El problema energético estuvo en el centro de la agenda política
durante el último año en tanto puede significar un impedimento
al proceso de crecimiento que ha experimentado el país luego de la crisis
de 2002.
Este panorama destaca la importancia creciente del gas, que si bien hoy representa
casi la mitad de la producción primaria, tendería a incrementarse
en el futuro a 56%.
Respecto a la matriz de consumo final, se mantiene la tendencia anterior en
tanto en 2006 entre el gas y el petróleo representaron 80% de los combustibles
totales consumidos. Esa cifra resulta 1,6 puntos porcentuales superior a la
observada en 2005. El restante 20% corresponde a la electricidad.
También, desde 1998 se viene produciendo una reducción en la producción
de petróleo. Hasta septiembre de 2006 la producción había
disminuido 2,7% con relación al mismo periodo del año anterior.
Lo mismo ocurrió con las exportaciones de este combustible, en tanto
hasta julio de 2006 las mismas habían decrecido cerca de 50%.
Otro factor que preocupa con relación al consumo de energía es
la reducción en los años de reservas comprobadas de gas y petróleo.
En el caso del gas, éstas disminuyeron de treinta a diez años.
Entre las causas que explican esta disminución se encuentran las distorsiones
de precios provocadas por las retenciones, pues se reduce el ingreso que reciben
los productores locales. A ello se suma la falta de certeza sobre cómo
se comportarán las alícuotas en el futuro, lo cual agrega incertidumbre
a la rentabilidad del sector.
Por otro lado, el aumento de precios internacionales ocurrido en el último
año (en junio último el barril de crudo alcanzó el pico
histórico de US$ 77) acentúa la diferencia entre la rentabilidad
local y la internacional.
Estudios realizados prevén que para mantener un ritmo de crecimiento
del orden de 3% los sectores de gas petróleo y energía eléctrica
deben, en conjunto, realizar inversiones anuales del orden de US$ 2.076 millones
durante los próximos 15 años. Si el supuesto de crecimiento se
hace en torno a 5%, esa cifra se eleva a US$ 3.038 millones.
Si bien el Gobierno impulsa la puesta en marcha de nuevas centrales eléctricas,
ellas sólo postergarán el problema unos años, pero no proveerán
una solución de fondo. De la misma forma, el nuevo gasoducto que entrará
en operaciones este año permitirá hacer frente a la demanda sólo
hasta 2009.
Por todo esto, el Gobierno debe profundizar sus esfuerzos en realizar un plan
estratégico de largo plazo que permita y haga rentable la exploración
de nuevos yacimientos, así como comprometerse en la elaboración
de nuevos proyectos hidroeléctricos como Garabi y Corpus, y estudiar
la factibilidad del desarrollo de energía nuclear. Ello permitirá
aumentar la diversificación energética. Por último, dado
la extrema dependencia del consumo de gas por parte de nuestro país,
también es imprescindible concretar un acuerdo previsible con Bolivia
para la provisión de este combustible. M
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