Turbulencias, crisis y burbujas

    Por Jorge Beinstein

    En febrero de este año, Alan Greenspan, ex patrón de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 1987 y 2006, anunció que la superpotencia podría entrar en recesión durante 2007. No faltaron los desmentidos oficiales (inmediatos) y luego las evaluaciones aparecidas en numerosos medios de comunicación culpando a las declaraciones de Geenspan por el sacudón bursátil global que se produjo en esos días. Las presiones fueron tales que, en las semanas siguientes, Greenspan tuvo que suavizar el pronóstico poniendo en condicional sus afirmaciones más polémicas. En realidad, él estaba expresando lo que muchos expertos pensaban o comentaban al interior de pequeños círculos más o menos cerrados; no lo decían públicamente por temor a ser calificados de “catastrofistas” (lo que al parecer era peor que ser señalados como incompetentes).
    A comienzos de septiembre, Greenspan volvió a hablar en medio del desinfle de la burbuja inmobiliaria, la inestabilidad bursátil y los anticipos de enfriamiento en las economías occidentales. Ya no necesitó emplear giros diplomáticos y trazó el paralelo entre la crisis actual y las de 1997 y 1998; y señaló su pesimismo respecto de la capacidad de control de la turbulencia: “la humanidad nunca ha podido encontrar la vía para enfrentar eficazmente las burbujas” (1).

    Burbujas de hoy
    La burbuja inmobiliaria estadounidense ocupa el centro de la escena. Numerosos expertos, funcionarios y comunicadores han llegado a presentarla como causa principal e incluso única del desorden financiero internacional. Por lo general, tienden a reducirla a los “daños colaterales” causados por deudores con poca solvencia a quienes las instituciones crediticias habrían inundado de manera irresponsable con sus préstamos embarcados en una suerte de orgía de “créditos fáciles y baratos” (2). Sin embargo, los impagos de esos créditos no se limitan a los sectores de bajos recursos (incluidos en la categoría “subprime”), sino que se han extendido a un amplio abanico de capas medias.
    A comienzos de agosto, un vocero del American International Group (AIG), uno de los más importantes en los préstamos inmobiliarios (con un portafolio de cerca de 26 mil millones de dólares), señalaba que “los impagos de créditos inmobiliarios son cada día más frecuentes entre los deudores pertenecientes al grupo que se encuentra en el tramo inmediato superior de la categoría ‘subprime’” (3). Según el AIG los morosos aumentan en los tres segmentos de préstamos (prime, non-prime y subprime), obviamente con mayor fuerza a medida que se desciende en el nivel de ingresos.
    Por su parte, desde fines de julio, Countrywide Financial Corp., líder del crédito inmobiliario residencial en Estados Unidos, llamaba la atención acerca del aumento significativo en la morosidad de los deudores de medianos y altos ingresos (4). Pero la avalancha de impagos no ha sido un hecho imprevisto. El estancamiento en términos reales del grueso de los salarios constituye un fenómeno en marcha desde hace un lustro (5); la expansión del empleo fue más que compensada por la precarización laboral, de ese modo la presión salarial disminuyó. En consecuencia, el otorgamiento masivo de créditos combinado con el crecimiento del endeudamiento personal constituyó una estrategia reactivadora eficaz pero en el corto plazo. Tarde o temprano la insolvencia tenía que irrumpir en el escenario; es lo que ocurrió en 2007. Dicha tendencia entró en convergencia con el aumento en las tasas de interés (también inevitable si nos ubicamos en el comienzo de su trayectoria descendente de hace un lustro) y la declinación de los precios y ventas de las propiedades que comenzó a mediados de 2006.
    Ante un mercado de riesgo creciente, las entidades estadounidenses embarcadas en el negocio decidieron transferir la mayor porción posible del problema al resto del mundo ofreciendo ganancias rápidas a los especuladores globales. Las deudas hipotecarias estadounidenses fueron transformadas en títulos que pasaron a formar parte de una colorida gama de productos financieros derivados, CDO (“collateralized debt obligations”) vendidos en todos los continentes.
    Como vemos, los grupos financieros de Estados Unidos no se comportaron de manera ingenua; tampoco lo hicieron los inversores externos. Ambos bandos sabían desde el inicio del juego que la fiesta no era eterna y que en este tipo de operaciones-casino el riesgo es grande. Pero también lo son las ganancias, para quienes saben saltar del tren a tiempo. ¿Cuál es el volumen de estos títulos esparcidos por el mundo?, ¿quiénes son sus poseedores principales? La información es confusa y por lo general aparece cuando el desastre es importante. Así es como se supo recientemente que el banco alemán WestLB carga en su mochila unos 17 mil millones de dólares de subprimes estadounidenses (6) y desde Pekín llegaba la información de que Bank of China tenía en su cartera unos 11 mil millones de dólares en ese tipo de papeles, al que se agregaban otros bancos asiáticos como ICBC (Industrial & Commercial Bank of China) con 1230 millones, Mitsubishi UFJ Financial Group de Japón con 2600 millones, DBS Holding Group de Singapur con 1600 millones , etc. (7).
    El desinfle de la burbuja inmobiliaria afecta de manera directa tanto la economía estadounidense como las de numerosos países desarrollados y subdesarrollados; el impacto depresivo es mundial lo cual provoca una grave crisis crediticia.
    Sin embargo, la explosión de esta burbuja no es más que la punta del iceberg. Otros turbulencias aguardan su turno, por ejemplo la de los “carry-trade”, gigantescas bicicletas financieras armadas sobre la base de préstamos obtenidos en un país con tasas de interés bajas para colocar esos fondos en países donde son sustancialmente más altas. Un ejemplo sería, sacar dinero de Japón pagando una tasa de 0,5% anual para invertirlo en Estados Unidos al 4,5% anual. En poco tiempo se acumuló una enorme masa de operaciones encadenadas en uno de cuyos extremos (el de los créditos baratos) se encuentran las deudas pagaderas en yens y en el otro cobros futuros en dólares.
    No existe una evaluación rigurosa del volumen global de esos negocios. Algunos expertos afirman que se trata de más de un billón (un millón de millones) de dólares; otros aumentan la cifra hasta aproximarse a los dos billones. Pero existe unanimidad en que la historia está llegando a su fin (seguramente dramático); la desvalorización del dólar (respecto del yen, del euro, etc.) y/o la suba de la tasa de interés en Japón y/o la baja de la tasa en Estados Unidos reducirían drásticamente la brecha de ganancias causando una huida a gran escala con pisotones y caídas múltiples. El efecto depresivo mundial sería inevitable.
    Pero desbordando esas y otras operaciones aparece un mega océano de negocios especulativos, el de los productos financieros derivados: operaciones enlazadas hacia el futuro cuya estructura de base está conformada por las cotizaciones de las monedas globales (dólar, yen, euro, etc.), las diferencias entre tasas de interés y las trayectorias de precios de toda clase de productos. Hacia comienzos de la década actual los “derivados” representaban algo menos del doble del Producto Bruto Mundial (PBM). A fines de 2006 alcanzaban unas ocho veces. Si extrapolamos su ritmo de crecimiento del último lustro hacia 2010 llegaríamos a unas 16 veces.
    Se trata de una masa financiera inmanejable que alcanzaría niveles caóticos nunca vistos si el dólar apura su caída y/o si ciertos precios decisivos (petróleo, cereales, oro, etc.) suben a ritmos muy altos y/o si las tasas de interés rectoras del sistema mundial (Estados Unidos, Japón, Unión Europea…) abandonan bruscamente las (ínter)relaciones de equilibrio mantenidas en los últimos años, etc.

    Burbujas del pasado
    Lo que está ocurriendo no es culpa exclusiva de la política económica de Bush (y de Greenspan que presidió la Reserva Federal hasta febrero de 2006), aunque su contribución al desastre ha sido muy importante. Incluso algunos autores suelen denominar el auge inmobiliario de esta década como “burbuja Greenspan” como si se tratara de un grave error de previsión excepcional olvidando que la gran euforia especulativa inmediata anterior, la burbuja bursátil con centro en las acciones tecnológicas, también lo tuvo a Greenspan como director de orquesta. Y si seguimos atrasando el reloj volveremos a encontrarlo y luego a su antecesor hasta llegar a 1971 cuando el Gobierno estadounidense decidió de manera unilateral el fin de la convertibilidad total dólar-oro.
    Si partimos de mediados de los años 80 observaremos la expansión y estallido (a comienzos de los 90) de la burbuja financiera japonesa que sumergió a esa economía, la segunda del mundo, en un prolongado estancamiento, seguido por el fin de la burbuja de Asia del Este (1997) y Rusia (1998), para culminar con el desinfle de la burbuja bursátil estadounidense en el año 2000.
    A lo largo de más de dos décadas veremos subir y caer burbujas especulativas pero con una masa financiera global expandiéndose vertiginosamente en contraposición a una tendencia a la disminución en el ritmo de crecimiento del Producto Bruto Mundial que logró una tasa promedio de 4,9% entre 1950 y 1973 (la era dorada de la economía keynesiana), para bajar a 3,4% entre 1974 y 1979 (shock petrolero y estanflación), a 3,3% en la década de los 80 (despegue neoliberal) y a 2,3% en las de los 90 (auge neoliberal).
    Es precisamente la desaceleración de la economía real lo que “explica” el ascenso de la especulación financiera operando como vía de salida, de rentabilidad para los fondos que no encontraban oportunidades de inversión en sistemas productivos que ralentizaban su marcha. La hipetrofia financiera fue asimismo impulsada por los endeudamientos masivos de los Estados de los países ricos cuyos gastos (militares, sociales, de infraestructura, etc.) permitieron sostener la demanda. El Estado estadounidense debía 1,1 billones de dólares a mediados de septiembre de 1982. En similar fecha de 1992 la cifra llegaba a 4 billones; en 2002 a 6,2 billones; y el 15 de septiembre de 2007 superaba la barrera de los 9 billones de dólares. Entre septiembre de 2006 y septiembre de 2007, el Estado estadounidense se ha endeudado a razón de 1.460 millones de dólares diarios (8). En 1992 la deuda pública de Japón representaba 60% de su PBI; en 2003 llegaba a 140% (9).
    El resultado ha sido una avalancha global de acciones, bonos del Tesoro y toda clase de papeles públicos y privados que se han ido multiplicando en progresión geométrica.
    En realidad, la era neoliberal, pintada como la reconversión superadora de la economía de mercado, fue esencialmente un desborde financiero cuya dinámica de ganancias altas y rápidas desestructuró espacios decisivos del sistema mundial.

    La madre-dólar de todas las burbujas
    Por debajo de todas las olas especulativas de los últimos treinta años, se encuentra la incesante emisión de dólares y papeles dolarizados con los que Estados Unidos ha ido cubriendo sus déficits crecientes. A estos se agregó un enorme volumen de dólares virtuales, creación de las redes especulativas internacionales, que expresan una amplia variedad de negocios. Resulta extremadamente difícil medir la masa de dólares reales y ficticios (es casi una tarea imposible). Los Gobiernos de los países centrales y sus instituciones monetarias rectoras han podido orientarla hasta ahora, pero la tarea ha ido perdiendo eficacia con el paso del tiempo porque dicha masa en expansión expresa el conjunto del comercio internacional, los desajustes de la superpotencia, las paridades entre las monedas decisivas, las operaciones financieras derivadas, etc.
    El pilar de esa montaña de papeles es el dólar real y su respaldo (económico, político, militar): Estados Unidos. La declinación de la economía estadounidense agravada en la década actual ha impulsado la declinación del dólar respecto de las otras divisas y del oro. La pérdida de confianza hacia la moneda universal de ahorro y comercio hace que sus grandes poseedores internacionales estén cada vez más inclinados a desprenderse de ella. China tiene reservas dolarizadas por más de 1,3 billones de dólares, Japón por cerca de un billón, el conjunto de la periferia por unos 3,2 billones de dólares. Los principales exportadores de petróleo, entre ellos Rusia e Irán, presionan al mercado con cada vez mayor fuerza con el fin de desdolarizar sus cobros; y tanto ellos como los chinos o los sudcoreanos desearían desdolarizar sus reservas. Aunque todos saben que un cambio demasiado brusco derrumbaría la economía mundial, recientemente los chinos amenazaron con desdolarizar sus reservas frente a posibles medidas comerciales proteccionistas por parte de Estados Unidos y bautizaron dicha alternativa con el nombre de “opción nuclear”.
    En síntesis, la madre de todas las burbujas corre serio riesgo de colapso. La posibilidad de una huida universal respecto del dólar ha dejado de ser una hipótesis teórica inofensiva y comienza a ser evaluada como un escenario con probabilidad en aumento por parte de los grandes decisores públicos y privados; un brote inflacionario demasiado fuerte en Estados Unidos o un conflicto militar (¿Irán?) o un crecimiento rápido del precio del petróleo podrían hacer volar la santabárbara.

    La burbuja militar
    En sus últimos escritos, Andre Gunder Frank insistía con que todo el poderío estadounidense se apoyaba en dos pilares interdependientes: el dólar y el Pentágono, y pronosticaba el resquebrajamiento de ambos (10). El segundo pilar puede ser entendido como Complejo Industrial Militar o “MIC”, por su sigla en inglés, red de industrias, mandos militares y círculos políticos.
    Nacido en Estados Unidos a mediados de los años 1930, su presencia amenazante fue denunciada por el presidente Eisenhower en su célebre discurso de 1961. Al concluir la guerra fría, los gastos militares se estancaron pero recomenzaron su vertiginoso ascenso hacia finales de la presidencia de Clinton (guerra de Kosovo).
    Si adicionamos al presupuesto formal del Departamento de Defensa los llamados “otros gastos”, como los que el Departamento de Energía destina a las armas nucleares o los programas militares del Departamento de Estado, los de la Administración de aeronáutica y espacio, etc., llegaremos en 2006 a unos 930 mil millones de dólares, a un billón de dólares en 2007 y a cerca de 1,1 billones en 2008 (11), cifra equivalente a los PBI de España o Brasil. Desde la presidencia Reagan el MIC se ha ido transformando, ampliando sus relaciones, hasta constituir actualmente un sistema que agrupa no sólo sus áreas tradicionales sino que se extiende hacia una variada gama de intereses financieros, energéticos, comunicacionales, políticos, de seguridad privada (que ha tomando una gran importancia en esta década), etc.


    George W. Bush

    Podríamos afirmar que al calor del proceso de elitización y financierización de la economía estadounidense se ha producido una suerte de interpenetración ideológica entre el área militar-industrial “tradicional” y la nueva zona de negocios y poder que se ha integrado con ella; la primera asumiendo la cultura privatista neoliberal y la segunda militarizando su visión del mundo. Numerosos autores se refieren a la “privatización” de la guerra de Irak; desde la masiva presencia de “contratistas” privados en las operaciones militares sobre el terreno hasta la participación de empresas de seguridad en temas de inteligencia y elaboración de estrategias de guerra (12).
    Uno de los resultados de esta mutación ha sido la exacerbación del “aparatismo tecnológico” como una suerte de solución universal de todos los problemas militares, lo que lleva a la multiplicación de gastos públicos… y beneficios empresarios. Un buen ejemplo de ello ha sido la puesta en marcha de un abanico de proyectos de neutralización de los llamados IED (Improvised Explosive Devices), bombas de fabricación casera con las que la resistencia iraquí ha venido jaqueando a las tropas estadounidenses (coches-bomba, artefactos colocados el las vías de transito de los vehículos militares, etc.). El Gobierno estadounidense contrató entre 2004 y 2006 la fabricación de carísimos y sofisticados instrumentos de detección y neutralización (aéreos, espaciales, terrestres) por una suma del orden de US$ 6.100 millones equivalentes en valor actualizado a lo que más de seis décadas atrás fuera conocido como “Proyecto Manhattan” de puesta a punto de la bomba atómica (13). El resultado del esfuerzo ha sido prácticamente nulo.
    Toda la doctrina Rumsfeld que encuadró las guerras de Irak y Afganistán (y que prevalece en las evaluaciones oficiales de ataque contra Irán) está impregnada de este extremismo tecnológico, apreciación simplista fundada en el convencimiento de que el súper poder financiero y tecnológico puede doblegar cualquier resistencia humana. Mi conclusión es que la cultura de la economía virtual (financiera) ha terminado por parir una suerte de cultura de la “guerra virtual” (desde el ángulo del bando auto-considerado ganador, poseedor de un poder infinito). De ese modo, la familia de burbujas especulativas ha encontrado una prima hermana en el sector bélico que podría ser identificada como “burbuja militar”. Y esa burbuja esta sufriendo graves deterioros en Irak y Afganistán.

    (1) BBC News, 2007-09-07 “Greenspan points market ‘fear’”.
    (2) Greg Ip y J. E. Hilsenbrath, “Cómo el auge del crédito fácil y barato aumentó el riesgo en los mercados”, La Nación, sec. 2, pág. 5, 7 de agosto de 2007.
    (3) Reuters, 9 de agosto 2007.
    (4) Danielle Bleitrach, “Crise des ‘subprimes’ et ou crise d’un systeme”, http://eldib.wordpress.com/2007/08/13
    (5) Steven Greenhouse and David Leonhardt, “Real Wages Fail to Match a Rise in Productivity”, New York Times, August 28, 2006.
    (6) D. Bleitrach, art.cit.
    (7) La Tribune, “Les banques asiatiques rattrapées par la crise du ‘subprime’ “, París, 24-08-07.
    (8) US Public Debt Bureau, http://www.publicdebt.treas.gov/bpd/bpdhome.htm
    (9) OCDE.
    (10) Andre Gunder Frank On the Internet, http://www.rrojasdatabank.org/agfrank/agf_internet.htm
    (11) Robert Higgs, “The Trillion-Dollar Defense Budget Is Already Here”, March 15, 2007, The Independent Institute (http://www.independent.org/newsroom/article.asp?id=1941)
    (12) “La privatisation de la grande politique”, Dedefensa.org, 01-08-2007.
    (13) “L’horreur technologique”, Dedefensa.org, 01-05-2006.