Una figura monumental e iconoclasta

    Ted Levitt, profesor emérito de la Harvard Business School, ejerció
    enorme influencia sobre generaciones de académicos y profesionales con
    sus escritos y libros, a menudo muy controvertidos.
    Levitt entró a la escuela de negocios de Harvard en 1959 y rápidamente
    se ganó una reputación internacional como académico, escritor
    y profesor de extraordinaria valía. Su artículo “La miopía
    del marketing”, que fue el primero publicado en la revista Harvard
    Business Review
    (HBR) en 1960 –y donde decía que las empresas
    e industrias perdían importancia porque quienes las manejaban definían
    sus negocios con demasiada estrechez– fue desde el primer momento un éxito
    rotundo. Aquel artículo fue y es considerado como uno de los más
    influyentes entre los publicados en la HBR. Su idea central gira alrededor de
    la forma en que el empresario define el rol y misión de su negocio. Para
    él, visión estrecha quiere decir concebir la misión de
    la empresa como la de vender un producto o servicio, en lugar de satisfacer
    ciertas necesidades de los clientes. A poco de su publicación, la revista
    recibió 35.000 pedidos de reimpresiones de 1.000 empresas diferentes.
    Más de 40 años después, ya lleva vendidas más de
    850.000 reimpresiones. El artículo más vendido en toda la historia
    de la HBR.

    Globalización
    Casi un cuarto de siglo más tarde, en 1983, Levitt volvió a levantar
    polvareda con otro artículo en la HBR. Esta vez el título era
    “La globalización de los mercados” y allí explicaba
    que las nuevas tecnologías habían “proletarizado”
    la comunicación, el transporte y los viajes creando una nueva realidad
    comercial. En ese contexto aparecieron mercados globales para productos estandarizados
    a bajo precio, posibles gracias a economías de escala. A diferencia de
    una multinacional, explicaba, la compañía global hace caso omiso
    de las diferencias locales en cuanto a gustos o costumbres.
    La primera frase del artículo dice: 
    Una poderosa fuerza está conduciendo al mundo hacia una comunidad
    única y convergente, esta fuerza es la tecnología. Ha proletarizado
    la comunicación, el transporte y los viajes, haciéndose accesible,
    por su facilidad y menor costo, a los lugares más aislados y a las multitudes
    más pobres del mundo. Casi todas las personas, en todas partes, desean
    las cosas de las que han oído hablar, que han visto o han experimentado
    a través de los nuevos medios tecnológicos que impulsan sus necesidades
    y deseos. Esto conduce cada vez más hacia la comunidad global, homogenizando,
    por tanto, a los mercados de todas partes
    ”. 
    En 1983 también publicó The Marketing Imagination, una colección
    de artículos sobre temas diversos. Uno trataba sobre la industrialización
    del servicio. La introducción de tecnologías duras, blandas o
    híbridas en áreas de servicios está comenzando a industrializar
    el servicio. El punto fundamental es aumentar el volumen del mismo a una magnitud
    suficiente para lograr eficiencia y emplear sistemas y tecnologías que
    produzcan servicios confiables, rápidos y baratos. Y sentenciaba:
    “La gran empresa de servicios, manejada racionalmente, es el nuevo coloso
    que nos afecta a todos… para bien”.

    Diferenciación
    Otro versaba sobre la diferenciación, que definía como la esencia
    de todo. Todo puede ser diferenciable, hasta una materia prima como el acero,
    los cereales o el dinero. Levitt afirma allí que la imaginación
    es el punto de partida para el éxito en marketing; se diferencia de cualquier
    otra forma de imaginación en que ésta surge de una profunda comprensión
    de los clientes y sus problemas y de las formas para captar su atención.
    El artículo decía:
    Los productos genéricos no existen. Todos los bienes y servicios
    son diferenciables. Aunque suele pensarse que esto es más cierto en el
    caso de los bienes de consumo que en el de otros productos y servicios industriales,
    en realidad es todo lo contrario.
    En el mercado hay diferenciación por todas partes. Todos –productores,
    vendedores, agentes, corredores, comerciantes– tratan constantemente de
    diferenciar sus ofertas de las de los demás. Esto es cierto aun en el
    caso de quienes producen y comercializan metales primarios, granos, sustancias
    químicas, productos de plástico y dinero.
    ” (“El
    éxito en marketing a través de la diferenciación de cualquier
    cosa”, Harvard Business Review Nº 80107 ).
    Su afición por el debate intelectual hizo que convirtiera su escritura
    en una especie de extensión de su cátedra en Harvard, donde su
    técnica preferida era la provocación para obligar a pensar (como
    Sócrates en la antigua Atenas). Además de publicar ocho libros
    sobre marketing y de ejercer la consultoría, fue editor de The Harvard
    Business Review
    de 1985 a 1990. En ese tiempo, la revista comenzó
    a publicar artículos más cortos y a incluir tiras cómicas
    además de los largos artículos de análisis y evaluaciones
    de práctica gerencial.
    También fue autor o co-autor de otros siete libros: Marketing for
    Business Growth
    (1974), The Third Sector: New Tactics for a Responsive
    Society
    (1973), Marketing: A Contemporary Analysis (1972), The
    Marketing Mode
    (1969), Marketing (1964), Industrial Purchasing
    Behavior: A Study of Communication Effects
    (1964), e Innovation in
    Marketing
    (1962). Él y Peter Drucker, son los dos autores más
    publicados en toda la historia de la Harvard Business Review.
    En 1983, Levitt dijo a un entrevistador: en los últimos 20 años:
    nunca publiqué nada sin haberlo reescrito por lo menos cinco
    veces. Recuerdo que las iba anotando. He llegado a hacer hasta 12 profundas
    modificaciones a un mismo texto. Y no lo hacía tanto para cambiar la
    sustancia sino el ritmo, la forma en que sonaba, la sensación de ir avanzando…
    hasta la apariencia física del escrito. ¿Por qué obligar
    a los lectores a pasar por una cámara de torturas? Yo quiero que digan
    ¡Ahá
    !”
    Theodore Levitt nació el 1 de marzo de 1925 en Vollmerz, Alemania, un
    pequeño pueblo vecino a Frankfurt, y diez años más tarde
    se mudó con su familia a Dayton, Ohio, escapando del avance de la amenaza
    nazi. La Segunda Guerra Mundial le impidió terminar la secundaria pues
    debió enlistarse en el ejército. Una vez terminada la guerra,
    trabajó como periodista deportivo en The Dayton Journal Herald,
    completó la secundaria por correspondencia y se inscribió en el
    Antioch College; se graduó en 1949. Hizo su doctorado en economía
    en la Ohio State University en 1951, enseñó en la universidad
    de North Dakota y fue consultor en temas energéticos en Chicago
    antes de entrar a Harvard en 1959. M

    En sus propias palabras

    “¿En qué negocio está usted realmente? No
    existen commodities. Todos los bienes y servicios son pasibles
    de diferenciación. Un producto no es un producto, a menos que sea
    vendido. De lo contrario, es sólo una pieza de museo.
    Todos los bienes y servicios son pasibles de diferenciación.
    No existe el negocio de las “películas”; existe el
    negocio del “entretenimiento”.
    No existe el negocio de los “celulares”, existe el negocio
    de ofrecer “sistemas de comunicación”.
    El verdadero negocio de una red de ferrocarriles es el transporte, de
    carga o pasajeros.
    Nadie quiere un taladro de ¼ de pulgada…, lo que todo el mundo
    desea son huecos en la pared de ¼ de pulgada”. (Por lo tanto,
    el negocio de Black & Decker no son los taladros sino los agujeros).

    La idea en la práctica

    Ponemos nuestro negocio en peligro cuando aceptamos alguno de los siguientes
    mitos:

    Mito 1: Una población cada vez más numerosa
    y con mayor poder de compra asegurará nuestro crecimiento. Cuando
    los mercados se expanden, solemos caer en el error de suponer que no hace
    falta poner imaginación en la definición de nuestros negocios.
    Tratamos entonces de superar a nuestros rivales mejorando lo que ya estamos
    haciendo. Consecuencia: aumentamos nuestra eficiencia en hacer productos
    en lugar de aumentar el valor que esos productos aportan a nuestros clientes.
    Mito 2: No hay un sustituto competitivo para el principal
    producto de nuestro negocio. Creer que nuestro producto no tiene rival
    pone a nuestras empresas en situación de vulnerabilidad ante posibles
    grandes inventos o descubrimientos que provengan desde fuera
    de nuestro negocio –a menudo de pequeñas empresas nuevas
    que piensan más en las necesidades de los clientes que en los productos
    mismos.
    Mito 3: Podemos protegernos mediante la producción
    masiva. Muy poca gente puede resistir la tentación de creer que
    al reducir notablemente los costos unitarios aumentarán las ganancias.
    Pero concentrarse en la producción masiva aumenta las necesidades
    de nuestra compañía –cuando en realidad deberíamos
    pensar en las de nuestros clientes.
    Mito 4: La investigación y desarrollo técnicos
    asegurará nuestro crecimiento. Cuando I&D genera productos
    absolutamente novedosos, podemos caer en la tentación de organizar
    nuestras empresas alrededor de la tecnología y no del cliente.
    Lo que deberíamos hacer es no perder nunca de vista la satisfacción
    de necesidades en el público consumidor.