por Josefina Sanpedro(*)
¿Cómo es que a la hora de las más importantes conferencias, la mayoría de los participantes estaban tomando sol en la baranda del Hotel Martínez, daikiri en mano?
¿De dónde sacan las agencias el dinero para pagar noche tras noche, esas fiesta fastuosas, con escenografías “hollywoodianas”?
Son las mismas agencias que luego lloran la gota del santo diciendo que su actividad no es rentable, que no les alcanza el dinero, que están al borde de la quiebra.
Pero aquí, todos los días, a toda hora, los ejecutivos y creativos están tomando sol, organizando pool parties, haciendo fiestas de playa, bebiendo champagne.
Está la fiesta de Leo Burnett; la de Fallon; la cocktail party de Goodby, Silverstein & Partners; la beach party de La La Land. A todas hay que ir con algo nuevo encima.
The Carlton Beach, The Vesubio, Hunter Five, The Eden Rock, La Croisette, La Colombe D’or, Hungry Man’s Villa, The Gutter Bar son los puntos de rencontre. No suenan a lugares donde se trabaje mucho. En todos: desfile de modelos; drinks coloridos; chismes y buena música. All fun and no work decían los fuegos artificiales en una de las fiestas.
Cannes es un ambiente fashion, despreocupado, de gente que parece venir de un negocio potente, próspero y millonario. Todo es designer clothing, gente linda y joven. Todo es fiesta y baile. Son estrellas de Hollywood paseando de vacaciones por Ibiza. El comentario más escuchado es “¿Qué te vas a poner para la ceremonia en el Palais des Festivals?”. Es el ambiente desesperadamente snob, superfluo y despilfarrador que caracteriza a los publicitarios.
Sector en crisis
No van a Cannes a estudiar, aprender, sumergirse en sus problemas y tomar decisiones estratégicas. Van a Cannes a mostrar sus músculos, bronceados, y redondeces reafirmadas, todo trabajado durante el año para este momento.
Sí, los hay en las charlas y conferencias. Sí, caminan los pasillos y ven las muestras. Pero no es el común denominador. No es, repito, una reunión de líderes de una actividad analizando sus problemas, desafíos y oportunidades, y decidiendo hacia dónde llevar sus negocios.
Discúlpenme, pero los publicitarios argentinos harían mejor en tratar de salvar su negocio, invirtiendo el dinero en investigar su mercado y tratando de reorientarse estratégicamente, que pagando viajes para que sus petits créatifs se diviertan dans la plage. ¿Y después creen que una ley publicitaria los va a salvar?
El mundo real
Y mientras los publicitarios se divierten en su pequeño reino de la fantasía; en sus oficinas, los anunciantes seguimos tratando de resolver los problemas reales de una economía real.
Claro, algunos anunciantes también van a Cannes. Aceptan viajes pagos por agencias, a las que acaban de elegir para manejar su cuenta. ¿Sospechoso? No. Lo admiten abiertamente en los medios de comunicación, que también se mezclan en el “sucundún”, promiscuamente.
El mundo real, mientras tanto, observa como la fantasía publicitaria se derrumba. El Lion de JCPenney es un “trucho”. El creador del Grand Prix se queja de maltrato por parte de la agencia. Nada es lo que parece y Cannes tampoco. El año que viene preferiré ir al foro de Davos.
(*) Consultora; autora del libro Dominando el paradigma del Uno a Uno; fue gerente comercial de una de las principales empresas de business to business entre 1986 y 1999.