Esteban Dómina
Como dice el dicho: “aquellos polvos trajeron estos barros”. Durante
la década pasada el país abrazó la globalización,
la apertura indiscriminada de la economía y la desregulación.
Mucho positivo salió de todo ello. Pero como dicen los ingleses: no existe
el free lunch. Y la prueba de que no hay almuerzo gratuito fueron los frecuentes
cimbronazos externos que sufrió la economía, cuando las sucesivas
crisis internacionales dejaron su impronta.
Nadie con protagonismo activo durante esos años ignora el coletazo, primero
del efecto “tequila”, luego del “caipirinha”, del derrumbe
ruso y de las turbulencias del sudeste asiático. Por todo esto pasó
la economía del 1 a 1, con mayor o menor fortuna. Pero lo cierto es que
la víctima más auténtica de ese proceso fue el mercado
de capitales que no logró crecer ni consolidarse como se esperaba por
aquellos años.
El colapso de 2001 dejó a los argentinos con profunda desconfianza en
el sistema bancario y en general, hacia todas las instituciones financieras.
La intensa recuperación de los últimos cuatro años ha amortiguado
ese sentimiento colectivo. Pero la incertidumbre no ha desaparecido por completo.
En la perspectiva del gobierno, se compartía el sentimiento, pero además
se le sumaban ingredientes propios. Muchos ministros de aquel entonces reconocen
que hubo que hacer giros que no estaban previstos ni eran queridos, ya que no
había modo de evitar el impacto externo.
La globalización venía con dos caras. Se había disfrutado
de la que parecía –en apariencia– más placentera primero,
pero luego se advirtió el reverso: impotencia y desprotección
frente a movimientos de capitales internacionales.
Esa es la herencia que recibió Néstor Kirchner y sus dos equipos
económicos (el que condujo Roberto Lavagna y el que lidera Felisa Micelli)
que quedaron con una alergia incurable a los movimientos internacionales de
capitales de la década pasada y a sus consecuencias.
De la estrategia oficial, lo que queda claro es que una pieza esencial es tener
un seguro eficiente. Tras la política del dólar alto, de superávit
sistemático, de acumular reservas en el Banco Central, e incluso de pagar
todo al FMI por anticipado, se advierte la aversión a una posible corrida
o crisis provocada por factores exógenos.
La manera más eficiente de lograrlo parece ser desconectar todos los
cables que podrían unir a la economía argentina con el mercado
financiero mundial. Así, no hay riesgo de contagio, aunque tampoco posibilidad
de transmisión.
Tiene su lógica esta manera de pensar: las turbulencias de la globalización
financiera son a veces insoportables, y no sólo para la Argentina. Pero
en este caso, se le suma lo que se percibe como una postura anti-mercados –que
viene acompañada de la desconfianza a los bancos– y que obliga
a pagar un precio.
Aunque muchos se entusiasmen con la idea, ocurre que vivir con lo nuestro es
vivir casi sin nada, porque los mercados de capitales en la Argentina son irrelevantes.
Para confirmar esta afirmación basta con recordar que los movimientos
de la bolsa porteña de todo un año son menores que los de un día
en Wall Street.
Por otra parte, la única simiente de un mercado de capitales es el sistema
de fondos de pensiones, o de las AFJP, que el gobierno prefiere no menear. Muchos
de los cuadros oficiales preferirían modificar el actual sistema. Les
parece irracional que de cada peso que se aporta, el cotizante ahorra poco más
de 50%, mientras el resto lo consumen las comisiones, seguros y los costos administrativos.
Pero si una iniciativa de este tipo llega al Congreso, le será muy difícil
al Ejecutivo disciplinar a su propia tropa –usualmente tan dócil
y dispuesta–. Puede desatar el instinto de “ser más papistas
que el Papa” y liquidar al actual sistema para volver al régimen
único estatal.
Antes y después
Obviamente los inquilinos de la Casa Rosada y de Hipólito Yrigoyen 250
no están de acuerdo y dirán que no existe tal problema. La economía
viene creciendo por los últimos 54 meses en forma ininterrumpida (desde
abril de 2002) y la inversión –a pesar de que muchos no quieren
verlo– también.
Todo eso se hizo sin la sombra de un mercado de capitales y prácticamente
con cero presencia de la intermediación bancaria. La conclusión
es obvia: el problema no existe.
En la óptica oficial se advierte una visión incompleta. Las empresas
han invertido sus propios ahorros sin recurrir a los ajenos, pero para que eso
funcionara sus tasas de ganancias han sido extraordinariamente altas y los salarios
bajos. Nada se parece más a la caricatura del capitalismo salvaje que
lo que ha ocurrido en la Argentina de estos últimos años.
Lo que no se advierte es que hay cambios sustanciales. Ahora que los salarios
están subiendo, los ahorros empresarios están bajando y, en parte
por lo mismo, los ahorros fiscales también. El superávit fiscal,
el excedente presupuestario, se debilita en porcentajes frente a un gasto que,
inevitablemente, debe crecer. Ese sí es un problema.
De modo que, si bien es afortunado que se esté licuando esa tardía
reaparición del capitalismo salvaje, nos deja un problema nuevo. Ahora
que el autofinanciamiento se agota no sabemos cómo se va a financiar
la inversión.
En verdad es un problema que bien podría resolverse si damos el primer
paso y después seguimos avanzando en la misma dirección. La solución
no está en los bancos, que en el mundo entero se están convirtiendo
en un gigantesco aparato para facilitar las transacciones cotidianas pero no
para financiar la inversión.
La solución está en armar nuestro propio mercado de capitales
en el que las empresas coloquen sus bonos y sus acciones a cambio de los ahorros
de las clases medias y remuneren esos ahorros decentemente. Si no resulta como
en Estados Unidos, digamos al menos como en Brasil.
La cuestión de fondo, empero, es: ¿quién se animaría
a confiarle sus dineros a una Bolsa en la que –según las denuncias
de los afectados– muchas empresas explotan a los accionistas minoritarios
sin la más mínima protección estatal, o por lo menos sin
una regulación que funcione?
Los Fondos de Pensión son una realidad diferente. Los ahorros para las
jubilaciones no son voluntarios, como los de la Bolsa, sino compulsivos. Aún
corrigiendo las deficiencias que se le imputan, el sistema sigue siendo un instrumento
formidable para desarrollar un incipiente mercado de capitales.
Si las AFJP locales invierten en el mercado brasileño, como lo demuestran
las últimas transferencias de dólares con ese destino, ¿por
qué no encuentran incentivo para hacerlo localmente y desarrollar el
crecimiento de sectores económicos que demandan recursos para invertir?
Cada mes, los Fondos de Pensión generan en torno a $550 millones acumulables;
$6.600 millones al año, casi US$ 2.200 millones que, por mencionar un
tema de moda, financiarían dos tercios de las inversiones necesarias
para superar la crisis energética.
En cambio, las AFJP pueden –porque la ley las habilita– comprar
papeles en el exterior. Si vivir con lo nuestro es vivir con poco, al menos
hay que invertir en nuestras prioridades eso poco que tenemos. No parece que
la Argentina esté en una etapa tan avanzada de su desarrollo como para
exportar capitales.
Advertencia del BID
En las últimas semanas, casi por coincidencia, aparecieron diversas alusiones
a la necesaria formación de un mercado de capitales.
Como esos profetas agoreros que anuncian la tormenta en tiempo de bonanza, el
Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se ocupó de recordar que ante
la prosperidad se impone la prudencia. Una advertencia para limitar el endeudamiento
creciente con títulos públicos en el mercado local, ajustables
o con tasa variable, que pueden significar un gran dolor de cabeza si sobreviene
una crisis en los mercados emergentes (como el nuestro, entre otros de la región).
La solución que recomiendan los expertos del BID: los mercados de capitales
de la región son todavía incipientes, pero están ganando
relieve y pueden ser de extrema utilidad para disminuir la vulnerabilidad ante
cualquier crisis.
El problema es el perfil de la nueva deuda interna: en su gran mayoría
es de corto plazo. En el caso argentino, la deuda con tasa fija que se ajusta
por el coeficiente de estabilización de referencia (CER) llega a 41%
del total, mientras que la no ajustable sólo representa 22%. El endeudamiento
a tasa variable incluye el restante 37%.
Fondos para la producción
En la reciente reunión de la Unión Industrial en Córdoba,
donde el eje del debate fue el crecimiento, se destacó que solamente
tres veces en la historia reciente se lograron cuatro años consecutivos
de expansión mayor a 4%, a la par que se dejó constancia de que
las frecuentes interrupciones perjudicaron el desarrollo del crédito
y el comportamiento de otras variables vitales para la salud económica.
Se dejó en claro que el crédito continúa siendo escaso,
que la inversión se está financiando con ahorro genuino, pero
que ello es insuficiente.
En ese contexto, dio la sorpresa Esteban Dómina, presidente del Banco
de Inversión y Comercio Exterior (Bice), cuando aseguró que “ha
llegado la hora de canalizar parte del ahorro de largo plazo, que fundamentalmente
reside en los fondos de pensión (AFJP), hacia emprendimientos productivos”.
Con relación a la comentada experiencia brasileña, Dómina
aceptó que corre con “una enorme ventaja comparativa”, pero
reconoció que “está alejado de nuestras posibilidades”.
Es que el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes) tiene
para este año un presupuesto de desembolso de US$ 25.000 millones.
Volviendo a la realidad local, sugirió que la respuesta al problema del
“fondeo” podría encontrar solución en los fondos de
pensión.
Pero como el que se escalda una vez está prevenido, se ocupó de
alertar: “Advierto que esto tiene que hacerse de un modo sumamente responsable
y prudente, buscando la mayor rentabilidad para quienes son los dueños
de esos ahorros, los futuros jubilados, pero sin privar al sector productivo
de un flujo que en el mundo se usa para impulsar el desarrollo y sólo
mínimamente para colocaciones especulativas”.
Dómina reconoció que se están estudiando instrumentos de
captación que permitan derivar fondos de las AFJP hacia infraestructura
y producción.
Es tal vez, la primera vez que un funcionario de nivel de este gobierno hace
un llamado tan claro al desarrollo de un mercado de capitales local.
Lo que aportan las AFJP
Las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), como empresas,
volvieron a ganar plata. Luego de 4 años con resultados negativos, las
AFJP finalizaron el ejercicio anual que cerró el 30 de junio de este
año con utilidades por 162 millones de pesos, equivalente a 13,1% sobre
el patrimonio neto total. El cambio en los balances se explica por la mejora
de los ingresos de las AFJP, o sea, las comisiones que cobran a los afiliados
como porcentaje del sueldo. En promedio esa comisión es de 2,57% del
sueldo o 36,7% del aporte de 7% del salario.
Según los datos presentados en un reciente seminario de Met Life en Estados
Unidos, los 10 países latinoamericanos con sistemas de capitalización
de contribución obligatoria suman fondos por US$ 197.899 millones, de
los cuales US$ 24.484 millones están en la Argentina.
El monto representa 13,5% del producto bruto, mientras que en Chile, después
de 25 años de régimen, ese índice alcanza a 68,5%. M