Literatura y celulares

    Por Rodrigo Sempé


    Ilustración: Agustín Gomila

    El primer paso. 5/6/2008
    Estoy dejando lo que más quiero.
    Me gustaría poder cambiar el tiempo de verbo y decir “dejé lo que más quiero”. Por ejemplo, “hace 3 meses que dejé a Camila”. Así podría poner todo este dolor de hoy y de mañana en el pasado, como algo que ya viví y hoy es sólo un recuerdo. También podría decir: “dejé lo que más quería”. Esto significaría que ya no estoy enamorado de Camila, que ya no puede aparecerse –en una carta, un llamado, una conversación entre amigos, una foto o tocando el timbre de casa– y hacerme volver atrás, siempre para atrás.
    Estoy dejando lo que más quiero. No sé muy bien cómo hacerlo. Supongo que este blog, en el que estoy empezando a escribir todo lo que siento por ella y todo lo que ella me hace sentir, es una forma de tenerla cerca mientras me alejo. Una manera, un poco cobarde pero ojalá efectiva, de hacerle y hacerme creer que puedo vivir sin ella. Yo soy el único que conoce esta dirección, que sabe que este blog existe, el único que escribe y el único que lee. ¿Por qué escribo un blog y no un diario que pueda guardar en un lugar seguro, donde nadie tenga acceso? Creo en el destino, creo que a este blog puede llegar alguien, casualmente, para ayudarme a escribir el final. O, con algo más de suerte, para cambiar el final.
    Hoy, viernes 5 de junio de 2008, empecé a dejar lo que más quiero. No sé cómo terminará este blog. Sí sé que para conocer el final, voy a tener que escribirlo. Y para poder escribirlo, voy a tener que vivirlo.

    + x – = –. 5/6/2008
    Amo tu magia. Odio tus trucos.

    Hoy no es el pasado. 6/6/2008
    Fueron muchos años. Y en cada uno de esos años, todo lo que viven dos chicos de quince y dieciséis. Los tiempos en el colegio, donde todos nuestros amigos y todos los profesores sabían que estábamos juntos. Las preguntas en el baño de hombres, donde las respuestas nunca son de hombres. Acompañarla todos los días hasta la casa, ver cómo rompían otras parejas de amigos, las vacaciones separados –meses en los que todo estaba en riesgo–. Pero siempre volvíamos a estar juntos. Como desde hace casi diez años, como hasta hace noventa y cinco días.
    Pero ya crecimos demasiado, ya nos adaptamos demasiado al otro y ya nos perdonamos demasiado como para no volver a fallarnos.

    Lo que el viento se sigue llevando. 8/6/2008
    La humanidad repite errores, intenta remediarlos con las mismas armas y los resultados son siempre iguales. Es la misma cinta, vista una y otra vez, por ojos que no aprenden.
    Lo que un hombre y una mujer se dicen en una comarca de la China del Imperio Shang se repite y multiplica a lo largo de toda nuestra historia en imaginarios espejos enfrentados. Y desde el Egipto de los Faraones hasta el París de los locos años 20, desde la Grecia de Sócrates hasta el Bariloche de la Abuela Goye, desde la Rusia de los Zares hasta la de Stalin, desde la Galia de Asterix hasta el Springfield de Fox, los diálogos se repiten, así en un film de Hollywood como en un dos ambientes de San Telmo, una y otra vez, para justificar, en vano, lo que nunca debió haber pasado.
    My darling, you’re such a child. You think that by saying “I’m sorry” all the past can be corrected.
    (Clark Gable a Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó, 1939).
    Y en el 2000 también.

    Diario de Camila, junio de 2008
    No entiendo qué hago mal. Me preocupo por él y me dice que soy la novia, no la madre. ¡¿La madre?!, qué estupidez, yo no quiero ser la madre de nadie que no sea hijo mío. Me intereso por sus cosas y me dice que no me meta en sus asuntos. Me relaciono con sus amigos del laburo –que son unos tarados– y me dice que ando siempre tratando de llamar la atención. Y cuando le digo de salir, de hacer algo, ir al cine, a bailar, a comer afuera, para que estemos juntos, me dice que está cansado, que los fines de semana son para descansar, que no tiene plata, como si ir a caminar a la plaza fuese caro o requiriera algún tipo extraordinario de esfuerzo.
    Estoy harta de este pibe que no sabe dejarse querer.

    www.nuevorodrigo.blogspot.com

    Una idea. 9/6/2008
    Se me ocurrió una idea que no es mala: agregarle a la fecha de cada post la hora exacta en que fue escrito. Creo que así podría entenderse mejor mi estado de ánimo al momento de escribir. ¿Desconfío de mis textos? ¿Sospecho que no transmiten exactamente lo que quiero decir? No, pero creo que el horario puede colaborar. Acá va un ejemplo:

    Error fatal. 9/6/2008 (4:09 AM)
    Y en este momento creés que yo no estoy pensando en vos.

    Diario de Camila, junio de 2008
    ¿El mismo tipo que hoy no me habla es el que me escribió esto?

    Camila.

    Sabía que si llegaba a mirarte a los ojos caería rendido a tus pies. Y te miré. Y caí a tus pies. Y los besé. Y me lo permitiste. Y ya no quise volver a subir. Así que bajaste. Y nos volvimos a mirar a los ojos.

    Suena el teléfono en la casa de Rodrigo, junio de 2008
    Rodrigo: Hola.
    (Silencio.)
    Rodrigo: Hola.
    Camila: ¿Rodrigo?

    Desde ad:tech Miami 2008

    Por Néstor Márquez (*)

    Esto se escuchó mucho: “Si el consumidor es el rey, ¿el contenido es la reina?”. Lo que, sin duda, marca la agenda digital mundial y por cascada, latinoamericana.
    El consumidor ha dejado de ser un invitado de hierro en el proceso de comunicación, y esta nueva realidad exige a las marcas entrar en una conversación con su mercado, y el contenido es clave en este proceso.
    Gran parte de ese contenido, es creado por los mismos consumidores, en los sitios de redes sociales, que facilitan esta conversación entre amigos, conocidos y desconocidos. Así se han acercado las marcas al proceso, rompiendo la formalidad corporativa de los reportes anuales, dotando a las empresas de una cara y una voz casi humana, cercana y tangible.
    ¿Entonces, el celular sería el príncipe heredero? A medida que la PC le está robando a la TV la hegemonía como ventana (pantalla) al mundo, el celular sigue tomando un rol protagónico indiscutible. Aparte de ser el medio ubicuo por excelencia, es el dispositivo más popular.
    Supera en número a la computadora, a la TV y a los teléfonos fijos. En la región hay más celulares que documentos de identidad. Eso convierte a los celulares en la meca del marketing moderno ya que nos permiten llegar a cientos de millones de consumidores que están lejos de los medios tradicionales.
    Pero no todo es color de rosa. La falta de un estándar, hace que sea muy difícil aprovechar todo el conocimiento y entretenimiento disponible en la red.
    En ad:tech se escuchó casi como un latiguillo la pregunta “¿Y cómo piensan integrar la tecnología celular a sus servicios?”. La mayoría de las veces, los panelistas dieron respuestas evasivas.

    (*) Néstor Márquez es presidente de Di Paola | Márquez Comunicaciones, México.