El ciclo de Kondratieff o la bella vida de Begnini

    Por Rubén Chorny


    Mario Blejer


    Mario Brodersohn
    Foto: Diego fasce

    Hace apenas cinco años, la Argentina protagonizaba un crac financiero dentro de la escala de repercusión de sus antecesores tequila, vodka y caipirinha, a la vez que entraba en el podio de los defaults mundiales: tanto que aún hoy detenta el tercer puesto de la historia. Afuera de las fronteras había un mundo que despegaba un ciclo de crecimiento distinto de los tradicionales, con un motor monetario propulsado por el tándem euro-dólar-yen y dos economías emergentes a todo vapor que demandaban materias primas, como China e India.
    La tasa anual de los países líderes partía de 3% japonés y europeo, a más de 4% estadounidense, con intereses e inflación en torno de 1%. El comercio internacional se abría a la irrupción de emergentes asiáticos, que situaban su performance encima de 7% y a la vedette, China, en un nivel de 10%.
    Semejante movimiento triplicó el precio de la energía, duplicó el de los metales y mejoró 50% el de los alimentos. Así, América latina se ubicó entre los principales proveedores del mundo de los revalorizados commodities. Y la Argentina se colgó principalmente con los granos de la corriente expansiva global. Desde hace dos años, el PBI trepa a 9% anual.
    La gran pregunta es: ¿aguanta este ciclo de explosivo crecimiento?
    Mario Blejer, un hombre de consulta permanente del jefe de Gabinete Alberto Fernández, quien suele pasarle el teléfono al Presidente Kirchner, estuvo hace poco por el país y dejó una presentación llamada: “Economía Internacional: condiciones actuales, riesgos y vulnerabilidades”, que caló hondo entre los empresarios que la escucharon en la Fundación Mediterránea, y en la propia Casa Rosada.
    Un veterano economista allegado al ex Presidente Raúl Alfonsín y ex compañero de gabinete de Roberto Lavagna en la época del Plan Austral, Mario Brodersohn, reflejaba al mismo tiempo en la página web de Econométrica una mala noticia que ningún colega se había atrevido hoy a decir tan así en público: el ciclo no tendrá para la Argentina más de dos años de inercia. Apeló a la comparación que hacía un centenario economista ruso llamado Kondratieff entre los ciclos largos y los cortos, para dar la voz de alerta.
    Mercado entrevistó a ambos economistas para “escuchar las dos campanas”.
    En la presentación local que realizara Blejer, había mencionado que el mundo podría estar en un ciclo largo de crecimiento sostenido y que podría mantenerse en tasas como las actuales por lo menos hasta finalizar la década (más al estilo de La vida es bella de Benigni).

    –¿Cómo se ubicaría América latina respecto de esa banda?
    –En general, las economías emergentes están creciendo bastante mas rápido que las industriales y el promedio de 4-5% refleja esa relación –respondió el actual director del Banco de Inglaterra–. Sin embargo, entre las emergentes, Asia crece más rápido (7-8%) mientras que otras zonas más despacio. Es de esperar que América latina crezca más o menos como el promedio general, menos que el Asia, más que África, menos que el promedio de los emergentes, pero más rápido que las economías maduras. Igualmente, espero que ese crecimiento sea bastante sostenido.

    Signos menos auspiciosos
    Brodersohn está algo alejado del escenario mediático. Pero accede al reportaje:
    “Los últimos meses son menos auspiciosos. El aumento de los precios internacionales ha creado temores de inflación en los países desarrollados, sobre todo en Estados Unidos. Empezaron a adoptarse medidas más restrictivas, como la suba de la tasa de interés. Igual se hizo en Europa para frenar el proceso de crecimiento económico y, de esta forma, controlar la inflación. Así empezaron a ceder los valores internacionales.
    La soja ha caído en estos dos o tres meses 15%, el petróleo bajó a alrededor de US$ 60. Hoy estamos bajo la suposición de que lo que pasó en los últimos cuatro años se podrá sostener. Y de ahí la discusión que nos lleva a los ciclos largos de Kondratieff. Ahora estaríamos, en consecuencia, en la fase expansiva de esa onda larga”.
    Blejer había subrayado que, dentro de este ciclo largo en curso, las materias primas y los commodities aumentaron hasta tres veces su cotización, mientras hubo una depreciación relativa de los productos industriales intensivos en mano de obra y de los equipos de capital y otros bienes con componentes tecnológicos altos: “Se ha revertido claramente aquella hipótesis atribuida a CEPAL acerca del deterioro secular en los términos de intercambio de los países en desarrollo. Los países productores de materias primas se están beneficiando de estas tendencias, por lo menos por ahora. Es una oportunidad, y lo principal es poder aprovecharla subiendo en la cadena de valor de las materias primas y no quedándose en la producción primaria únicamente”.

    –¿Es duradero este comportamiento expansivo de los commodities?
    –El actual comportamiento de esos precios es consecuencia del aumento en la demanda (y no la caída de la oferta, como en la crisis del petróleo de los 70), y el crecimiento de las economías asiáticas, particularmente India y China, es una de las principales causas de este incremento en el precio –prosigue Blejer–. Creo que esto continuará así por mucho tiempo. Hay, sin embargo, un factor interesante al que no se le ha prestado demasiada atención y es el hecho que China está comenzando a producir también gran cantidad de materias primas, que por ahora las autoconsume, pero que puede esperarse que comience a sacar al mercado y que, si lo hace, puede deprimir el precio. El ejemplo clásico de esto es el acero. No está pasando con el cobre, pero sí en otras commodities. Pero es un efecto más de largo plazo.

    Exportadores de productos básicos
    Para Brodersohn este escenario se imbrica en la realidad nacional: “Lo que surge claramente después de la crisis argentina de 2001/2002, sobre todo (con el default, la devaluación, la crisis política), es un contexto internacional de franca expansión, desde 2003 hasta ahora, que abarcó no sólo a la Argentina sino a toda América latina, y en particular, a dos países muy importantes en términos de población: China e India. El beneficio se extendió a todos los exportadores de materias primas. A la Argentina le tocó con el precio de la soja, el maíz, el trigo, pero también Venezuela y México se beneficiaron con el precio del petróleo y, más que nosotros, Chile, por los metales. El contexto internacional de crecimiento fue inédito, y también para nosotros en América latina, respecto de lo que se veía históricamente observando”.

    –¿Puede aprovechar la región la abundante oferta de capital y bajo costo del crédito para los emergentes, dado el elevado riesgo país que aún mantienen?
    –América latina –responde a su turno Blejer– está recibiendo bastantes flujos de capital y el riesgo país de muchos de sus países es relativamente bajo (Chile, Colombia, México, etc.). La Argentina tiene todavía un riesgo país alto (aunque viene cayendo). A pesar de esto, es posible observar que la región recibe menos inversión directa que muchas otras regiones emergentes y en total se está beneficiando, pero menos, de la abundancia de capital.
    Según Brodersohn, se está frente a un modelo de desarrollo diametralmente opuesto al de la posguerra: “Lo que ahora está en discusión es si al fin hemos terminado con el lento crecimiento como el que gravitó durante 50 años y si, al mismo tiempo, lograremos salir de los procesos de stop and go; todo eso porque el mundo ha cambiado como resultado de la aparición de China e India”.

    –¿En qué?
    –Hay que saber aprovechar bien las condiciones que se han creado como consecuencia del aumento de los precios internacionales, la baja de la tasa de interés, que este año recién está en 5,25% en Estados Unidos, pero hace un año había estado en 1 o 1,5% anual –prosigue Brodersohn–. Para tener una idea, en la época de Alfonsín, cuando estaba Volcker en la Reserva Federal, andaba en 14 o 15%. Cuando se hizo el Plan Austral, nosotros partimos (igual que este gobierno) de un tipo de cambio alto y le pusimos retenciones a las exportaciones. La desgracia fue que al año y medio los precios internacionales cayeron estrepitosamente, 35%, y entonces tuvimos que eliminar las retenciones y ahí se desató el grave proceso de crisis hasta terminar en la hiperinflación del 89.

    Dos visiones
    –Blejer, los riesgos que pesan sobre este ciclo largo enumerados en su análisis eran: desequilibrio global (haciendo hincapié en EE.UU.), petróleo, China y terrorismo. Pero se detuvo, y muy especialmente, en la salida estadounidense a su déficit fiscal y comercial, la burbuja inmobiliaria, y a la asechanza que implica la enormemente desigual distribución del ingreso y sus efectos sobre una salida proteccionista en el comercio y en la agricultura. ¿Cree que este peligro puede estallar antes del final de la década e interrumpir esta bonanza?
    –Es imposible ponerle fechas a estas cosas, pero sí creo que hay serios problemas de neo-proteccionismo y que es un riesgo que no puede ser ignorado para nada. Tampoco haría proyecciones muy pesimistas, pero creo que la presión por mejorar la distribución del ingreso puede llevar, a través de sus canales políticos, a una gradual, pero igualmente perjudicial, contracción de los beneficios de la globalización. Siempre y cuando no se haga nada para mejorar esta realidad y la percepción de la misma. Pero es posible que haya conciencia sobre el problema y se tomen los pasos necesarios para evitar la reversión.

    –Brodersohn, ¿estamos aprovechando como debiéramos este contexto tan favorable?
    –Los últimos cuatro años fueron como regresar a la vieja época de la generación del 80, en la que la expansión del comercio internacional implicó un proceso largo de crecimiento. La Argentina, en particular, se beneficiaba de la apertura de los mercados internacionales. Más aún, de las entradas de capital de los otros países y de la fuerte inmigración. Fue un proceso de euforia, por lo que estos cuatro años están haciendo pensar a muchos economistas, en especial a los que están más cerca del gobierno, que entramos de nuevo, así como en la generación del 80, a disfrutar de un sostenido proceso de crecimiento económico, que lo de India y China no es una etapa transitoria sino que se mantendrá en el tiempo, y que viviremos, como en un cuento, felices en un contexto internacional ampliamente favorable para nosotros: crecimiento de las exportaciones, precios internacionales favorables, bajas tasas de interés. Es como si nos hubiésemos olvidado de lo que pasó desde 1950 hasta ahora.

    –¿Y qué viene?
    –Por ahora, no hay señales muy negativas que vengan de afuera. Pero aun cuando no suceda nada en el frente externo, los indicadores están mostrando los fundamentos sobre los cuales se apoyó el crecimiento de 9% anual. No veo dificultades en 2006, y por ahora tampoco en 2007, pero creo que los números fiscales en 2008 van a ser muy distintos a lo que está suponiendo el gobierno.
    Primero: si se acaba el superávit va a haber dificultades para manejar los instrumentos de política económica; en segundo lugar, las distorsiones que están creando los precios relativos de los servicios públicos privatizados, tarde o temprano va a haber que corregirlas; en tercer lugar, haberse sentado sobre los ingresos de los jubilados termina en algún momento saltando.
    Más allá de si China o India crecen, hay distorsiones que nosotros vamos creando que pueden minar la sustentabilidad del modelo. Por ejemplo, que no le ha sido posible al gobierno combinar crecimiento con equidad. Mejoraron los indicadores sociales con respecto a 2003, pero no al pico de la convertibilidad, en 1998. Y hay que tener en cuenta que el PBI hoy es 10 ó 15% más alto que entonces, tanto por habitante como el total.
    El mensaje que Blejer dejó en la Argentina antes del viaje de Néstor Kirchner a Estados Unidos para dialogar con potenciales inversores consistió en que este es un momento clave para consolidar la recuperación macroeconómica: hay flujos de capital disponibles, las tasas se ajustaron a un nuevo escalón en torno de 5%, las alzas de los commodities y la energía no amenaza a las potencias consumidoras porque las industrias de punta y los servicios demandan menos materias primas y energía (la mitad que en los años 70) y que los tres principales acreedores netos internacionales son países emergentes: China, India y Corea del Sur, además de figurar Chile en octavo lugar. Implícitamente, es donde recomienda dirigir la puntería de los nuevos negocios que sostengan el crecimiento mientras dure la ola mundial. M