Por Carlos Montero
José Luis Machinea
El titular de la Cepal encabezó un encuentro regional a fin del pasado mes en la sede de la Secretaría del Mercosur el día 24 en Montevideo. En la cita sobre “Integración Productiva en el Mercosur” de ministros y altas autoridades de siete países, con negociadores y empresarios del bloque, el secretario ejecutivo expuso la ponencia “La diversificación de la estructura productiva de América latina: cómo agregar conocimiento a las exportaciones”.
–¿Qué quiso decir con que Mercosur podría padecer la “enfermedad holandesa” como previno ante ministros de países y asociados al bloque?
–La enfermedad holandesa es una apreciación del tipo de cambio, asociada a una suba en la cotización de los recursos naturales o la aparición de recursos naturales muy baratos. Lo que pasa es que, en ese contexto, se produce una fuerte apreciación del tipo de cambio, que genera –a veces– la falta de competitividad de otros sectores. Yo diría que, en general, en la región vemos una apreciación fuerte de los tipos de cambio, asociada a dos fenómenos: uno es el aumento de los precios de exportación y el otro es el aumento de las remesas en los países de Centroamérica y Ecuador. Este proceso se da y genera apreciaciones de distinto tipo.
–¿Hasta dónde los bancos centrales pueden atenuar esa apreciación?
–Es relativo. Creo que pueden hacerlo hasta cierto punto. La verdad es que la mejora en los términos de intercambio de algunos países, sobre todo de los andinos, es de tal grado, que esperar una apreciación –que es lo que estamos viendo en sus tipos de cambio– es algo que me parece que va a seguir dándose en los próximos años.
–¿Esa apreciación no quita competitividad a los países exportadores?
–Ah, sin duda, claro.
–¿Cómo enfrentar entonces esa ecuación, o los bancos centrales pueden comprar dólares indefinidamente?
–Bueno, hay límites a eso. Por eso digo que los bancos centrales tienen algo para decir pero, cuando hay un cambio estructural de esa magnitud, es muy difícil que los bancos centrales por sí solos puedan compensarlo. Porque finalmente tendrían que comprarse una cantidad de reservas, con el impacto que eso tendría o bien sobre la creación de dinero –y por lo tanto sobre la inflación– o bien sobre el déficit cuasifiscal, si uno trata de esterilizar esa compra de reservas. Así que, uno puede hacer compras en determinados momentos –y está muy bien que lo hagan los bancos centrales– pero, a la larga si esa tendencia se mantiene, es muy difícil evitar la apreciación.
El acuerdo con la Unión Europea
Cuando se le preguntó sobre la estrategia brasileña de expandir su influencia sobre Sudamérica para sus manufacturas y bienes de capital –por medio de una sustitución regional de importaciones, a escala ampliada del modelo cepalino que promovió desde 1948 en el mismo organismo otro argentino como Raúl Prebisch–, opinó el Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América latina (Cepal) y ex ministro argentino de Economía (1999-2001), que este modelo ya no es aplicable, aunque –dijo– “no quiere decir que no haya segmentos, donde uno no pueda sustituir importaciones”.
Su diagnóstico en la reunión de Montevideo fue que el riesgo de centrarse en las materias primas es que puede conducir a una “menor diversificación de la estructura productiva”, pues la “alta productividad en recursos naturales afecta la competitividad de otros sectores”, desembocando en dificultad para crear encadenamientos que agreguen valor con innovación y multipliquen empleos con Pymes. Ello deriva en “efectos negativos sobre la distribución del ingreso”. Además, Machinea desilusionó a quienes pretenden igualar, sin beneficio de inventario, la tecnología con mayor desarrollo y mejor ingreso. Expuso como condición que las “exportaciones de alta tecnología son importantes para promover el crecimiento si existen capacidades locales”, pero no lo son “si sólo forman parte del proceso de ensamble final de empresas multinacionales, sin encadenamientos con la economía interna”.
–Enrique Iglesias, quien también estuvo al frente de Cepal, viene de decir que Mercosur debe apurarse para acordar con la Unión Europea o se puede perder el tren, pues hay una fila de países asiáticos apurados en hacerlo. ¿Se arriesga el desvío a Asia de inversión prevista para América latina?
–Definitivamente es así. No sabía que había dicho eso Enrique, pero cada vez tenemos más acuerdos. No solamente en nuestra región sino que Asia está en una carrera de acuerdos, con China, Japón, Corea. América latina me da la impresión que ha perdido varios trenes y este tren viene muy rápido. Y uno se sube a ese tren… o no se sabe cuántos trenes más quedan. Mejor es insertarnos en el mundo a través de un regionalismo abierto como ha dicho Cepal: fortaleciendo los procesos de integración subregionales y negociar a partir de ahí. Pero hagámoslo y hagámoslo ya, porque el mundo no espera y habrá un desvío de inversiones a aquellos países que pueden penetrar en grandes mercados internacionales.
–¿Cuáles son los mejores destinos en donde invertir las divisas que entran para prevenir una época de vacas flacas?
–Agregar más conocimiento a los bienes implica dos cosas: una, tener la capacidad de innovar. Innovar no es simplemente inventar. A veces es adaptar, a veces tiene que ver con la comercialización, o con un proceso, a veces con un producto. La otra, es contar con recursos humanos muy calificados.
–¿Y en qué estado se encuentra el subcontinente en estas dos vertientes?
–La verdad es que la región en ninguno de los dos campos está haciendo las cosas bien. Gasta muy poco en innovación; no tiene redes de innovación que conecten las empresas con las universidades. Y, por otra parte, si bien se ha avanzado mucho en reducir la cantidad de chicos que no asisten a los colegios, en la deserción escolar hay que hacer mucho todavía. Pero el avance ha sido notable en cuanto a cobertura; no en cuanto a calidad. Cualquier test internacional ubica a los países de América latina muy por debajo del resto de los países de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico). Y, en definitiva, uno no puede agregar demasiado valor y conocimiento a las exportaciones, si no tiene innovación y no tiene recursos humanos para eso.
–¿Qué perspectiva entonces tienen las multilatinas, como llaman a las multinacionales regionales integradas a la competencia global?
–Primero, es importante destacar que estas empresas latinoamericanas se están transnacionalizando. No sólo dentro de la región, sino fuera de la región. Y esa es una manera de penetrar en otros mercados.
–¿Las remesas de los emigrantes a sus familias en el hemisferio sur no son otra cosa que el rebote minimizado de la exportación de cerebros?
–Gran parte de las remesas viene de los sectores más pobres de la migración. Pero, efectivamente, la exportación de cerebros es uno de los problemas serios de la región. Yo creo que la migración en general es un problema…
–…que priva al país de origen de su capital humano, frecuentemente en su etapa más fecunda.
–¿Pero, por qué emigra la gente más calificada y también la menos calificada? La mayoría generalmente emigra porque no tiene demanda de empleo. Y la gente más calificada –que constituye lo que se conoce generalmente como exportación de cerebros– también lo hace porque no tiene oportunidades. Así que la migración es una manifestación de un problema subyacente que tiene la región.
–¿De alguna forma los latinoamericanos están financiando –por medio de la inversión en educación– la calificación y especialización de los empleados que necesitan y aprovecharán los países más desarrollados?
–Efectivamente, por medio de la migración. No es que corremos el riesgo, sino que ya estamos haciéndolo. Lo que pasa es que si a los países les va bien, tal como estamos viendo en India y en algunos otros países de Asia, la gente calificada que emigra, vuelve si hay oportunidades. Y a veces, esa ida y vuelta, generan valor agregado para los países de origen. Porque van, aprenden más y vuelven. Pero para eso hay que crear las oportunidades para que vuelvan.
–Gobiernos de Latinoamérica pretenden abrir mercados mediante acuerdos bilaterales o bi-regionales con Unión Europea, Estados Unidos y países de Asia. ¿Están capacitados para proveer la magnitud de demanda que desean?
–Sí. La región está en condiciones de proveer, pero –la verdad– es que va a poder proveer en la medida que haga el ejercicio de exportar. Y yo creo que hoy la exportación es parte de la historia del crecimiento. O sea que hay que evitar esta antinomia sobre si las exportaciones explican todo el crecimiento o no lo explican.
–¿Por cuál lado Ud. se inclinaría más?
–Obviamente no lo explican todo, pero es difícil de encontrar un país que haya crecido mucho, si no crecieron las exportaciones. De ninguna manera son toda la solución. ¿Estamos en condiciones de suplir la demanda? De vuelta, uno aprende haciendo. En el tema hay que tener la gimnasia de exportar y la gimnasia que tenemos que aprender de darle más valor a nuestras ventas al exterior.
–Brasil procura una remake que llama sustitución regional de importaciones. ¿Es posible pretender que manufacturas y bienes de capital regional tengan su coto de caza? ¿o la apertura ya lo pone difícil como meta?
–Lo hace más difícil. Esto no quiere decir que no haya segmentos, donde uno no pueda sustituir importaciones. Definitivamente. Y donde haya, hay que hacerla. Pero no pensar que ese es el modelo de crecimiento, como era en los 50. Creo que esa etapa pasó, y la desgracia de América latina fue un proceso en donde hubo mucha desindustrialización. No se aprovechó lo que dejó la sustitución de importaciones para generar una fase de exportación. Perdimos parte del sector productivo en ese proceso.
–¿Quedan aún modelos o solamente ejemplos?
–La región tiene que pensar en insertarse más en el mundo globalizado porque por ahí va el mundo que compite. Sino, hay que mirar qué es lo que pasa en Asia, sea China, India o Corea del Sur. Me parece que uno tiene que aprender de esas experiencias. No copiar, porque somos muy distintos, pero hay que pensar que la inserción en el mundo es parte de cualquier estrategia de desarrollo. M