Opinión I
Si las organizaciones internacionales parecen obsoletas, es seguramente porque reflejan un cambio sustancial en el equilibrio del poder económico mundial. Se acerca el momento en que habrá que reconocer esta realidad.
“Son clubes repletos de gente que debaten problemas ajenos. Semanas atrás, el Grupo de los 8 encaraba la economía del orbe. Pero ¿podía abordar un tema como materias primas que –salvo Rusia– no exportan?”. Así se preguntaba el semanario The Economist.
Saudiarabia, segundo productor de hidrocarburos, no estaba ahí. Tampoco Australia, Brasil, o la Argentina, grandes exportadores de alimentos. En lo tocante a la inestabilidad del dólar, brillaban por su ausencia China,Taiwán y Surcorea, máximos tenedores de deuda externa estadounidense. En cuanto al efecto invernadero o la inflación, no había nadie del mundo en desarrollo.
En todo caso, el G-8, no es el único club que rezuma impotencia. El consejo de seguridad de Naciones Unidas se ha cansado de exigirle a Irán dejar de enriquecer uranio, sin el menor efecto, igual que sus pálidas sanciones. El Fondo Monetario Internacional, bombero en tantas crisis financieras en países en desarrollo, sólo es espectador de la doble crisis (malas hipotecas, iliquidez) desatadas hace casi un año y aún en marcha en Estados Unidos y casi toda Europa occidental.
Ahora, el colapso de la ronda Doha, tras siete años de agonía, pone en evidencia la escasa utilidad política de la Organización Mundial de Comercio y la impotencia de Estados Unidos para imponer su voluntad como antaño. El fracaso en Ginebra era tan previsible como, semanas antes, el del Grupo de los 8 en materia geopolítica y ecológica. Pero, a diferencia de este caso, siete años de frustraciones habían reducido la ronda Doha a un ballet burocrático tan caro como inútil. A tal punto que, en junio, Qatar –el emirato cuya capital es esa ciudad– pidió no usar su nombre.
Por largo tiempo, no habrá esperanza de abrir más los mercados, reducir los subsidios agrícolas y fortalecer el sistema de comercio internacional.
Hasta lo último, el francés Pascal Lamy (presidente de la OMC y viejo apóstol de los subsidios agrícolas) sostuvo que su entidad “es el mejor reaseguro contra el proteccionismo”. Por supuesto, como replicó el indio Kamal Nath ministro de industria y comercio, Lamy “alude a nuestro proteccionismo, no al de las economías centrales, donde operan los mercados a término que han inflado precios de productos primarios”.
A criterio de analistas conservadores de Occidente, el colapso de Doha o de la OMC “sugiere que se reactiva el nacionalismo en países subdesarrollados y en desarrollo”, señala Wall Street Journal. Pero ¿y el proteccionismo agrícola de la Unión Europea, Estados Unidos y Japón, qué representa? “El fracaso de la ronda anticipa el sesgo de futuras negociaciones, cuando las haya”, estima el Center for Global Development, entidad privada con sede en Washington.
“Los mercados emergentes, como China, India, Brasil o Vietnam, pasan a ser protagonistas. A costa tanto de las economías centrales como de los países pobres”. Este nuevo grupo no toma muy en serio el monetarismo neoclásico, los negocios bursátiles occidentales –Wall Street, Londres, Francfort– ni la intangibilidad del sector privado. Pero tampoco pierde el sueño por el efecto invernadero o la miseria malthusiana en África.
Como recordó Mercado en su edición anterior (julio 2008, página 8): “Según las mejores estimaciones, dos terceras partes del crecimiento económico global de este año, vendrán precisamente de los países emergentes. Buena parte de la explicación parece estar en la vertiginosa alza en los precios del petróleo y de todo tipo de commodities que abundan más en lo que era la porción postergada del planeta. Son esas economías menos relevantes las que ahora exhiben superávit en la balanza de pagos, y disponen de recursos para salir en festival de compras por todo el mundo. Porciones importantes de la gran banca internacional, de marcas pesadas en el mundo industrial, pasan a ser parte de los portafolios de inversión de esos fondos soberanos formados especialmente para administrar la nueva abundancia”.
¿Qué está pasando con las inversiones?
Desde el Gobierno dicen que abundan; desde la oposición ven el reino de la escasez. ¿Cuál es la verdad? y ¿cuál es la información reciente más confiable?
Anuncio de inversión no implica necesariamente ejecución de esa inversión. Pero suele haber alguna correspondencia. La base de datos de anuncios de inversión que mantiene abeceb.com es una fuente de singular valía para intentar esclarecer la situación de esa variable.
Según abeceb.com, durante 2007, se registraron anuncios de inversión privados por un total de US$ 22.427,1 millones, casi el mismo monto que en 2006 (cuando llegó a US$ 21.966,9 millones).
El año pasado, los anuncios de empresas argentinas fueron los más numerosos tanto en monto como en cantidad, representando más de 35% del total. Estos proyectos estuvieron concentrados en el sector servicios (generación eléctrica, servicios de Internet y telefónicos) y construcción (desarrollos inmobiliarios en Capital Federal).
La cifra de 2007 se alcanzó con 568 proyectos registrados, unos 24 menos que el año anterior, ya que en 2006 se habían contabilizado 592 anuncios.
Así, el monto promedio por el que se hicieron anuncios de inversión durante el año pasado alcanzó los US$ 39,5 millones, mientras que en 2006 la cifra promedio por anuncio fue de US$ 37,1 millones.
Curiosamente, a diferencia de años anteriores, el sector primario de la economía fue el que menos anuncios acredita, tanto en cantidad de proyectos como en montos de inversión.
Una lectura simplista es comprobar una desaceleración en el ritmo del sector; pero en verdad es comprobable la irrupción de nuevos proyectos en otras áreas económicas.
Los emprendimientos del sector primario, referidos a la explotación de minas y a la extracción de petróleo y gas natural, mostraron un importante dinamismo inversor durante los últimos tres años. Además, cada proyecto requiere de varios períodos para su puesta en marcha, por lo que resulta esperable que en algún punto comiencen a agotarse los anuncios para el desarrollo de las explotaciones existentes. Sin embargo, también es un dato a considerar que el año pasado los anuncios para nuevos emprendimientos resultaron 70% inferiores a los de 2006.
El que más anuncios recibió, en cantidad y en monto, fue el sector servicios, que creció casi 52% respecto de 2006. Hubo 277 anuncios por un total de US$11.166 millones, pero más de la mitad de esa cifra se concentra en apenas ocho proyectos. Telefónica de Argentina, por ejemplo, adelantó planes de inversión por un monto cercano a los US$ 2.000 millones, mientras que Edenor hizo público un plan para duplicar su capacidad de distribución energética en los próximos 10 años, proyecto que le demandará US$ 1.000 millones. En el mismo sector (energético), Sedasa tiene casi listo el proyecto de la central Chihuidos I, sobre el río Neuquén, que le demandará desembolsos por unos US$ 550 millones.
La industria manufacturera recibió 176 anuncios de inversión por un total de US$ 4.699 millones, esto es 21% más que en 2006. En este sector se destacan los proyectos de Siderar, por US$ 800 millones para ampliar aún más su planta en Ramallo, el de Frankling Mining que a principios de año anunció su plan para producir un derivado del gas natural que tiene usos similares a los del gas oil a partir de un proceso denominado Gas To Liquid (GTL) y los US$ 400 millones que Aluar anunció en septiembre de este año destinados a una nueva ampliación de su planta de aluminio en Puerto Madryn.
La construcción registró anuncios de inversión por US$ 3.814 millones, 17% más que en 2006. El grupo inglés Moverwithus, por ejemplo, anunció proyectos inmobiliarios en Campana, Buenos Aires y el sur del país por casi US$ 600 millones. Un monto similar hizo público el grupo inmobiliario El Plomo (Chile) para construir un complejo de viviendas en 540 hectáreas ubicadas en Cariló.
Los anuncios de empresas argentinas representaron más de 35% del total (US$ 7.961,6 millones). Las empresas estadounidenses realizaron anuncios por US$ 3.045,5 millones (13,6%), concentrados en el sector industrial (combustibles y automotriz) y en el sector servicios, de la mano de proyectos hoteleros y comercio minorista.