La empresa pide paso en la política

    Por Rubén Chorny


    Santiago del Sel
    Foto: Gabriel Reig

    El mismo Santiago del Sel que el año pasado se retirara del coloquio de IDEA en Mar del Plata, visiblemente contrariado por el vacío de debate sociopolítico que se esperaba desde la entidad que supuestamente representa el pensamiento empresario, convirtió en un acto público su decisión de renunciar al sueldo de ejecutivo de Zurich y a la presidencia de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas, para dedicarse de lleno a la política, desde la Coalición Cívica que lidera Elisa Carrió.
    Probablemente por haber pertenecido hace años al staff de McKinsey, casi en paralelo venía madurando en lo personal el meollo abordado en una reciente encuesta de esa consultora sobre el futuro de la empresa, reflexión que sacude la estantería del capitalismo estadounidense.
    Una vez alcanzada la excelencia del management y el marketing, automatizados los procesos, satisfechos los accionistas y establecida una relación amigable con la comunidad en la que está inserta: ¿cómo hacer para que la empresa participe del debate sociopolítico que la trasciende con sus opiniones e inquietudes sobre educación, salud, pobreza y cambio climático?
    ¿Pueden ser los CEO y los directores generales, los mejores imbuidos de la cultura de la organización y los que disponen de margen para entrar y salir de su despacho sin afectar el trabajo, los que, sea en nombre de la empresa, desde una entidad que la represente o como ciudadanos, asuman un rol de liderazgo en la política?
    Del Sel hizo su propio cuestionario. E hiló fino en el límite entre la política partidaria y la empresaria: en una, el móvil debería ser el bien común y en la otra, el interés.
    A continuación de la renuncia a Zurich y ACDE, el 31 de agosto, Elisa Carrió lo presentó en campaña como el futuro ministro de Infraestructura si la Coalición Cívica emergía ganadora el 28 de octubre. Casi una quimera entonces frente al semejante salto que había dado este ejecutivo moderno, con estatura de basquetbolista, aspecto juvenil que desmiente los 46 años recién cumplidos, y modulación laica de la voz.

    –¿Qué tareas abarcará en ésta, su primera experiencia en política partidaria?
    –El impulso inicial de la Coalición Cívica es a partir de la elección. El trabajo que viene es consolidarla, ya que tiene muy poca historia. Va a tener ámbitos de actuación: en el Congreso, en las gobernaciones, en las intendencias, en distintos espacios que generó el respaldo popular.
    Pero también tiene que estimular todos esos esfuerzos, brindarles apoyo, respaldo, armonía, perspectiva, ponerlos en sintonía con los otros y con los muchos más que vamos a tener que desarrollar para que en 2009 estemos mejor aún y en 2011 las superemos. El verdadero desafío comenzó el lunes 29 de octubre.

    No se puede tener dos jefes
    –¿Sus ocupaciones empresariales no le dejaban margen para hacer política sin necesidad de renunciar?

    –El director general o el CEO logra disponer de margen para incursionar en esas actividades en cuanto haya podido dejar una estructura montada que permita alejarse por horas, días, semanas sin que se venga todo abajo.
    No siempre se puede, y en mi caso no ocurrió. No veía factible que esta etapa de mi carrera volcada hacia la política pudiera hacerse desde Zurich, ACDE o IDEA. Porque no se puede defender el bien común, teniendo al mismo tiempo un interés que viene dado por el condicionamiento económico de mi empleador, o en representación del interés que tienen los empresarios que integran las entidades. Entre comillas, tendría dos jefes: mi empresa que me paga y a la que deberé rendir cuentas por ello y, a la vez, el partido en el cual colaboro y la sociedad a la que me debo, con los cuales asumo una nueva responsabilidad.

    –Aunque en el país son más comunes los casos de ejecutivos de las corporaciones que despegan hacia la función pública o su periferia para hacer lobby…
    –Corro por mi cuenta. No soy un empleado de Zurich en la política. Dejé mis responsabilidades ejecutivas, lo materialicé en un acto público, oficial, que se supo. Zurich implica un corte, un cierre, porque para mí significó un terminar mi relación de dependencia. El hecho de que me hayan dado una oficina y conserve el cargo de director no significa que estén respaldando mi actuación en la Coalición Cívica.

    –¿Quién financia en un caso como el suyo la carrera política partidaria, que no es rentada?
    –Voy a depender de los fondos que supe y pude ahorrar en todos estos años y destinarlos a desarrollar mi carrera en esta nueva etapa profesional, que es la política. Podría haber afectado esos recursos a poner una empresa, pero mi desafío fue hacer lo mismo en otra dimensión.

    –¿Aceptan los accionistas que los ejecutivos que gestionan sus intereses se ocupen, además de defender la salud de la economía de la empresa, de cuestiones que van más allá de su ámbito de negocios?
    –Una aclaración. Al accionista le preocupan los signos vitales de la empresa, es decir, ¿se sostiene, es sustentable, es rentable? La famosa simplificación. ¿Está viva la organización? ¿Y dónde se ven las señales vitales?: en la sangre que genera actividad y resultados. Pero acá y en el mundo han evolucionado las expectativas y demandas respecto a la organización, y hoy se dice: solamente con ganar plata no alcanza. Como empresario me tocó rendir cuentas y hay que hacerlo por el dinero que hemos asignado y que tiene que generar vitalidad.

    Cómo participar
    –Yendo al debate sociopolítico por temas que exceden del radio de acción de la empresa en sí, ¿en calidad de qué debería comprometerse un CEO o director general? ¿Cómo ciudadano, empresario o dirigente de una asociación patronal?

    –Es difícil opinar por el grupo. Algunas de esas preocupaciones son también mías. Todo lo que tiene que ver con el medio ambiente es reciente. Estamos tomando debida conciencia sobre los desastres que estamos generando. Salud, educación, seguridad, etc. Si uno no tiene los canales para conducir esa preocupación, pasa a ser frustración, ya que, al no poder gestionarse, termina rebotando y queda como demanda postergada. Los empresarios no nos podemos quejar, ni culpar a terceros si ello no ocurre. En todo caso sucede porque mantenemos esa suerte de doble discurso, porque decimos una cosa en nuestra proclama pública, que puede ser políticamente correcta, pero cuando tenemos que interactuar con los factores de poder no lo reflejamos, y por eso no tiene cabida.

    –¿Cómo hace el empresario, desde la empresa y dada su actividad, para participar en este tipo de debates?
    –El primer campo específico que tiene el dirigente empresario, de aprender, de desarrollarse, es su propia labor. En el caso de un director general, de un presidente, de un gerente general, es en una escala distinta equivalente a la de un dirigente político, con las salvedades del caso. Tiene que componer una visión para que la gente adhiera.

    –¿Dónde queda la frontera entre la política empresarial y la general?
    –El dirigente empresario tiene un campo de desarrollo, de experimentación. Primero, de lucirse en su propio ámbito específico. Pero una vez que lo resuelve, en la Argentina hay la posibilidad de un campo fértil para llevar adelante una tarea, yo diría, de evangelización, de apostolado, de transmitir las mismas vivencias del ámbito empresario. Y por último, está el tercer campo, que es el de avanzar por la cancha más grande, que se llama país. Ahí a involucra la totalidad de los actores de la sociedad, porque el sector empresario es uno, pero hay muchos otros que también conforman esa orquesta con la cual hay que entenderse, armonizar, potenciar.

    –En la encuesta de MacKinsey Quarterly que le he comentado, los ejecutivos que responden aducen falta de tiempo para poder asumir compromisos públicos que les permitan canalizar las preocupaciones de las corporaciones más allá del propio entorno…
    –El que está ocupado siempre encuentra tiempo para ocuparse de algo más; el que aduce no poder, generalmente, es aquel que hace poco y nada.

    Derechas e izquierdas
    –¿Qué principios comparte con el partido al que se sumó?

    –La Coalición se basa en tres componentes, y no más: por un lado, ética en la responsabilidad que nos cabe como dirigentes políticos; en segundo lugar, rescate de la República con las instituciones, y en tercer lugar, equidad.

    –¿Cómo define la equidad desde su formación como empresario? ¿No se la cree asociada a la izquierda?
    –Posiblemente sí haya sido una bandera por la que la izquierda batalló con mucho énfasis. Hoy la inequidad, que es lo que estamos viendo, duele y les duele a todos por igual: a mí, al que está en la vereda de enfrente. Sólo una salvedad importante: luchar contra la inequidad significa, al mismo tiempo, plantear un esfuerzo en la creación de riqueza y en la disponibilidad de recursos de oportunidades para todos. También debemos estar claros los argentinos en que no puede haber un proceso de redistribución de la riqueza si no hay riqueza.

    –Siendo que a la empresa le interesa la educación porque le forma recursos humanos y para la política debería ser un derecho inalienable para todos los habitantes, ¿cómo se concilian esos objetivos dentro de un mismo debate?
    –Pienso que eso de que los empresarios conciben la educación desde el estricto punto de vista de una suerte de capacitación y mejoramiento de su fuerza laboral está quedando chico. Está bastante instalado que tiene que haber un mejor nivel de formación en habilidades para poder después trabajar, tener más competitividad a escala mundial, pero al mismo tiempo nos damos cuenta también en la Argentina, de resultas de las crisis, que la educación es el último reaseguro de estabilidad, institucionalidad, de protección en esta sociedad.

    –¿Y cómo transmiten las empresas su posición respecto de la estrategia educativa nacional?
    –La educación es un tema público, no privado. Si bien ninguna empresa fue convocada para discutir sobre una ley de financiamiento educativo, de hecho como asociaciones empresarias participamos a través de los canales convencionales llevando sugerencias y críticas en representación de las voluntades que agrupamos. En eso estuvo muy bien el Gobierno y así se lo hice saber al ministro Filmus cada vez que tuve la oportunidad de que conversáramos con él. Fue un gesto de democracia bien sentida.