Granos y oleaginosas
Los precios seguirán altos por mucho tiempo
Junto con la generalidad de productos e insumos primarios, la gama agrícola
viene subiendo desde principios de 2007. Dado que la especulación se
combina con factores estructurales, los altos valores no cederán gran
cosa.
Los componentes esenciales de la ecuación abarcan la creciente demanda
alimenticia de países en desarrollo donde la población tiene mayor
poder adquisitivo que hace algunos años. Por ejemplo, China, Vietnam,
Brasil o India. En cuanto a hidrocarburos, tienen una incipiente alternativa
negada al sector agrícola: biocombustibles de primera y segunda generación.
Por el contrario, agravan el panorama el avance de la urbanización, el
creciente déficit de tierras arables y la escasez de aguas aptas. En
estos dos casos, probablemente obren los cambios climáticos indeseables
y desastres naturales (Estados Unidos, Birmania, etc.).
Sin embargo, podría argüirse que parte de esos cambios han venido
teniendo lugar desde tiempo atrás. Por ende, la serie de alzas abruptas
registradas este año debe responder a causas exógenas. A saber,
el aumento de costo e insumos, entre ellos los fertilizantes, claves para el
maíz y algo menos para el trigo. También se han elevado rubros
como almacenamiento, transporte y distribución.
Obviamente, la especulación desempeña un papel cada vez más
notorio. Por ejemplo, como sucede con los crudos, estos mercados se tarifan
en dólares, cuya debilidad hace que inversores y jugadores se cubran
armando derivados dependientes de materias primas agrícolas. Así
nació, en el siglo 19, la bolsa de futuros en Chicago. Otro incentivo
son las expectativas inflacionarias fogoneadas por personajes tan influyentes
como Jean-Claude Trichet (Banco Central europeo) o Benjamin Bernanke (Reserva
Federal).
Los problemas no terminan ahí. Los analistas vinculados al mercado de
futuros y opciones sostiene que éste negocia “apenas” 20%
de los cereales y oleaginosos producidos en el mundo. En el caso del arroz,
la cifra baja a 7%. Como, igualmente, sus cotizaciones arrastran al resto, se
acentúa la volatilidad, pues los niveles internacionales (más
altos) se contagian a los precios locales.
Las existencias de trigo rozan los mínimos desde 1980, pese a las cosechas
récords previstas para 2008/9 en el hemisferio norte. Vale decir, EE.UU.,
Canadá, China y, hasta cierto punto, la Unión Europea (Polonia,
en particular), Ucrania y Rusia. La UE calcula unas 137.500.000 toneladas. Esto
tiene un efecto: los picos de precios trigueros alcanzados a mediados de marzo
han cedido hasta 40% dos meses después. Pero nadie espera que el panorama
se estabilice hasta 2010/11. El maíz, claro, es otro cantar porque también
es insumo para etanol, factor clave en Brasil, EE.UU. y eventualmente la Argentina.
Predicciones
¿Cuánto durará el boom de las materias
primas?
Ahora que el aumento de precio de los productos básicos es tema central
de la agenda global, vale la pena recordar análisis rigurosos de quienes
anticiparon el boom de las materias primas.
Jim Rogers
Seguramente el caso más conocido sea el de Jim Rogers, uno de los grandes
gurús de la inversión en materias primas. En 1970 Rogers, previó
la explosión de los precios de las commodities, fundó
junto con George Soros el famoso fondo de inversión Quantum, que en sólo
once años alcanzó una rentabilidad de 3.500%. Rogers suele comentar
con orgullo que pudo jubilarse a la temprana edad de 37 años, lo que
le ha permitido volcarse desde entonces a su mayor afición:
el turismo.
En 1998, Rogers detectó que el precio de las materias primas estaba tremendamente
infravalorado y que se avecinaba un alza que se prolongaría por
espacio de unos quince años. Fue entonces cuando decidió
crear su propio fondo de inversión en materias primas: el Rogers International
Commodity Index (RICI). Desde 1998 hasta la actualidad, el valor del RICI se
ha multiplicado por cinco.
Seis años más tarde apareció Hot Commodities,
el libro donde explicó por qué creía que el boom
de las materias primas iba a durar varios años más y expuso los
rudimentos de la inversión fundamental en materias primas (existe traducción
al español con el título El boom de las materias primas).
La estructura es bastante sencilla y clara: dos capítulos iniciales donde
se explica por qué las materias primas son y van a seguir siendo un mercado
provechoso, dos de carácter más técnico donde se expone
cómo funcionan estos mercados y otros seis en los que se analizan los
fundamentos de oferta y demanda de diversas materias primas y en los que Rogers
da su opinión sobre lo que podría deparar el futuro.
Pese a que predijo la carestía de las materias primas, el ensayista no
es un neomalthusiano, no cree que el mundo se encamine hacia el agotamiento
de los recursos (excepción hecha del petróleo); de hecho, su predicción
es que el actual boom durará hasta mediados de la siguiente
década.
Rogers explica que durante el siglo pasado se han alternado ciclos de precios
altos y bajos en el mercado de las materias primas, con una duración
de entre diez y quince años. Los tres grandes booms de precios
se produjeron en 1907-1920, 1933-1953 y 1968-1981: todos terminaron con un colapso
de los precios y una sobreproducción de materias primas por otros diez
o quince años.
La explicación que proporciona Rogers a estos ciclos, si bien tiene una
parte de verdad, pasa por alto un elemento esencial. Según Rogers, cuando
los precios de las materias primas están altos, los empresarios efectúan
inversiones masivas para incrementar la oferta. Dado que los proyectos para
localizar, extraer, procesar y distribuir las materias primas son duraderos
y costosos, la etapa de precios altos se prolonga durante más de una
década. El problema es que, cuando toda esta enorme nueva capacidad productiva
entra en funcionamiento, la oferta se incrementa tanto que los precios se desploman.
Y como los precios están tan bajos y la capacidad productiva es tan elevada,
debido a la sobreinversión anterior, ningún empresario invierte
durante más de una década en el campo de las materias primas (un
ejemplo: EE.UU. no ha construido una sola refinería de petróleo
desde 1976). La oferta se estanca, pero la demanda sigue subiendo poco a poco
(especialmente estimulada por los precios bajos), hasta que llega el momento
en que vuelven a subir los precios y el ciclo se reanuda.
El problema de esta teoría es que parece que es el libre mercado el responsable
de semejante caos productivo. La explicación de Rogers sería mucho
más rica y explicativa si incorporara la teoría austríaca
del ciclo económico, que demuestra que los procesos generalizados de
mala inversión en los sectores más alejados del consumo (como
las materias primas) se deben a la intervención de los bancos centrales
en los mercados crediticios.
Es una pena que Rogers ignore la teoría austriaca, ya que él mismo
no escatima críticas a la Reserva Federal, y en particular a su actual
presidente, Ben Bernanke. En noviembre, por ejemplo, lo llamó “tonto
de remate” por decir que la depreciación del dólar no afectaría
a los estadounidenses que no compraran en el extranjero. Asimismo, en marzo
propuso cerrar la Fed para terminar con la pérdida de valor del billete
verde.
Si las predicciones del autor están en lo cierto, las materias primas
seguirán en precios altos hasta 2015. Eso sí, hay que tener en
cuenta que el propio Rogers pronosticó en febrero que los precios van
a sufrir a medio plazo una corrección a la baja, como consecuencia de
la crisis internacional. Lo que no quita, claro, que hasta 2015, la inversión
en estos activos vaya a ser una de las más rentables.
Nuevos actores protagónicos
Puja mundial por tierras arables
Tras decenios dominados solamente por hidrocarburos, las superficies cultivables
vuelven a ser activos estratégicos en el mundo. Lo prueba una decisión
china: alentar a firmas estatales y fondo soberanos a comprar tierras fértiles…
en el exterior.
El ministerio agrario ha preparado un esquema para financiar la adquisición
de terrenos arables en Sudamérica y África subsahariana. El objeto
es consolidar la “seguridad agrícola” y el abasto de alimentos,
según revela Financial Times. Cabe recordar que Beijing promovía
ya compras en el exterior por cuenta de petroleras, bancos e industrias. Todo
mientras Occidente ve con aprehensión la actividad de fondos soberanos
asiáticos.
En principio, las propuestas ministeriales no deberían encontrar obstáculos
para ser aceptadas. Pero los chinos teman que muchos Gobiernos no estén
dispuestos a “extranjerizar” grandes áreas. Estas cosas vienen
siendo comunes en la Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Por otro lado,
desde los años 60 Australia funciona como “fábrica de carnes”
para Japón, una simbiosis que el cono sur americano nunca comprendió.
En estos tiempos de escasez y altos precios de alimentos, China no estará
sola. En Levante, uno de los máximos importadores netos de productos
agrícolas, Saudiarabia proyecta invertir en ganadería africana,
india y latinoamericana. Al oeste, Libia negocia con Ucrania posibilidades de
cultivar sus propios cereales allá.
Estas combinaciones de intereses económicos entre la península
arábiga y uno de los mayores productores mundiales de trigo puede revivir
la “teoría de las tierras negras”, fruto hace un siglo del
geógrafo Halfordf J. Mackinder. Seguidor de Thomas Malthus (1766/ 1834),
su idea era que controlar las ricas tierras de Europa oriental (Ucrania, Polonia)
resultaba clave para dominar Eurasia y el planeta.
Las nuevas políticas en juego distan de ser teóricas. Ya los países
más ricos pugnan (dicen) para asegurar que los más pobres no se
mueran de hambre. Ello pese a que la Unión Europea, Estados Unidos y
Brasil estén impulsando biocombustiles que emplean insumos agrícolas
escasos (maíz, por ejemplo). Tailandia llegó a proponer un cartel
del arroz.
Las iniciativas china y árabe, de paso, quizá promuevan más
resistencias en la UE, EE.UU. y Japón a pactos globales que los hagan
reducir sus cuantiosos subsidios agrícolas. Aunque los precios internacionales
sean muy altos, las tres potencias creen que deben protegerse de países
que producen más barato.
Hambre e ira en varios países
Alimentos inflados por la especulación
Sólo en Latinoamérica y según la Cepal, millones caerán
en la pobreza si los Gobiernos no hacen algo. Como en el resto del mundo subdesarrollado
–en este caso, “emergente” es un mal chiste–, nadie
sabe bien qué sería ese algo.
José Luis Machinea, secretario de la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe, manifestó a finales de abril
alarma por el alza de trigo, arroz, maíz y oleaginosas. Quizá
porque la violencia en Haití y la que se prepara en Bolivia o Paraguay
ya no pueden pasarse por alto.
En Haití, la hambruna llega a niveles inéditos, aun para ese desgraciado
país, económicamente inviable desde hace generaciones: una cabeza
de puente del África subsahariana a este lado del Atlántico. Durante
2007 y el primer cuarto de 2008, los precios internacionales de alimentos básicos
para cualquier país pobre han crecido 45%.
La causa real del fenómeno tiene mucho que ver con mercados especulativos
–futuros, opciones, derivados– virtualmente intocables. Eso implica
Gobiernos centrales incapaces de tomar la iniciativa contra los excesos globalizadores
de Chicago (granos, oleaginosas), Nueva York o Londres (crudos). Pero, en lo
tocante a alimentos, su aumento involucra factores sociales y políticos.
Entre ellos, la creciente demanda de China e India, debido paradójicamente
a la prosperidad de sus clases urbanas.
A criterio de la Cepal, un incremento de 15% en los precios mundiales (especulativos,
ergo irracionales) promueve 12,7 a 16% los niveles de indigencia adicionales.
En la región, esto puede afectar a hasta 15.700.000 habitantes, un guarismo
superior a la población de algunos países.
Sin duda, hambre e irritación social son palpables alrededor del planeta.
La crisis de oferta alcanza, inclusive en Estados Unidos –así señalan
las bancarrotas de cadenas minoristas–, a estamentos medios y medios bajos,
ya golpeados por la crisis hipotecaria. En el resto del mundo, escasez y carestía
desestabilizan Gobiernos.
En Egipto, por ejemplo, el ejército hornea pan para evitar que los aumentos
de precios se vuelvan contra un régimen de suyo corrupto y autoritario.
En Malasia, relativamente próspera, la coalición gobernante casi
cae, víctima de votantes furiosos ante el alza de alimentos y combustibles.
“Es la peor crisis de su tipo en más de treinta años”,
sostiene Jeffrey Sachs, economista y asesor jefe de Ban Ki-mun, secretario de
la ONU. “Obviamente, afecta cada día a más Gobiernos y sus
costos sociopolíticos pueden ser enormes.”
Por cierto, este incremento de materias primas es el mayor desde el vivido en
tiempos de Richard Nixon. Pero en la actualidad hay menos margen para soluciones:
la intangibilidad de los mercados especulativos –físicos, financieros–,
herencia del extinto consenso de Washingon (1989), se combina con la creciente
demanda de países en desarrollo (China, India, Brasil, Vietnam, etc.).
No existe una cartilla para afrontar el desastre. En Asia oriental y meridional
se intentan medidas para evitar que los comerciantes y la población acumulen
arroz por las dudas. En Indonesia (220 millones de habitantes), por ejemplo,
para prevenir protestas el Gobierno revisó el presupuesto de este año
y elevó en US$ 280 millones los subsidios alimentarios directos.
Los dirigentes que se hacen los distraídos pagan altos precios. Así,
en Haití el presidente René Préval sostuvo que “si
la gente puede comprarse celulares, debería poder alimentar a sus familias.
Quienes protestan que vengan a buscarme al palacio de Gobierno”. Fueron
de a miles y Préval se escondió tras sus guardias y las fuerzas
de la ONU. Eso acabó con el primer ministro Jacques-Édouard Aléxis.
Petróleo
Una coyuntura de ribetes alarmantes
Esta crisis aporta un magro consuelo: la sapiencia convencional sobre el futuro
de los crudos se ha equivocado muchas veces. Pero por desgracia, en general
los malos cálculos erraban por el lado optimista.
A principios de 1999, cuando los futuros cortos de hidrocarburos no llegaban
ni a US$ 15 por barril, los gurús y algunos medios cuestionaban –junto
con Nicholas Negroponte– la relevancia del petróleo en una economía
que pronto se jugaría en el ciberespacio. Pinchada la burbuja puntocom,
hacia mediados de 2003 los precios se recobraban de otro bajón, pero
nadie sospechaba que China e India devendrían fuertes consumidores de
combustibles fósiles. Los optimistas se reían de quienes anticipaban
US$ 40 el barril en un par de años.
A final de este mayo, el tejano ligero llegó a pasar los US$ 135 en Nueva
York. Por supuesto, hoy los hombres sabios no ven otro horizonte que el alcista.
Al 21 de mayo, los futuros del WTI habían subido 39% en el año
y 17% desde el 30 de abril.
La resultante alza de naftas y otros combustibles, como la de alimentos, generan
desasosiego en las economías centrales y violencia en el mundo subdesarrollado.
Por ejemplo, American Airlines informó que los mayores costos de carburantes
exigen reducción de la flota y del número de pasajeros, además
de aumento de tarifas. Boeing confía en los nuevos 787, que tragan menos
combustible, promuevan demanda y compensen las demoras en entregas.
Mientras tanto, Honda y otras automotrices aceleran planes para lanzar más
modelos híbridos (fuel oil o nafta-electricidad). El cambio de preferencias
en Estados Unidos obliga a que, por fin, General Motors, Ford y Chrysler reduzcan
la producción de utilitarios deportivos.
La cámara baja pasó un paquete de US$ 57.000 millones en incentivos
tributarios para promover las energías alternativas, por ejemplo solar
o eólica. Por supuesto, la influencia del “lobby”
petrolero entre los republicanos puede hacer que prospere el inevitable veto
de George W. Bush, pero su sucesor será seguramente mucho más
progresista en materia de energía y combustibles.
Pese a la influencia de un dólar débil (63,5 centavos de euro),
los problemas de abastecimiento sugieren que la crisis petrolera no es cuestión
cambiaria, sino de oferta. La agencia internacional de energía y combustibles
teme que “las futuras disponibilidades de hidrocarburos sean inferiores
a las estimadas”.
Dragón ávido
Beijing juega fuerte en la geopolítica petrolera
Con 1.300 millones de almas, China es el segundo consumidor mundial de hidrocarburos,
tras Estados Unidos Su sostenida industrialización determina un PBI interno
que crece de 9 a 11% anual y necesidades de combustibles que habrán subido
150% en 2020.
El consumo aumenta a razón de 7,5% anual, siete veces más rápido
que el de Estados Unidos, impulsado por una vasta transición de la bicicleta
urbana a los transportes masivos y los automóviles. Por consiguiente,
hacia 2010 por el gigante oriental circularán noventa veces más
vehículos que en 1991 y, hacia 2020, tendrá más coches
que las dos primeras economías mundiales (Unión Europea, EE.UU.),
tomadas por separado.
Otro factor que promueve la venta de automotores son los combustibles en extremo
baratos. Los precios chinos están entre los más bajos de países
importadores. Representan un tercio de los niveles minoristas prevalecientes
en la eurozona y Japón, que aplican fuertes gravámenes para que
se consuma menos.
Las posibilidades chinas de autosuficiencia se frustran porque las reservas
conocidas son exiguas en relación con la demanda y no podrán aguantar
más de unos veinte años. Exactamente lo que les ocurre a varios
grandes exportadores tradicionales. Si bien en los años 70 y 80 Beijing
era exportador neto, para 1993 era importador neto. La Agencia Internacional
de Energía y Combustibles cree que, hacia 2030, las importaciones chinas
igualarán las estadounidenses de 2008.
Esa creciente dependencia induce a los chinos a interesarse en lugares como
Kazajstán, Rusia, Venezuela, Sudán, África occidental,
Saudiarabia, Canadá o, aun antes de los hallazgos actuales, Brasil. No
obstante, 58% de sus compras todavía proviene del golfo Pérsico.
Esto es una pesadilla para el Pentágono, el Gobierno federal saliente
y sus aliados ultraconservadores, inclusive en el congreso. Aunque los chinos
quisieran mantener buen clima con Estados Unidos, Beijing cree que Washington
insistirá en controlar el petróleo del golfo y sus alrededores.
Como lo hacía Gran Bretaña hasta la Segunda Guerra Mundial. Por
ende, esta política constituye –no sin fundamentos– una amenaza
para China.
La tendencia a vínculos estratégicos con países que EE.UU.
considera hostiles provoca sobreactuaciones a este lado del Pacífico.
En particular, el vicepresidente Richard Cheney –cerebro geopolítico
de Bush– ve con inquietud la venta de armamento y el apoyo al “empleo
dual” (civil, bélico) de tecnología nuclear por parte de
Irán u otros socios de Beijing.
En verdad, China es el máximo importador de hidrocarburos iraníes
y ha cerrado acuerdos por unos US$ 120.000 millones. Precisamente mientras Washington
sigue intentando, en vano, imponer a la UE tácticas más duras
contra el programa atómico persa (sus metas militares parecen tan fantasiosas
como el arsenal químico-nuclear de Saddam Hussein, usado como excusa
para invadir Irak). En realidad, lo que desvela a Cheney son las ventas de cruceros
ofensivos chinos a Teherán, presuntamente para amenazar el tráfico
petrolero o los barcos de guerra en el golfo.
Fuera de Levante, las necesidades petroleras chinas podrían afectar lo
que los militares estadounidenses creen sus intereses globales de seguridad.
Esta recidiva imperial abarca todos los mares que dan a China, Indochina y el
archipiélago malayo. Otro motivo de preocupación estratégica
es el acceso a los hidrocarburos rusos, aunque éstos los controle Gazprom,
el mayor monopolio estatal del género. Como es evidente, la dirigencia
moscovita ya no toma en serio las veleidades del Pentágono ni de la Otan.
Mucho menos, la idea de Washington sobre sus acuerdos petroleros con China,
Japón, etc.
En el hemisferio occidental, China ha suscripto pactos con Brasil, la Argentina,
Ecuador (ninguno de ellos muy allegado a George W. Bush y su equipo) y Perú.
Pero su interés clave reside en Venezuela, cuarto exportador de crudos
a EE.UU. y una obsesión del Pentágono (acaba de reinventar la
IV flota para patrullar Sudamérica y el Caribe). Washington se muestra
preocupado, esencialmente, por una serie de acuerdos chinovenezolanos para explorar,
explotar y refinar hidrocarburos.
Sin EE.UU.
Irak podría ser clave en materia petrolera
Sin duda, un futuro sin suficientes hidrocarburos sigue inflando precios y explica
el último récord (US$ 135,05 el barril de tejano ligero, el 22
de mayo). Los especuladores esperan un mercado firme por años, Pero ¿y
si Irak vuelve al ruedo?
En las condiciones actuales, priman la inelasticidad de demanda (los altos
valores no la reducen) y el agotamiento de reservas cubicadas en el largo plazo,
al margen de altibajos en cotizaciones. Ya Saudiarabia ha reconocido que, una
vez completados los proyectos en marcha para explotar nuevos yacimientos (alrededor
de 2013), será muy difícil elevar la capacidad extractora. Similares
perspectivas se repiten en casi todos los demás exportadores grandes.
Además de Brasil, una rara excepción –creen operadores londinenses–
puede ser Irak, donde se ubica 10% de las reservas comprobadas pero que sólo
representa 2,5% de la producción mundial. Bagdad (mejor dicho, Kirkuk)
debería mejorar drásticamente su desempeño de los últimos
años para ser una solución a mediano plazo. Empezando por terminar
la guerra civil desatada por Estados Unidos y Gran Bretaña en 2003, que
sólo deja fuera el Kurdistán iraquí.
La Mesopotamia solía rendir mucho mejor, pero tres guerras y trece años
de sanciones dañaron la infraestructura productiva y el capital humano.
No obstante, el país tiene una historia de recuperaciones. La extracción
alcanzó más de 3.500.000 barriles diarios en 1980, justo antes
de la larga guerra con Irán, donde Saddam Hussein contaba con apoyo estadounidense.
Hacia 1990, volvía a aquel nivel, pero el dictador invadió Kuwait,
desató la guerra del golfo y las subsiguientes sanciones de Naciones
Unidas, que castigaron las exportaciones.
Dejando de lado un espectacular escándalo internacional (el programa
alimentos por crudos, que involucró a 2.300 empresas y varios Gobiernos),
en los cinco años anteriores a la invasión de 2003 las sanciones
aflojaron y permitieron que la producción superase a veces los 2.300.000
b/d.
La volatilidad prosiguió tras la caída de Saddam, con extracción
en general inferior a dos millones de b/d. Recién a fines de 2007 se
recobró el volumen de 2002, 2.300.000 b/d, en un contexto con frecuencia
interferido por operaciones militares y la guerra civil, excepto en Kurdistán.
Sin duda, el futuro de la Mesopotamia depende de sus reservas. En abril el viceprimer
ministro Barham Salih “reveló”que el total quizá llega
a 350.000 millones de barriles, triplicando los 115.000 millones “oficiales”.
La escasa repercusión del anuncio subraya que es preciso tratar esas
cifras con cuidado. No obstante, hacía 30 años que las estimaciones
no se actualizaban.
De confirmarse, elevarán la excepcional relación producción/reservas,
ya la más alta del mundo. Comparando los números de Salih con
un ritmo anual de 2.300.000 b/d, surge una cifra increíble: 415 años
de explotación. La RPS media global es hoy casi 40 años, pero
muchos geólogos ajenos al “lobby” de las petroleras no creen
que haya reservas mundiales para más de 25 años (lo mismo parece
suponer el mercado de futuros y opciones).
Naturalmente, todo lo anterior suena a desmedido. Por ejemplo, si Irak alcanzase
una RPS de 80 años (media en Levante, pero también exagerada),
debería extraer unos cuatro millones de barriles diarios con las reservas
“oficiales” actuales. Eso le llevaría más de 15 años
y, antes, le exigiría estabilidad interna.
En contraste con la escena nacional, la actividad ha sido sostenida en Irak
nororiental, donde los kurdos afirman que Bagdad ha hecho lo imposible para
privarlos de una industria petrolera integrada. Por eso, desde 1991 han venido
desarrollando la autonomía local. Dadas su posición débil
(Turquía, también aliada de EE.UU., desconfía del irredentismo
kurdo) y sus necesidades financieras, el Gobierno regional kurdo (GRK) ha firmado
acuerdos parciales con noruegos, canadienses, etc. Paralelamente, las trabas
del Gobierno árabe central a una ley nacional de hidrocarburos hicieron
que el GRK aprobase en agosto una propia.
Tres grandes gasoductos, centro de complejas Se llaman Nabucodonosor, Corriente norte y Sur. El gasoducto asirio |
EE.UU. se acerca a la recesión
Se crece pero con riesgo inflacionario
Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, alertó sobre
“errores de los 70”. Por entonces, se dejó avanzar la inflación
y eso perjudicó el crecimiento. Aludía a los principales emisores,
pero también a economías emergentes.
Jean-Claude Trichet.
En países como China, Saudiarabia, India o Indonesia, hasta las estadísticas
oficiales mejor amañadas indican que los precios al consumidor subieron
de 8 a 10% en doce meses. En Rusia, el nivel llega a 14%, en la Argentina la
cifra real no baja de 23% ni de 29% en Venezuela. Si se evalúan correctamente
los números, dos tercios de la población mundial sufrirá
inflaciones superiores a 10% anual hacia mediados de 2008.
Sea como fuere, una serie de economías en desarrollo muestra, hasta abril,
tasas anuales superiores a las de los nueve años previos. Por otra parte,
se observan –como notaba Trichet desde Francfort– similitudes alarmantes
entre actuales países emergentes y países centrales a principios
de los años 70, cuando se desató aquella “gran inflación”
que Paul Volcker afrontó desde 1978 en la Reserva Federal.
¿Se hallan las economías en desarrollo ante dilemas parecidos?…
Según cifras oficiales, los precios al consumidor chino marcan 8,5% anual
(contra 3% hace doce meses), un pico de doce años. Rusia pasó
de 8% a más de 14%. Casi todos los exportadores petroleros del golfo
Pérsico sufren más de 10%. En India, los precios mayoristas –referente
preferido por el Gobierno– tocan 7,8%, pico en cuatro años.
En Latinoamérica, la inflación sigue relativamente baja, si se
la compara son registros históricos. No obstante, en Brasil fue de 3%
a principios de 2007 a 5% y Chile avanzó de 2,5 a 8,3%. Más alarmantes
son Venezuela, cuyos precios minoristas están en 29,3%, y la Argentina,
donde nadie cree que la inflación sea el 8,9% oficial. En este caso,
Morgan Stanley estima que, en 2008, alcanzará a 23%, contra 1,43% en
2007.
La tasa china debe ser superior a la oficial, porque el índice para el
consumidor no extrapola bien los servicios. En India, los atrasos estadísticos
suelen obligar a severas revisiones luego de la publicación: la cifra
definitiva de marzo, por ejemplo, quedó tres puntos sobre la inicial,
lo cual empuja a 9-10% la proyección mayorista anual.
Sin duda, las alzas recientes derivan del sostenido aumento internacional de
hidrocarburos y productos básicos de origen agrícola, mayormente
en los países importadores. En China, los alimentos subieron 22% en doce
meses, contra apenas 1,8% del resto. Los Gobiernos han reaccionado aplicando
más controles internos y restringiendo exportaciones. Así, India
ha suspendido el mercado de futuros y opciones (Bombay) para varias materias
primas, al cual considera especulativo. Pero se trata de medidas coyunturales.
Algunos bancos centrales –Brasil, Rusia, Indonesia, etc.– han elevado
tasas referenciales este año. Pero, como no siguen el ritmo inflacionario,
los tipos reales se retrasan y son mayormente negativos; salvo en México,
Surcorea o Brasil. Rusia es un caso extremo: su tasa básica, 6,5% anual,
queda ocho puntos por debajo de la inflación.
Muchos funcionarios de países emergentes sostienen que no hacen falta
torniquetes monetarios. A su juicio, la mayor inflación se debe al incremento
de precios internacionales de alimentos básicos e hidrocarburos. A su
vez, los asocian a especulación y caídas temporarias de oferta.
Por cierto, es posible –presumen algunos analistas en Londres y Nueva
York– que los valores de alimentos agrícolas cedan más adelante
en el año. Pero eso no debería pasar por alto la inflación
en sí. La sincronización en el incremento de productos primarios,
sospechan los ortodoxos, permite suponer otros motivos fuera de la escasez de
oferta. Por ejemplo, políticas monetarias blandas, distorsiones cambiarias
y la propia demanda del mundo en desarrollo.
Finalmente, otro grupo de expertos apunta a un fenómeno perceptible por
ahora en Estados Unidos: el estancamiento inflacionario (estanflación),
que no impide el “efecto contagio” de unos rubros sobre otros. Según
Goldman Sachs, los alimentos representan 30/40% en los índices minoristas
en los países emergentes o periféricos, contra apenas 15% en los
centrales. Esto puede ser una fuente de estanflación, como ya ocurrió
hace 35 años en Latinoamérica.
Algunos países parecen más proclives a la inflación que
otros, postula un estudio de Union des Banques Suisses. Analizando
salarios, expectativas, demanda y capacidad instalada, la Argentina, Brasil,
India, Rusia y los exportadores petroleros del golfo son los que afrontarán
mayores riesgos en los próximos meses. Las presiones parecen menores
en China, México, Surcorea o Turquía. Todo lo expuesto señala,
a criterio de varios analistas financieros occidentales, que es preciso endurecer
políticas, empezando por elevar intereses en relación con el PBI.
¿Para qué? Para frenar la expansión de la masa monetaria
básica (M-1), que llegó a 20% para los últimos doce meses
en el mundo en desarrollo, casi el triple que en las economías centrales.
Rusia es emblemática: su M-1 aumentó 42% en ese lapso.
Advierte un Premio Nobel en Economía
El Consenso de Washington no sirvió
La receta de 1989 –estabilizar monedas, privatizar, abrir mercados–
ha sucumbido ante el “nuevo pragmatismo”. Así sostiene una
comisión auspiciada por el Banco Mundial y dirigida por Michael Spence,
galardonado con el premio de la Academia de Ciencias en Estocolmo.
Michael Spence
En realidad, “no existen fórmulas que garanticen crecimiento sostenido
en economías subdesarrolladas. Sólo los Estados son agentes capaces
de elegir entre una variedad de opciones. A veces pueden ser torpes o erráticos,
pero –cuando se tornan activos o prácticos– los Gobiernos
son indispensables”, sostiene un informe ya en circulación.
Ese pragmatismo es uno de los factores básicos del documento El otro
es el crecimiento social. Sin mejoras sustanciales en el bienestar de las personas,
no es posible redistribuir riqueza.
Los miembros del comité son expertos y tomadores de decisiones provenientes
de países en desarrollo. Les interesa averiguar por qué una minoría
emergente (trece estados) ha logrado crecer 7% anual o más durante por
lo menos veinte años. Al respecto, llegaron a dos conclusiones fundamentales:
(a) la expansión firme exige compromisos políticos de largo plazo
a la dirigencia, (b) depende de engancharse con la economía mundial como
fuente de tecnología y demanda.
“Ningún país –nota el informe– alcanza crecimiento
real sin altas inversiones en infraestructura, salud y educación. Obviamente,
expandirse implica cambios profundos, pero exige tener en cuenta a la gente”.
Por ejemplo, la tendencia a desdeñar el ambiente en las primeras fases
de desarrollo o industrialización –China, India, Brasil y otros–
es un grave error.
Otro tipo de obstáculos plantean países con desventajas naturales
–Cáucaso, pequeñas islas– o proclives a oportunidades
peligrosas (gran parte del África subsahariana). Por supuesto, muchos
Estados de ingresos medios afrontan problemas como combustibles o alimentos
básicos caros.
George Soros
“Olviden las ilusiones y mejoren las reglas”
A criterio del financista, “la Reserva Federal se ocupa demasiado de política
monetaria y casi nada de las burbujas. Por eso, permitió años
de sobre-expansión crediticia, que desembocaron en las actuales crisis”.
George Soros
En una conversación con periodistas especializados de la eurozona, George
Soros, influyente inversor de origen húngaro, matizó opiniones
previas de Henry Paulson (secretario estadounidense de Hacienda) y Warren Buffett,
dueño del holding Berkshire Hathaway. Ambos creen que “hemos
pasado lo peor”.
“Quizá estemos dejando atrás una crisis de iliquidez. Pero,
en su curso, se han licuado activos y el proceso alcanza la economía
real. No sólo en Estados Unidos. Entonces –deduce–, nos hallamos
ante otro tipo de crisis, causada por el fin del crédito fácil”.
En su visión, la baja a 2% anual de la tasa básica no modifica
ese trasfondo.
Por cierto, Soros estaba adelantando su libro New Paradigms for Financial
Markets, donde propone abandonar el sesgo monetarista de cuatro bancos
centrales. A saber, los de la eurozona, EE.UU., Gran Bretaña y Suiza.
En el caso estadounidense, se trata de “un planteo impuesto por Paul Volcker
seguido por Alan Greenspan y Benjamin Bernanke”.
Pero, si bien el financista cree que las políticas orientadas al mercado
especulativo han sido un fracaso, “muchos quisieran volver a un reglamentarismo
excesivo o a una supervisión demasiado estrecha. No precisamos más,
sino mejores normas”. Retornando a la crisis, Soros subraya un punto:
“Tal vez la de iliquidez esté en reflujo, pero no ocurre lo mismo
con la hipotecaria”.
Al igual que Buffett o un economista sistémico, Paul Krugman, este megaoperador
afirma que “ni la RF ni hacienda entendieron lo que estaba sucediendo.
No obstante, un director del banco central, Edward Gramlich, advirtió
en 2004 que la burbuja inmobiliaria marchaba al desastre. Pero no se centró
en Greenspan (proactivo en tiempos de crisis), sino en el ‘establishment’
financiero y bursátil”.
Todo eso deriva de una historia. “Año a año, mientras se
venían abajo el comunismo y la planificación centralizada, avanzaba
el fundamentalismo del libre mercado. Pero –apunta Soros– llegó
a sostenerse que eso era la perfección absoluta”. Así pensaba
al principio Francis Fukuyama y sigue pensando Kenichi Ohmae. No obstante, advierte
el ex discípulo de Karl Popper, “los mercados pueden ser eficientes,
pero nunca serán perfectos. Hace falta una autoridad reguladora que intervenga
a tiempo y no se limite a acompañar pulsaciones especulativas. De todas
maneras, ni la economía ni las finanzas son ciencias exactas, aunque
recurran a las matemáticas o a modelos de ecuaciones computadas”.
Como los derivativos, por ejemplo.
Benjamín Bernanke
Una doctrina para silenciar críticas
Hace dos meses, el presidente de la Reserva Federal cambió algunas reglas
de su libreto. Desde entonces, intenta definir lo que sus amigos llaman “la
doctrina Bernanke”. Pero la platea contiene influyentes escépticos.
Benjamin Bernanke
Sus opositores sostienen que, en realidad, está promoviendo inflación
y profundiza el declive del dólar al rebajar, más de lo prudente
las tasas referenciales. Curiosamente, esta misma semana Jean-Claude Trichet
(Banco Central Europeo) censuraba a varias economías en desarrollo por
lo mismo que hace su colega transatlántico.
Otros le reprochan algo más grave: poner en riesgo dineros públicos
aceptando activos de mala calidad como colaterales de créditos a bancas
y bancos privados. Vale decir, sostener el negocio financiero a costa de la
economía física. También afirman que la nueva etapa de
intervenciones o regulaciones puede poner en peligro la independencia de la
propia RF.
“Bernanke ha adoptado una gama alucinante de medidas”, admite su
amigo Charles Calomiris (universidad de Columbia, promotor hace varios años
de la quiebra soberana, o sea de los Estados). “No digo que esto no comporte
riesgos y costos. La doctrina implica el uso proactivo de instrumentos monetarios
para evitar colapsos económicos”, señala Timothy Geithner
(RF, Nueva York), otro aliado de Bernanke.
Desde la Casa Blanca, entretanto, se manifiestan reparos a un hábito
del banquero central: analizar con la mayoría demócrata en el
Congreso medidas para evitar más embargos inmobiliarios. “Lo nombró
George W. Bush, pero la legislación que propone es la misma que el Presidente
amenaza vetar”, subraya Alan Blinder, otro allegado al jefe de la RF.
Eso no impidió que surgiesen críticos en la oposición,
por ejemplo dos ex secretarios de Hacienda bajo William J. Clinton. Robert Rubin
(estructuralista) y Lawrence Summers (monetarista) temían que BB subestimara
riesgos recesivos. Ahora se han ablandado.
Precisamente para prevenir un colapso en el mercado financiero, Bernanke armó
la venta de Bear Stearns a JP Morgan Chase. También echó salvavidas
a otras bancas de inversión, en forma de siete facilidades “exóticas”,
y permitió que la RF aceptara activos de valor dudoso. Por ejemplo, títulos
respaldados en hipotecas, créditos automotores y deuda de tarjetas, como
colaterales para préstamos de la propia RF. Por primera vez en la historia,
entonces, destacó reguladores en esas bancas para revisar los libros.
Para azoro de los monetaristas, esa medidas empalmaban con siete rebajas de
tipos referenciales –básico, redescuento– entre septiembre
y abril, desde 5,75/6,75% a 2/3% anual. Ahora, todos esperan una pausa, salvo
que se desencadenen crisis ulteriores. Esta política irrita a ortodoxos
como John Taylor o Martin Feldstein. Partidarios de la sintonía fina
entre tasas e inflación, creen que los sucesivos recortes de la RF generen
riesgos de inflación y atenten contra el dólar.
Quien también tiene resquemores es Paul Volcker, que –como presidente
de la RF– neutralizó el brote inflacionario de los años
80. A su juicio, las intervenciones del banco central (en particular, el caso
Bear Steans/JP Morgan Chase) comprometen la independencia del emisor. A tal
punto que, tal vez, hagan zozobrar la “doctrina Bernanke”.