentes) alardean de la situación inédita de fortaleza y ritmo de crecimiento que se da en América latina, por ejemplo, con los precios de los productos básicos altos en niveles históricos.
    Las voces más prudentes no creen en cantos de sirena. La interdependencia global es de tal magnitud que, si China deja de exportar a EE.UU. deberá importar menos, a su vez, y tratar de colocar excedentes en oros países –como el nuestro–.
    Entonces, ¿cuál es el pronóstico del comportamiento de nuestra economía para el próximo año, con sus variables internas y con la incidencia de las externas?
    Según el equipo de Prefinex el ritmo de crecimiento un pasará de 4,5%, con tendencia a desacelerarse hacia fin de año. En esta hipótesis se asume que no hay un cambio sustantivo en la política económica (la misma actitud frente a la inflación, ajuste gradual y planificado de tarifas, sin sinceramiento en el Indec, tal vez sin acuerdo con el Club de París, y sin plan para los holdouts. Todos esos puntos deberían abordarse en conjunto para brindar soluciones).
    Hay quienes piensan incluso que el crecimiento posible será de 3% / 3,5%, cerrando el último trimestre con crecimiento entre 0% y 2%.