Actividades históricamente tan fragmentadas como ganadería o
azúcar, por ejemplo, empiezan a consolidarse y deparan al sector privado
las ventajas de una mayor escala. Nuevas fuentes financieras quiebran años
de mercados de capitales subdesarrollados. En otro plano, la creciente demanda
internacional de combustibles limpios genera oportunidades fuera de lo tradicional
en producción y comercio. Brasil ya es el primer fabricante mundial de
etanol: sus exportaciones subieron más de 65% en 2006. Por supuesto,
con crudos cercanos a US$ 100 el barril, hoy ciertos combustibles alternativos
han aumentado y presuponen hidrocarburos de hasta US$ 150 para competir (según
el Fondo Monetario Internacional).
Sin embargo, algunas empresas locales y filiales de grupos multinacionales no
sacan suficiente partido del auge agroganadero porque no son los bastante eficaces
en ciertos aspectos, comenzando por el tecnológico. Las firmas más
chicas, por su parte, tienen problemas para aprovechar nuevas opciones financieras.
Además, en determinados casos, estructuras rígidas o anacrónicas
generan ineficiencias que traban el desenvolvimiento productivo y comercial,
particularmente hacia el exterior.
No obstante tales inconvenientes, un grupo de compañías encara
esos temas y los conexos, buscando ubicarse como líderes en sus segmentos.
Observar este conjunto de operadores globales y locales puede mostrar a otros
–sostiene un reciente estudio de la consultora McKinsey– cómo
hacer frente a los endémicos problemas de América latina.
Dos megajugadores
Incremento poblacional y cierta apertura comercial en parte del mundo en desarrollo
promueven mayor demanda de alimentos más ricos en proteínas, sobre
todo en China e India. Juntos, ambos significan 2.400 millones de consumidores
y no son únicos en el sector, pues también están Vietnam,
Bangladesh, etc. La FAO (organismo de las Naciones Unidas para la agricultura
y la alimentación) estima que la ingesta diaria del mundo en desarrollo
habrá aumentado más de 10% entre 2007 y 2020, a 2.800 calorías
por persona. No es mucho, pero el organismo pro Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE) pronostica que las ventas de carnes rojas en ese mismo
grupo de países habrán avanzado 31% hacia 2015. Esto promoverá
la producción de granos: se necesitan unos diez kilos para producir uno
de carne bovina.
Esas tendencias benefician a Brasil y la Argentina, cuyas favorables condiciones
de clima y terreno son decisivas. Por ejemplo, las tierras arables en Brasil
cubren 4.100.000 km2, algo menos que toda la Unión Europea, y apenas
hay 17% en explotación. De hecho, ésta podría doblarse
sin afectar las selvas pluviales amazónicas, claves para el clima global.
China, India, Estados Unidos o Rusia tienen menos tierras aptas para este fin
y tasas de explotación mucho más altas. Por su parte, la Argentina
tiene 1.700.000 km2 de terrenos arables, sobre un total de 2.800.000, y sus
760.00 km2 de pampas constituyen una de las áreas más fértiles
del planeta. Igual vale para pasturas naturales.
Esos factores y la mano de obra barata explican que Brasil sea el máximo
productor mundial en jugo de naranjas congelado, caña de azúcar,
carnes blancas y café, amén del segundo en porotos de soja. La
Argentina es líder en aceite de soja y carnes rojas. En 2006, Brasil
figuraba sexto y la Argentina décimotercera como exportadores agro-ganaderos.
Los efectos del agronegocio en esas economías son profundos. Para ambas,
es fuente relevante de ventajas en competencia y factor clave en las cuentas
externas. En 2006, esas actividades aportaban 36% de las exportaciones brasileñas
(US$ 49.000 millones) y 52% de las argentinas (US$ 24.000 millones). Por otra
parte, el sector y vinculados generaron alrededor de un tercio de cada producto
bruto interno.
Lo que falta
Por supuesto, en ambos gigantes el campo cifra enormes esperanzas en el futuro,
dadas las perspectivas de la demanda global, sus ventajas competitivas en una
serie de aspectos. Empero, algunas empresas admiten que explotar plenamente
esas oportunidades requiere cambios en gestión y management.
Mejorar el entorno financiero, superar el subdesarrollo en el mercado de capitales
y encarar nuevos emprendimientos. Algunas compañías ya elevan
la productividad vía mejores tecnologías, otras exploran opciones
al viejo modelo cooperativo o aprenden a expandirse sin correr riesgos innecesarios.
Existen circunstancias fuera del control empresario que afectan los negocios.
Ciertos acuerdos comerciales pueden de pronto incrementar acceso a mercados,
pero pocos creen que la ronda Doha logre ser revivida. Obviamente, todo el contexto
sigue influido por los subsidios y la protección de las economías
centrales a sus ineficientes sectores agrícolas. En menor grado, reglas
anticuadas y actividades informales continúan afectando la productividad
en Brasil y la Argentina.
Pese a que grandes firmas brasileñas bien manejadas controlan vastas
porciones de producción y comercio, la productividad agrícola
es apenas 5% de la estadounidense (que paga salarios muy superiores). Esta brecha
se relaciona directamente con la enorme cantidad de unidades dedicadas a la
mera subsistencia.
Imperativos de eficiencia
Una pobre red de transportes y almacenamiento significa operar en desventaja
respecto de competidores desarrollados. Los costos de acarrear porotos de soja
al puerto en Brasil doblan los de EE.UU. Peor aún: la mala infraestructura
hace que 7% de la soja y 12% de arroz se echen a perder antes de llegar a destino.
En total, el socio dominante del Mercosur deja arruinarse 26 millones de toneladas
anuales de alimentos, suficientes para cubrir las necesidades de 35 millones
de personas.
Para atenuar ese déficit, un pequeño grupo de firmas ha armado
alianza con gobiernos estaduales y hasta rivales. El objeto es financiar proyectos
infraestructurales. Por ejemplo, la azucarera Cosan se asoció a tres
competidoras –Cargill, Crystalsev, Nova América– para construir
un terminal portuario especializado en exportar etanol. Bunge Argentina y su
rival cercano, Aceitera General Deheza, son copropietarias de la terminal 6
(puerto de Buenos Aires), dedicado a embarques de granos y soja.
No obstante, la falta de rutas, ferrocarriles y puertos en ambos países
impide una imperiosa eficiencia operativa. El departamento federal de agricultura
de EE.UU. calcula que los rendimientos maiceros se elevaron casi 50% entre 1991
y 2000. En buena parte, por los usos de fertilizantes, semillas orgánicamente
modificadas y otras técnicas. Igualmente, Brasil produce caña
de azúcar a menor costo que cualquier otro país del mundo, gracias
a constantes progresos en productividad.
Mayor complejidad
Inflación, inestabilidad cambiaria, mercados de capital inadecuados y
una burguesía agropecuaria poco evolucionada deterioraban, en otros tiempos,
la rentabilidad de los negocios en la Argentina y Brasil. Hasta 1999, un dólar
caro afectaba los costos brasileños en divisas; desde 2003, viene ocurriendo
lo contrario. En la Argentina, una inflación generalmente superior a
10% anual interfiere en la competitividad de los productores.
También el aspecto financiero ofrece problemas. Pocas compañías
pequeñas conocen o tienen acceso a contratos a término, que podrían
mitigar algunos riesgos. Ambos mercados, subdesarrollados o anacrónicos,
traban la disponibilidad de crédito a empresas locales e inmovilizan
montos considerables de efectivo, que debieran destinarse a usos más
productivos.
Existen, sin embargo, novedosas formas de financiamiento o de cubrir riesgos
operativos. Así, Cosan fue el primer agronegocio de Latinoamérica
en apelar a una oferta pública accionaria, que le permitió recaudar
US$ 350 millones en la bolsa paulista (noviembre de 2005). Después, la
misma empresa lanzó bonos en el mercado estadounidense. Otro sector,
las aves de corral, vive un auge exportador (las ventas argentinas se decuplicaron
entre 2003 y 2006), ante lo cual los brasileños se sumaron a la carrera
financiando incrementos de capacidad productiva.
Sadia, por ejemplo, proyectaba invertir casi US$ 400 millones sólo durante
2007. La argentina Avex, centrada en exportaciones, acaba de formar un consorcio
de inversores para financiar su plan para procesamiento orgánico de pollos
en Córdoba.
En Brasil, capitales emprendedores y su opuesto, fondos especulativos extrabursátiles,
tantean mecanismos financieros alternativos. Entre ellos, combinación
de instrumentos con base en activos y opciones sobre determinadas materias primas
(café, porotos de soja, etc.).
Problemas organizativos
Si bien los agronegocios en la Argentina y Brasil tienden a profesionalizarse
cada vez más, las empresas afrontan problemas significativos de organización.
Así, los vaivenes de rentabilidad comunes a la región suelen dificultar
el cálculo de necesidades y gastos laborales. Por otro lado, despedir
personal en la Argentina (a veces, también en Brasil) presenta trabas
que tienen un efecto contraproducente: las compañías a menudo
no quieren contratar profesionales a tiempo completo.
En el otro extremo, los anacronismos subsistentes en educación deparan
un panorama poco grato. Los graduados terciarios representan apenas 2,6 y 3,2%
de la población en Brasil y la Argentina respectivamente, contra 33%
en EE.UU. El consiguiente déficit de gente idónea se agrava cuando
las empresas añaden actividades ajenas a su cometido central.
En síntesis, los sectores privados de ambos países son renuentes
a efectuar cambios organizativos o estructurales, porque después es difícil
replantearlos según evolucionan los negocios. Esta clase de trabas puede
poner en riesgo la coordinación entre áreas funcionales o actividades
de una empresa, cuando no crean burocracia o duplicaciones innecesarias.
A pesar de eso, algunas compañías empiezan a encontrar maneras
de manejar esas cosas y, entretanto, ubicarse al frente en el proceso de profesionalizar
los agronegocios. De este modo, en Brasil la azucarera Copersucar ha evolucionado
de cooperativa tradicional a una trama más estrecha de actividades entre
los productores asociados. Por otro lado, en 2001 resolvió tercerizar
funciones como transportes, reclutamiento, investigación y desarrollo.
Los esfuerzos de la cooperativa para profesionalizarse la han convertido en
una de las máximas productoras y procesadoras mundiales de caña
de azúcar. El grupo tiene 18% de participación sectorial en Brasil
y, en la temporada 2005/6, vendió por US$ 2.100 millones.
Finalmente, la innovación es otro aspecto clave en el negocio agropecuario,
sea en ambos países, sea en el mundo. Avanzar en la cadena de valor agregado,
desde productos primarios hacía rubros especializados o inclusive servicios,
es el mejor camino a crecientes utilidades. Para la Argentina y Brasil, los
próximos años ofrecerán oportunidades doradas de diversificación,
no sólo en sectores tradicionales.
El alza de precios petroleros y las preocupaciones ambientales, para citar dos
casos, generan aperturas tan atractivas como la producción y la exportación
de biocombustibles, Brasil es ya líder en etanol (37% del total global)
y sus ventas se ha triplicado entre 2003 y 2006. Para no perder posiciones,
la industria deberá crear demanda potencial. Por ejemplo, promoviendo
la conversión de coches a etanol entre las grandes automotrices. Por
lo mismo, debe asegurar el abastecimiento constante de biocombustibles invirtiendo
en depósitos y redes distribuidoras.