Gente de izquierda le censura, con razón, su apología del imperialismo.
Tanto del otrora británico, como del estadounidense actual, empantanado
en Irak y Afganistán. En tanto, tal como se la expuso al semanario Barron’s,
su visión tiene ribetes apocalípticos: “Piense en las ambiciones
nucleares de Irán o Norcorea o las políticas neosoviéticas
de Vladyímir Putin. Nada más que para empezar”.
Ferguson se siente fascinado por “la paradoja de un mundo donde los riesgos
especulativos parecen disminuir mientras suben los otros”. Pero los hechos
del 27 de febrero al 5 de marzo y el posterior enfriamiento de tensiones en
Levante –no así la violencia iraquí– lo contradicen.
Hasta ese momento, en efecto, “primaban amplias brechas entre títulos
estadounidenses, casi sin riesgos, y bonos chatarra”. “Hasta hace
algunas semanas, la menor volatilidad bursátil o la fe en la Reserva
Federal y otros bancos centrales protegían los mercados ante crisis potenciales.
Pero el reciente derrumbe revalida la idea de que los inversores minimizan a
propósito los riesgos”.
Otros tiempos
En este plano, el historiador traza paralelos entre la actualidad y las vísperas
de la Gran Guerra de 1914/18. El período de 1880 a 1914, conocido como
“paz armada”, exhibía un crecimiento relativamente estable,
baja inflación, aumento del comercio, mercados líquidos y confianza
en que Gran Bretaña mantendría la paz. Ferguson, por cierto, olvida
el crac bursátil general de 1907, que inició el fin de esa globalización.
“Ahora, el papel de garante lo ejerce EE.UU.”.
Todo terminó en la Gran Guerra, a la que siguieron revoluciones y disloques
cambiarios. Si bien el analista no vislumbra una guerra mundial, “cualquier
sacudón geopolítico –advierte– podría secar
los mercados y transtornarlos como en 1914”.
El autor “se pregunta si el mundo es un lugar más peligroso”,
apunta David Bowers, de Absolute Strategy Resarch, Londres. “Después
de lo acontecido hace poco, es una duda pertinente”. A criterio de Mohammed
el-Erian (Harvard Management, que maneja US$ 29.000 millones en fondos universitarios),
“Ferguson tiene el don de asociar temas actuales y tendencias históricas.
Lo que quiere decir es que el catalítico de cualquier cimbronazo especulativo
puede parecer insignificante al principio”.
En verdad, los riesgos geopolíticos son molestos para operadores e inversores
profesionales. Si bien pueden reconocerlos –observa Barron’s,
se quedarán en la calle si se ponen demasiado a la defensiva y retienen
efectivo en fases ascendentes del mercado. El escocés lo admite. “Si
nos pesca una crisis tipo 1914, nos caemos todos. Pero si alguien se pone pesimista
antes de tiempo, seguramente lo acusarán de pobre desempeño. Por
tanto, es mejor consignar las grandes crisis geopolíticas a un plano
tan incierto como el riesgo de que un asteroide choque contra el planeta”.
En lo concreto, el ensayista acepta que es difícil armar una cartera
capaz de soportar golpes geopolíticos, y que el efectivo le parece un
buen punto de partida. No obstante, las recomendaciones convencionales (acciones,
bonos) “ya no ofrecen un buen amparo. En situaciones extremas, la mayoría
de títulos se malvenderá, pues una amplia gama de activos se ha
correlacionado al correr los años”.
Entonces, quizá deba adoptarse “el viejo principio de los Rothschild:
un tercio en títulos, un tercio en bienes raíces y un tercio en
arte. Yo iría más allá e incluiría materias primas
y metales, pero no ya oro. En caso de riesgo bélico, compraría
acciones de fabricantes de armas y vendería bancas de inversión”.
Inconsistencias
Al exponer en noviembre durante un panel organizado por Morgan Stanley, subrayó
las inconsistencias de la prensa. “Según la sección noticias
de un diario, el mundo se va al demonio en cualquier momento. Según la
sección financiera, todo es color de rosa. Las dos partes del mismo periódico
–exagera– parecen describir planetas distintos”. Tras el desbarranque
del 27 de febrero al 5 de marzo, ya no parece así.
Existen dos explicaciones posibles. “Una, que la sección noticias
exagera hechos relativamente, como por ejemplo Irak”, ironiza. “La
otra es que las páginas de negocios subestiman los efectos en el mercado
de una crisis terminal en Levante”.
Cabe subrayar que, al margen de sus ideas políticas. Ferguson no entusiasma
a todos. A algunas objeciones replica que no es Casandra y, a diferencia de
un analista o un gurú, su negocio no son las predicciones. Básicamente,
trata de que los mercados entiendan mejor los factores geopolíticos que,
a su juicio, no figuran en los modelos o las estrategias para mitigar riesgos
usualmente empleados por inversores profesionales y firmas especializadas.
Volviendo al 14
A Ferguson lo intriga la conducta de los mercados al acercarse la Gran Guerra
de 1914: precios y cotizaciones no parecían reflejar lo que estaba por
desencadenarse. Eso contrasta con una idea común a los microhistoriadores:
esa guerra había sido anticipada por un decenio de roces entre potencias
o sus intermediarios y el asesinato de Sarajevo sólo fue un pretexto.
En realidad, hubo un derrumbe bursátil global en 1907 y dos guerras balcánicas
(1908, 1911). Si los astutos especuladores de entonces eran ciegos, tal vez
sus herederos de hoy también lo sean.
“Si no había causales financieras en la génesis de la Gran
Guerra ¿qué estaba sucediendo”, se pregunta Ferguson al
conversar con Barron’s. En 1914, “todos sabían que
los choques entre Gran Bretaña y Alemania o entre Austria y Rusia eran
probables. La prensa no cesaba de mentarlos. Pero los mercados especulativos
no quisieron extrapolar la guerra hasta que se les vino encima. A eso apunto:
en el futuro, tal vez miremos hacia atrás y veamos que los orígenes
de la gran guerra de Levante en 2007 eran obvios”. M
Replanteo a escala global “Los proveedores mundiales de combustibles y energía vivirán |