No converge la visión de las empresas y de la gente







    Precisiones metodológicas


    Universo: Contactos de empresas medianas y grandes con actividad en
    la República Argentina.
    Muestra: Se realizó una muestra de 109 contactos de empresas
    pertenecientes a las áreas relacionadas o con algún conocimiento
    sobre las acciones de RSE que lleva adelante la empresa.
    Metodología: Se aplicó un cuestionario de 20 minutos de
    duración en donde se incluyeron preguntas cerradas pre-codificadas
    y preguntas abiertas. Todas las encuestas se realizaron desde el call
    center
    de datosclaros a través del sistema OPINO.
    Fecha de campo: 11 al 23 de octubre de 2007.





     


    Estamos frente a un dilema. La brecha entre la percepción que tienen
    los empresarios sobre lo que constituye el corpus de la responsabilidad social,
    diverge en diferentes direcciones y dimensiones sobre lo que percibe la opinión
    pública, la gente común.
    La paradoja es que si en el ámbito empresarial se abraza la causa de
    la RSE es por el convencimiento cada vez más fuerte de que las compañías
    y sus directivos deben contribuir al bien común, atender los reclamos
    de la agenda social, y conectar mejor con la sociedad civil.
    Pero si quienes tienen la palabra final –los integrantes de la comunidad
    en que están insertas las empresas– no coinciden con objetivos
    y metas, el divorcio puede tener consecuencias de singular gravedad.
    Es cierto que además de ganar dinero para los accionistas, muchos empresarios
    creen que deben abordar la agenda social y sus grandes temas, el ambiente, la
    salud y la educación. El punto es que esta visión no es unánime
    ni siquiera en el mundo de los negocios. El debate sigue con toda intensidad,
    con los que creen que la única misión de los directivos es obtener
    ganancias para los accionistas. Al contrario, piensan, no deben hacer filantropía
    con el dinero de los dueños. Es cierto que la primera visión está
    más extendida, pero mientras recibe el continuo embate del ala “fundamentalista”
    debe lidiar con el problema de fondo.
    El común de la gente piensa que la RSE es otra cosa, como lo revela la
    encuesta del capítulo anterior. Mientras las empresas anuncian que hace
    falta otro “contrato social”, los escépticos que abundan
    en la opinión pública sospechan que hacer creer que el éxito
    económico de las empresas les impone obligaciones sociales, sólo
    sirve para distraer al público de la responsabilidad que tiene la democracia
    de fijar las reglas del juego y, por lo tanto, proteger el bien común. 
    La verdadera cuestión de fondo es la imprecisa frontera entre el bien
    público y el interés de la empresa.
     
    ¿Qué opina la gente?
    Si bien el concepto de RSE es cada vez más conocido por el común
    de la gente, y a pesar de que ya no reclaman únicamente que las empresas
    creen trabajo y paguen impuestos, sus demandas son diferenciales.
    Todavía, la opinión pública no está segura que tener
    programas importantes de RSE proteja a una empresa en casos de crisis o conflictos
    donde el prestigio de la marca está en juego. Pero también tiene
    respaldo una eventual intervención reguladora del Estado y la activa
    participación de las ONG.
    Sobre todo, se insinúa con fuerza la idea de que el principal beneficiario
    de las acciones y programas de RSE deben ser los propios consumidores de productos
    y servicios, con prioridad sobre cualquier otro grupo.
    Por su parte, las empresas tienen otras prioridades como surge de esta segunda
    encuesta que analizaremos ahora.
    Las empresas creen, en general, que la RSE debe concebirse principalmente como
    un acto de contribución al bienestar general de la sociedad y como parte
    de una conducta empresarial ética. El mundo empresarial piensa a la RSE
    como un aporte sustancial al bienestar general.
    Clarificar la visión desde la perspectiva empresarial y así poder
    cotejar con la de la opinión pública, fue el objetivo central
    de la segunda investigación –para esta misma edición–
    encomendada por Mercado a datosclaros, bajo la dirección
    de Natalia Gitelman.
    Los objetivos eran: indagar la imagen que tienen las empresas sobre diferentes
    actores sociales con relación a la contribución que generan al
    bienestar general de la sociedad; relevar la percepción y conocimiento
    que tienen las empresas respecto del tema; y las definiciones del concepto que
    generan consenso. Simultáneamente, definir cuál es la agenda más
    y menos valorada de acciones de RSE propuestas por las empresas con base en
    las acciones implementadas durante el último año.

    Un punto en común
    Hay algo en común entre empresarios y opinión pública:
    con relación a todos los actores sociales y su aporte al bienestar general
    de la sociedad, las ONG resultan el agente más apreciado por ambos universos,
    aunque la valoración es mayor entre las empresas (74%).
    El universo de opinión pública estima en mayor medida a los medios
    de comunicación que las empresas. Para éstas últimas, las
    empresas y la Iglesia son actores de mayor relevancia que para la opinión
    pública.
    Respecto de la definición de RSE, las empresas la conciben principalmente
    como un acto de contribución al bienestar general de la sociedad y como
    parte de una conducta empresarial ética, mientras que, por el contrario,
    para la opinión pública RSE consiste fundamentalmente en el cuidado
    y generación de empleo.
    En otras palabras, el mundo empresarial piensa a la RSE como un aporte sustancial
    al bienestar general mientras que la opinión pública (receptora
    amplia de estas acciones) la asocia fuertemente con aspectos inherentes al mundo
    laboral; es decir, lo correlaciona específicamente con el ámbito
    de acción cercano de las empresas (la generación de empleo y sus
    condiciones) y no tanto con una valoración universal o general.
    En cuanto a las áreas más valoradas para el desarrollo de acciones
    de RSE, ambos universos postulan en primer lugar la importancia de programas
    de apoyo a la educación. En un segundo orden, las empresas valoran cuestiones
    ligadas al cuidado del medioambiente mientras este ítem se encuentra
    dos posiciones por debajo en el ámbito de opinión pública.
    En éste, la transparencia en los negocios es el segundo aspecto de importancia.
    De manera coincidente con lo que ocurría con el medio ambiente, lo concerniente
    a la transparencia en los negocios se encuentra dos posiciones por debajo en
    el universo propio de las empresas. Por último, las acciones filantrópicas
    representan el tercer puesto de acciones valoradas para las empresas mientras
    que el mismo ítem es el menos valorado en el universo de la opinión
    pública.
     
    Una diferencia importante
    En cuanto a la participación de los destinatarios en la definición
    de la agenda de RSE, el universo de opinión pública demuestra
    una alta valoración hacia la participación de los destinatarios
    (73%), mientras que las empresas que declararon incluir a los mismos en esta
    definición se encuentran muy por debajo (41%).
    59% de las empresas ejecutan sus acciones de RSE directamente (sin intermediarios).
    Esta modalidad resulta valorada de igual manera en el universo de opinión
    pública (60%).
    En cuanto a las instituciones o actores adecuados para canalizar estas acciones,
    ambos universos valoran (hogares) o eligen (empresas) a las ONG en primer lugar,
    seguido de las fundaciones y organismos gubernamentales.
    Sobre la comunicación, ambos universos consideran que estas acciones
    deben ser difundidas. No obstante, es mayor la valoración que otorga
    la opinión pública a este ítem que la proporción
    de empresas que declararon comunicarlas. A su vez, ambos consideran prioritario
    comunicarlo tanto en la comunidad en general como en la comunidad de negocios.
    Mientras que las empresas difunden sus acciones de RSE fundamentalmente a través
    de informes especiales y en sitios web, por el contrario, para la opinión
    pública se privilegia la comunicación a través de avisos
    publicitarios y en la información brindada en los productos (26%). Llamativamente,
    sólo 1% de las respuestas del universo de empresas declaró difundir
    sus acciones de RSE a través de los productos.
    En la mención espontánea de empresas socialmente responsables,
    se destaca que la Serenísima ocupa un cómodo primer lugar en opinión
    pública mientras que en el ámbito empresarial prácticamente
    no fue mencionada.
    En síntesis: el universo de la opinión pública resulta
    más crítico respecto de la RSE, considerando, (al contrario de
    lo que dicen las empresas) que este es un tema de moda sobre el cuál
    se saca provecho.
    Sin embargo, ninguno de los dos universos considera que los fondos destinados
    a RSE son una forma de malgastar dinero.
    Por su parte, la opinión pública acuerda con la evaluación
    de las acciones de RSE y su impacto por parte del Estado, mientras que las empresas
    rechazan en su mayoría esta posibilidad.
    Para la opinión pública, las empresas que realizan RSE están
    mejor posicionadas frente a posibles conflictos sociales. El acuerdo con este
    aspecto es mayor en el universo de opinión pública que en el de
    empresas.
    Ambos universos consideran que las acciones de RSE generan vínculos duraderos
    entre las marcas y sus consumidores.
    La opinión pública presenta un acuerdo levemente mayor que las
    empresas en cuanto a la creciente evaluación de los consumidores hacia
    las empresas o marcas a partir de sus acciones socialmente responsables.
     
    Perspectiva desde la empresa
    Cuando se pregunta por los actores que de modo más importante contribuyen
    al bienestar de la sociedad, el primer puesto es para la ONG, con 77%; pero
    el segundo se lo reservan las propias empresas, con 44%. La Iglesia y los medios
    de comunicación quedan en tercero y cuarto puesto.
    Al definir el objeto central de la RSE optan por la contribución al bienestar
    general (39%); la conducta empresarial responsable con la sociedad (34%); por
    contribuir a la generación de empleo y a su cuidado (8%); acciones solidarias
    (6%). Curiosamente, a pesar de los numerosos programas en la materia, el cuidado
    del medio ambiente solamente registra 5% de adhesiones.
    92% de los entrevistados admitió que durante este año se han realizado
    acciones de RSE en su empresa.
    El restante 8%, donde no hubo actividad en este campo argumentó que no
    se hizo nada “por las dimensiones de la empresa”; “porque
    las empresas que no son de consumo masivo no la realizan”; “no hay
    un área que se dedique a eso”; “porque no tienen vínculo
    con otras actividades”; “se hacen actividades de manera informal,
    no está institucionalizado”; “por razones presupuestarias”,
    y porque “no se planificó”.
    La mayoría de los programas se orientó a fortalecer la educación
    (83%); al cuidado del medio ambiente –a pesar del dato registrado anteriormente–
    (73%); actividades filantrópicas (63%); transparencia en los negocios
    (60%); y programas de creación y mejora de empleo (55%); entre los más
    relevantes.
    59% de las empresas impulsan y ejecutan directamente sus programas de RSE, mientras
    que 40% lo hace a través de una variedad de instituciones (en especial
    ONG y fundaciones).

    Los beneficiarios
    ¿Quiénes son los beneficiarios de estas acciones de RSE? Según
    los que respondieron, la comunidad local con la que interactúa (67%);
    la sociedad en general (56%); los empleados (32%); el medio ambiente (14%) y
    los consumidores de los productos y servicios de la empresa (14%). En este punto
    hay un abismo con lo que reclama la opinión pública que piensa
    que los consumidores deben ser el primer objetivo de las acciones de RSE.
    Una consecuencia de la pregunta anterior, es que lo que queda en claro es que
    los que deberían ser destinatarios directos de la RSE no participan activamente
    en esta instancia de definición de la agenda temática.
    Cuando se pregunta por las mayores dificultades para desarrollar acciones y
    programas de RSE, las respuestas transitan por este camino –y en este
    orden–:


     
    78% de los que contestaron adopta alguna modalidad de comunicación sobre
    lo que se hace en la materia. 59% de ellos lo hace en la sociedad y en la comunidad
    de negocios; sea a través de informes especiales, lugar en el sitio web
    de la empresa, e incluso con anuncios publicitarios.

    Los que se recuerdan
    Muy interesantes son las menciones a empresas cuando se les pregunta que acciones
    recuerdan o valoran (aunque no siempre están bien identificadas). Entre
    ellas:
    • Coca-Cola: Programa para colegios, Futuro Posible, Fundación
    Cimientos.
    • Telefónica: Pro niño, Fundación Telefónica,
    Voluntariado.
    • Repsol YPF: Donaciones.
    • Arcor: (s/especificar acción)
    • Ford: Programas de construcción de escuelas rurales.
    • Manpower: Inserción laboral de personas que viven en villas miserias.

    • Edesur: Missing Children, escuelas rurales.  
    • Banco Galicia: (s/especificar acción).
    • Siderar: Programa de Paenza científicos made in Argentina.
    • American Express: Pueblos indígenas, patrocinio de patrimonios
    históricos.
     
    Por sectores económicos, los mejores calificados son los de alimentos
    y bebidas, y telecomunicaciones e informática. Justo en el límite
    de lo aceptable: el sector automotor y el de servicios. Transporte y minas y
    canteras son los que reciben peor calificación.

    Acuerdo y rechazo
    Hay 52% de respuestas (con un promedio de 6,57) entre los entrevistados, que
    dijeron estar de acuerdo con esta afirmación: “Es bueno que las
    empresas impulsen cada vez más a sus empleados a involucrarse en acciones
    vinculadas con la comunidad a través de programas de voluntariado corporativo”.
    Otro 46% (con promedio de 6,01) prefirió esta afirmación: “Las
    acciones de las empresas con la comunidad facilitan la construcción de
    vínculos duraderos entre las marcas y sus consumidores”.
    En cambio, solamente 22% (con promedio de 5,10, en el límite de “algo
    satisfecho”), coincide con esta frase: “Cada vez más los
    consumidores evalúan a las marcas y/o empresas por sus acciones socialmente
    responsables”.
    Finalmente, 20% de respuestas (con bajo promedio: 4,89) aceptan como válido
    algo que se ha convertido en un axioma para muchas de las compañías:
    “Las empresas que hacen RSE se encuentran en situación menos preocupante
    ante posibles conflictos sociales”.
    18% acepta (pobre promedio de 3,76) que “RSE es un tema de moda del cual
    muchas consultoras intentan sacar provecho.” Pero también hay 14%
    (con 3,34 de promedio) que coincide con la opinión de la gente cuando
    dice que: “El estado debería evaluar las acciones de RSE y el impacto
    que tienen en la sociedad”.
    En cambio, hay un mayoritario rechazo a otras afirmaciones. 76% está
    en desacuerdo (bajísimo promedio de 1,44) en que “las empresas
    que tienen programas de RSE malgastan el dinero de los accionistas.” Y
    53% (con 2,12 de promedio) rechaza la simple idea de que “una empresa
    tiene que actuar dentro de la ley, y esa es su única responsabilidad
    social”.

    Variedad de acciones
    Con relación a la naturaleza de las acciones implementadas durante este
    año en el campo de la responsabilidad social, hay un amplio abanico de
    opciones.
    Entre las respuestas espontáneas figuran:

    • “Programas relacionados a la cadena de valor”.
    • “Programas de visitas de escuelas a la planta educativa”.
    • “Programas culturales”.
    • “Programa para la tercera edad”.
    • “Programas de voluntariado corporativo”.
    • “Programas con adolescentes”.
    • “Formación de jóvenes dirigentes”.
    • “Fundación proyectos de ONG para los jóvenes”.
    • “Fortalecimiento de la sociedad civil”.

    También –como respuestas espontáneas– entre las dificultades
    con que tropieza la empresa a la hora instrumentar acciones de RSE, figuran:
    • Problemas institucionales.
    • No hay planificación.
    • Se confunde RSE con filantropía.
    • Falta de motivación.
    • La comunicación y planificación a largo plazo.
    • Que no son ideas propuestas por la gente.
    • Los discapacitados no están capacitados para insertarse en el
    mercado laboral.
    • El exceso de demandas filantrópicas.
    • No son acciones sobre las que haya mucho desarrollo y experiencia.
    • Falta legislación por el mal uso de los productos.
    • Falta de acompañamiento por parte del estado.
    • Descreimiento de las personas.
    • Distintos tiempos entre las ONG y las empresas.
    • Falta de solidaridad de las ONG.
    • Manipulación política de las acciones.







    Publicidad responsable

    Un aspecto de la RSE no siempre tenido en cuenta

    Vistos desde la perspectiva de la responsabilidad social empresaria
    bien entendida –es decir considerada en toda su dimensión,
    significación y alcances–, el marketing y la publicidad
    responsables son parte insoslayable de la conducta ética que
    define el buen gobierno de una empresa.


    Por Luis Ibarra García



    En la reunión cumbre de la Federación Mundial de Anunciantes
    (WFA) y la Cámara Internacional de Comercio (ICC), celebrada
    el pasado 25 de abril en Toronto, Canadá, ambas entidades acordaron
    impulsar el desarrollo de la autorregulación a fin de asegurar
    el más alto nivel de responsabilidad en las comunicaciones de
    marketing en los mercados emergentes claves, con el propósito
    de promover una publicidad responsable a escala global.
    El concepto expresado por ambas entidades –líderes del
    marketing y la publicidad en el mundo– refleja la nueva visión
    de las empresas a la luz del nuevo paradigma de la responsabilidad social
    empresaria, donde todavía hoy se la confunde demasiadas veces
    con herramientas del “marketing institucional”, como el
    “marketing social” o el “cause marketing”,
    sin tener en cuenta su real significación.
    Llama la atención que importantes empresas que hacen manifestación
    de fe en sus páginas en la Web acerca de su misión,
    visión y valores y su compromiso con la comunidad, incluyendo
    la publicación de sus códigos deontológicos, no
    cuidan los contenidos y los efectos de sus mensajes publicitarios ni
    lo que hacen con sus pautas, exponiéndose muchas veces a la intervención
    de los organismos reguladores, juicios de la competencia o, lo que puede
    ser más grave, al rechazo del público, que puede pagarse
    más caro en términos de imagen y reputación.
    Para revertir este tipo de situaciones es necesario que los directivos
    de las empresas tomen conciencia de los verdaderos alcances de su publicidad
    y sus efectos en los distintos públicos y, por consiguiente,
    de las consecuencias que pueden tener sobre su imagen y la salud de
    sus marcas, poniendo en riesgo la reputación de sus compañías,
    cuando se descuidan los contenidos de sus mensajes y de los medios utilizados.

    El paso siguiente será transmitir tal convicción a los
    directores y ejecutivos responsables del marketing y la publicidad y
    captar su apoyo para la adopción de criterios de autorregulación
    con el objeto de alinear la comunicación publicitaria con los
    principios y valores que sustentan el accionar de la organización.
    Para ello, las empresas, así como los otros actores de la industria
    publicitaria, cuentan con una excelente herramienta a su disposición:
    el Código de Ética del CONARP, el Consejo de Autorregulación
    Publicitaria constituido e integrado por la Asociación Argentina
    de Agencias de Publicidad y la Cámara Argentina de Anunciantes
    con el objeto de velar por el ejercicio responsable de la libertad de
    expresión comercial (1). Este código, inspirado en el
    de la Cámara Internacional de Comercio, creado hace siete décadas,
    recoge los principios fundamentales que rigen la autorregulación
    en todo el mundo. Basta su adopción por parte de los anunciantes
    como guía para sus comunicaciones publicitarias y referencia
    de sus agencias para poder realizar una publicidad responsable.

    1- www.conarp.org.ar