La situación laboral y los sueldos
La puja distributiva será tema central en la agenda de 2008
El desempleo continuó su tendencia a la baja en 2007 fruto de la expansión
económica, aunque con una desaceleración del ritmo de creación
de empleos respecto al mostrado en años anteriores. Los salarios nominales
continuaron en alza, aunque aún no lograron recuperar el poder de compra
de 2001 para los trabajadores privados no registrados y los empleados públicos.
Por Carla Bonahora (*)
Foto: Gabriel Ferreyra
El gran dinamismo que mostró la actividad económica durante el
año 2007 tuvo su correlato en la generación de mayores puestos
de trabajo y por ende en la reducción de los niveles de desempleo. En
tal sentido, la tasa de desocupación continuó exhibiendo una tendencia
decreciente, aunque el ritmo de reducción fue menor cuando se la compara
con la registrada durante los primeros trimestres de recuperación.
Según las cifras del tercer trimestre de 2007, la tasa de desempleo se
ubicaba en 7,3% en los aglomerados urbanos relevados por la EPH, lo cual implica
una reducción de 2 puntos porcentuales (pp) respecto al mismo trimestre
de 2006.
Esto supone una contracción de 21% de la población desocupada
en los centros urbanos entre el tercer trimestre de 2007 y el mismo período
de 2006. Se espera que el año cierre con una tasa de desempleo cercana
a 7,5% para el cuarto trimestre, lo cual implicaría un descenso de 1,2
pp respecto al valor final del año 2006.
Leve desaceleración
El crecimiento en el empleo también se observa en la evolución
del empleo formal, dado que se crearon cerca de 320.000 puestos de trabajo durante
los tres primeros trimestres del año, alcanzando más de seis millones
y medio de puestos. Sin embargo, en el transcurso de 2007 la economía
ha desacelerado la creación de empleo formal.
En tal sentido, mientras que en el primer semestre la variación promedio
mensual fue de 0,7%, en el segundo la tasa media fue de 0,2%.
El menor ritmo de creación se debería tanto a causas propias de
la coyuntura de un año electoral –en que muchas empresas retrasaron
sus decisiones de incorporación de personal con vistas a quien ocuparía
el Poder Ejecutivo y cómo se definiría el plan económico
a seguir– así como también a factores de carácter
estructural, ligados a la necesidad de aumentar la inversión con el fin
de ampliar la capacidad instalada de la economía y posibilitar mayores
incorporaciones de personal.
La desaceleración del ritmo de creación de empleos, aunque leve,
es lógica dentro de un esquema donde resulta poco fácil mantener
una alta elasticidad empleo-producto (si se compara con los valores alcanzados
en los primeros trimestres de 2004, entre 0,7 y 0,9 puntos). De este modo, la
elasticidad ha mostrado un comportamiento decreciente durante 2007 debido a
que aun manteniendo el ritmo de variación anual del PIB, en los sucesivos
trimestres la variación del empleo fue menor. Al tercer trimestre, la
elasticidad alcanzó el valor de 0,38 lo cual indica que sólo cerca
de un tercio del aumento del producto se tradujo en incrementos en el empleo.
Los sectores que lideraron
La creación de puestos de trabajo formales fue generalizada en todos
los sectores de actividad, aunque con mayor peso del sector productor de servicios
que explicó 67% de la creación neta de puestos formales, mientras
que el restante 33% se atribuye a la incorporación de personal por parte
del sector productor de bienes.
Mirando hacia adentro de estos sectores, encontramos que la industria manufacturera
es la actividad que motoriza la creación de puestos formales en la economía,
ya que contribuyó con 17% del crecimiento total del empleo registrado,
aunque mostró un crecimiento moderado de 5% acumulado en los tres primeros
trimestres del año.
El segundo sector en términos de contribución al crecimiento es
el conformado por las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler
que crecieron 8% en el período, aportando 16% del crecimiento del empleo
formal privado. Les siguen en importancia el comercio y la construcción,
los cuales explicaron 15% y 14% de la variación del empleo, respectivamente.
De esta forma, tenemos que en conjunto las actividades de industria, servicios
inmobiliarios, comercio y construcción explicaron 62% de la creación
de puestos de trabajo registrados.
Los salarios dan pelea a la inflación
Los salarios siguieron cuesta arriba durante el año 2007 y alcanzaron
en promedio aumentos de 23% para la economía en su conjunto, aunque registrándose
incrementos de diversa magnitud según el sector de la economía:
privado registrado, privado no registrado y público.
En tal sentido, los dos sectores que mostraron un mayor incremento salarial
son el sector público y el sector privado informal, los cuales estaban
más desfasados respecto a las subas en los precios dado que el proceso
de recomposición salarial fue de mayor magnitud entre los trabajadores
formales.
Durante el año 2007, en el sector público se registró un
incremento cercano a 28% interanual, al tiempo que en el sector privado no registrado
los incrementos llegaron a rondar 23%, mientras que los salarios de los privados
formales subieron cerca de 20% y mostraron una estabilización en el ritmo
de crecimiento.
Vale recordar que es la primera vez desde la salida de la convertibilidad, que
los incrementos salariales (en términos porcentuales) en el sector público
superan a los del sector privado formal. En cuanto a los salarios de los trabajadores
“en negro”, hacia el final de 2006 comenzaron a exhibir tasas de
crecimiento superiores a los de los empleados “en blanco”, revirtiendo
la relación entre salarios formales e informales, que había favorecido
en el inicio de la recuperación a los primeros.
¿Estos incrementos salariales han aumentado el poder adquisitivo de los
trabajadores? Cuando se compara la evolución de los salarios nominales
con las variaciones sufridas en el índice de Precios al Consumidor (IPC),
las variaciones en los salarios de todos los sectores superan ampliamente a
las subas de precios, ya que éstos se incrementaron solamente 8,5% interanual,
de acuerdo a las estadísticas de precios oficiales.
Sin embargo, un escenario distinto se vislumbra cuando se examinan las variaciones
respecto a los valores registrados por salarios y precios a diciembre de 2001.
La recuperación del poder de compra sólo se dio para los trabajadores
privados formales, ya que los salarios del sector privado registrado son los
únicos que han experimentado un incremento superior a la inflación
minorista. En los otros dos sectores los aumentos salariales continúan
siendo inferiores a la variación acumulada del IPC desde el fin de la
convertibilidad.
Perspectivas 2008
Con un crecimiento de la actividad económica cercano a 7% durante 2008,
se espera que el desempleo continúe con su tendencia a la baja, llegando
a un valor próximo a 7% en este año, lo cual marca una desaceleración
del ritmo de creación de empleo. La misma indicaría que la economía
se aproxima a su nivel de desempleo estructural –con el actual stock
de capital–, el cual afectaría fundamentalmente a la población
económicamente activa con débiles recursos de inserción
laboral.
Por el lado de los salarios, se espera que se incrementen las presiones por
aumentos en las remuneraciones, lo cual derivaría en un mayor nivel de
conflictividad social. El impacto sobre la inflación dependerá
de la capacidad de la economía para generar aumentos de productividad
de la mano de mayores inversiones. Sin lugar a dudas, la puja distributiva será
un tema central en la agenda de 2008.
Más allá de la favorable evolución del empleo en 2007 en
cuanto a creación de puestos de trabajo, el estado actual del mercado
laboral en la Argentina muestra algunos elementos preocupantes relacionados
principalmente con la calidad del empleo. Problemas tales como la informalidad,
el subempleo y la precariedad son la cuenta pendiente, y hacia donde deberán
centrarse las políticas durante el año.
(*) Carla Bonahora se desempeña como investigadora en el Observatorio
de la Deuda Social Argentina, perteneciente al Departamento de Investigación
Institucional de la UCA.
Hacen falta más y mejores empleos
Si bien el crecimiento de la actividad ha mejorado las condiciones
de empleo en términos de una reducción de la desocupación
y una recuperación sostenida del empleo formal, subsisten aún
graves problemas en cuanto a la estructura del mercado laboral en la
Argentina que –al igual que la del resto de América latina–
se caracteriza por una fuerte presencia del empleo precario y en sectores
de baja productividad e informales.
La ruptura del esquema de convertibilidad desencadenó un crecimiento
masivo de las actividades informales, en calidad de estrategia de supervivencia
para muchos hogares. En esa misma línea se proliferaron las modalidades
de contratación “en negro”, razón por la cual
la tasa de no registración dio un salto importante, llegando
a principios del año 2003 a 49%, por lo que casi la mitad de
trabajadores asalariados permanecía fuera de los registros de
la seguridad social.
De la mano del continuo aumento de la ocupación a partir de 2004,
el porcentaje de asalariados no registrados fue disminuyendo –aunque
sólo paulatinamente– en cada año, hasta alcanzar
a 41% en el primer trimestre de 2007.
El perfil de los no registrados
Si bien cualquier asalariado puede encontrarse trabajando “en
negro” en algún momento de su historia laboral, lo cierto
es que la probabilidad de ser un ocupado no registrado es notablemente
superior entre los asalariados que poseen escasas credenciales educativas,
tal como lo muestran los últimos datos de la Encuesta Permanente
de Hogares (EPH): la tasa de empleo no registrado es de 71% para los
asalariados con bajo nivel educativo (inferior a primaria completa),
mientras que para los que tienen alto nivel (terciario o universitario
completo) la tasa alcanza a 18%.
Otros dos grupos son especialmente vulnerables a las situaciones laborales
irregulares. Por un lado, los asalariados no calificados, entre los
cuales 7 de cada 10 asalariados no cuenta con aportes jubilatorios.
Por el otro, se observa que los niveles de no registración son
mayores entre los trabajadores pertenecientes a empresas con menos de
seis empleados (78%) en relación con aquellos que se encuentran
en establecimientos de entre 6 y 40 personas (34%) y los que trabajan
en empresas con más de 40 empleados, donde la tasa de no registración
es de 12%.
El empleo informal
La problemática de la no registración de los asalariados
es sólo una de las facetas del empleo informal y precario, ya
que otros elementos caracterizan a un empleo de baja calidad. En tal
sentido, se observa que los empleos en el segmento informal son de menor
productividad, con remuneraciones insuficientes (muchas veces por debajo
de los umbrales de subsistencia) y escasa capacitación, así
como también más inestables y generalmente asociados a
establecimientos pequeños o unipersonales. Además, se
concentran principalmente entre las mujeres, los jóvenes (entre
15 y 24 años) y las personas con bajo nivel educativo.
De acuerdo a los indicadores de informalidad que elabora el Observatorio
de la Deuda Social Argentina (ODSA), el porcentaje de ocupados insertos
en el sector informal de la economía se ha mantenido constante
durante el primer semestre de 2007 respecto a igual período de
2006, alcanzando a la mitad de los trabajadores encuestados en el relevamiento
propio del ODSA. Además, se observa una fuerte relación
entre las situaciones de informalidad y no registración, ya que
7 de cada 10 trabajadores del sector informal no se encuentran registrados
mientras que en el sector formal esa situación afecta sólo
a 3 de cada 10.
De esta forma, y con casi la mitad de los ocupados en empleos informales,
se asiste a una fuerte segmentación del mercado laboral argentino,
con una importante heterogeneidad en la masa de los ocupados, donde
se dibuja una suerte de línea divisoria entre los trabajadores
que están “dentro del sistema” y los que no.
Conclusiones
Los datos anteriores indican que las ganancias en términos de
caída del desempleo, no se extienden con igual fuerza a la generación
de mejores empleos, en particular empleos protegidos y formales, y muestran
que la resolución de los problemas del mercado laboral no se
agotan en la simple creación de más puestos de trabajo,
sino más bien en la capacidad del mercado para lograr un incremento
en la calidad del empleo generado.
Dado que los actuales problemas del mercado de trabajo son fruto de
una acumulación histórica de crisis recurrentes, su resolución
debe pensarse en términos de mediano y largo plazo. Hacia adelante,
se necesitan políticas orientadas a reducir los empleos precarios
e informales, lo cual derivará en el incremento de la participación
salarial en el producto y en la consecuente mejora de la distribución
del ingreso.
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Consecuencias sociales de la crisis
La palabra crisis en el idioma chino está representada por dos
elementos, uno significa riesgo y el otro, oportunidad. La profunda
crisis que atravesó nuestro país constituyó, sin
lugar a dudas, un grave peligro tanto de retraso económico como
de desintegración social y política. Esa amenaza de caos
social inminente se disipó y hoy nos queda la oportunidad de
(re)construir un país con mayor desarrollo humano e inclusión
social.
La grave crisis que atravesó el país a finales de 2001,
sumado al deterioro de las condiciones de vida en el transcurso de los
últimos 30 años, ha alimentado una gran deuda social,
que difícilmente pueda ser saldada de manera rápida y
sin la acción conjunta de todos los actores sociales.
La recuperación luego de la crisis y la expansión de la
actividad económica de los últimos años han sido
excepcionales, aunque el mejoramiento en las condiciones de vida de
la población no fue igualmente auspicioso: muchos sectores de
la sociedad enfrentan aún una dura realidad social, en situaciones
de marginalidad y exclusión creciente. De este modo, mientras
se aprecian mejorías nada despreciables en los indicadores de
pobreza por ingresos, cuando se examinan otros indicadores complementarios
de bienestar social, los avances recientes se vuelven menos evidentes.
Pobreza y distribución del ingreso
Los niveles de pobreza e indigencia han disminuido sensiblemente desde
la crisis, marcando una reducción de la población pobre
a casi la mitad de la existente en el año 2002. No obstante,
existen en la actualidad algo más de 5 millones de personas en
condición de pobreza en los aglomerados urbanos, de los cuales
cerca de 2 millones pertenecen a hogares con ingresos familiares inferiores
a la línea de indigencia.
Paralelamente, la distribución del ingreso –medida a través
del coeficiente de Gini– experimentó cambios meramente
marginales, producto principalmente del efecto en los incrementos de
los ingresos salariales y el empleo, pero no reflejando cambios en términos
de una mejora en la igualdad de oportunidades de acceso a otras dimensiones,
como la educación y la salud. Los datos disponibles para el año
2007 indican un Gini de 0,49, valor que iguala al alcanzado en el año
1996 pero que se encuentra muy alejado del 0,33 registrado en el año
1972.
La deuda social
Una radiografía de las carencias y privaciones sociales muestra
la persistencia de grandes desigualdades en el acceso a derechos sociales
y humanos fundamentales, incluso pasada la crisis. En tal sentido, aún
hay millones de argentinos en condiciones de pobreza, con graves problemas
de empleo (desempleo, empleo precario y de indigencia) y con acceso
limitado a los recursos educativos y de salud.
El reciente crecimiento económico no ha logrado reducir significativamente
las amplias brechas de bienestar existentes entre distintos grupos de
la población, particularmente entre los más vulnerables
como los niños, jóvenes y ancianos. Por ejemplo, la mitad
de los menores de 18 años no se encuentra cubierto por un plan
médico u obra social y cerca de un cuarto de los jóvenes
de entre 18 y 24 años de edad no estudia ni trabaja, con el consiguiente
riesgo de caer en actividades delictivas y de marginalidad. También
se observan elevados niveles de privación en términos
de una cobertura adecuada de salud y en la inserción en puestos
de trabajo dignos.
Estas inequidades cristalizadas alimentan la deuda social acumulada
a la vez que agudizan la puja distributiva por los ingresos y reclaman
la construcción de un programa integral de desarrollo, que permita
la realización humana plena.
Conclusiones
Las recurrentes crisis económicas han dejado una pesada herencia
de privaciones y desigualdades, que aún no logran superarse a
pesar de la favorable evolución reciente de los indicadores económicos.
Queda claro que el crecimiento económico y la generación
de mayores ingresos no bastan para saldar la deuda social existente
y para lograr una disminución substancial de la pobreza en su
sentido más amplio, una disminución entendida como el
aumento del bienestar social, que se alcanza cuando los individuos de
una sociedad poseen igualdad de oportunidades de acceso a dimensiones
esenciales, tales como la educación, la salud, la infraestructura
habitacional y el empleo de calidad. Para alcanzar tales metas son necesarias
políticas que promuevan la distribución más equitativa
de los beneficios del crecimiento y que logren disminuir las desigualdades
en el acceso a los recursos y las oportunidades.
Las crisis y experiencias pasadas servirán para delinear un proyecto
de desarrollo con inclusión social, pues como afirma el filósofo
español Eugenio Trias “En esta vida hay que morir varias
veces para renacer después; y las crisis aunque atemorizan nos
sirven para cancelar una época e inaugurar otra”.
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