Senderos que se bifurcan y convergen

    Por Martín Cuccorese


    Foto: Gabriel Reig

    Basho Deli Resto
    Uriarte 1830 – Palermo Viejo
    Miércoles a viernes mediodía y noche.
    Lunes y martes sólo mediodía.
    Sábado sólo por la noche.
    Tel. 4777-0877

    Como en los versos del un haiku (una de las formas de poesía tradicional japonesa que se compone de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas sin rima), Basho Deli Restó asienta su propuesta en tres aspectos que se bifurcan y unen a la vez. Por una parte, como dijimos, el mediodía donde además de poder comer a la carta presenta un menú promoción (plato principal a elección, copa de vino / gaseosa, café $13) que se modifica cada día. A ello se une el delivery que abarca unas tres cuadras a la redonda. Y por último el tercer sendero, el que nos interesa, la propuesta gastronómica expuesta en el menú y llevada adelante por Tomás Noceti (ex Novecento Martínez y Punta del Este). La cocina de Basho puede y debe ser ubicada dentro del amplio mundo de la etno-fusión. Bajo dicha orientación recorre tanto sabores orientales como latinoamericanos, a partir de un anclaje en la culinaria mediterránea.
    Visitamos el restaurante un apacible miércoles para evaluar los nuevos platos de la colección primavera-verano (cubierto $3 p/p). Iniciamos la tournée con buen apetito y dos entradas, más tarde tomaríamos nota de su contundencia. Llegaron al unísono tanto el “Cheese volcán” ($15) como el “Kidney’s lamb” ($14). El primero es un queso de pasta hilada horneado con tomates gratinados, dispuestos sobre una especie de biscoti tostado de hierbas. Sabroso y bien resuelto el juego de texturas entre la untuosidad del queso y el tostado del pan de hierbas. Por su parte, “Kidney’s lamb”, como su nombre lo indica, trata de riñoncitos de cordero (suave marinado) a la plancha, acompañado de un bastón firme de polenta y un huevo poche. El huevo está condimentado con una ralladura de aceitunas negras secas. Aquí nuevamente, aunque a través de otras materias primas, repite el lúdico pasaje de diferentes sensaciones táctiles. Cuidado el punto de los riñones, alejado de las sequedades a las que algunos restaurantes nos tienen acostumbrados. En esta propuesta, el plato debería ser previamente calentado. Los que tenemos la manía de dejar el huevo para lo último, lo agradeceríamos para evitar innecesarias bajas de temperatura.
    Como dijimos, ambos platos resultan contundentes y según el termómetro del apetito, tal vez venga bien elegir uno y compartirlo. Más serenos en el plano estomacal, nos inclinamos por un solo plato principal: “Curry tenderloin pork” ($26). Un solomillo marinado en curry y leche de coco, acompañado con calabaza asada. Aquí se apela a una clásica combinación del cerdo con las notas dulces de la calabaza –caramelizada con miel de caña–. Una suave salsa con base de granos de mostaza introduce una variante interesante en el gusto del plato. Atento control del punto de cocción del solomillo, apenas rosado. Cerramos con “Trío frío de chocolate” ($15), crema helada de chocolate con naranjas, marquis de chocolate, más un biscoti de coco y cardamomo. Dessert correcto que apresuró el desabroche del cinto.
    Una carta de vinos con unas cincuenta etiquetas –algunas bodegas conocidas, otras no tanto– y también una interesante propuesta de aguas importadas (Perrier, Evian, San Pellegrino, $6) permite elegir con holgura. Atención profesional y sensible a las preguntas.
    La arquitectura del lugar dispone de varios espacios. La recepción, en planta baja, tiene barra y sillones. Luego, todo se desarrolla en la planta alta, donde además de una tradicional disposición de mesas que se extiende hasta un balcón (que da a la calle Oro), cuenta con un sitio apartado con sillones y mesas bajas que viene bien para encuentros con amigos (6 personas se acomodan fácilmente).
    En Basho se come bien respetando las materias primas y sin precios caros. Por la noche, es un lugar tranquilo sin inútiles excitaciones, que posibilita la conversa amena. Entonces, no queda otra que pasarla bien. M

    Homenaje a un gran poeta

    Matsuo Basho (1644-1694), era el pseudónimo de Matsuo Munefusa, poeta japonés considerado como uno de los haikaistas más importantes del shogunato Tokugawa y recordado hoy en día por haber llevado el haiku a una expresión poética.
    Nació en Ueno, cerca de Kyoto, y de pequeño le llamaban Kinsaku. Adquirió el nombre de Basho, que es un árbol parecido al banano, en la década de 1680 cuando se recluyó en una choza junto a un plátano. Era hijo de un samurai de rango bajo, y en un principio trabajó al servicio de un señor local, Todo Yoshitada. Fue entonces cuando comenzó a escribir poesía. En 1666 se mudó a Edo (hoy Tokio) cuando su amo murió.