Como siempre, los países pobres esperan un acuerdo EE.UU. – UE


    Peter Mandelson.

    Mandelson, un monetarista de ésos, es comisario de comercio en la Unión
    Europea. Schwab acababa de ser nombrada representante viajera de George W. Bush.
    Experta en su materia, empero nadie sabía cuánto iba a durar.
    “Supongamos que les diéramos todo cuando reclaman ustedes –preguntó
    el inglés– ¿modificaría Estados Unidos su postura
    actual?” Su interlocutora precisó varios eufemismos para contestar
    que no. El tercer villano, Japón, ni siquiera tuvo que abrir la boca.
    Naturalmente, la suerte de los países pobres fue traída a colación
    varias veces, pero sólo en forma declamativa. En 2001, cuando abrieron
    la ronda hoy en licuación, la UE y EE.UU. aseguraron que las tratativas
    eran, en verdad, para destrabar flujos de intercambio por US$ 300.000 millones
    y favorecer a las víctimas de los escandalosos subsidios agrícolas
    aplicados por las tres máximas economías centrales.
    Pero, durante el primer fin de semana de julio, colapsó el enésimo
    intento de salvar la ronda y la propia Organización Mundial de Comercio.
    No fue posible siquiera tratar los US$ 19.000 millones anuales regalados a los
    productores estadounidenses. Por supuesto, tampoco podía esperarse que
    India, Brasil o la Argentina abriesen sus mercados a todavía más
    autos, computadoras, electrónicos, inalámbricos o servicios bancarios
    importados.

    Crisis sin atenuantes
    “No voy a decir una cosa por otra. Hemos vuelto a fracasar y estamos en
    plena crisis”. Así admitió Pascal Lamy, viejo adalid del
    proteccionismo agrícola francés y, como muchos de sus compatriotas,
    indiferente a la suerte de los países pobres.
    Por cierto, Washington había propuesto eliminar hasta 54% de casi todos
    los aranceles y cuotas a la importación. Pero, en materia agrícola,
    sólo ofrecía reducir levemente subsidios al maíz, los lácteos
    y una veintena de rubros primarios importantes. A su vez, Bruselas bajaría
    38% una serie de subvenciones que distorsionan el comercio. No obstante, por
    fuerte presión de Francia, se negó a rebajar aranceles en los
    márgenes exigidos por EE.UU. o por el Grupo de las 20 economías
    en desarrollo, productoras de alimentos y materias primas (salvo hidrocarburos).
    Los países pobres miraban desde afuera.
    Impertérrita, Schwab insistió en que “estamos haciendo progresos.
    Podríamos eventualmente negociar con la UE mayores recortes en el sector
    agrícola. Pero los europeos deberían mejorar sus propuestas concretas
    en el mismo plano”. Vale decir, cero al as.
    En general, la UE gasta notablemente más que EE.UU. en proteger a su
    ineficiente actividad rural. Origen de aquella estimación de US$ 19.000
    millones, Kimberly Elliott –analista del centro para desarrollo global,
    Washington– sostiene que a los europeos “su sistema les insume más
    de US$ 60.000 millones por año”.
    Si, por un lado, los programas de subsidios estadounidenses cuestan mucho menos
    que los europeos, las rebajas propuestas de este lado del Atlántico no
    son tan amplias como podría parecer. Por ejemplo, algunos funcionarios
    estadounidenses afirman que, este año, el gasto tal vez no pase de un
    tercio respecto de los US$ 19.000 millones insumidos en 2005. De esa manera,
    los recortes también serían muy inferiores a los supuestos.
    Personalmente, Schwab era escéptica en lo atinente a ofrecer concesiones
    adicionales a los europeos. La experta y su equipo están convencidos
    –con buenas razones– que intransigentes como Francia o Polonia jamás
    permitirán al “moderado” Mandelson proponer mayores rebajas
    de tarifas a la importación.
    Otros diplomáticos emergieron de la frustrada reunión en Ginebra
    con impresiones diferentes. Varios sospechan que la propia Schwab carece de
    influencia suficiente, en el entorno presidencial, para negociar concesiones
    más ambiciosas. En camino, las economías más carenciadas
    del globo continúan esperando, no se sabe exactamente qué. M