La canasta exportadora sigue poco diversificada

    Por Javier Rodríguez Petersen


    Mauricio Claverí
    Foto: Gabriel Reig

    Desde hace algunos años que en el sector del software dicen que la oferta de empleados no alcanza para satisfacer la demanda sostenida por las ventas al exterior, que ya superaron US$ 300 millones anuales. El año pasado, según el Indec, el complejo frutihortícola exportó por encima de US$ 1.500 millones, algo más que el complejo pesquero, que ingresó divisas por US$ 1.249 millones. La industria automotriz, recuperada del estancamiento de fines de los años 90 y la crisis de 2001, vendió vehículos y autopartes a otros países por US$ 4.653 millones. Y según la Secretaría de Minería de la Nación, todo el sector –que incluye, en realidad, varios complejos exportadores– prevé superar este año US$ 9.000 millones por exportaciones.
    Los datos parecen indicar que la canasta exportadora de la Argentina está en medio de un profundo cambio y camina aceleradamente hacia la siempre reclamada diversificación. Pero, ¿es tan así como parece?
    Para Mauricio Claverí, economista de abeceb.com especializado en comercio exterior, la respuesta es no. O por lo menos, no tanto: “Yo relativizaría un poco el cambio en la canasta exportadora. Cuando se observa la columna vertebral de las exportaciones de la Argentina, desde los 90, está integrada por los complejos cerealero, oleaginoso –un poco más reciente–, automotriz, de la carne, minerales y combustibles. Alternando por ahí un poco las posiciones relativas, siguen siendo el centro de las exportaciones”.

    Competitividad
    En 2001, los diez principales complejos exportadores explicaban 67,3% de las ventas al exterior. En lo que va de este año, los diez principales complejos explican apenas… 66,6%. Y siete de los diez complejos se repiten. “Siempre hay variaciones y cambios relativos”, señala Claverí y agrega: “Esto tiene que ver con la competitividad interna y con los precios internacionales que pueden hacer que convenga más elaborar un producto que otro”.
    “Particularmente en el campo –menciona–, hay cierta tendencia inestable por la dependencia de los precios internacionales, el clima y otros factores. Hasta hace un tiempo, el sector típicamente rentable era la soja, y el complejo oleaginoso recibía las inversiones en molienda y crecían muchísimo los aceites y harinas. Ahora hubo un aumento importante en los precios de trigo y maíz, y este año hubo más diversificación en la cosecha y empezó a crecer más lo que es cereales y no tanto la soja”.

    –¿Es decir que en los próximos años los cereales podrían recuperar el peso que perdieron frente a la soja?
    –Todo depende de los precios internacionales. Hoy la soja está muy bien posicionada, tiene una gran demanda mundial y una demanda adicional a la de alimentos por la incorporación de China e India, que es la de biocombustibles. Y en los cereales, todo tiene que ver con este empuje de la demanda de alimentos. Por lo menos hasta 2010 ó 2011, el campo tiene muy buenas perspectivas en cuanto a precios. En cuanto a volumen, es otra cosa, porque tiene una restricción más fuerte que la industria para aumentar los volúmenes.

    –¿Qué alcance tienen hoy las exportaciones de la industria?
    –A partir de 2002/2003 hay un resurgimiento de las exportaciones industriales en varios sectores. Pero más allá de que estos rubros se están recuperando y ganando volumen, todavía no tienen el peso como para decir que se está diversificando la canasta exportadora.
    La industria automotriz específicamente, con la recuperación y el crecimiento del mercado interno, empezó otra vez a repuntar, recibir inversiones y aumentar la exportación. Hoy es el sector más dinámico de la industria, con un crecimiento de alrededor de 30 ó 40% en producción y exportación. Y en cuanto a valores también es muy significativo. Es un sector estratégico, con un marco de protección y regímenes de promoción, permanentemente apoyado por el Gobierno porque genera buenos sueldos, valor agregado y exportaciones.

    Variaciones en energía
    En los primeros nueve meses del año, el total exportado medido en divisas aumentó 16% con respecto al mismo período de 2006 hasta llegar a US$ 39.304 millones. Hasta poco antes de mitad de año, el mayor impulso estaba dado por las manufacturas de origen industrial (MOI), sin embargo, una buena cosecha con excelentes precios llevó a que, hoy por hoy, “más de 86% del crecimiento de las exportaciones (según el cálculo de Claverí) venga del campo”. Los datos del Indec muestran que, hasta septiembre, las ventas al exterior de MOI aumentaron 14%; las de manufacturas de origen agropecuario (MOA), 20%; y las de productos primarios, 16%, mientras que las de combustibles y energía se contrajeron 17% a pesar de los valores siderales del barril de petróleo.
    El analista de abeceb resalta este último punto. “A partir de 2005, con la crisis energética, el crecimiento de la demanda interna y un ambiente poco propicio para las inversiones hicieron que los saldos exportables de petróleo y derivados cayeran mucho. Aunque se compensó en parte por los altos precios, en los últimos dos o tres años las exportaciones cayeron en volumen entre 20 y 30% anual, lo que no se va a poder revertir rápidamente. Y hay que ver hasta dónde pueden sostenerse los precios actuales. Por eso creo que en los próximos años va a ser un rubro que va a achicar su participación. Ahí hay un superávit comercial de US$ 2.000 ó 2.500 millones que habría que sustituir con otros rubros”, advierte.

    –¿Qué perspectivas tienen los sectores más chicos que, sin tener aún una participación importante en la canasta exportadora, vienen registrando crecimientos muy altos, como los vinos, las frutas y hortalizas o los servicios informáticos?
    –El caso de frutas y hortalizas es paradójico: era uno de los diez principales complejos exportadores en 2001, pero no este año. Tiene cierta volatilidad y está sujeto a las condiciones de mercado y a las de producción interna. La Argentina tiene mucha ventaja comparativa y debe aprovecharla: tiene valores agregados como los alimentos naturales y la marca argentina, buenos precios y una demanda que crece muy rápido en el mundo. Es un segmento con mucho potencial.
    El caso del vino se originó hace algunos años. Viene creciendo a tasas muy fuertes, de aproximadamente 30% por año, con exportaciones que ya están llegando a US$ 600 millones. Tiene muy buenas perspectivas y las inversiones son fuertes. Es el sector estrella, y con razón.
    El software también ha funcionado muy rápido. Por un lado, porque la Argentina tenía mano de obra muy calificada, y por otro porque había una ventaja de costo relativo. Y tiene la ventaja de ser considerado un sector estratégico, con políticas de promoción, apoyos de la Cancillería y demás. Hay que ver hasta dónde se puede convertir en un sector muy significativo, porque hay una especie de restricción por la mano de obra. Pero es muy importante por el valor agregado que tiene y la capacitación de la mano de obra.

    Estrategias
    Se calcula que este año las exportaciones llegarán a US$ 54.000 millones y que eso permitirá un superávit comercial de US$ 10.000 millones. La canasta de productos con la que se llega a esos números es menos diferente a la de hace años que lo que parecen indicar algunos datos sueltos.
    “Lo que sucede –concluye Claverí– es que la Argentina es un país mediano, sin una canasta diversificada, como puede tenerla Brasil, y sin un perfil netamente exportador, como los países asiáticos. Históricamente, la Argentina siempre se concentró más en el mercado interno. Entonces, tiene algunos rubros en los que por ventajas naturales y excesos de oferta vuelca saldos exportables, como el agrícola. Los otros rubros, más que nada el sector industrial, están más vinculados a la demanda interna y sus vaivenes. Entonces pasa que cuando la economía interna se recupera, resignan exportaciones porque destinan una mayor proporción de la producción al mercado interno. Lo que quizás falta, sobre todo en el sector industrial, es una visión más estratégica, de mirar a los mercados mundiales”.