Por Daniel Barneda
Según los expertos, el desafío no pasará por la tecnología o el mercado sino por la capacidad de sustitución de los combustibles fósiles.
La fiebre por la producción en escala de biocombustibles se debe a que las reservas mundiales de gas y el petróleo se están agotando. En 15 ó 20 años la bioenergía –se afirma– cubrirá 25% de las necesidades de la energía mundial. Las principales causas de este nuevo escenario están dadas por la presión alcista de los precios del petróleo y los problemas ambientales. Esto se refleja en la creciente participación de las inversiones del sector energético en todos los campos de las energías renovables.
La Argentina no ha sido la excepción a este fenómeno. Pero las incertidumbres generadas por la ley 26.093 no desaparecieron con el decreto reglamentario de principios de 2007 y por lo tanto los expertos consideran que habrá que trabajar duro para que el programa sea exitoso. Según fuentes privadas, en los próximos años podrían invertirse en este sector más de US$ 1.300 millones. Los proyectos exportadores suman 2,79 millones de toneladas anuales y los del mercado interno, 0,614 millones de t/año respectivamente, lo que suma una inversión global de US$ 708 millones.
Se agregan, además, otros US$ 600 millones por el desarrollo de una planta con una capacidad instalada de 1,2 millones de toneladas anuales de etanol. Los biocombustibles están representados principalmente por el biodiésel –generado a partir de oleaginosas como la soja, el girasol, la colza y la palma–, y el etanol, producido sobre la base de maíz, remolacha, caña de azúcar y derivados del trigo.
Los efectos de la ley
A mediados del mes de mayo de 2006 y luego de muchas idas y vueltas, se sancionó la ley 26.093 que estableció un régimen de regulación y promoción para los biocombustibles en la Argentina. La normativa dispone que a partir de 2010, el gasoil y el diésel oil que se comercialicen en el país, deberán tener al menos 5% de productos derivados de oleaginosas o cereales. La norma generará a partir de 2010, una demanda cautiva anual de 637.000 t de biodiésel y 160.000 t de bioetanol para atender el corte obligatorio.
Según la norma reglamentada, los proyectos de producción de biodiésel que se presenten y sean aprobados no tributarán los impuestos al gasoil y a los combustibles, lo que suma 39,2% del valor del combustible. En el caso del etanol, tampoco se aplicará el impuesto a los combustibles y la tasa de infraestructura hídrica, lo que implica una exención de hasta 76%. Hay otras excepciones, por ejemplo, como la del impuesto a la ganancia mínima presunta por tres años, la amortización acelerada de bienes de uso –en vez de amortizarlo en 10 años, se puede hacerlo en 3 ó 4–, el diferimiento del impuesto a las ganancias, y la devolución anticipada del IVA en la compra de bienes de uso.
Claudio Molina, director de la Asociación Argentina de Hidrógeno y Biocombustibles, señala que en términos generales, la ley ha sido celebrada como una medida favorable al medioambiente y que contribuye al desarrollo sustentable al abrir la puerta a los créditos de carbono por tratarse de un Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). “Sin embargo, –aclara– la ley ha despertado críticas en algunos sectores ambientalistas que temen que la mayor demanda de biocombustibles llevará a un aumento de las extensiones de las plantaciones de soja, sustento de la economía argentina actual”.
Actualmente, las plantas elaboradoras de aceites se localizan en seis provincias argentinas, la mayoría de las mismas cercanas a las zonas de embarque de la provincia de Santa Fe y sur de la provincia de Buenos Aires, respondiendo a la actual estructura agroexportadora argentina. Aun con los incentivos propuestos en la ley, los precios de los biocombustibles no son competitivos en surtidor.
Desde el año 2000 hasta la fecha, surgieron varios anteproyectos de plantas productoras de biodiésel, que nunca entraron en producción.
“En la Argentina –explica Molina– existen muchos grandes proyectos, referidos a biodiésel, pero pocas realizaciones. Para superar esta situación se está avanzando en los temas tecnológicos y de cultivos no tradicionales en nuestro país como ser tártago, jatropha o canola”.
También hubo algunos emprendimientos que produjeron biodiésel en forma esporádica. Entre estos últimos se pueden mencionar, en la provincia de Buenos Aires, los proyectos de Nameco en Villa Bosch (capacidad: 120.000 litros anuales), la Escuela Agropecuaria de Tres Arroyos (capacidad: 120.000 litros anuales), y Grutasol en Villa Astolfi (capacidad: 10.000 toneladas anuales); en Jujuy, el emprendimiento de Química Nova, en Caimancito (capacidad: 10.000 toneladas anuales); en Santa Fe, el de Biofe en Esperanza (capacidad: 10.000 toneladas anuales), el de Oil Fox en Chabás (capacidad: 10.000 toneladas anuales), el de Recomb en Arroyo Seco (capacidad: 7.260 toneladas anuales); y en Entre Ríos, la iniciativa en la ciudad de Paraná, de la Dirección de Vialidad de esa provincia (capacidad: 300.000 litros anuales). Todos ellos suman una capacidad de 47.718 toneladas anuales. Estarían en condiciones de producir utilizando su capacidad instalada en pocos meses, si lograran captar mercado y pudieran capitalizarse adecuadamente.
Por otra parte, existen alrededor de 23 establecimientos muy pequeños, que elaboran aproximadamente 400 litros por día de biodiésel. Estos establecimientos, la mayoría licuadoras, están ubicados en: Capital Federal (3); Coronel Suárez, Daireaux, Darregueira, Lomas del Mirador, Lomas de Zamora, Necochea, Saladillo, Cañuelas, Quilmes y 25 de Mayo (Buenos Aires); Bariloche (Río Negro), Gral. Galarza y Paraná (Entre Ríos), Charata, Coronel Du Graty, Las Breñas, Resistencia y Sáenz Peña (Chaco), Castex (La Pampa) y El Calafate (Santa Cruz). Todos ellos suman una capacidad de 2.800 toneladas anuales. En general, salvo el de Bariloche y el de Cañuelas, todos estos establecimientos producen ester metílico de bajísima calidad.
En Chaco, el gobierno provincial proyecta la instalación de sesenta de estos establecimientos dispersos en toda la provincia (sumarían algo más de 6.300 toneladas anuales).
Hace poco tiempo se inauguraron dos establecimientos: uno en Chacabuco, Buenos Aires, con capacidad para 300 toneladas anuales (Bionerg-Don Mario), y otro en Villa Mercedes, San Luis, de la firma Pitay S.A., con capacidad para 6.000 toneladas anuales. Entre los dos suman 6.300 toneladas de capacidad anual. Quedó a medio camino un establecimiento con capacidad para 6.000 toneladas anuales, de la firma SAGyD, en Cañada Rosquín.
Pequeñas plantas
En la actualidad, la Federación Agraria Argentina, a través de su empresa BioFAA promueve la instalación de pequeñas plantas para prensar colza y producir biodiésel. La escala de esta propuesta alcanza los 500.000 litros de biodiésel anuales (440 toneladas anuales cada planta) y se impulsa que los productores destinen 10% de su extensión agrícola para la siembra de colza. Probablemente se instalen plantas en Salto Grande (Santa Fe), Pilar (Córdoba), Jovita (Córdoba) y Vedia (Buenos Aires).
En el NOA, un grupo de distribuidores de Repsol YPF de Salta, Tucumán y Santiago del Estero, promueven la instalación de una planta de biodiésel. Todavía no están resuelto los aspectos clave del proyecto: localización, tamaño, tecnología, mercados.
En la localidad de 9 de Julio, en Buenos Aires, la firma acopiadora Soracco negocia con IBQ (Bernardo Kujawski Sigal), la instalación de una planta de biodiésel de 20.000 toneladas anuales.
En el Parque Industrial de Tres Arroyos se proyecta construir una planta con capacidad para 5.000 toneladas anuales.
El problema de la sustitución
Roberto Cunningham, director general del IAPG, y miembro de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Sección Ingeniería, señala que el problema de los biocombustibles no es de tecnología o mercado, sino más bien la capacidad de sustitución.
“Evidentemente el volumen de petróleo es tan grande que poniéndonos en optimistas la posibilidad de sustitución es enorme. La gran incógnita es cuánta biomasa hay para fabricar cuánto biocombustible para sustituir cuánto petróleo”, asegura.
Según los expertos, los biocombustibles serán competitivos en la medida en que el precio del barril de petróleo crudo se ubique en torno a los US$ 100 y el precio de los commodities agrícolas, mantenga los niveles FOB actuales. La Secretaría de Agricultura estima que durante el primer año después de la puesta en práctica de la ley, 3,5 millones de toneladas de granos de soja serán necesarias para cubrir la oferta. Tan solo la soja podría cubrir 35% de la demanda nacional del biodiésel. La mayoría de los analistas coinciden en la necesidad de resolver rápidamente fuertes inconsistencias que se han generado en la opinión pública. “Es menester desarrollar en el mediano y largo plazo, cultivos energéticos alternativos, para diversificar las fuentes de abastecimiento tradicionales. No nos podemos quedar en la disyuntiva “alimentos o energía”, advierten.
Con independencia de los alcances de la ley 26.093 y a partir de significativos excedentes exportables de materias primas agrícolas, se construirá una importante oferta de biocombustibles para abastecer los mercados internacionales, que presentan una creciente demanda. Es posible que la misma alcance un volumen anual de 2.000.000 t de biodiésel y 1.000.000 t de bioetanol, a partir de 2010.
Panorama regional y mundial
Pese al panorama promisorio, el sector de biocombustibles en la Argentina está muy retrasado respecto de otras experiencias mundiales como las que se están desarrollando en la Unión Europea o Estados Unidos. Molina considera que el negocio internacional estará muy expuesto a la evolución de los aranceles y a la existencia de barreras para-arancelarias.
En América latina varios países han comenzado, o están preparando, programas parecidos al de Brasil. Europa ya es un principal productor de biodiésel y bioetanol. En Asia, India, China, Corea y Japón tienen igualmente un enorme interés en estos productos. La industria agroquímica de biocombustibles tiene quizás la mayor importancia a escala mundial durante el primer cuarto del siglo 21. El progresivo agotamiento del patrón energético con base en los combustibles fósiles no sólo convirtió en una necesidad la producción de biocombustibles sino que además lo transformó en una nueva oportunidad para el sector agropecuario.
En Estados Unidos, hace más de 30 años que no se construye una refinería de petróleo, mientras que entre 2003 y 2004 se levantaron más de 100 destilerías de bioetanol con el maíz como materia prima, y pronto habrá superado ampliamente a Brasil como el mayor productor de bioetanol del mundo. Estados Unidos destina ya 30 millones de toneladas de maíz, es decir, 12% de su producción total, a la generación de etanol.
La Unión Europea se ha inclinado por el biodiésel, del cual utiliza 75% y deja el restante 25% para el etanol. Su programa ha registrado retrasos respecto de sus metas, por lo cual ahora intenta, para 2010, el uso de biocombustibles en el orden de 5,75% de su matriz energética para crecer a 8% hacia 2015. Todos estos programas han tenido y tienen subsidios, ya sea por vía de reducción de gravámenes, como en Europa y Estados Unidos, o por la obligatoriedad de su uso en las naftas como en Brasil.
En la Unión Europea, entre 1999 y 2000 se usaba alrededor de medio millón de toneladas de aceite de colza para elaborar biodiésel, pero en 2005/06 ya se utilizaron casi 4 millones de toneladas, lo que representa cerca de 60% del consumo total de ese producto para todo el continente europeo.
La UE es hoy el principal importador de biodiésel, provisto por Malasia, y de etanol, abastecido por Brasil y Paquistán. Los expertos en agronegocios estiman que Europa, a pesar de ser la región del planeta donde mayor cantidad de biodiésel se produce, no dará abasto para cubrir el corte obligatorio que se impondrá de 5,75% en año 2010. Para ese entonces se requerirán 9 millones más de toneladas de biodiésel de las que se producen actualmente. La demanda implicaría, si fuese la producción solamente de aceite de soja, 20 millones de hectáreas más de tierras productivas. Por su parte, Brasil ya ha comenzado a exportar etanol a Europa y la Argentina ha empezado tímidamente con exportaciones de biodiésel de soja a Alemania. El gran comercio de exportación del diésel que tendrá como principal insumo el aceite de la soja, comenzará recién alrededor del año 2008/2009.
La posición argentina Hay quienes suponen que la Argentina forma parte del eje energético centrado en petróleo y gas que lidera Venezuela, junto con Bolivia y ahora Ecuador. Lo cierto es que el país necesita del gas boliviano (pero no menos que Brasil) y que tiene intensas relaciones con el régimen de Hugo Chávez. Pero nada de eso hace suponer que se desentiende del futuro negocio de los biocombustibles, como lo demuestra la sanción reciente de la ley sobre la materia. Tampoco hay argumentos para aceptar que el bajo perfil se debe a la presión del lobby azucarero (está muy lejos de ejercer poder sobre el Gobierno nacional). |
Bush, Lula y los millones del etanol
Ni lento, ni perezoso el Gobierno estadounidense se dio cuenta que resucitar el ALCA tras el fracaso en la Cumbre de Mar del Plata a fines de 2005 requiere de un esfuerzo demasiado grande y apuntó directamente a los asociaciones bilaterales. Ahora el eje de la nueva estrategia de integración diseñada desde Washington es el acuerdo sobre etanol con Brasil. Esto quedó demostrado en la última gira realizada por el Presidente George W. Bush a este país, Uruguay, Guatemala, México, y Colombia. Con 80 millones de hectáreas en la región del Amazonas, Brasil espera convertirse en la “Arabia Saudita del Biodiésel”. Junto con Estados Unidos proveen actualmente 70% de la demanda mundial de etanol, con una producción de alrededor de 17 mil millones de litros cada uno.
Mientras los biocombustibles cubren apenas 1% del consumo mundial de combustibles para el transporte, y la sustitución de los combustibles con base en petróleo llega a 1,8% en Estados Unidos, en Brasil alcanza 20%. Un informe reciente del Banco Interamericano de Desarrollo establece que América latina es una de las regiones con más potencial para ofrecer biocombustibles dadas sus ventajas climáticas combinadas con una baja densidad poblacional.
El Presidente Bush propuso promover una ley que obligue a mezclar gasolina con 20% de etanol en un plazo de 10 años. El objetivo es reducir la vulnerabilidad del país frente a acciones provenientes de estados hostiles. Esto supone aumentar 800% el consumo de etanol en 2017. Aunque la producción de maíz de Estados Unidos crece 30% anual, no alcanza para satisfacer la demanda de biocombustibles y garantizar además su uso como alimento. De ahí la necesidad de buscar socios estratégicos. Trascendió que inversores brasileños y extranjeros destinarán cerca de US$ 14.600 millones para construir en el principal socio del Mercosur una planta de alcohol y azúcar por mes hasta 2012, con lo que el número de plantas en Brasil pasaría de 336 a 409.
Lo que estaría en juego es un acuerdo estratégico, o sea de largo plazo, para que Brasil abastezca a Estados Unidos de etanol en las próximas décadas lo que, supuestamente, le permitiría realizar “una declaración de independencia energética” como pretende Washington. Desde la óptica de la Casa Blanca, se proponen alcanzar tres objetivos: reducir las importaciones de petróleo desde Venezuela e Irán, realizar inversiones en Brasil y en el continente en un sector en expansión, y volver a jugar un papel político determinante en el continente.
En Brasil, buena parte de las ventajas se deben al clima y a la amplia disponibilidad de tierras, algo que el BID considera como la “excepcionalidad brasileña”. Los países desarrollados no disponen de tierras suficientes para cubrir la demanda de cultivos para fabricar etanol. Con apenas 1,5% de sus tierras cultivadas Brasil podría reemplazar totalmente la gasolina por etanol. Por el contrario, Estados Unidos para implementar una mezcla de 10% en la gasolina tendría que transformar la mitad de su producción de maíz en etanol, lo que supone dedicar 15% de su tierra agrícola. Para llegar a ese 20% fijado ahora por Bush, no tiene más camino que recurrir a la región.
Los biocombustibles prometen grandes ganancias y despiertan el interés de los inversores. Para llegar a la meta fijada por Bush de reducir en 20% el consumo de gasolina, Estados Unidos debe pasar de producir 20.400 millones de litros de etanol de maíz a 132.400 millones en sólo diez años. Esto supone, además de expandir la superficie cultivada de maíz, soja y caña de azúcar, invertir en investigación para aumentar la productividad, crear granos genéticamente modificados para producir etanol, desarrollar infraestructuras para la comercialización como los “alcoholductos” con el objetivo de generar un mercado de commodities energéticas.
Para cumplir los objetivos, Brasil debe pasar de los 4 mil millones de galones de etanol que exporta actualmente a 35 mil millones en 2017. Se construirán 77 usinas de etanol antes de 2012 (aunque algunos aseguran que se llegará a 100) con una inversión de US$ 2.500 millones. Buena parte de esos capitales vienen de Estados Unidos. 82% de los automóviles que se fabrican en Brasil disponen del sistema “flex”, que permite la combustión a gasolina tradicional, etanol o la combinación de ambos. El objetivo que se plantea Bush para 2017, Brasil ya lo ha conseguido pues la legislación obliga a que las gasolinas contengan 20% de etanol.
El negocios de los biocombustibles puede fortalecer las relaciones de Estados Unidos con América latina, al funcionar –aspiran los optimistas– como catalizador para remover las barreras al libre comercio dentro de la región. La alianza político-empresarial entre Estados Unidos y Brasil en torno al etanol es una mecha encendida contra la integración regional asentada en el petróleo y el gas, que desde hace algunos años vienen pergeñando Venezuela, Bolivia y ahora Ecuador, e incluso la Argentina, aunque en menor medida.
Si este análisis es correcto, la pregunta del millón es: ¿por qué la Argentina permanece al margen de la negociación que definirá parte del futuro de un mercado que promete generar inversiones en todo el continente por US$ 100 mil millones sólo en los próximos cinco años?
Una de las razones, explica Molina, radica en que “la postura oficial es justamente no participar en ninguna iniciativa donde se debata el libre comercio de biocombustibles, esto implica que la Argentina va a permanecer marginada hasta tanto no rectifique su postura”.
“¿Por qué no interesa debatir sobre libre comercio?, –asegura Molina– porque hay una actitud conservadora de una parte de la industria azucarera argentina que todavía no tiene claro los beneficios de esta integración, considerando la importancia relativa y las asimetrías consecuentes entre el complejo sucroalcoholero brasileño y la industria argentina”, explicó el directivo.
El futuro tiene final abierto. El propio Lula comentó al Presidente boliviano Evo Morales a mediados de febrero: “Puede estar seguro, compañero Evo, que el mundo se curvará en los próximos 15 años a los biocombustibles”. El tiempo dirá si las palabras del Presidente de Brasil son una mera expresión de deseos o tienen su asidero en un profundo cambio en la matriz energética mundial. Lo cierto es que cualquier decisión estratégica que se tome hoy tendrá que tener como horizonte el año 2022. M
Proyectos destinados a la producción de biodiésel en la Argentina • Grutasol Cía. Petrolera S.A. Pilar Pcia. de Buenos Aires: Están trabajando hace dos años y cuentan con surtidores expendiendo biodiésel. Proyectan alcanzar los 4.000 m3 de producción mensual en el corto plazo. |