VIDA PRIVADA | Turismo
Por Rafael Jijena Sánchez
“Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro.
Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa e hijos pequeños rodeándoles sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto sentadas en unas praderas.
¡Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga!
Mas si tú desearas oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y en caso de que supliques o mandes a los compañeros para que te suelten, que te aten con lazos todavía más fuertes”.
(La Odisea, canto XII)
Le Sirenuse es un encantador hotel suspendido de una abigarrada colina de la villa de Positano, ese romántico enclave en la costa amalfitana, ribera que divide sus afectos entre Sorrento y Salerno y que fuera considerado como uno de los más bellos hoteles del mundo según el ranking de la revista Traveller.
Las enormes llaves de bronce con la silueta de la sirena que llevan a los dormitorios de Le Sirenuse permiten constatar que no hay un lugar igual a otro, que están graciosamente decorados con mosaicos de Vietri y que todos balconean sobre la minúscula playa ambientada con coloridas arcas, rudos marineros y típicos ristorantes donde nadie osaría levantarse sin rendir honores a la extensa lista de especialidades napolitanas.
Allí todo es tan íntimo y cercano que si alguien cometiera la herejía de aburrirse en un balcón de Positano podría entretenerse contando los mosaicos de la cúpula de la iglesia Santa Maria dell’Asunta o de las tejas de las casas que escalonan la sierra.
A lo lejos, como única interrupción en el horizonte, se alza la isla de Galli, aquella que habría sido poblada por míticas sirenas, las mismas que intentaron atrapar a Ulises con las redes de sus encantos.
Hechizo al que sucumbió, en cambio, alguien habituado a coquetear con las musas: Rudolf Nureyev, uno de los pocos mortales que pudo vanagloriarse de poseer una isla habitada por sirenas.
La vera storia de Le Sirenuse comienza en épocas en que Positano no conocía ni el agua corriente ni la electricidad (aunque ostentaba otros encantos y valores).
Lo cierto es que al caer Nápoles bajo fuego durante la Segunda Guerra Mundial, el marqués Luis Sersale, miembro de una aristocrática familia, tuvo la ingeniosa idea de hacer los petates y pergeñar un enroque entre la villa veraniega y su casa con vista al Vesubio.
Y así fue como el espíritu hospitalario del marqués logró, en 1951, transformar la casa familiar de 10 cuartos en un delicioso albergo que hoy acusa 60 habitaciones (e igual número de solícitos empleados) y que ameritó integrar la cadena The Leading Hotels of the World.
De la cercana isla la famiglia Sersale tomó prestado el nombre, bautizando al albergo como Le Sirenuse, a cargo hoy del afable Antonio Sersale, gourmand exquisito y amante de nuestro país.
Claro que el lugar nunca perdió el espíritu familiar, a punto tal que aún hoy 30% de las mesas de su célebre ristorante La Sponda están siempre ocupadas por miembros de la familia Sersale o por sus más dilectos amigos.
Una vez mudado con su familia, el marqués Polo Sersale, quien gracias a sus buenos oficios había tenido el honor de lucir la tricolor banda como alcalde de Positano, lo primero que hizo fue anexarle a cada habitación un baño y decorarlas alegremente con el único y generoso objeto de poder agasajar a sus amigos, atraídos en igual medida por los encantos del lugar, la amabilidad de los Sersale y por los efluvios provenientes de la afamada cocina napolitana.
Claro que era un ritmo de vida imposible de sostener por mucho tiempo, máxime cuando por su cargo honorífico, el alcalde Sersale no recibía ni una sola lira en conceptos de gastos de representación.
Por lo tanto, y para poder seguir dándose el gusto de reunir a sus amigos, no tuvo mejor idea que transformar la villa en un hotel.
Y esa atmósfera familiar se mantiene todavía intacta creando pequeños ambientes donde intrépidas enredaderas colaboran en la tarea ornamental encaramándose en los lugares mas insospechados, mientras que la mayoría de los muebles de época siguen siendo los mismos que decoraban la casa familiar.
La mayoría de los huéspedes llegan hasta Le Sirenuse para abandonarse a los placeres de la caricia solar, confundir sus cuerpos con las reposeras y aspirar los aromas floridos de cada balcón de Positano, una villa decidida a no contaminase con la llegada de ricos y famosos.
Como es bien sabido, la fama de la cucina napolitana merecería un capítulo aparte, a punto tal que muchos platos llevan el nombre de familias con creatividad culinaria como ser la Pizza alla Campofranco, Macheroni alla Campolattaro o los Petti di Pollo alla Calabrito.
Pero a la hora de atraer huéspedes, un filme logro más resultados que el mismo encanto de las bellas mujeres con cola de pez. Fue la comedia Only You, con Marisa Tomei y Robert Downey Jr., quienes terminaron enamorándose en el lugar (y del lugar).
Según describía el novelista John Steinbeck, otro que cayó seducido por los encantos de Positano, “allí hay una sola callecita que llega hasta la playa y estrechas callejuelas, una más empinada que la otra… por lo tanto si van a encontrarse con amigos les aconsejo, no caminen… trepen!”.