Por Rubén Chorny
El templo, la posesión de la tierra, los sacrificios, el sacerdocio y Jerusalén entera sucumbían con la caída de la monarquía, en el año 587 antes de Cristo.
Parecía como si Dios hubiese abandonado y olvidado al pueblo, que se lo enrostraba. Jeremías replicó de este modo: “Porque la lluvia continúa cayendo a su tiempo, los ríos continúan corriendo hacia el mar regando la tierra…”.
Está en La Biblia (Jeremías 31, 35-37, 33, 19-26).
El Salmo 104 explica poéticamente cómo Dios puso las aguas al servicio de la vida.
Ernest Hemingway describió en forma notable en El viejo y el mar la paradójica lucha del veterano pescador arrastrado por las tempestades por no morir de sed en la inmensidad líquida que lo devoraba.
Los océanos y mares contienen 321.000 millones de metros cúbicos, 70% de la superficie del planeta. Sólo 5.000 millones es lo que queda para “purificar, calmar la sed, regar las plantas, nadar, refrescar, preparar la alimentación y muchas otras finalidades” que la Biblia no enumera porque no pertenecen a esa época, como el uso en las grandes ciudades, el agrícola intensivo y el industrial.
Ya en aquellas centurias, los sedientos nómades atravesaban abrasados el desierto hasta encontrar los manantiales.
Las eras geológicas transformaron el mundo, pero con sus tiempos. En los últimos 200 años, sus espejos y reservas subterráneas “dulces” se mantuvieron impertérritos ante la voraz demanda de las revoluciones agrícola e industrial y la fundación de los grandes conglomerados urbanos.
Papel y lápiz en mano, el geólogo Miguel Auge desmenuza: “En los 900, la agricultura se cultivaba prácticamente en condiciones naturales. Se usaban 400.000 metros cúbicos por año en el mundo, de los cuales 87% empleaba la agricultura y 7% la industria, el resto era consumo humano”. Transcurrida la centuria, no sólo se usó diez veces más agua dulce que entonces, sino que se afectó su calidad con los residuos de los fertilizantes e insecticidas aplicados a los cultivos para multiplicar su productividad. Lo mismo pasó con los efluentes industriales y los deshechos humanos generados en las ciudades.
Auge cuantifica: “55.000 kilómetros cúbicos al año, de los que 68% se lleva el riego en buena medida controlado, 25% la industria (que fue la protagonista del siglo) y 7% la alimentación humana”.
La contabilidad da, en consecuencia, negativa para el agua: 17%, o sea que faltarían 9.609 kilómetros cúbicos de agua al año para satisfacer esa demanda.
Cifras de la escasez
Los reportes de la ONU, FAO, Cepal y del último Foro Mundial del Agua en México atribularon a la opinión pública con alarmantes datos y proyecciones:
• 1.100 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable, en calidad y cantidad necesarias, y 2.600 millones carecen de infraestructura sanitaria aceptable;
• El consumo dobla el crecimiento de la población y la escasez ya afecta a 40% de los habitantes del planeta;
• Casi cuatro mil niños mueren cada día en el mundo porque carecen de agua potable y de servicios higiénicos sanitarios;
• En 2025, dos tercios de la población mundial vivirá en países donde el agua es escasa;
• Un tercio del globo se está transformando en desierto por falta de agua, fenómeno que podría dejar sin agricultura ni comida a mil millones de personas;
• Nueve de cada diez catástrofes naturales surgen de problemas vinculados con el agua; un centenar de países afrontan condiciones de aridez o semiaridez, y
• Reducir a la mitad la proporción de desvalidos del agua exige una inversión anual mínima de 20.000 millones de dólares hasta 2015.
Proyecciones más o menos, en este escenario se prepara el gran debate que se avecinará en cuanto los políticos incluyan alguna vez el tema en el orden del día. En principio, en 2000, 60 países definieron este recurso, mucho más escaso que el que desvelaba a Adam Smith, como un derecho humano. Pero resta resolver, en cada caso, cómo se ejercerá: si con tratados internacionales; legislaciones de cada país que lo protejan; políticas de Estado; acciones públicas, privadas o mixtas. ¿El agua para uso humano es un commodity comercializable, como la soja o el petróleo, o un bien social relacionado con el derecho a la vida? ¿Hasta dónde entra en el concepto de la soberanía nacional? ¿Cómo se relacionan sus políticas con las de defensa del medio ambiente y hasta las acciones globales para frenar el daño al ecosistema, como el tratado de Kyoto?
Imaginar a un portero de la Ciudad de Buenos Aires desperdiciar 700 litros de agua potable lavando la vereda con manguera o que se filtra por los caños podridos 30% del agua que potabiliza la planta General San Martín, desde que era Obras Sanitarias, Aguas Argentinas o ahora Aguas y Servicios Argentinos, obsequiaría un soponcio a los pobladores más pobres de India y China que ni saben lo que es una canilla.
Así de disonante es la distribución del líquido elemento entre los continentes y, dentro de ellos, en los mismos países, y dentro de éstos, en distintos puntos cardinales de su geografía.
Está el ejemplo de Islandia, que dispone de 685.000 metros cúbicos al año, frente a los 20 metros cúbicos que le fluyen a Egipto, según ejemplificó Andrés Napoli, de Fundación Ambiente y Recursos Naturales.
Cuando estuvo frente a las pirámides en un evento organizado por la Organización Meteorológica Mundial, la investigadora argentina que integra la junta científica del Programa de Geociencias de la Unesco, Ofelia Tujchneider, fue recibida en una granja en el medio del desierto, donde regaban por goteo sacando agua subterránea.
Cuenta que se sentía emocionada por lo que representaba cada gota de lo que para ella es como su sangre a través de los 40 años que lleva estudiándola: “Me obsequiaron una rosa que me quedé contemplando en toda su belleza y representatividad del proceso que se revela detrás para que la juventud tenga trabajo en Egipto, que los adultos lleguen a una vejez digna teniendo el recurso, que se generen pequeños polos de desarrollo gracias al agua subterránea, todo lo cual permite que la gente no tenga que ir a amontonarse a El Cairo. Quizá el ejemplo no se aplique a la realidad argentina, pero sí podemos aprenderlo como filosofía”.
Abundancia descuidada y déficits
Aun cuando las existencias de agua dulce en la Argentina parezcan suficientes para atender la demanda dentro de las fronteras, Jorge Taillant, director ejecutivo del Centro de Derechos Humanos y Ambiente, con sede en Córdoba, advierte que no lo es tanto. Insta a “enfocar la mirada en zonas urbanas marginales, que son las más problemáticas desde el punto de vista de calidad. Tenemos, sin embargo, zonas del norte (San Juan, La Rioja, Catamarca), por ejemplo, que tienen grandes limitantes en la disponibilidad del recurso, no tanto en su calidad. Esto es a veces aún más problemático cuando se consideran grandes producciones industriales (como la minería) que necesitan grandes cantidades de agua donde los ríos y arroyos no brindan ese volumen”.
También en esos recónditos parajes se suda la gota gorda hasta que muchos nativos finalmente tienen que sucumbir al encanto de la gran ciudad, donde cantar media hora debajo de la ducha y ver discurrir el agua potable por la sopapa de la bañera representa un derecho urbano.
Auge dibuja un mapa hídrico del que surge que “la Patagonia extraandina, salvo la franja cordillerana, es un desierto. En San Luis, Mendoza y San Juan, las tierras sembradas parecen un vergel, pero es sólo por el riego. En San Juan llueve 100 milímetros por año, en la llanura chacopampeana, que abarca 650.000 kilómetros cuadrados, el régimen de lluvias es magro”.
Las regiones con exceso de humedad en el balance serían “la Mesopotamia, la ribera del río de la Plata y la cordillera patagónica. El resto se cubre con napas subterráneas o agua superficial embalsada, como el dique Cabra Corral en Salta, o el del Cadillal en Tucumán, entre otros. En Santiago del Estero, el abastecimiento se realiza mediante perforaciones. En partes de la provincia de Buenos Aires, el agua que proporciona el río se refuerza con la extraída de los pozos que viene del acuífero Puelches; en La Plata, por ejemplo, se saca 40% de las perforaciones”.
Mariana Conte Grand, economista ambiental de Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos Argentinos (UCEMA), señala que “el agua ha sido históricamente un insumo importante, pero de difícil manejo por ser móvil y de oferta variable, ya que depende de las estaciones, el clima y otros fenómenos naturales que escapan al control humano”.
Y redondea: “La cantidad de sus reservas es un tema de preocupación en varias partes del mundo: la población creciente y el aumento de la actividad económica generan una demanda creciente para una oferta que no es tan elástica”.
Estrategias de defensa
La historiadora y geopolítica Elsa Bruzzone vinculó la presencia de militares estadounidenses en las cercanías de la Triple Frontera con una supuesta intención de posicionarse frente al acuífero Guaraní, el tercero más importante del mundo luego de los africanos Areniscas de Nubia y Norte del Sahara.
“Vienen por lo nuestro”, advirtió. Al poco tiempo, el diaro La Nación revelaba un plan de defensa hasta 2025 atribuido al Ejército Argentino que se llamaría “la guerra por los recursos”.
El objetivo a proteger, según esa teoría, sería el acuífero Guaraní, que se extiende por las cuencas de los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay. En Brasil, su extensión aproximada es de 840.000 kilómetros cúbicos; en la Argentina, de 225.500 kilómetros cúbicos; en Paraguay, de 71.700 kilómetros cúbicos, y en Uruguay, de 58.500 kilómetros cúbicos. Sólo la mitad de la parte argentina es dulce, y se encuentra a más de un kilómetro de profundidad.
Los científicos aseguran que faltaría estudiarlo antes de pensar en defenderlo y que hay muchas fuentes de agua segura en el país por preservar. Las cifras son contundentes sobre el potencial nacional en materia de agua: nada más que 1,5% del total de la reserva mundial.
El embajador Raúl Estrada Oyuela, representante de Asuntos Ambientales de la Cancillería, cree que la amenaza contra el acuífero Guaraní no son hipotéticos invasores por tierra, sino el riesgo de contaminación industrial que puede inocularle Brasil, principal propietario y usuario.
En realidad, la presencia militar brasileña en la región que abarca el Guaraní guarda más relación con la tala del Amazonas que con la custodia del subsuelo. El director del departamento de Ciencias Políticas de UCEMA, Alejando Corbacho, cree que la hipótesis de conflicto bélico por el agua es un capítulo más de los fantasmas que se agitaron en cada década tras el final de la guerra fría.
“Ya no hay enemigos claros, ni siquiera Brasil y Chile, y si fuera cierto el nuevo rol de las Fuerzas Armadas como custodia de los recursos naturales, estaríamos frente a la formación del cuerpo de guardaparques más caro del mundo”, ironiza.
Estrada Oyuela deja por un momento los vericuetos de la legislación sobre las acumulaciones subterráneas de agua que tratan en Naciones Unidas para detenerse en la imagen de un vaso de agua que se bebe y luego vuelve al ciclo de vida. “Más que un problema de escasez, la cuestión es organizar cómo se la utiliza”.
Es un dilema de la modernidad que viene de antigua data. Refiriéndose a las cloacas de París de la primera mitad del 1800, el eminente poeta francés, Víctor Hugo, recordó primero las propiedades nutritivas para la agricultura que representa el abono humano, el cual generado en las grandes ciudades termina siendo expulsado hacia los arroyos y ríos. Las consecuencias que arroja son dos: “La tierra empobrecida y el agua apestada; el hambre saliendo del surco y la enfermedad del río”. M
Ofelia Tujchneider, Junta Científica del Programa de Geociencias de Unesco
Esta investigadora de Conicet y docente de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral prefiere que la humanidad trabaje en una cultura del agua antes que paralizarse de miedo ante pronósticos de escasez futura. Descarta que tengamos agua para el mundo, y aclara que falta profundizar el conocimiento del acuífero Guaraní. –En todos los foros recientes sobre el agua se pronostica que se agudizará la escasez dentro de ocho años… –¿Qué se hace en la práctica para evitarlo? –¿Y en la Argentina? –¿Cuánta agua apta tenemos en la superficie y cuánta subterránea? –¿Ve el acuífero Guaraní como una salvación futura? |
Miguel Auge, investigador de Conicet
Geólogo, profesor titular de Hidrogeología de la UBA, subraya que el país está dentro de los parámetros mundiales de déficit en el suministro de agua potable. Y que se impone cuidarla con inversiones y educación antes que imaginar el país como futura reserva. –¿Cuál es el inventario del agua segura en el mundo? –¿Por qué? –¿Qué se puede hacer? |
Andrés Napoli, director del área de Participación Ciudadana de Fundación Ambiente y Recursos Naturales La crisis es un problema de gobernabilidad
La desigual distribución del agua potable, la contaminación y la falta de servicios sanitarios son un problema de gobernabilidad antes que un déficit de la naturaleza. “Vienen por el agua” es una fantasía convocante para antiimperialistas y nacionalistas. –¿Cuáles son los principales causantes de la crisis del agua? –¿Cuál sería la situación argentina en cuanto a las reservas de agua potable y al desperdicio por contaminación de los acuíferos en explotación? –¿Está el país en riesgo de ser asediado por las potencias para sacarnos el agua potable? |