Mantener una balanza comercial positiva, junto con un tipo de cambio real depreciado
y superávits fiscales, ha sido uno de los pilares del modelo de crecimiento
implementado por el Gobierno. La crisis de fines de 2001, que obligó
a salida de la convertibilidad y a la devaluación del peso en 200%, significó
un cambio en el saldo de comercio vivido en los 90.
El nuevo saldo, marcadamente positivo, se debió en mayor medida a la
caída de las importaciones que al aumento de las exportaciones. De esta
forma se dejó atrás un período como el que abarcó
los años 1990-1997, en el cual el déficit de comercio promedio
rondó US$ 419 millones, para pasar a otro (2002-2006) caracterizado por
un superávit promedio de US$ 13.562 millones.
Si bien los datos parecen alentadores se advierten en el horizonte una serie
de elementos que ponen interrogantes sobre el desempeño futuro del saldo
comercial. En primer lugar, si bien los mayores precios de las exportaciones
así como los mayores volúmenes exportados desde 2002 permitieron
incrementar las exportaciones, la recuperación económica significó
un aumento de las importaciones en mayor magnitud.
Entre 2003-2006 las exportaciones crecieron 107% mientras que las importaciones
aumentaron 119%, aunque vale destacar que las compras externas partían
de un piso muy bajo. Respecto a lo ocurrido en el último año,
se mantuvo la tendencia descrita en tanto las exportaciones se incrementaron
15,9% mientras que las importaciones lo hicieron en 20,6%. Sin embargo, en términos
de valor el saldo de comercio logró incrementarse US$ 486 millones.
Por otra parte, la política del Gobierno de evitar un incremento en los
precios locales lo ha llevado a gravar las ventas externas de aquellos productos
que componen la canasta básica. Si bien la estrategia seguida resulta
exitosa hasta el momento, las distorsiones provocadas en el sector exportador
pueden generar ausencia de incentivos a mayor inversión en el campo,
atentándose de esa forma contra el crecimiento de las exportaciones y
perjudicando el saldo de comercio.
De modo que el Gobierno deberá estar alerta al comportamiento del saldo
de comercio para evitar que el mismo siga deteriorándose. M