Análisis I Escenario Global
Aun en China, semejantes aspiraciones parecen desmedidas. Pero BYD acaba de levantar una planta automotriz de 1.500.000 m2 en Shenzhen y contrató un equipo de diseñadores italianos. El auto se presentará a fin de año. Esto denota que las compañías locales están tratando de escalar la cadena de valor agregado, con una meta clara: eventualmente, disputar con los mayores conglomerados del planeta negocios, clientes, marcas y prestigio.
El Gobierno apoya estos esfuerzos con dos objetivos propios: alentar la innovación pero, de paso, inducir a los fabricantes de bienes finales para que no se instalen en las provincias meridionales y, si es posible, se muden. Ello equivale a abandonar uno de los motores de crecimiento. Se explica, también, que estén adoptando cánones más estrictos en lo laboral o ambiental y se les eliminen facilidades impositivas a miles de plantas. Con todo esto, China emite claras señales de sus ambiciones modernizantes y fomenta un éxodo industrial de tareas consideradas durante mucho tiempo como “el taller del mundo”.
El presidente Hu Jintao subrayó las nuevas políticas ante científicos y técnicos de alto nivel, en junio. Les planteó la necesidad de competir con países grandes por la vanguardia tecnológica. “Estamos listos para luchar para asegurarnos un lugar entre esos líderes y competir con ellos”.
En esa nueva fase, el Gobierno promueve zonas de alta tecnología –con centros de investigación y desarrollo–, amén de empresas que paguen salarios mayores a gente mejor preparada. Esta filosofía privilegia la fábrica de microprocesadores que Intel erige en Dalian, norte del país, pero se desentiende de quienes producen en el sur medias a US$ 0,50 el par.
“Cuando una economía atraviesa las primeras etapas de desarrollo, como China hace 20 ó 25 años, tener centros procesadores de exportaciones baratas es bueno para crecer”, señala Andrew Rothman, de la banca inversora CLSA. “Pero, en un punto, pierde sentido. En este país, ya no quieren fabricar chatarra barata”.
Por el contrario, las empresas chinas se expanden –a menudo comprando sociedades– en franjas como software, biotecnología, automotores, instrumental médico o supercomputadoras. Este mismo año, una firma respaldada por Beijing lanzó el primer avión comercial de pasajeros, con la secreta esperanza de llegar, algún día, a competir con Airbus y Boeing.
Transferencia al interior
En cierto sentido, el Gobierno se limita a montarse en marejadas económicas causadas por el desarrollo y el veloz crecimiento, en un contexto sin “molestias” como la democracia o el parlamento. Por ejemplo, muchas industrias del sur –la mayor área exportadora– se transfieren al interior o la periferia porque allá la mano de obra abunda y la propiedad urbana es menos costosa. Iguales actores fomentan operaciones en países de menor salario relativo, como los vecinos: India, Vietnam, Tailandia y Bangladesh.
Desde la otra punta, marcas internacionales que tercerizaban producción o servicios en China están hoy buscando alternativas. Inclusive el gigante minorista Wal-Mart Stores –que mudó en 2002 a Shenzhen su centro global de procuración– se ve forzado a buscar otros canales para abastecer sus 5.000 bocas de expendio en medio planeta.
Para millones de clientes en el mundo, el cambio chino de políticas puede implicar precios más altos en una amplia gama de bienes, desde juguetes o herramientas hasta zapatillas de marca. “Básicamente, aumentará el costo de lo que se fabrica para Home Depot o Wal-Mart”, presume Dong Tao (Crédit Suisse). “A la inversa, en franjas pasibles de ocupar, como equipos para telecomunicaciones, China hará bajar precios”.
En general, los analistas occidentales estiman que el desarrollo chino sigue los pasos de Japón, Taiwán y Surcorea. Los tres evolucionaron de la manufactura, o la copia elemental a industrias complejas, servicios y creación de marcas internacionales. Por supuesto, quedan bastantes obstáculos. Entre ellos, el escaso respeto a patentes o derechos de propiedad intelectual, el robo de tecnologías a socios extranjeros en emprendimientos, etc. Pero, mientras tanto, crece una clase empresaria moderna, legiones de graduados se incorporan al sistema productivo y hay un mercado interno ferozmente competitivo.
Por otro lado, Peter Williamson, profesor de management (Cambridge) desmiente la idea de que China carezca de bagaje tecnológico. “Está entre los mayores lanzadores de satélites. Ahora, el Gobierno reduce presupuestos militares para forzar una apertura de sus agencias al sector privado. Entonces, de pronto, surge de entre bambalinas una masa tecnológica de cuya existencia casi nadie tenía noticias”.
En BYD se afinan la investigación y el desarrollo, junto con estrategias para penetrar el mercado mundial. Fundada en 1995, la compañía produce pilas de litio, celulares, cámaras, autopartes y otros componentes. Sus clientes abarcan Nokia, Motorola, Samsung y Sony-Ericsson, entre otros. Esto le permite fabricar bienes de alta calidad.
Beijing presiona al sector privado a avanzar en la cadena de valor agregado por motivos tanto económicos como políticos y sociales. Sin la menor duda, la alta burocracia estatal sabe que promover empresas y hasta marcas de peso mundial creará un contexto más dinámico en lo empresario y lo laboral.
En abril, Crédit Suisse pronosticó que un tercio de industrias orientadas a la exportación podría cerrar de ahora a tres años. A varios analistas locales les parece bien. “Esas actividades básicas beneficiaron a Guangdong”, puntualiza Liang Guiquan (Academia Provincial de Ciencias Sociales). “Pero hoy las compañías deben adaptarse a las nuevas condiciones o desaparecer”.
Integración a cadenas globales
Una solución que permite neutralizar alzas de costos
Una serie de síntomas indica que concluye para China la era de un mercado cuyos bajos costos se orientaban a la exportación de bienes. Por de pronto, las empresas que ya han incorporado el gigante a sus estructuras mundiales de abastecimiento –excelente método para obtener ventajan competitivas– tienen más éxito que las demás.
Este y otros hallazgos resultan de un análisis conjunto de Booz & Co., la consultora de management, y la American Chamber of Commerce, AmCham, de Shanghai.
En forma más específica, las compañías que ven en China una plaza expansiva, más allá del bajo costo laboral –rasgo que comienza a cambiar– o de la abundancia de recursos, logran mayor rentabilidad que si se limitan a un solo objetivo. Las organizaciones que tienen estrategias dobles (recursos, ventas), pues, declaran utilidades medias dos tercios superiores a las del resto: 29,6 contra 17,8% de margen. Pese a la diferencia, apenas una de cada cuatro firmas ha querido o podido hasta ahora combinar esfuerzos dirigidos a crecer en el mercado interno con manejo dual de producción y recursos.
Este primer trabajo anual, titulado “China y su competitividad industrial 2007”, determina que –mientras un yuan más fuerte y salarios en alza presionan sobre la rentabilidad industrial– no desplegar mejores prácticas operativas impide aprovechar el terreno, sea como mercado dinámico, sea como fuente de trabajo o de producción. Ello también deteriora utilidades.
“La filosofía industrial aplicada por muchas multinacionales en China, durante algunos decenios, exige ser replanteada”, afirma Ronald Haddock, vicepresidente de Booz. “Los costos y la estructura cambiaria subyacente se han desplazado, lo cual obliga a las empresas a repensar cómo encarar operaciones locales y cómo insertar el país en sus estrategias globales genéricas. Al mismo tiempo, China crece como fuente de manufacturas y modelo de negocios innovador. En síntesis, su papel mundial evoluciona.
Más de la mitad de compañías industriales controladas total o parcialmente por capital extranjero suponen que el país está perdiendo ventajas competitivas sobre productores de otras plazas a bajos costos. Por consiguiente, casi uno de cinco fabricantes cubiertos por los sondeos de Booz/AmCham Shanghai baraja planes concretos para reubicar o incrementar operaciones en mercados menos onerosos. Al respecto, Vietnam e India son las opciones preferidas.
Conclusiones relevantes
Entre las conclusiones fundamentales del estudio, cabe subrayar las que siguen.
Influencia del management operativo. Tres de cada cuatro compañías carecen de prácticas adecuadas en la materia, inclusive para integrar plataformas exportadoras y penetración del mercado interno (que implica 1.300 millones de habitantes). Los interrogados en estas encuestas admiten que una buena cantidad de prácticas continúa pendiente de realización y apenas 11% aplica en pleno sistemas como ERP, o planeamiento de recursos empresarios (Enterprise Resource Planning) o programación de materiales requeridos (MRP). Todavía menos firmas (7%) utilizan el cálculo analítico de inventarios y sólo 4% recurre a las últimas prácticas para gestionar cadenas de abastecimiento.
Competitividad declinante. Alrededor de 54% de las compañías sondeadas cree que China ya no compite a la altura de otros países de bajos costos. Así, 70% de respuestas apunta al yuan como motivo dominante del declive. Mientras tanto, la “inflación salarial” desvela a 52%. En verdad, los sueldos gerenciales subieron 9,1% en 2007, contra 7,6% de los salarios obreros. La estabilidad laboral también preocupa: 33% de la muestra la menciona entre las causales de menor competitividad o eficiencia.
Al tiempo que esos costos crecen, China queda por debajo de parámetros mundiales en muchos planos operativos. Especialmente en lo tocante a infraestructura logística, comercialización, acceso a tecnologías, capacidad de management y protección de patentes.
Vietnam e India como opciones. 17% de quienes respondieron a los sondeos tienen planes concretos para mudar al menos parte de sus operaciones chinas a otros países. Aunque inicialmente 88% había elegido el gigante por sus bajos costos, hoy descubren que –por iguales motivos– se presentan en el planeta lugares más atractivos, inclusive en lo tributario. Este grupo de compañías tiene a Vietnam como opción favorita (63%), en tanto 37% se pronuncia por India.
Al pedírseles comparar China con esas opciones, naturalmente citaron los menores salarios como factor diferencial clave: 3,6 en una escala de cinco puntos. Ello indica que la reputación china como fuente de mano de obra industrial barata tiende a disminuir. No obstante, los países alternativos son inferiores en potencial de mercado e infraestructura física.
La mayoría se queda. Pese a los costos crecientes, 83% de los industriales consultados señaló que se mantendrán las operaciones en China. ¿Por qué? Para 78% de las respuestas, el motivo clave para aferrarse al statu quo es la propia dimensión del mercado. En tanto, 39% no está dispuesto a establecer cadenas adicionales de abastecimiento, por eso de “mejor malo conocido que bueno por conocer”, y el país no es tan malo.
“El crecimiento fenomenal y una serie de reformas orientadas al mercado, junto a un contexto de negocios dinámico, continuarán pesando en las decisiones de las firmas manufactureras”, observa Brenda Foster, presidente de AmCham Shanghai. “Las empresas deberán centrarse en mejorar productividad y dedicar más recursos a planes o estrategias innovadoras”.
Metodología. Ambas organizaciones cubrieron en este primer sondeo 66 de las mayores industrias controladas total o parcialmente por capitales extranjeros en todo el país. El grupo representa, empero, poco más de 10% de las 600 firmas de mayor tamaño. Se combinaron cuestionarios por Internet, visitas a instalaciones u oficinas y entrevistas en profundidad.
Entre las empresas incluidas, 81% eran propiedad total de extranjeros, 10% eran emprendimientos conjuntos (multinacionales, socios locales) y 9% se categorizaron como “otros”. Los sectores encarados comprendían bienes intermedios y de uso o consumo final, equipos, materiales de construcción y farmoquímicos. Los países originarios de las inversiones eran Japón, Surcorea, Estados Unidos y varios de Europa occidental. Alrededor de 30% de quienes respondieron tiene otras actividades en China, inclusive oficinas de representación, sedes regionales o mundiales, centros de procuración y estructuras para investigación y desarrollo.